Ya hemos podido comprobar que el norte de la constelación Puppis, o la Popa, esconde una gran cantidad de objetos interesantes listos para ser observados. La protagonista de este capítulo es una espectacular nebulosa planetaria que pasa relativamente desapercibida debido a su situación sureña, aunque está al alcance de observadores de latitudes medias siempre y cuando el horizonte sur se encuentre limpio de contaminación lumínica.
NGC 2440 es una nebulosa planetaria situada a unos 4.000 años luz, y con un año luz de diámetro, se considera que su edad es bastante pequeña, habiéndose llegado a considerar incluso una nebulosa protoplanetaria. Sin embargo, la estrella central tiene suficiente energía como para ionizar la envoltura de gas que le rodea, por lo cual es una nebulosa planetaria con todas las de la ley. En fotografías de larga exposición despliega unas alas de mariposa en forma bipolar, con múltiples filamentos internos que irradian luz intensamente. Se han distinguido tres capas principales de gas que sugieren que la estrella central ha ido bombeando sus capas superficiales con una periodicidad en torno a 10.000 años.
Dicha estrella central cuenta con una peculiaridad, y es que es una de las estrellas más calientes que se conocen, con una temperatura en superficie de 200.000ºC (30 veces más que nuestro sol). Este dato puede chocar con el hecho de que las enanas blancas se consideran “frías” casi por definición. Usaremos este ejemplo para refrescar la memoria en cuanto a este tema. La estrella, una vez consumido el hidrógeno que la forma, dispone de una gran cantidad de helio, que fusionará entonces para formar oxígeno y carbono. Aquí viene un punto determinante, ya que las estrellas de masa menor a 8-10 masas solares no tienen energía suficiente para “quemar” oxígeno y carbono, de manera que su producción energética se detiene. Es entonces cuando en el núcleo toma importancia la fuerza de la gravedad, que, ante la falta de resistencia, comienza a colapsarlo rápidamente, al tiempo que las envolturas más superficiales de gas (el hidrógeno superviviente en su mayor parte) son expulsadas hacia el exterior, dando lugar a la formación de la nebulosa planetaria. El colapso del núcleo se detiene finalmente cuando, por así decirlo, la densidad de átomos es tan alta que no deja que se comprima más, de manera que el resultado final es una estrella muy pequeña y enormemente densa, denominándose entonces enana blanca. En este proceso de colapso el núcleo, hasta entonces inactivo, vuelve a emitir una gran cantidad de energía térmica, y es en este punto donde se encuentra la estrella central de NGC 2440, HD 62166, y el motivo por el que presenta una temperatura tan aumentada. ¿Por qué entonces se dice que las enanas blancas son frías? Porque la mayoría lo son: una vez consumido su combustible, la imposibilidad para generar más calor va a hacer que pierdan su temperatura gradualmente, convirtiéndose en cuerpos cada vez más fríos. De hecho, teóricamente la enana blanca derivaría en lo que se ha denominado enana negra, un tipo hipotético de estrella en la que no se desprende energía. Sin embargo, todavía no se han podido observar, ya que no ha habido tiempo desde la formación del universo para que se formen dichos cuerpos. Habrá que esperar varios miles de millones de años para observarlos y confirmar las hipótesis.
Volviendo a NGC 2440, su estrella central es demasiado débil para verla con nuestros telescopios, pero en las fotografías podemos apreciarla en el centro exacto de la nebulosa. Impresiona saber que algo tan “pequeño” ha producido esa impresionante imagen.
Al telescopio es un objeto notable, especialmente si la abertura es importante y la noche es especialmente estable, permitiéndonos usar altos aumentos que nos ayudarán a distinguir algunos detalles en su estructura. La noche que la observé me llamó la atención, en primer lugar, su forma alargada, un halo difuso de aproximadamente 1 minuto de arco. A bajos aumentos no pude apreciar mucho más que su forma alargada con los extremos más estrechos. Cuando usé 300 aumentos el panorama cambió radicalmente. El centro mostraba un brillo muy elevado, aunque no había ninguna estrella en su interior, sino nebulosidad muy intensa con cierta forma redondeada. Tras adaptar al vista y esperar unos minutos conseguí ver, asombrado, que el núcleo adquiría una forma alargada en perpendicular al halo, fino, y ambos extremos de la barra se bifurcaban formando una imagen similar a dos letras “C” unidas por la espalda. Sin recordar fotografías previas de este objeto lo dibujé tal como lo vi, algo escéptico ante lo que me parecía un detalle anormal en nebulosas planetarias. Sin embargo, al compararlo con varias imágenes pude comprobar que, en efecto, en su región central se encuentra una zona más brillante muy similar a lo que vi. Lo curioso de la observación de este objeto, y que puede llevar a equívoco, es que lo que se ve al ocular es un óvalo que forma una diagonal respecto a lo que muestran las fotografías, siendo su centro los “picos” que dejan ambas “C”. Lo mejor, sin duda, es verlo por uno mismo y dedicarle el tiempo necesario para ello (y en la noche oportuna, por supuesto…).
Justo unos minutos al sur podemos desviarnos para ver un modesto cúmulo abierto, NGC 2432. De unos 10 minutos de largo, muestra una disposición alargada, y sus astros son relativamente débiles, una familia de 20 estrellas de magnitud entre 11 y 13 que luchan por destacar en un cielo extremadamente rico en estrellas. Es, a pesar de ello, un buen complemento a la visita de NGC 2440, no debiendo menospreciarlo por la cercana presencia de cúmulos de la talla de M46 o M47. Esta zona de la Popa ofrece, sin duda, cúmulos para todos los gustos posibles.
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