La segunda vez que observé Marte, un día después de la anterior, pude ser consciente de la pequeña diferencia que presenta en cuanto a la rotación. Mientras que el día en la Tierra dura realmente 23 horas, 56 minutos y 4 segundos, en Marte llega a superar las 24 horas y 39 minutos, con lo cual, si observamos periódicamente el planeta podremos ser testigos del continuo e inexorable avance de su superficie.
En este caso, la noche del 16 de mayo, Syrtis Major ya se había escondido hacia el Este, dejando en su lugar las dos grandes llanuras que dominaban la cara del planeta: Elysium Planitia, que ya vimos el día anterior, y Amazonis Planitia. Esta última es una de las llanuras más planas de Marte, con una gran extensión de 1300 kilómetros de largo y 900 kilómetros de anchura. Se formó hace menos de 100 millones de años con la entrada de distintos flujos de lava, dando lugar a una superficie bastante uniforme que muestra, a pesar de ello, algunas interesantes formaciones. Por ejemplo, destacan los llamados «dark slope streaks», que viene a significar vetas de cuesta oscura. Hacen referencia a la presencia de unas interesantes rayas oscuras que destacan enormemente en la superficie grisácea, como las rayas de una cebra. Se forman en superficies en pendiente, debido a pequeñas avalanchas de polvo que caen a un nivel inferior (empujadas por el viento), de manera que dejan entrever un estrato más profundo y oscuro, que es la raya que podemos observar en las fotografías. Otra interesante faceta de Amazonis Planitia es su extrema juventud. En los estratos superiores, al parecer, hay afloramientos de capas más internas, lo cual podría poner al descubierto la presencia de fósiles marcianos que vivieron hace millones de años. Nada impediría, entonces, que el día menos pensado un rover nos enviara la fotografía de un interesante esqueleto cuya silueta, a día de hoy, sólo podemos imaginar. En esta explanada se han visto, a su vez, grandes torbellinos de polvo que reciben el nombre de «Dust Devils» o Demonios de Polvo, similares a los que recorren la tierra, pero con unas dimensiones considerablemente mayores. Como ejemplo, algunos de estos tornados llegan a alcanzar los 10 kilómetros de altura, así como varios cientos de metros de ancho, llevando consigo polvo y piedras a altas velocidades. Más aún, esta poderosa dinámica puede hacer que la materia sólida se cargue eléctricamente, produciendo relámpagos en su interior que, definitivamente, harían correr al más valiente de los caza-tornados. En la siguiente imagen podemos apreciar uno de ellos capturado con gran detalle:
En la zona de los montes Elyseum seguía estando esa débil masa nubosa que pude ver la noche anterior, algo más débil, quizás porque el planeta se encontraba más bajo en el horizonte. Otra zona oscura cercana, llamada Propontus, aparece de manera tenue, nuevamente una superficie de rocas basálticas sobreelevadas a las que el polvo no tiene fácil acceso. Al otro lado de Amazonia Planitia sigue a la vista Mare Cimmerium y su prolongación hacia el ecuador, mientras que Mare Thyrrenum ya se ha perdido por completo. Encontramos, sin embargo, al este de Mare Cimmerium otra extensión de piedras volcánicas que recibe el nombre de Mare Sirenium, que forma una bonita bahía entre ambos mares, llamada Atlantidum Sinus, abierta a Amazonis Planitia. Tras estos mares, rumbo al Polo Sur, deberían aparecer las regiones de Eridania y Electris, pero toda la zona está teñida de un color claro, casi blanco, que impide distinguir sus detalles. Primero pensé en el Polo Sur nevado, pero en seguida reparé en que el casquete meridional se encontraba mucho más alejado. Posteriormente, al ver fotografías de otros aficionados, pude comprobar que, efectivamente, una gran masa nubosa impide la visión de toda esa zona, así que no es nieve sino otro de esos inmensos sistemas nubosos que se dejan entrever por la superficie, dotando a Marte de una personalidad dinámica y misteriosa.