El cielo sur guarda objetos que nos maravillan y despiertan en nosotros un importante deseo de viajar a zonas meridionales para poder disfrutar de sus paisajes celestes. Hoy vamos a hablar de uno de estos parajes formado por una gran variedad de objetos en un espacio de más de un grado de diámetro. Se encuentra en la constelación Corona Australis, justo debajo de Sagitario, y necesita un horizonte bien limpio y estable para mostrar todos sus encantos. Pertenece al denominado Complejo Molecular CrA (Corona Australis), y es una gran asociación de gas en la que está teniendo lugar una importante proliferación estelar. La zona que nos ocupa engloba 3 nebulosas difusas, una nebulosa oscura y un cúmulo globular, así como alguna estrella doble, convirtiendo a esta región en una de las más interesantes y variadas que podemos ver, como podemos comprobar en la espectacular fotografía de Ignacio Díaz Bobillo. Es difícil escoger un punto de inicio, así que comenzaremos por el objeto más lejano, un bonito cúmulo globular denominado NGC 6723.
Este cúmulo se encuentra a unos 28.500 años luz de distancia, muy cerca del disco galáctico. Pasó por alto el atento escrutinio de Herschel, siendo descubierto en 1827 por James Dunlop. Varios cientos de miles de estrellas se disponen es una esfera de 108 años luz de diámetro, que en nuestro cielo corresponden a 13 minutos de arco. Es uno de los cúmulos globulares más antiguos que conocemos, datándose su origen hace más de 13.000 millones de años y comparable, por tanto, a la edad de M92. A bajo aumento se ve como una esfera nebulosa, con el núcleo más brillante, y si la atmósfera es estable podrá apreciarse un hervidero de pequeñas estrellas que titilan en la distancia, como diminutos granos de harina. A mayores aumentos se resuelve con más facilidad, pero entonces no puede verse en el mismo campo que el resto de nebulosas, así que ya es cuestión de gustos (nada nos impide verlo primero a nivel general y luego profundizar a mayor aumento).
Vamos a estudiar ahora el complejo nebuloso que domina la zona, que presenta a simple vista dos colores bien llamativos, el negro y el azul. Sí, hablamos del color negro y no es del propio cielo, que en esta zona aparece repleto de estrellas infinitas, sino el negro opaco de una nebulosa oscura que se interpone entre el complejo molecular y nosotros, bloqueando nuestra visión a modo de obstáculo invisible. Esa nube, de la misma naturaleza que el resto de nebulosas de reflexión, no emite luz propia ni es iluminada por ninguna otra estrella, motivo por el cual aparece oscura a nuestros ojos. Su nombre es DN Be 157, derivado de Bernes 157. Ha habido desde el principio mucha discrepancia en estos términos, ya que al parecer el nombre Be 157 fue otorgado a una pequeña nebulosa de reflexión que rodea a V 709 CrA, apenas perceptible, y algunos autores han llegado a considerar toda la zona con ese nombre. Sea como sea, DN Be 157 (DN proviene de “Dark Nebula”) es una espectacular nebulosa oscura que en fotografías muestra una gran heterogeneidad en cuanto a densidad, recorriendo de forma longitudinal la constelación de Corona Australis a través de 8 años luz. Se encuentra a unos 450 años luz de nosotros, y al telescopio se aprecia con facilidad una zona especialmente escasa en estrellas, que comienza a medio camino entre NGC 6723, el cúmulo globular, y el resto de nebulosas que vamos a ver a continuación.
Al otro lado de NGC 6723 destacan, en primer lugar, dos brillantes estrellas que van a orquestar la disposición de las nebulosas. La más occidental tiene dos componentes, dos llamativas estrellas de tipo espectral B, separadas más de 50 segundos de arco. La más brillante de ellas, denominada HD 176386, tiene una magnitud de 7.2 y a su alrededor se dispone la nebulosa de reflexión NGC 6727, como un etéreo manto que la rodea de forma tenue. La estrella más débil, SAO 210829, se encuentra en el centro de la nebulosa NGC 6726. Ambas nebulosas son en realidad la misma entidad, pero cada denominación hace referencia a la parte más iluminada por cada una de las estrellas. Son nebulosas de reflexión, es decir, no brillan con luz propia, sino que reflejan la luz que desprenden las estrellas más cercanas, en este caso las ya mencionadas. A bajo aumento se aprecian al telescopio como una nebulosidad redondeada, brillante si observamos desde un cielo oscuro, que al usar mayores aumentos se dispone en forma de “8”, especialmente con visión lateral. Los filtros nebulares resaltan ciertas longitudes de onda predominantes en nebulosas de emisión, por lo que aquí no serán muy eficaces, haciendo además que el fondo estrellado pierda protagonismo.
Esta nebulosa de reflexión no termina aquí, sino que alcanza una gran extensión, estando presente también alrededor de la otra estrella brillante que comentábamos en el párrafo anterior, BSO 14. Si prestamos un poco de atención veremos, incluso a bajos aumentos, que se trata de una estrella doble, con una separación entre sus componentes de 13 segundos de arco y unas magnitudes de 6.4 y 6.7. A su alrededor la nebulosa de reflexión toma el nombre de IC 4812. Aparece algo más tenue que las anteriores, si bien con visión lateral se ve sin ningún problema y alcanza un tamaño similar, con sus bordes en forma de cuadrilátero. De la misma manera, poca ayuda nos brindarán los filtros, de forma que nuestro mejor aliado será un cielo oscuro.

Región de NGC 6729
Vamos a terminar esta apasionante región del cielo con un objeto verdaderamente interesante denominado NGC 6729. Es una nebulosa de reflexión que rodea a la estrella R CrA, a modo de cometa, descubierta por Albert Marth, un astrónomo alemán, en 1861. Pocos años después Julius Schmidt notó que el brillo de la estrella variaba entre la magnitud 9 y 13, y el brillo de la nebulosa también cambiaba en consonancia. A finales del siglo XX se fotografió por primera vez a NGC 6729 en varias ocasiones, con un período de menos de un mes entre foto y foto, pudiendo comprobarse entonces las impresionantes variaciones que en tan poco tiempo tenían lugar en la masa de gas, alterándose incluso su forma y tamaño. En las siguientes imágenes podemos apreciar una de estas secuencias:
Teniendo en cuenta los datos de que disponían y el breve período de cambio (se podían llegar a apreciar cambios en la nebulosa en apenas 24 horas), se llegó a la asombrosa conclusión de que el fenómeno se debía a la rápida rotación de una masa gaseosa que orbitaba a la estrella a 1 Unidad Astronómica de distancia. Si recordamos, ocurre algo similar con NGC 2261, la Nebulosa Variable de Hubble, otra muestra más del increíble dinamismo que reina en el cosmos. A través del ocular NGC 6729 se ve apenas como una pequeña nebulosa en la que destaca su forma cometaria, con el vértice ocupado por la estrella R CrA, débil en el momento en el que la observé. Mayores aumentos pueden llegar a revelar algunos filamentos más destacados, pero su vista junto a todos los objetos que hemos mencionado es algo digno de disfrutar al menos una vez desde un cielo cristalino. Sin duda, debemos guardar esta maravillosa zona del cielo en la lista de objetos a la que recurriremos cuando viajemos al otro lado del mundo. Mientras tanto, seguiremos luchando contra el horizonte, mereciendo sobradamente la pena todo el esfuerzo que podamos realizar en su búsqueda.
A continuación se detallan los principales componentes de este grupo de objetos: