Hoy ponemos el broche al Cúmulo de Virgo por todo lo alto, ya que a medida que pasan los días está más baja hacia el horizonte y tendremos que esperar unos meses para volver a sumergirnos en las profundidades de esta gran ciudad galáctica. Como recordamos de anteriores entradas, el Cúmulo de Virgo, situado a unos 65 millones de años luz, se podía subdividir en varios grupos, destacando los tres centrales: Virgo A, grupo de M86 y Virgo B. Ya observamos en su momento al grupo de M86, y hoy le toca el turno al mayor de los subgrupos, así como el más céntrico, Virgo A.
Este grupo está presidido por la inmensa M87, que también es la reina indiscutible del Cúmulo de Virgo, el eje de la rueda que gira interminablemente. Por su posición y su gran tamaño, M87 ha ido absorbiendo a un sinnúmero de galaxias menores, que han ido alimentando poco a poco al gigante hasta formar lo que podemos ver hoy. De hecho, el seguimiento de 300 nebulosas planetarias de la galaxia ha puesto de manifiesto que en los últimos mil millones de años M87 ha devorado por completo a una galaxia de tamaño medio. Es una galaxia elíptica con más de un trillón de estrellas entre su población, entre 2 y 3 veces más que nuestra Vía Láctea. Sus dimensiones son difíciles de estimar, ya que sus límites no están bien definidos, encontrando estrellas propias situadas a casi un millón de años luz. Por tanto, si bien su parte central, más visible, mide unos 120.000 años luz, dicha cifra puede quedar en ridículo si se tienen en cuentan las zonas periféricas.
También es rica, como otras grandes elípticas, en cúmulos globulares, contando con la monstruosa cantidad de 12.000 de ellos, dispuestos a su alrededor y visibles en fotografías de larga exposición como diminutas estrellas que flanquean a la galaxia. Hoy en día apenas queda actividad proliferativa, es una galaxia antigua que ha perdido gran parte de su potencial genésico, pero su núcleo no está precisamente muerto. En él habita un agujero negro supermasivo cuya masa se ha estimado en 3.500 millones de masas solares. Un gran disco de acreción gira a su alrededor, cayendo poco a poco en sus dominios y produciendo una emisión enorme de radiación. De hecho, M87 es famosa también por presentar un jet gaseoso que surge a raíz de su agujero negro, produciendo radiación por un mecanismo que vimos con anterioridad (radiación sincrotrón). Haces de electrones salen disparados por las altas velocidades que sufren alrededor del agujero negro y chocan contra el gas del medio interestelar, excitando los átomos de hidrógeno y produciendo rayos X, convirtiendo a M87 en una de las mayores fuentes de dicha radiación que podemos observar desde la Tierra. Este jet se está alejando rápidamente de la galaxia, cambiando de manera tan acelerada que podemos seguir su evolución. En la siguiente foto podemos ver los cambios que han presentado distintas partes del jet en un período de 13 años.
De hecho, se pensaba que las partículas del jet eran supralumínicas, es decir, que avanzaban a una velocidad superior a la de la luz. Esto, al parecer, no es así, sino que hay que sumar la velocidad propia del chorro (a un porcentaje importante de la velocidad de la luz) y la velocidad a la que M87 se aleja de nosotros, por lo cual la percepción siempre será de una velocidad superior. Este jet, además, es apreciable a través de grandes telescopios sin gran dificultad, siempre que se disponga de una atmósfera estable y de elevados aumentos para usar. En 2014 se encontró en M87 el primer cúmulo globular hiperveloz del que se ha tenido constancia, un cúmulo que viaja a más de 2000 km/s y que está escapando de la influencia de la galaxia. Siguiendo su trayectoria y velocidad se ha llegado a la conclusión de que el agujero negro supermasivo que ocupa el centro de M87 podría no ser uno, sino dos agujeros negros, cada uno proveniente de una galaxia en colisión. Habrá que esperar para conocer la respuesta.
Si bien M87 presenta un gran atractivo en cuanto a información astrofísica, no tendrá muchos detalles que mostrarnos en el apartado visual. Es brillante, eso sí, y visible con cualquier instrumento. Con el Dobson de 30 cm se aprecia como una esfera brillante y bien definida, con un núcleo extremadamente brillante algo más grueso de lo que sería una estrella. Usé más de 400 aumentos en un intento de ver el jet, pero la atmósfera turbulenta no me dejaba enfocar, así que tendré que probar suerte en otra ocasión. Dudo mucho que pueda ni siquiera intuirlo con mi telescopio, pero he aprendido que hay que dar nada por sentado hasta que uno mismo lo compruebe (y ni así siquiera). Otro aliciente que presenta M87 al telescopio, además de conocer que estamos mirando al mismísimo centro del Supercúmulo de Virgo, es cazar a otras galaxias que comparten campo. A 125 aumentos pude detectar 4 de ellas. Las más evidentes son NGC 4478 y NGC 4476, de magnitudes 11.2 y 12.4, respectivamente. Son dos galaxias elípticas fáciles de reconocer a unos 8 minutos de distancia de M87. Las otras reciben, curiosamente, la misma denominación que M87 seguida de una letra: NGC 4486A, de magnitud 13.5, tiene un aspecto estelar, mientras que NGC 4486B, de magnitud 13.3, es pequeña pero tiene cierto aspecto nebuloso. Ambas son elípticas enanas, satélites de la gran M87 (realmente podríamos decir que la mayoría de galaxias de la zona son satélites de M87, ya que su influencia se extiende por millones y millones de años luz).
Ya conocemos un poco mejor el núcleo del Supercúmulo al que pertenecemos, y sin embargo aún nos quedan cientos de universos por observar. Pero la estación de las galaxias ya está llegando a su fin, y ahora viene el buen tiempo, las nebulosas y los grandes cúmulos estelares. Dejaremos descansar a las galaxias primaverales durante una temporada y volveremos con las pilas cargadas para seguir disfrutando de ellas en unos meses.
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