Previamente hemos introducido ya los bordes del gran Cúmulo de Virgo, el cúmulo galáctico más cercano a nosotros, situado entre 50 y 60 millones de años luz. Comentábamos también lo difícil que puede suponer verlo todo sin ningún orden, así que nos vamos a acercar a su centro para abordar una de las áreas más conocidas por los aficionados.
El cúmulo posee tres subnúcleos principales:
-Virgo A: centrado en M87, la galaxia “dominante” del cúmulo.
-Grupo de M86: se está moviendo a gran velocidad hacia el centro.
-Virgo B: rodeando M49.
Algunos autores hablan del subgrupo Virgo C, centrado alrededor de M60, así como de la presencia de otras menores agrupaciones con cierta entidad como para tener nombre propio. El Cúmulo de Virgo se aleja de nosotros a una velocidad de 1100 km por segundo, pero esto no quiere decir que todas sus galaxias compartan dicha velocidad, ya que las múltiples interacciones gravitacionales que ocurren en su interior hacen que haya galaxias viajando al doble de esa velocidad, tanto en una dirección como en otra.

La Cadena de Markarian fotografiada por Juan Francisco Salinas Jiménez
Entre las galaxias encontramos un caliente medio intergaláctico formado por plasma que alcanza los 30 millones de grados centígrados. Este plasma, concepto que a veces nos puede parecer algo complejo, es una masa de átomos que se encuentran ionizados, de manera que pueden cargarse eléctricamente y producir interesantes fenómenos, como la formación de filamentos o rayos. El plasma no es, desde luego, un lugar agradable para la vida, y en este espacio intergaláctico, además, tendremos que esquivar estrellas y planetas a la deriva, e incluso nebulosas planetarias que vagan sin rumbo. De hecho, se estima que un 10% del total de estrellas del cúmulo se encuentra flotando entre galaxias, expulsadas por las continuas interacciones como gotas que salpican contra las rocas.
Charles Messier ya se dio cuenta, a finales del siglo XVIII, de la gran densidad de objetos nebulosos que había en la misma zona, incorporando 16 de ellos a su famoso catálogo. Posteriores astrónomos fueron encontrando decenas y decenas de nuevas manchas, aunque nadie sabría su naturaleza hasta la década de los 20. Hoy centraremos nuestros sentidos en el subgrupo que rodea a M86 y que forma una de las agrupaciones más famosas de cielo profundo, la Cadena de Markarian, llamada así por el astrónomo armenio que, en 1960, descubrió que ese conjunto de galaxias compartían su viaje a través del cosmos.
La parte más conocida de esta cadena es la que engloba a M84 y M86, dos galaxias lenticulares que parecen los ojos de una expresiva cara celeste. M84 es la más débil de las dos, pese a lo cual tiene una generosa magnitud 10.1, que la hace fácilmente visible con cualquier instrumento. Tiene más de 110.000 años luz de diámetro y presenta dos jets que salen de su núcleo en direcciones opuestas debido a la existencia de un agujero negro supermasivo cuyo tamaño se ha estimado en 1500 millones de veces el del Sol. No presenta una gran proliferación estelar, aunque cuenta con más de 1800 cúmulos globulares a su alrededor y una densa banda de polvo que se interpone entre ella y nosotros. No muestra evidencias de colisiones recientes, lo cual no deja de ser llamativo en la zona en la que se encuentra. M86, al contrario, parece haber tenido un pasado algo más turbulento que se manifiesta en forma de cadenas de estrellas que han sido arrancadas en diversas colisiones con galaxias enanas. Con un diámetro de 135.000 años luz, M86 supera a M84 también en cuanto al número de cúmulos globulares, presentando la friolera de 3800. Una peculiaridad importante de M86 es que muestra el mayor desplazamiento al azul del cúmulo, acercándose a nosotros a 244 km por segundo… ¿Si el universo está en continua expansión y, además, hemos dicho que el Cúmulo de Virgo está alejándose de nosotros a 1000 km por segundo, como es posible que esta galaxia se acerque a tanta velocidad? La respuesta es sencilla, y es que M86 se está desplazando rápidamente desde el lado opuesto del cúmulo hacia el centro, en dirección a la Vía Láctea. Lo que saca a relucir este dato es que en el interior de los cúmulos galácticos la gravedad produce desplazamientos bruscos de sus componentes, y no debe extrañarnos, por tanto, encontrar comportamientos anómalos en el movimiento de las galaxias. La siguiente imagen del Chandra muestra a la galaxia seguida una colosal estela de estrellas que alcanza los 200.000 años luz de longitud.
