Capricornio es una de esas constelaciones relativamente desapercibidas que a los observadores de cielo profundo nos dice más bien poco. Sus estrellas, ninguna especialmente brillante, forman una especie de triángulo que parece ir persiguiendo a Sagitario. Representa, mitológicamente, a Amaltea, una ninfa con cuerpo de pez y cabeza de cabra, que protegió a Zeus cuando era pequeño de su padre, Cronos (al igual que a Disney, a los griegos les encantaban las tragedias familiares). Zeus, agradecido, le hizo un hueco en los cielos para la eternidad.
Estas noches de Noviembre, a primera hora, Capricornio está en una posición relativamente apta para observarlo, en la región Suroeste del cielo. Si disponemos de un buen horizonte en esa dirección, relativamente libre de contaminación lumínica, podemos intentar cazar sus principales objetos de cielo profundo, entre los que se encuentran una galaxia y dos cúmulos globulares. La oferta será mucho más amplia si nos vamos a magnitudes menores, pero para una primera visita de rigor no está mal.
El primero de estos objetos es NGC 6907, una bonita galaxia cuya existencia desconocía por completo. Situada a unos 150 millones de años luz, es una galaxia espiral barrada con dos brazos muy bien definidos en fotografías. En uno de ellos se aprecia una condensación, que durante 150 años se asoció con una región HII, como tantas podemos observar en otras galaxias. Sin embargo, un estudio reciente con imágenes en infrarrojo descubrió que se trata de otra galaxia, NGC 6907, una pequeña galaxia elíptica que se superpone a su brazo. Además se comprobó que ambas se alejan de nosotros a una velocidad similar (algo más de 3.000 km por segundo), con lo cual se ha logrado saber que ambas están a la misma distancia y, de hecho, que están interactuando entre sí. NGC 6908 atravesó el disco de su compañera y ahora está frenando su velocidad, lo cual implica que está volviendo a ser arrastrada hacia el núcleo de NGC 6907. En un futuro no muy lejano ambas galaxias serán una sola.
Visualmente, NGC 6907 es fácilmente visible a bajos aumentos como una pequeña mancha alargada con un brillante núcleo redondeado y pequeño, como una estrella engrosada. Son necesarios mayores aumentos y una buena estabilidad atmosférica para poder distinguir, con visión periférica, uno de los brazos que sale de su extremo, girando en forma espiral. Una pequeña zona más brillante delata la posición de NGC 6908, tremendamente débil, apareciendo de forma intermitente. La mejor imagen la obtuve a 214 aumentos, ya que por debajo de ahí tan sólo llegaba a distinguir la forma ovalada del halo galáctico.
Al otro lado de la constelación tenemos a M30, un cúmulo globular muy interesante, que comparte con M15 su gran densidad conforme avanzamos hacia el centro, denominado “core collapse” o colapso del núcleo. De esta forma, el núcleo de M30 es una gran aglomeración de estrellas que promueve las colisiones entre ellas, encontrando así las denominadas “Blue Stragglers” o azules rezagadas, que ya vimos en M3. Básicamente, son estrellas rojas, de edad avanzada, que al chocar con otras estrellas sufren un “rejuvenecimiento”, aumentan su temperatura drásticamente volviendo a adquirir un color azulado. Esta bola de estrellas se encuentra a 26.500 años luz de nosotros y tiene un diámetro de unos 90 años luz. Messier lo descubrió en 1764 y fue resuelto, como la mayoría de los globulares del catálogo Messier, por Herschel un siglo después.
M30 ya es apreciable con unos modestos prismáticos como una pequeña nube redondeada, al lado de una estrella relativamente brillante. Con el telescopio, bajo un cielo decente, 125 aumentos son suficientes para mostrar una chispeante nebulosidad redondeada con diminutas estrellas que aparecen en toda su superficie. A mayores aumentos destacan con mayor brillo, con un gradiente no especialmente marcado y un núcleo muy luminoso. Cerca de este núcleo salen tres ramificaciones de estrellas más brillantes que destacan sobre el resto. Es una bonita imagen, a medias entre los grandes globulares que ya conocemos y aquellos pequeños e irresolubles.
Para terminar esta breve visita en la constelación vamos a ver algo más complicado, un cúmulo globular que pertenece al catálogo conocido como Palomar. Aunque dedicaremos un capítulo entero a este catálogo, como introducción cabe decir que es una lista de 15 cúmulos globulares que fueron encontrados muy recientemente, en la década de los 50, en placas fotográficas tomadas por el telescopio de 1,2 metros del “Palomar Observatory Sky Survey”, o el mapa del cielo del observatorio Palomar en California. Además, fueron descubiertos por personajes de sobra conocidos en el mundo de la astronomía, como Edwin Hubble, Halton Arp (nos sonará por el catálogo de galaxias peculiares Arp) o George Abell (igualmente, el catálogo de grupos de galaxias que lleva su nombre). Son un grupo de cúmulos globulares especialmente débiles, motivo por el cual no se descubrieron antes (excepto dos de ellos que pertenecen también al catálogo NGC e IC).
El que nos ocupa en esta ocasión es Palomar 12, un cúmulo globular situado muy cerca de M30, a más del doble de distancia de la Tierra, a 62.300 años luz. Su edad es un 30% menor que la de la mayoría de cúmulos globulares de nuestra galaxia. Recientemente se ha descubierto que este cúmulo perteneció una vez a la Galaxia Enana de Sagitario, siendo absorbido por las fuerzas de marea de la Vía Láctea, explicando de esa manera la diferencia etaria.
Su poca densidad supondrá un desafío a la hora de verlo, si bien es fácil de encontrar a partir de M30. Con pocos aumentos el cielo de fondo era demasiado brillante como para distinguirlo, pero al usar el ocular de 7 mm, con 214 aumentos, mientras movía el telescopio por la zona, pude percibir un destello de luz difusa, muy débil, que al hacer vibrar el tubo podía percibir como una pequeña esfera blanquecina, apenas visible, cercana a un triángulo característico de estrellas más brillantes. Conforme iba dibujando el pobre campo de estrellas pude comprobar que dos débiles estrellas brillaban en el interior de esta tenue mancha, una de ellas en el centro y otra en la periferia. La adaptación fue ganando terreno hasta que pude ver la mancha sin ningún problema, con visión periférica. Ninguna estrella visible del cúmulo, ninguna forma especial, pero el hecho de ver uno de estos globulares ya debe ser motivo de alegría.