Cada día el sol se va acostando más tarde y eso, unido a la natural circunvolución de las estrellas, trae como consecuencia un “aceleramiento” de las constelaciones, que parecen avanzar bastante más rápido de lo habitual (a diferencia de lo que ocurre a partir de Julio, cuando parece que el “triángulo de verano” no quiere moverse del cénit).
Por eso hay que aprovechar las noches sin luna que ahora vienen para ultimar y despedirnos de los objetos que nos brinda el cielo de primavera. El viernes 8 de Mayo decidí probar cielos nuevos en la cima del Purche, a 15 minutos de Granada, llegando con tiempo de sobra para montar “el chiringuito” (de nuevo con mi Dobson 300 mm, que he bautizado como “la Pepa”, y los prismáticos Celestron 15×70). Las vistas a la Sierra eran impresionantes, con esos parches de nieve que todavía no quieren marcharse.
A medida que se oscurecía el cielo comprobé que la zona noroeste no perdía la luz, pero no se le pueden pedir peras al olmo tan cerca de la ciudad. Aun así, la zona sur y el cénit iban a ser mis objetivos esa noche, y la miríada de estrellas fue poblando rápidamente toda la zona. Mi objetivo fue una serie de galaxias, principalmente, en las constelaciones de Corvus, Virgo y Canes Venatici.
Sin embargo comencé con una nebulosa planetaria que se encuentra en Hydra, la NGC 3242 o el “Fantasma de Júpiter”. Ya la había ojeado desde cielos más contaminados, pero esa noche estaba decidido a ver algo más. Y efectivamente así fue. Desde el primer momento llama la atención su enorme brillo y tonalidad azulada (un azul claro que no había visto antes), pero es a 214x cuando se puede apreciar ese algo más. De forma difusa, y sobre todo en los segundos en que la atmósfera acompañaba, se apreciaba una especie de círculo interno, de forma elíptica, de mayor densidad que el resto de la nebulosa. Me extrañó no ver la estrella central, que es tan sólo de magnitud 12 (supongo que el brillo de la nebulosa la eclipsa), pero la imaginación es suficiente para figurársela a 1.400 años luz, exhalando esa enorme cantidad de gases hacia el espacio.
El siguiente objetivo fue otra asignatura pendiente en mi lista, NGC 4038/4037 o las galaxias de “Las antenas”, en Corvus. Fáciles de encontrar saltando de estrella en estrella a partir de Gamma corvus, una vez en el ocular son una bonita visión a 125x, viéndose como dos pequeñas galaxias ovaladas unidas por su extremo oeste, simulando verdaderamente un corazón. Es una pena que no puedan verse las características antenas que se aprecian en fotografías de larga exposición.
Un poco más arriba de ƞ corvi, y siguiendo un camino marcado por estrellas que señalan a ella, llegamos a M104. Creo conveniente dedicarle una entrada completa a esta maravilla del cielo (pulsa aquí). Para animarte a verla te enseño cómo se ve a través del telescopio.
Siguiendo el recorrido, tras saltar de estrella a estrella, fui a parar a NGC 4782, sin recordar muy bien lo que era (la lista de observación la había hecho días antes), por lo que me sorprendí al ver dos galaxias prácticamente unidas, dos pequeñas manchas redondeadas que están en interacción a la friolera de 170 millones de años luz. Hace tal cantidad de tiempo la Tierra estaba inmersa en el período Jurásico y los grandes dinosaurios dominaban el planeta, planeta que, por cierto, tenía una superficie totalmente diferente a la actual. En ese época Pangea, la única porción de tierra compacta, se había dividido en dos continentes, Laurasia y Gondwana (ha llovido desde entonces…). Junto a esas dos galaxias (NGC 4782 y 4783) se aprecia otra de la misma quinta, NGC 4794, con una forma ligeramente alargada. Un poco más abajo podemos ver NGC 4756, otra galaxia pequeña y alargada, difusa, que se encuentra a 180 millones de años luz, un poco más todavía que las anteriores.