En 1786 William Herschel publicó la primera versión de su General Catalogue, el primer gran catálogo en el que aunó una gran variedad de objetos celestes. Un siglo después, el astrónomo John Louis Emil Dreyer se propuso la tarea de completar el mencionado catálogo con algunos objetos más, y la Sociedad Real de Astronomía le animó a publicarlo como un catálogo nuevo en vez de una ampliación. Nació así el New General Catalogue, publicado en 1888, una inmensa lista de 7840 objetos dispersos por toda la bóveda celeste, cada uno acompañado de su localización y una breve descripción. Después del catálogo Messier, el NGC es el más socorrido por los aficionados, y su gran variedad de objetos puede proporcionar innumerables horas de disfrute. El neófito puede verlo, al principio, como un paso demasiado grande en su práctica, pensando que sus objetos son débiles y difíciles de encontrar, pero nada más lejos de la realidad: entre los objetos del NGC encontramos verdaderas maravillas al alcance de unos modestos prismáticos, desde grandes galaxias como NGC 2403 a nebulosas como la Roseta, pasando por un sinfín de cúmulos abiertos y globulares perfectamente asequibles a la mayoría de instrumentos.
Hoy vamos a ver las dos entradas que abren este catálogo, que sigue un orden según su ascensión recta, de manera que a finales del siglo XIX, los objetos de menor ascensión recta eran NGC 1 y NGC 2. Hoy en día, debido al movimiento de precesión de la Tierra, hay al menos 30 objetos con una menor ascensión recta, pero estas dos galaxias tienen el mérito de haber inaugurado el catálogo. Para hacernos una idea, cuando miramos un atlas, el orden de los objetos en el NGC va «de derecha a izquierda». Esto sirve para que, con un poco de práctica, podamos ubicar los objetos según su posición, de manera que si alguien nos pregunta por NGC 6452 podemos no saber a qué objeto se refiere, pero nos suena que la mayoría de «seismiles» que conocemos rondan las constelaciones veraniegas del Cisne, Lyra, Hércules, Sagitario… Por lo que probablemente el objeto se encuentre en esa franja celeste (la altura ya no podemos saberla por el número del catálogo, puede ser un objeto situado completamente al sur o al norte, pero por lo menos sabemos si pertenece al cielo de verano o al de invierno). Una vez que lo busquemos podremos comprobar que NGC 6452 es una galaxia perteneciente a la constelación Hércules, por lo que no estábamos tan desencaminados.
Tras este preludio sobre el célebre catálogo vamos a viajar a la constelación de Pegaso para visitar a NGC 1 y NGC 2, dos galaxias cuyo principal interés radica en su posición numérica y, por tanto, su relevancia histórica. Se sitúan muy cerca de Alpheratz, peculiar estrella que pertenece tanto a Andrómeda (su estrella alpha) como a Pegaso (Delta Pegasi), formando parte del famoso cuadrilátero de otoño. Pertenece a un grupo de estrellas conocidas como estrellas de mercurio-manganeso, que presentan una concentración atmosférica extrañamente elevada de dichos elementos, así como escasez de otros más comunes. Son estrellas con una velocidad de rotación lenta, especialmente estables, situación que probablemente facilite su composición química. Esta distribución heterogénea parece deberse a que la gravedad provoca el hundimiento de determinados elementos, mientras que la fuerza de radiación saca a la atmósfera a otros distintos, hecho que quizás tenga que ver con la presencia de una compañera estelar (la mayoría de estas estrellas son binarias). Nos quedan tantas cosas por conocer… A apenas grado y medio de Alpheratz está NGC 1, una galaxia espiral cuya distancia se estima entre 190 y 220 millones de años luz. Tiene un diámetro de unos 130.000 años luz y sus brazos, ovalados, se encuentran salpicados por numerosas regiones azuladas, cúmulos de jóvenes estrellas que se juntan en asociaciones estelares. Tiene una magnitud de 13.65, aunque su pequeño tamaño hace que no sea excesivamente difícil su observación. No nos será tan fácil su compañera, NGC 2, a menos de 2 minutos de distancia, otra galaxia espiral que aparece casi en contacto con la anterior. Pero no nos dejemos engañar, ya que se encuentra mucho más lejos, a unos respetables 350 millones de años luz de distancia, por lo que su contacto es simple efecto de perspectiva. Es una espiral barrada de magnitud 14.2, bastante más tenue que su compañera, y si el cielo es oscuro la veremos como una débil mancha alargada, más clara si usamos visión periférica, aunque ningún detalle queda visible en estos mundos tan lejanos. Demasiado que podamos verlos usando dos pequeños espejos colocados en el interior de un tubo vacío. A bajo aumento apenas destacaban sobre el fondo, pero al usar el Cronus de 7 mm, con 214 aumentos, ambas nubecillas quedaron más definidas, como dos lejanas y solitarias hermanas.
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