Todos hemos visto u oído hablar de los grandes cometas, aquéllos que nos visitan con cierta periodicidad, o aquéllos que aparecen “de la nada” y van brillando cada vez más, sorprendiéndonos con su movimiento y formas. Desde el Lovejoy no había tenido oportunidad de ver ningún otro cometa, por eso me emocioné anoche cuando conseguí ver uno de estos cuerpos, y no sólo verlo, sino disfrutarlo como si fuera un gran cometa en miniatura. Me refiero al C/2014 S2 Panstarrs, que carece de un nombre más sencillo.
Este cometa se descubrió hace un año, cuando brillaba con una magnitud 20, totalmente fuera del alcance de nuestros telescopios visuales. Ahora ya se encuentra mucho más cerca de la Tierra, a apenas 1,88 unidades astronómicas (o 281 millones de kilómetros), acercándose al sol a 100.000 kilómetros por hora. A estas enormes velocidades no es de extrañar que el hielo y polvo que compone su cubierta se esté desprendiendo, formando una cola tras de sí. No es una cola muy vistosa si lo comparamos con otros compañeros suyos, pero no deja de ser impresionante poder distinguirla a través de un telescopio. En este momento Panstarrs (para abreviar) se encuentra entre la órbita de Marte y la Tierra, y alcanzará su punto más cercano a nosotros el 26 de Octubre. El 9 de Diciembre tendrá su lugar su perihelio o mayor aproximación al sol, pasando a escasas 2.1 unidades astronómicas de él. ¿Qué pasará entonces? Realmente no se espera un aumento importante de brillo, las estimaciones iniciales no estimaban más de magnitud 14, con lo que podríamos darnos por satisfechos si el cometa continúa en la magnitud 0.actual, alrededor de 10,5.
Cuando leí que estaba al alcance de mi telescopio no dudé en buscarlo en cuanto las nubes dejaron un respiro, en los limpios y oscuros cielos cercanos a Alamedilla. No estoy habituado a observar cometas, y con una magnitud de 10.5 esperaba ver una especie de pequeña nebulosa redonda. Por eso me sorprendí enormemente al ver una perfecta réplica de otros cometas más grandes, con su núcleo brillante y una cola bien visible que se expandía unos 2-3 minutos de arco. Embelesado con la imagen, imaginé a esa gran bola de roca, hielo y polvo que da una vuelta al sol cada 2.219 años, acercándose a nuestra estrella como un péndulo infinito. La última vez que nos visitó, Panstarrs seguramente vio a Eratóstenes mirando al cielo, midiendo la circunferencia del planeta con una exactitud, para su época, digna de los genios. La próxima vez que nos visite no puedo imaginarme cómo y dónde estaremos, si es que seguimos en la Tierra y no hemos terminado de destrozar el planeta.