Tras la vuelta de las vacaciones, abordamos hoy la segunda parte de esta región de la constelación de Casiopea, en la que nos centraremos en tres llamativos cúmulos abiertos que pudieran englobarse juntos en un telescopio de gran campo. Vamos a contemplar la parte más brillante del brazo de Perseo de nuestra galaxia, que recibe el nombre de Arco de Casiopea, situándose gran parte en la zona comprendida entre Ksora o Delta Cas y Epsilon Cas, dos de las brillantes estrellas que forman la “M” o “W” de la constelación.
Comenzaremos por el cúmulo más llamativo, NGC 663, que también está incluido en el catálogo Caldwell con el número 10. Es conocido también como el cúmulo de la Herradura, y no es difícil entender por qué cuando lo observamos tras el telescopio. Cuenta con unas 400 estrellas de entre 15 y 25 millones de años de edad, por lo que estamos ante un cúmulo relativamente joven, en el cual predominan estrellas de tipo espectral B, aunque se ha encontrado una estrella de tipo espectral O y dos de tipo M, gigantes rojas cuya vida se acerca a su final. Se encuentra a una distancia de unos 7000 años luz, justo por delante, al parecer, de la asociación Casiopea OB8, aunque no se descarta que pueda formar parte de dicha familia. Tiene entre sus componentes 24 estrellas de tipo Be, una interesante variedad de estrellas de espectro B que giran sobre sí mismas a gran velocidad, expeliendo una importante cantidad de gas que conforma un disco a su alrededor. Este gas es el responsable de producir líneas de emisión de Balmer, características del hidrógeno que ha sido expelido. Normalmente una estrella de tipo espectral B es rica en helio, de ahí la peculiaridad de mostrar estas líneas de hidrógeno. Además, la rápida rotación de la estrella Be produce un achatamiento de sus polos, proporcionando a muchas de estas estrellas una forma casi ovalada, como ocurre con Achernar o Alpha eridani.
Para encontrarlo no tenemos más que apuntar con nuestros prismáticos a un punto intermedio entre las dos brillantes estrellas mencionadas de Casiopea, y veremos, sin dificultad, una pequeña mancha brillante en la que, si usamos algún tipo de soporte, podremos distinguir algunas de sus principales estrellas. Con una magnitud que, según algunas estimaciones, puede alcanzar la 6.5, es visible desde cielos extremadamente oscuros a simple vista, por lo que puede ser una buena manera de poner a prueba nuestro lugar favorito de observación. Al ocular destaca como una enorme familia de estrellas que se disponen en un área de unos 15 minutos de arco de diámetro. Unas cien estrellas pueden contarse sin problema, muchas de ellas en el límite de visibilidad, conformando un fondo granujiento extremadamente delicado, mientras que dos parejas de estrellas destacan sobremanera como si fueran cuatro ojos blanquecinos. Cada una de estas parejas podría considerarse como el extremo de la herradura, extendiéndose sus compañeras más débiles formando una especie de arco. En mi caso usé tan sólo 62.5 aumentos para poder ver a los cúmulos cercanos, aunque si usamos mayores aumentos el número de estrellas aumenta vertiginosamente.
Vamos a viajar ahora hasta su vecino cúmulo NGC 659, otra curiosa aglomeración de estrellas que se encuentra un poco más alejada del anterior, a unos 8200 años luz de distancia. Es algo más pequeño, y cuenta con 180 estrellas de joven edad también, estimándose en unos 20 millones de años. NGC 659 comparte muchas similitudes con M103, que, aunque no se describe en este artículo, se encuentra a poco más de un grado de distancia, así que nada nos impide disfrutarlo en la misma noche en que apuntemos a esta poblada región del cielo. Mide 6 minutos de arco de diámetro y su magnitud de 7.9 lo hace asequible a la visión con prismáticos, aunque puede ser tarea difícil por la presencia de la Vía Láctea como telón de fondo. Al telescopio, con 62.5 aumentos aparece como un pequeño cúmulo de estrellas, contando unas 15 de ellas, inmersas en una débil nebulosidad que no es más que el efecto de las lejanas componentes que no se pueden resolver. Al usar mayor aumento podremos resolver muchas de éstas, aunque su imagen pequeña en el mismo campo que NGC 663 es muy sugestiva, y seguramente muchos preferirán esta imagen conjunta (nada nos impide probar cada uno de los oculares que tengamos, el cúmulo no se va a mover de ahí, al menos no en los próximos millones de años).
Para terminar esta expedición vamos a mirar al otro lado de NGC 663, donde aguarda otro bonito cúmulo abierto denominado NGC 654. Se trata de una pequeña familia de entre 60 y 80 estrellas que nacieron hace unos 15-20 millones de años, edad similar a los anteriores cúmulos, lo cual hace pensar que todos han tenido un origen similar. Sus estrellas centrales, las más grandes, se encuentran en un medio interestelar muy poco denso, mientras que cierta cantidad de gas se ha podido detectar en la periferia. Esto hace pensar que el gas interestelar ha podido ser desplazado de las zonas centrales debido al viento formado por las estrellas más masivas, o bien por el efecto de una supernova que, a modo de ventiladora, haya hecho disipar gran parte del gas. Este cúmulo sufre un importante y peculiar fenómeno que se denomina extinción, básicamente consistente en que el polvo que se interpone entre sus estrellas y nosotros oscurece la imagen que llega a nuestra retina, haciendo que su color se desvíe hacia longitudes de onda rojizas. Así, se ha podido estimar la presencia de dos nebulosas intermedias a una distancia de 600 y 3000 años luz, capaces de disminuir el brillo de sus estrellas en varias magnitudes, que se encuentran a unos 7800 años luz. Otra llamativa faceta de NGC 654 es su vecindario, que comparte con una nebulosa de reflexión denominada VdB 6 (justo en la periferia del cúmulo, junto a una amarillenta estrella de magnitud 9.6) y varias nebulosas oscuras denominadas LDN 1332, LDN 1334 y LDN 1337, extremadamente débiles pero bien visibles en la espectacular fotografía de Antonio F. Sánchez, en la que se pueden apreciar sus variopintos y opacos filamentos bloqueando la luz del fondo.

Imagen obtenida por Antonio F. Sánchez
Visualmente, NGC 654 es un bonito cúmulo abierto en el que, a bajo aumento, se distingue como un parche nebuloso de forma redondeada que acompaña a una brillante estrella, y en cuya superficie se disemina una veintena de diminutas estrellas, titilando en la lejanía. Si usamos mayores aumentos podremos apreciarlas de manera más fácil, y algunas más aparecen entre las principales estrellas, brillando tímidamente y alcanzando la treintena. Los astrónomos que dispongan de mayor abertura y cielos cristalinos podrían atreverse quizás con las nebulosas que rodean a esta familia de estrellas; para el resto, obtendremos una bella imagen si lo contemplamos con un telescopio de campo amplio, apareciendo el cúmulo junto a NGC 663, e incluso alcanzando a ver a la vez a NGC 659 si disponemos de un telescopio de gran campo. Este campo salpimentado de agrupaciones estelares es bastante común en esta época del año, y encontraremos cientos de imágenes similares si vamos a la deriva con nuestro telescopio, recorriendo la Vía Láctea en estas llamativas constelaciones que tan bien se sitúan en el cielo en los meses otoñales.
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