Algo que tenemos que tener claro todos los que nos dedicamos a la astronomía es que no siempre vamos a poder ver lo que nos propongamos. En este blog suelo hablar de lo que veo, pero me parece fundamental, a veces, hablar de los pequeños fracasos, ya que en un futuro podremos tratar de resolverlos de otra manera. Así mismo, este artículo sirve como sugerencia de observación para aquellos poseedores de grandes telescopios, cámaras fotográficas o los que gusten de desafíos observacionales. Cuando me enteré de la existencia de Abell 70 y busqué en Internet, se me erizó el cabello al contemplar su imagen, y más aún cuando llegué a pensar que quizás, con un poco de suerte, alcanzaría a ver el tesoro que encierra. Y es que Abell 70 es una nebulosa planetaria, muy débil, con la increíble particularidad de estar superpuesta con una lejana galaxia que parece engarzada en uno de sus bordes, como la joya que corona un anillo.

Crédito: Adam Block / Mt Lemmon SkyCenter / Universidad de Arizona
Se encuentra en la constelación de Águila y su distancia oscila entre los 13.500 y los 17.500 años luz. Se muestra como una nebulosa anular de bordes brillantes y definidos, dejando entrever en fotografías la pequeña estrella centra de magnitud 19 que ha dado lugar a tan llamativa imagen. Estudios recientes defienden que la estrella central es en realidad un sistema binario, siendo uno de los componentes una estrella de bario que, como vimos con anterioridad, se suelen producir cuando una estrella de carbono contamina a su estrella acompañante, en la cual se forma este pesado material blanquecino. La nebulosa es muy débil, su magnitud visual es de 14.3 y su brillo superficial no es precisamente remarcable. Aun así, no se puede negar que es una imagen tremendamente sugerente, ya que la perspectiva ha conseguido hacer que dos objetos parezcan estar en contacto, aún cuando se encuentran separados cientos de millones de años luz. La galaxia, llamada PMN J2033-0656 supera la magnitud 16 y es una espiral vista de perfil con un brillante núcleo. Es, así mismo, una fuente importante de ondas de radio, probablemente debido a la acción de un agujero negro central, cuyo material de acreción, cayendo en sus garras, produce la emisión de radiación al exterior.
Abell 70 no es un objeto fácil, tanto a la hora de observarlo como a la hora de encontrarlo, ya que se encuentra en una zona relativamente pobre de estrella y alejado de elementos fácilmente reconocibles. Aunque se encuentra en los dominios de la constelación Aquila, es mejor comenzar el viaje desde el extremo superior de Capricornio, ya que el objeto reposa al norte del límite entre Capricornio y Acuario. Una vez demos con el sitio exacto, lo más probable es que no veamos absolutamente nada, aunque si llevamos una buena adaptación a la oscuridad podremos empezar a notar que hay «algo» en el campo del ocular. Es preferible usar aumentos moderados, incluso altos, para oscurecer el cielo y aumentar las posibilidades de distinguir la nebulosa. Es al colocar el filtro OIII cuando Abell 70 cobra vida, extremadamente tenue, pero ya podemos incluso discernir su silueta redondeada, recortada sobre el fondo del cielo. Una vez conocida, al retirar el filtro la apreciaba con mayor facilidad, y pasé un tiempo considerable buscando algún rastro de la galaxia (la primera noche que la observé pasé hora y media tras el ocular en su búsqueda). Sin embargo, varias noches el intento fue infructuoso, por lo que tuve que asumir que no estaba al alcance de mi Dobson de 30 cm. Pero aun así no deja de resultar interesante observar algo sabiendo lo que hay detrás, y así Abell 70 ha pasado a formar parte de la pequeña lista que voy elaborando y que abordaré en cuanto tenga acceso a un telescopio de mayor envergadura. Lo bueno de la astronomía es que no hay prisas, y siempre habrá una segunda oportunidad para volverlo a intentar