Ya conocidos los “ojos” de la cara galáctica podemos ir a conocer el resto de galaxias menores que pueblan la zona. Primero nos centraremos en esta cara, cuya boca está compuesta por NGC 4388, una galaxia espiral que nos muestra su perfil. Es la primera galaxia Seyfert que se descubrió en el cúmulo, y su paso veloz por el medio intergaláctico ha promovido la pérdida de gran parte de su hidrógeno neutro que ahora se dispone a su alrededor en forma de gran burbuja de gas. La energía de su núcleo ha hecho que dicho gas se ionice produciendo grandes filamentos de gas, como podemos apreciar en la siguiente fotografía:
La nariz de la “cara” está formada por NGC 4387, una pequeña galaxia elíptica que brilla con magnitud 12. La ceja es otra galaxia vista de perfil denominada NGC 4402 que, en su camino al centro del cúmulo, está siendo despeinada, literalmente, de sus estrellas más superficiales. IC 3303 es una pequeña galaxia elíptica con una magnitud de 14 y un brillo superficial extremadamente bajo que necesita de una buena adaptación a la oscuridad para poder intuirse siquiera. Desplazándonos hacia el otro continuamos esta interesante cadena de galaxias, viendo en primer lugar a NGC 4413 y NGC 4425, espiral y elíptica respectivamente, en las cuales no distinguiremos ningún detalle especial salvo la presencia de pequeñas manchas difusas. Mucho más llamativa es, a decir verdad, la siguiente pareja que se conforma por NGC 4435 y NGC 4438, siendo conocidas en su conjunto como Arp 120 o “las galaxias de los ojos”. La primera es una pequeña elíptica, pero NGC 4438 es, sin duda, una de las galaxias más exóticas que podemos apreciar en fotografías. Antaño fue una espiral relativamente normal, pero hoy sus brazos se han distorsionado en el espacio, abriéndose de forma contorsionista, como si algo tirase de ellos con fuerza. No se conoce muy bien cuál es el motivo de esta peculiar forma, pero es bastante probable que se deba a la acción de fuerzas externas. Entre los principales candidatos están M86 (a la que le une un puente de gas visible en algunas fotografías), NGC 4435 (la aparente monotonía de esta galaxia parece ir en contra de esta teoría a pesar de la corta distancia que les separa) o el propio medio intergaláctico que azota la región como un huracán ardiendo. Sea como sea, NGC 4438 es una galaxia que merece la pena contemplar, aunque no podamos apreciar las llamativas formas de las fotografías. Lo veremos con un núcleo alargado y brillante apreciándose los dos brazos principales como prolongaciones finas de este núcleo, quedando NGC 4438 como una pequeña esfera, fácil de ver incluso con visión directa.
Otra pareja continúa la cadena, compuesta por NGC 4458 y NGC 4461, pequeñas manchas nebulosas que empalidecen al lado de sus compañeras. NGC 4473 les sigue, con una magnitud 10.4 y unos 50.000 años luz de diámetro, para dar paso al final del recorrido, clausurado por NGC 4477 y NGC 4479. NGC 4477 es la mayor de esta última pareja, con 65.000 años luz de diámetro y un agujero negro en su interior, mientras que NGC 4479 es una diminuta elíptica de magnitud 12.6, si bien no es difícil de percibir en una noche oscura. Aquí finalizamos esta excursión por el corazón del Cúmulo de Virgo, y no hemos visto ni la mitad de la décima parte de lo que está a nuestro alcance, pero más vale ir con paciencia, digiriendo cada mundo que vemos a través de la lente y grabándolo en nuestra retino. Si no, tantos universos no serán más que un conglomerado de manchas sin orden ni significación alguna, en vez de la maravilla cósmica que pueden suponer para nuestros ojos.
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