El Cúmulo Doble de Perseo

Las estrellas de tipo espectral O y B, estrellas jóvenes con una gran temperatura y energía, no se encuentran de manera aislada en nuestra galaxia. Han nacido de grandes nubes de gas y, por ese motivo, aún se encuentran en compañía de otras estrellas recién originadas, dando lugar a lo que se conoce como asociaciones OB. Estas estrellas, a su vez, son el germen de otros muchos astros, ya que son capaces de ionizar gas a grandes distancias, provocando un frente de ionización que estimula la formación de nuevas estrellas. Hoy vamos a viajar a la Asociación Per OB1, situada en pleno brazo galáctico de Perseo, a una media de 7000 años luz de distancia. Es el lado opuesto al centro de la Vía Láctea, y en las constelaciones de Casiopea y Perseo alcanza su mayor esplendor. Con alejarnos un poco de las grandes ciudades podremos intuir que, entre estas dos constelaciones, hay una nubecilla apreciable a simple vista, no sin cierta dificultad. No tenemos más que irnos a un cielo medianamente bueno para que pueda distinguirse sin problemas, incluso con visión directa, apareciendo como una mancha alargada que, conforme la vista se adapta a la oscuridad, se muestra como una pareja de pequeñas nubes difusas, invitándonos a explorarlas en profundidad.

Foto NGC 869.JPG

Hablamos, cómo no, del archiconocido Cúmulo Doble de Perseo, uno de los objetos más asequibles para el observador recién iniciado y uno de los más increíbles para observar con pequeños instrumentos de campo amplio. De hecho, elegí especialmente para observarlo el manejable refractor NexStar 102 SLT de Celestron, sorprendiéndome con el resultado obtenido. Todo el que lleve unos meses dedicado a la astronomía ha disfrutado sin duda de este paisaje celeste que destaca bajo cualquier cielo, de esas dos grandes familias que entrelazan sus estrellas. Ambos cúmulos se denominan NGC 869 y NGC 884 y, aunque parezcan tan unidos, la realidad es algo distinta. Pero vamos a ver primeramente sus orígenes para conocer un poco de su biografía. La primera referencia a este objeto corresponde al astrónomo Hyparccos en el siglo II a.C. Posteriormente fue catalogado por Ptolomeo en su Almagesto y Tycho Brahe lo describió como una estrella nebulosa en el siglo XVI. Posteriormente, Johann Bayer designó a dicha “estrella nebulosa” como Chi Persei, mientras que, al parecer designó como h persei a otra estrella débil. Esto tiene cierta importancia, ya que clásicamente se han conocido a ambos componentes del Doble Cúmulo con estas designaciones, Chi y h, siendo lo correcto, en todo caso, nombrar a ambos cúmulos con la misma letra griega, Chi Persei.

Foto NGC 869 cerca.jpg

Con estos datos en mente vamos a conocer ya un poco de su geografía, de manera que podamos situarlos en nuestra galaxia mental. Aunque nacieron de la misma nube molecular, no comparten el mismo espacio físico. El más cercano de ambos cúmulos es NGC 869, así como el más grande. Se encuentra a unos 6800 años luz de nosotros, mientras que su compañero, NGC 884, está a 7600 años luz, pero será muy difícil pensar en esos números cuando veamos los dos cúmulos en el mismo campo del ocular, abrazando cada uno las estrellas del otro. NGC 869 es el más añoso de los dos, con una edad de 5.6 millones de años, mientras que NGC 884, más joven, cuenta “tan sólo” con 3.2 millones de años. Puede parecer mucho si lo comparamos con nuestra escala del tiempo, pero en términos astronómicos no son ni lactantes, de ahí el alto número de estrellas azuladas que se pueden apreciar. Sin embargo, otro interés de estos objetos radica en que presentan algunas estrellas gigantes rojas que producen un llamativo contraste de color, como se puede apreciar en fotografías o, simplemente, asomándonos a un telescopio. Estas estrellas han evolucionado de manera más rápida, quemando la mayor parte del hidrógeno que contienen, y son enormes astros cuyo diámetro podría llegar a la órbita terrestre si ocuparan el lugar de nuestro sol. La mayoría está quemando helio en el momento actual, un elemento que, con pequeñas variaciones de la presión, sufre grandes cambios en su temperatura, produciendo que la estrella emita pulsos relativamente periódicos. Estas estrellas pertenecen a la familia de estrellas variables conocida como variables semirregulares, y hay varias de estas gigantes rojas en todo el área, destacando tres de ellas que esquematizaremos en la siguiente tabla (el tamaño viene dado en “radios solares”:

Tabla.PNG

Una estrella que va camino de convertirse en gigante roja también se aprecia en el campo, brillando con una magnitud de 6. Se trata de 7 Persei, una gigante naranja que está en proceso de expansión y brilla con una tonalidad rojiza, muy similar a las anteriores. Se encuentra más cerca, a unos 820 años luz de distancia, y algunos la designan como Chi Persei, contribuyendo a la confusión que reina en cuanto a la nomenclatura en esta región. Sea como sea, el contraste es maravilloso, de eso no hay duda.

NGC 869.png

Para disfrutar de esta espectacular pareja es mejor usar instrumentos que nos proporcionen un gran campo de visión. Unos buenos prismáticos pueden ser, quizás, el mejor candidato, aunque un pequeño refractor puede englobar ambos cúmulos con facilidad. En mi caso usé el NexStar 102 SLT de Alarcón Web, que con el ocular Hyperion de 13 mm dejaba perfectamente enmarcados ambos cúmulos. Me sorprendió desde un principio la nitidez con la que se mostraban las estrellas a pesar de que el seeing no era especialmente adecuado. Una miríada de puntos poblaban el ocular, diferenciándose los dos grupos claramente, con algunas brillantes estrellas de tonalidad ligeramente azulada. Entre ellas se podían ver, como lejanas hogueras, las gigantes rojas de las que hemos hablado, con un contraste cromático digno de recordar. NGC 869 tenía una forma redondeada, con un saliente en dirección a la brillante 7 Persei. Unas 50 estrellas brillantes destacaban en su superficie, aunque otra veintena de ellas se asomaban en el límite de resolución del telescopio, conformando un fondo neblinoso tremendamente sugestivo. NGC 884 se disponía en forma triangular, con una zona más densa en su centro, en el que destacaba la rojiza RS Persei. Su brillo rondaba la décima magnitud, a juzgar por las estrellas vecinas, pero su tonalidad escarlata destacaba a pesar de ello. No recuerdo cuánto tiempo pasé embelesado con la visión de estos cúmulos abiertos, pero he de admitir que fue la primera vez que les dediqué la atención que merecían, de lo cual no puedo alegrarme más; ahora no hay noche que no les haga, al menos, una breve visita con los prismáticos.

NGC 869 detalles.png

3 Respuestas a “El Cúmulo Doble de Perseo

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