Hoy veremos dos nebulosas planetarias veraniegas que, aunque a priori no parezcan especialmente llamativas, cuentan con varias características interesantes. La primera se trata de NGC 6842, una de las pocas planetarias que tienen un puesto en el catálogo Sharpless, con la denominación Sh2-95 (este catálogo es un compendio, principalmente, de regiones HII). Se encuentra en la constelación de Vulpécula o la Raposa, a 5 grados de Albireo, y su magnitud de 13.5 no debe hacer que desestimemos en el intento. Al ser pequeña, de 1 minuto de arco cuadrado, no resulta tan complicado como pueda parecer. Se encuentra a unos 4000 años luz de distancia, protegida por miles de estrellas que sobrevuelan esa zona de nuestra galaxia. La planetaria se encuentra en plena rama de Orión, que vemos de frente, motivo por el cual hay tantas estrellas superpuestas. Eso, sumado a que una importante cantidad de polvo y gas bloquean parte de su luz, hace que no existan fotografías de alto detalle, apareciendo en la mayoría de ellas relativamente borrosa. Su estrella central, de magnitud 15.5, es ciertamente esquiva, ya que a su bajo brillo hay que añadir que queda disimulada por la superficie nebulosa.
Con todo esto, NGC 6842 se deja ver si observamos desde un lugar oscuro. A 115 aumentos ya se podía intuir en un campo densamente poblado de estrellas. Decidí usar mayores aumentos, definiéndose un poco más como un disco pequeño y difuso, aunque lo decisivo aquí es el filtro OIII, que realza “mágicamente” la nebulosa. Por supuesto, no pude ver ni rastro de la estrella central, que con mayores aberturas debe apreciarse sin problemas. También me resultó imposible detectar un engrosamiento muy leve de sus bordes que le proporciona una difusa estructura anular. Aun así, siempre es interesante ver estas burbujas de gas y pensar que, algún día, nuestro sol correrá la misma suerte.
Nuestro siguiente objetivo es, visualmente, mucho más interesante, ayudado quizás porque se encuentra a medio camino entre el brazo de Sagitario y la rama de Orión, y puede verse menos afectado por el polvo galáctico. Se trata de NGC 6804 y es una de las planetarias más llamativas que podemos encontrar en la constelación del Águila. Descubierta por William Herschel en 1791, fue considerada durante mucho tiempo como un cúmulo abierto, en una época en que las nebulosas eran consideradas aglomeraciones de estrellas lo suficientemente débiles como para no ser resueltas. Así lo describe Herschel, e incluso William Henry Smith, afirmando “haber resuelto sus estrellas”, debido a la presencia de su estrella central y otras dos que aparecen embebidas en su superficie. En 1917, Frances G. Pease (famoso por descubrir Pease 1, la planetaria inmersa en M15) fue el que arrojó luz sobre su verdadera naturaleza al fotografiar el objeto con el reflector de 150 cm de Mount Wilson.
NGC 6804, situada a 4900 años luz de distancia, presenta una estructura compleja formada por hasta 4 capas gaseosas superpuestas. La tercera es la más brillante, dispuesta a modo de torus alrededor de la estrella central, como si fuera un gran donut. La capa más externa forma una burbuja de más de un año luz de diámetro, muy débil pero visible en telescopios de gran abertura. Un vistazo en fotografías de larga exposición nos permitirá comprobar que hay cierta asimetría en el tamaño de sus capas, de manera que el lado hacia el sureste se encuentra más compactado que el opuesto. Este dato, sumado a que la velocidad radial de cada capa decrece del interior al exterior, ha llevado a la conclusión de que NGC 6804 está interaccionando intensamente con el medio interestelar, con si lanzamos una pompa de jabón contra la pared (aunque no llegará a explotar). Cada una de las capas es fruto de una época distinta, de un pulso de la estrella agonizante que, al fusionar helio, produce un súbito calentamiento y dilatación de sus capas más externas. Sin embargo, su destino ya está escrito. Cada vez soplará con menos fuerza y se transformará en una débil enana blanca, invisible a nuestros ojos.
Como adelantábamos, NGC 6804 es verdaderamente interesante a la hora de observarla a través del telescopio. Ya detectable con pequeños telescopios, gracias a su magnitud 12, con instrumentos de abertura moderada mostrará detalles muy llamativos. En mi caso, la mejor imagen la obtuve a 214 aumentos, apareciendo ante mis ojos un disco tenue en el que, de entrada, podía adivinar cierta heterogeneidad. Una visión más atenta puso en relieve la presencia de varias estrellas en su superficie. La estrella central, de magnitud 14, se adivinaba perfectamente como el eje de una lejana rueda, mientras que otras dos brillantes estrellas la flanqueaban con un ángulo de unos 150 grados. Tres astros más débiles, por último, rondaban la nebulosa a corta distancia. La nubecilla no era perfectamente redonda, sino que presentaba una forma ovalada, y en seguida saltaron a la vista dos condensaciones que marcaban sus bordes en polos opuestos, a modo de estructura anular dividida en dos partes. Una de las estrellas brillantes marcaba una de estas divisiones, mientras que la otra aparecía en realidad por fuera del borde. Me recordó a NGC 40, sólo que ella tiene sus bordes más finos, pero la imagen era ciertamente similar. El filtro OIII apenas proporcionaba mejoría evidente, en detrimento de las estrellas, así que decidí prescindir de él y disfrutar en directo de la nebulosa, imaginando cómo sería estar en esa “onda expansiva” que avanza a más de 50.000 km por hora.
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