El cielo no es un lienzo inmóvil e inerte, como hemos podido comprobar a menudo a lo largo de la historia. El ser humano ha sido testigo, desde que mira al cielo, de apariciones repentinas de estrellas desconocidas hasta entonces. No nos referimos a estrellas fugaces, sino estrellas que, de repente, aparecen incrustadas en el firmamento y tardan días e incluso semanas en desaparecer. Nos referimos a las novas, término acuñado por Tycho Brahe en el siglo XVI, cuya experiencia podemos repetir hoy si disponemos de unos prismáticos o de un pequeño telescopio. Porque sí, podemos decir que “ha nacido” una estrella en nuestro cielo. Antes de describir su posición vamos a dar unas nociones para conocer el proceso del que estamos hablando, y entenderemos entonces que, más que “nacer”, el término más adecuado sería “renacer”.
Vamos a viajar varios miles de años atrás, muy lejos de la Tierra, a un peculiar sistema solar en dirección a la constelación de Sagitario. Conforme nos acercamos podemos apreciar que, en realidad, está compuesto por dos estrellas, una de ellas grande y roja, mientras que la otra, extremadamente pequeña y blanca, nos llama poderosamente la atención. A pesar de ser más pequeña, notamos como se nos eriza el cabello y la nave en la que vamos sufre unas pequeñas vibraciones que denotan un fuerte campo gravitatorio. Pero no es eso lo más llamativo, sino que el material más externo de la estrella rojiza está siendo atraído por la enana blanca, hidrógeno y helio en su mayor parte, tan alejados de su estrella que la gravedad no es capaz de retenerlos. Se ha superado lo que se conoce como “lóbulo de Roch”, el punto del espacio tras el cual un cuerpo escapa de la influencia de su estrella. Contemplamos atónitos como este material va girando alrededor de la enana blanca, formando un bonito disco que nos recuerda a los anillos de Saturno. Nos acercaremos para curiosear…
La actividad de la enana blanca es mínima, es una estrella en las últimas etapas de su vida, ya que ha quemado casi todo el combustible disponible. Sin embargo, la estrella roja, cediendo parte de su material, está recargando su depósito una vez más. El material del disco hace que aumente la presión en las capas externas de la enana blanca y, si recordamos las clases del colegio, al aumentar la presión aumenta la temperatura, con lo cual la estrella vuelve a disponer de las herramientas para quemar hidrógeno. Se produce entonces la combustión repentina de este elemento en diversos puntos de la atmósfera estelar, un proceso en cual dos átomos de hidrógeno se unen para formar helio y, como resultado, desprenden una ingente cantidad de energía. Esta fusión conjunta promueve una gargantuesca liberación de radiación electromagnética, luz y otros tipos de ondas que salen despedidos al exterior en una gran explosión. La estrella ha renacido…
Volvemos a nuestro tiempo y a nuestro hogar, a salvo de estos cataclísmicos eventos, y cogemos nuestro telescopio. Miramos ahora a la nova de la que hemos oído hablar y nos sorprende verla como una estrella más. Si no supiéramos la historia que hay tras ella no tendría mayor interés para nosotros, pero saber que esa estrella era invisible hasta hace unos días le da otro sentido al asunto. En unos días volverá a apagarse, pero el cosmos sigue su curso, y la enana blanca seguirá absorbiendo material de la gigante roja, con lo cual, tras varios días, o incluso meses, es posible que vuelva a brillar de nuevo, arrojando más información sobre su composición, estructura y composición.
Una vez conocida su naturaleza, vamos a salir a la caza de este peculiar evento. Para ello necesitaremos algún instrumento óptico, ya sean unos buenos prismáticos o un pequeño telescopio, quizás ese que tenemos guardado en el garaje desde aquélla Navidad… La hora también es decisiva, porque se encuentra en Sagitario, y sólo podremos verlo a primera hora de la noche, cuando la luz del sol haya desaparecido por completo. Primero tenemos que conocer cómo es la constelación de Sagitario, que muchos comparan con una casa o, más acertadamente, con una tetera, y se situará al oeste, por encima de donde se pone el sol. En el siguiente dibujo tenéis un esquema para encontrarla. Vamos a situarnos en la estrella Gamma Sagittarii, que es la boquilla de la tetera, y a ella apuntaremos nuestros instrumentos.
Justo encima hay otra estrella brillante y, si seguimos hacia arriba y un poco a la izquierda, veremos otra estrella relativamente destacada. Continuamos en la misma dirección y podremos apreciar una curiosa agrupación de 4 estrellas alineadas que apuntan directamente a la nova. Si apuntamos con unos prismáticos no veremos más que la nova, pero en el telescopio nos puede llamar la atención un estrecho trapecio, con dos de sus esquinas más brillantes. Una de ellas es nuestra nova, la brillante enana blanca que nos envía su luz tras haber revivido y nos permite asombrarnos desde nuestro humilde planeta. Paradójicamente, la luz que vemos de ella es anaranjada, probablemente enrojecida a raíz de las capas de polvo y gas que se interponen en su camino hasta llegar a nosotros.
La nova, que ha recibido el romántico nombre TCP J18102829-2729590, fue descubierta el 20 de octubre por el japonés Koichi Itagaki, y en sólo dos días aumentó drásticamente su brillo, para mantenerse relativamente estable a lo largo de esta semana. Aprovechemos para disfrutar de ella antes de que su luz se vuelva a apagar.
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Maravillosa y didáctica descripción.
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¡Muchas gracias lojanan, me alegro de que te guste y bienvenido!
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