William Herschel apuntó su telescopio a una nebulosa en 1786, y quedó maravillado al ver que una pequeña estrella brillaba en su interior. Pensó entonces que lo que estaba contemplando no era sino el nacimiento de una estrella nueva. Era la primera vez que alguien observaba la estrella central de una nebulosa planetaria. Un siglo después, William Huggins determinó su espectro, topándose con que dicha nebulosa estaba formada de gas, entre otros, hidrógeno, magnesio y un elemento desconocido que recibió el nombre de “nebulium”. Posteriormente se sabría que dicho elemento correspondía al oxígeno ionizado, tan frecuente en las nebulosas planetarias. La gran relevancia de conocer su naturaleza gaseosa, razonadamente lógica, era que en esa época se pensaba que todas las nebulosas eran en realidad aglomeraciones de estrellas (cómo en los cúmulos globulares), y que la visión como nebulosidad simplemente era debida a la incapacidad de los telescopios contemporáneos para resolver sus estrellas. El descubrimiento de Huggins cambió esa concepción, confirmando que en el espacio también existían nubes de gas. Esta nebulosa “pionera” sobre la que tantos descubrimientos se hicieron no es otra que NGC 6543. Situada a una distancia entre 3.000 y 4.000 años luz, ha sido una de las nebulosas planetarias más estudiadas y, sin duda, una de las más complejas que podemos encontrar en el cosmos.
NGC 6543 es una muestra de los caprichos dinámicos del espacio, donde el sobrenombre “Ojo de Gato”, con el que se la conoce, se queda corto. En las fotografías de larga exposición vemos numerosas volutas de humo, anillos, arcos con forma de “S” que rodean a la estrella central formando espirales… Una mezcla de formas y colores que elevan a esta nebulosa a la primera división. Pero, ¿por qué tiene esa forma? Si una estrella es perfectamente esférica cabría suponer formas igualmente regulares si se desprende de su envoltura. Parece ser que hay varias posibilidades. Una de las más probables es que se deba a la presencia de una compañera estelar que orbita muy cercanamente a la estrella central (aunque no se ha detectado hasta ahora), de forma que en cada vuelta deformaría el gas que emana de la principal y lo despediría formando las características volutas que podemos ver. Fuertes vientos también contribuirán a esculpirla, con una velocidad mayor a 6 millones de kilómetros por hora, número que se dice muy rápido. Sea como sea, no podemos negar que es una de las visiones más interesantes que pueden existir de forma natural. Su estrella central es de tipo espectral O7, una estrella azul que se viste a 80.000 grados de temperatura y es de la mitad del tamaño del sol. Sin embargo, posee un brillo 10.000 veces mayor. Lo que hace la distancia…
La visión de NGC 6543 por el telescopio no muestra la espectacularidad de las fotografías, pero puede llegar a ser verdaderamente gratificante. Es visible ya a bajo aumento como una estrella gruesa y desenfocada. A 125 aumentos se aprecia su estrella central, tímida, de magnitud algo superior a 11, rodeada de un círculo nebuloso. Alguna irregularidad podemos apreciar entonces, pero merece la pena acercarnos más. A 214 aumentos ya somos plenamente conscientes de que no estamos ante la típica planetaria (si es que realmente existe la “típica” planetaria). La estrella central se halla rodeada por un pequeño anillo redondeado, perfectamente definido. Abrazando a este anillo podemos ver una nebulosidad más débil con forma ovalada, con los extremos inferior y superior estrechos, casi en punta. Verdaderamente parece un ojo observando desde la oscuridad del cielo.
De vez en cuando, especialmente con mirada periférica, se advierten algunas líneas fantasmales que salen del círculo interno y desaparecen en una fracción de segundo. Por un momento la razón te dice que es un espejismo, pero una parte de ti se niega a aceptarlo. Posteriormente, al compararlo con las fotografías, se confirma que existen tales líneas fantasmales. Todavía no he podido disfrutar de NGC 6543 en una noche verdaderamente buena y un horizonte limpio, así que esperaré a la madrugada de los meses invernales para darle otra oportunidad. Es lo bueno de nuestra afición, siempre va a haber nuevas oportunidades.
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