Si eres aficionado a la astronomía, los cúmulos globulares o te gustan, o te acaban gustando. Más aún cuando te das cuenta de la inmensa variedad de formas y estructuras que pueden adoptar. Hoy vamos a ver tres de ellos muy cercanos entre sí, característicos por su extrema debilidad, que les da la apariencia de difusas nebulosas redondeadas. Se encuentran justo en el límite entre Serpens Cauda (la Cola de la Serpiente) y Ofiuco.
El primero de ellos pertenece al selecto grupo Palomar y se denomina Palomar 7. Como ya sabemos, los 15 globulares que forman parte de este catálogo fueron descubiertos, en su mayoría, en la década de los 50, en el observatorio Palomar de California. Sin embargo, el que nos ocupa hoy ya se conocía, al parecer, con anterioridad, con la entrada del Index Catalogue IC 1276. Se encuentra bastante cerca de nosotros, a unos 17.600 años de distancia, siendo su pecado estar dispuesto tras densas nubes oscuras que lo han hecho empalidecer y disminuir varias magnitudes. Su tamaño es de 8 minutos de arco y su magnitud de 10.34, pero no nos dejemos engañar, pues su brillo superficial es bastante bajo. Se encuentra en la constelación Serpiente, a una altura similar a la constelación del Escudo, y para verlo necesitaremos un cielo alejado de la contaminación lumínica. Con mi Dobson de 30 cm lo encontré sin problemas con el ocular de 13 mm, a 115 aumentos, apareciendo como una pequeña esfera homogénea, más fácilmente visible con mirada periférica, sin ningún gradiente distinguible. Dos estrellas aparecían tímidas en el seno del cúmulo, seguramente ajenas a la población real, que son mucho más débiles.
El siguiente cúmulo, aunque del catálogo NGC, no es mucho más deslumbrante. Se trata de NGC 6539, una aglomeración de soles situada a unos considerables 25.400 años luz de distancia, sufriendo también los efectos atenuantes de la materia interestelar. Su magnitud de 9.6 también se encuentra algo sobreestimada debido a su bajo brillo superficial, aunque es más sencillo que Palomar 7. Aparece a 214 aumentos como una esfera homogénea, como corresponde a su categoría X de la clasificación Shapley-Sawyer, con bordes homogéneos que se van perdiendo gradualmente. Algunas estrellas pueden intuirse en la periferia, de nuevo estrellas intrusas que quieren hacerse pasar por habitantes de esta enorme familia de estrellas. Visualmente podría pasar por una amplia nebulosa planetaria, y no es de extrañar que no se descubriera hasta 1856.
Cruzamos ahora la invisible línea que delimita las constelaciones y nos situamos en Ofiuco, si bien vamos a ir mucho más lejos en profundidad, hasta los 35.500 años luz, distancia a la que se encuentra NGC 6517, el último globular de este triplete. Su magnitud de 10 y un tamaño aparente menor que el anterior podrían hacernos pensar que nos será bastante difícil encontrarlo, pero nada más lejos de la realidad. El principal motivo para ello reside en su mayor concentración hacia el centro, que produce un brillante núcleo coronado por una periferia más débil. Pertenece a la categoría IV de la clasificación Shapley-Sawyer, siendo útil su comparación con NGC 6539 (categoría X, mucho menos concentrado). Ninguna de sus estrellas se individualizó en mi telescopio a 214 aumentos, si bien me transmitió cierta sensación de granulación, a diferencia de los otros, la sensación de que verdaderamente me encontraba ante un cúmulo globular.
Observar este tipo de globulares, tan débiles e irresolubles, puede parecer algo tedioso e incluso aburrido al principio, aunque cuando uno es consciente de lo que está viendo cambia la perspectiva. También es interesante el hecho de saber que su número es limitado, conociéndose a día de hoy unos 160, aunque se estima que hay unos 180 girando alrededor de la Vía Láctea, lo cual añade el aliciente de cazar el máximo número de ellos.
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Pues si es por cazarlos, llevo dos, y la mitad con tu telescopio xD
Muy interesante 🙂
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