Hoy vamos a conocer a un miembro más de nuestro acogedor Grupo Local, del que ya hemos hablado en otras ocasiones y que se encuentra presidido por la Vía Láctea y la Galaxia de Andrómeda, siendo M33, la Galaxia del Triángulo, la tercera en cuanto a tamaño. La mayoría de las restantes galaxias menores se relacionan con alguna de estas galaxias principales, de manera que la del presente artículo está anclada a M31, orbitándola como la Luna a la Tierra.
Se trata de IC 10, una galaxia enana irregular cuyas últimas estimaciones la sitúan a unos 2.6 millones de años luz de distancia. Se encuentra tras una zona densamente poblada de la Vía Láctea, de manera que el brazo de Perseo dificultad su visión y disminuye en gran medida el brillo que nos llega. No obstante, siempre es agradable disfrutar de galaxias en zonas de gran riqueza estelar, e IC 10 es un buen ejemplo de ello. Pasó por alto el escrutinio celeste de los primeros grandes astrónomos que rastrearon el cielo con telescopios, siendo descubierta por Lewis Swift en 1889, descrita como “una débil estrella envuelta en una larga, débil y difusa nebulosidad”. El famoso buscador de cometas no podía imaginar la verdadera naturaleza del objeto que acababa de descubrir. En la década de los 20 se puso en evidencia su localización extragaláctica y más adelante, en 1936, Hubble sugirió que pertenecía al Grupo Local. No se pudo confirmar este dato hasta que en los 60 se midió su velocidad radial y se comprobó que la galaxia se acercaba a nosotros a unos 350 km por segundo. De esta manera no cupo duda de la pertenencia de IC 10 al Grupo Local.

Crédito: Observatorio Lowell
IC 10 es una pequeña galaxia que apenas alcanza un diámetro de 5000 años luz, pero es, sin duda, una de las galaxias más peculiares que podemos observar en nuestro vecindario. Se trata de la única galaxia del grupo local clasificada como “Starbust Galaxy” o, traducido al castellano, galaxia de estallido estelar. Este nombre tan comercial viene a significar que está sufriendo una importante proliferación de estrellas que, a juzgar por los estudios realizados, comenzó hace unos 10 millones de años. Este dato viene apoyado por la ingente cantidad de estrellas Wolf-Rayet que campan a sus anchas por la galaxia. Estas estrellas, si recordamos otras entradas, vienen a ser astros masivos y muy jóvenes que están perdiendo materia a grandes velocidades, generando rápidos vientos que moldean su entorno como un enorme huracán. Hay más estrellas Wolf-Rayet en IC 10 que en todas las demás galaxias enanas del Grupo Local juntas, y eso es un dato indirecto más de su reciente actividad proliferativa. Para que una galaxia enana forme estrellas a tanta velocidad debe haber recibido un aporte extra de gas, pero no podemos ver ninguna galaxia a su alrededor capaz de aportar la materia prima. Un equipo de investigación está estudiando la posible hipótesis de que un encuentro con otra galaxia enana hubiera sido el responsable de esta proliferación, habiendo quedado dicha galaxia fusionada con IC 10 y, por tanto, invisible a nuestros ojos. Encontrar evidencias de esta idea no es tarea sencilla, ya que habría que estudiar el movimiento de sus estrellas y ver si siguen algún patrón característico que nos ponga en la pista de la fusión. Sin embargo, hay un dato indirecto que puede hacer pensar en este proceso. Se ha encontrado, alrededor de la galaxia, una envoltura de gas, hidrógeno neutro, de hasta 60.000 años luz de diámetro, lo cual hace pensar en que puede ser el remanente de una galaxia que fue engullida hace poco por IC 10. Esta envoltura, además, gira en sentido contrario a la galaxia, apoyando la hipótesis con más fuerza aún.
De confirmarse, esta fusión galáctica sería un importante hallazgo, ya que las grandes galaxias, como la Vía Láctea, se creen haber sido formadas por la unión de muchas pequeñas galaxias. El problema es que, para estudiar la fusión de galaxias enanas, los astrónomos tienen que usar grandes telescopios para observar estas galaxias en las épocas jóvenes del universo, añadiendo una importante dificultad (galaxias muy lejanas y que, por tanto, no muestran un gran nivel de detalle). Si supiésemos que IC 10 se acaba de tragar una galaxia enana podríamos obtener mucha más información de este proceso, estudiando de primera mano lo que ocurre con este tipo de interacción.
Pero IC 10 es una caja de sorpresas, y es que guarda en su interior una importante fuente de rayos X correspondiente a un peculiar sistema binario. En esta entrada aprendimos como una estrella doble puede originar una nova o una supernova, gracias a la acreción de materia por parte de una enana blanca. Pues bien, en estrellas muy masivas el colapso de la estrella, además de la supernova, continúa hasta producir lo que se denomina agujero negro estelar, y ése es el origen de la fuente de rayos X observada en IC 10. Lo interesante es que la estrella compañera eclipsa al agujero negro desde nuestro punto de vista, de manera que se ha podido calcular la masa de éste último, estimándose entre 24 y 33 masas solares, convirtiéndolo así en el agujero negro estelar más masivo conocido hasta el momento.
IC 10 no es difícil de encontrar, muy cerca de Caph, Beta Cassiopeiae, uno de los extremos de la constelación. Su magnitud de 10.4 no es una buena referencia a la hora de estimar la dificultad de verla, ya que posee un bajo brillo superficial y una extensión algo mayor de 5 minutos de arco. Si no fuera por el polvo interestelar que se interpone entre la galaxia y nosotros sería, sin duda, mucho más sencillo. Aun así IC 10 ya es visible a bajo aumento con el Dobson de 30 cm si la noche es buena, una pequeña nubecilla sin forma aparente al lado de dos brillantes estrellas. Relativamente alargada, su silueta es difícil de definir por lo difuso de sus bordes. A 214 aumentos la cosa va mejorando, quedando evidente una zona más brillante que marca el núcleo de la galaxia, desviado de su centro. Con visión lateral se ve con mayor facilidad, una zona más densa que corresponde a la región HII que domina el centro de la galaxia y que se aprecia fácilmente en cualquier fotografía. A esta zona se le denomina HL 111 y es el motor proliferativo de IC 10.
Pero no es la única región HII que podemos observar, ya que, si observamos con detenimiento, podremos apreciar otra débil condensación alargada, entre tres pequeñas estrellas, que corresponde a dos cercanas regiones HII, HL 45 y HL 50. Es emocionante poder espiar nebulosas de otras galaxias y comprender que no son tan distintas a las que podemos observar, por ejemplo, en Orión o en Sagitario. Para ver esto un requisito es fundamental: un cielo oscuro y una gran transparencia, por lo cual estas noches, que comienzan a ser más frías, van convirtiéndose en las idóneas para lograrlo.
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