Ofiuco es una de esas grandes constelaciones que, abarcando una zona de gran superficie, no llega a tener una forma clara y definida en nuestra imaginación, como puede suceder con Leo o con Escorpio. Es conocido también como el “serpentario” o el cazador de serpientes, y se encuentra precisamente entre las constelaciones de Serpens Caput y Serpens Cauda. A mis ojos aparece como la silueta de una inmensa casa cuya base reposa sobre el lomo del escorpión, y guarda una enorme cantidad de objetos de cielo profundo, destacando, sin duda, los cúmulos globulares.
Hoy vamos a hablar de M107, un cúmulo que fue descubierto por Méchain a finales del siglo XVIII, pero no se incluyó en el catálogo Messier hasta 1947, junto con M105 y M106. Es un cúmulo globular muy disperso, de tipo X, que se encuentra a unos 21.000 años luz de distancia. Además de ser poco denso, es relativamente pequeño, alcanzando los 80 años luz de diámetro. Unas 100.000 estrellas conforman su población, encontrándose entre ellas 25 variables y algunas azules rezagadas. Su metalicidad es característicamente elevada, pudiendo compararse a un 11% de la solar, lo cual habla en favor de una edad relativamente joven para un cúmulo globular. La mayoría de los globulares, de mayor edad, tienen una metalicidad que raramente supera el 1%.
Al ocular, M107 es un espléndido objeto que, bajo un cielo oscuro, puede mostrarnos un gran aspecto. La mejor imagen la obtuve con el Kronus de 7 mm, a 214 aumentos. El globular ocupaba casi una tercera parte del campo, con forma redondeada y sus estrellas dispuestas en dos grupos. Uno central, más brillante y con sus componentes más unidas entre sí, y otro más periférico, con diminutas estrellas salpimentando la zona, todo ello arropado por una débil neblina de fondo.
A unos 10 grados hacia el corazón de la constelación, por encima de Sabik o Eta Ophiuchi, hay otro objeto digno de observar tras contemplar a M107. Después de una primavera rica en galaxias, es de agradecer la presencia de una nebulosa planetaria, y más aún una tan interesante como NGC 6309. Wilhelm Tempel la descubrió bien entrado el siglo XIX, y apenas 4 años después se pudo comprobar su naturaleza gaseosa gracias a la determinación de su espectro. NGC 6309 es una planetaria que se encuentra a unos 7000 años luz de distancia y posee en su centro una débil estrella, enana blanca, que va camino de apagarse por completo. Es una estrella muy densa, extremadamente caliente, que alcanza los 90.000ºK, y su magnitud visual se estima alrededor de 13,7. Imágenes en diferentes longitudes de onda han revelado una estructura tetrapolar, con dos parejas de prominencias bipolares, formadas al parecer por la emisión de chorros de gas o jets de la estrella central que, además, posee una pequeña compañera orbitando a su alrededor.
Al telescopio es evidente el sobrenombre con el que se conoce a la nebulosa, “el signo de exclamación”. Aparece a bajo aumento como una nebulosidad fina y alargada, concentrada, junto a cuyo extremo hay una estrella de la magnitud 13 que semeja el punto de la exclamación. Sin conocer muy bien si podía encontrar algún detalle más en su interior, cuando la observé intenté usar mayores aumentos, utilizando para ello el Kronus de 5 mm, que me proporcionaba 300x y una imagen bastante estable. El filtro OIII aumentaba su contraste con respecto al fondo del cielo, pero me daba la sensación de que emborronaba la imagen, así que decidí seguir a ojo desnudo. Al cabo de unos minutos pude ver, con visión lateral, que el tercio más cercano a la estrella aparecía con un brillo más intenso, así como el extremo más alejado, aunque este último algo menos. Quedaba así conformada la nebulosa por tres lóbulos, siendo el del medio el más débil, más o menos de similares proporciones entre sí. No pude ver rastro de la estrella central, probablemente se veía enmascarada por el brillo general de la nebulosa, así que no estará de más probar en un futuro con mayor aumento.