Seguimos nuestro camino hacia el otro extremo del Supercúmulo de Perseo-Piscis, el viaje que comenzamos en esta entrada, y podemos notar como el cielo se va poblando cada vez con más estrellas a medida que nos acercamos a Perseo, señal inequívoca de que nuestra propia galaxia nos está saludando con uno de sus brazos. Pero aun así no nos impedirá que veamos un gran número de galaxias, centrándonos en esta ocasión en dos grandes familias de galaxias que pertenecen a la constelación de Andrómeda.
El primer cúmulo pertenece al catálogo Abell, conocido como Abell 262, y es una agrupación de unas 150 galaxias que se encuentran a una distancia estimada en 260 millones de años luz: el Supercúmulo de Perseo-Piscis se va alejando ligeramente desde nuestro punto de vista. Abell 262 es un cúmulo peculiar. Su forma es relativamente irregular y tiene una población predominante de galaxias espirales, algo que no es del todo habitual en estos grandes grupos de galaxias, signo indirecto de una edad relativamente corta. Normalmente las interacciones entre varias galaxias cercanas producen la formación de galaxias elípticas, que suelen ser las más abundantes. Aun así, en el centro del cúmulo sí encontramos una gran galaxia elíptica que, de manera similar a M87, preside la reunión galáctica que está teniendo lugar. Se trata de NGC 708, una galaxia que entra en la categoría de Galaxias cD, conocidas como “galaxias centrales dominantes”, un tipo de galaxias elípticas gigantes que contienen un enorme halo de estrellas y que suelen ocupar el centro de cúmulos galácticos. Todo el espacio que hay entre galaxias, lo que conocemos como “medio intra-cúmulo”, está formado por gas de hidrógeno ionizado (también algo de helio) que alcanza una temperatura de millones de grados. La causante de tal temperatura es la gravedad imperante en las zonas internas del cúmulo, transformando energía en calor, que hemos podido estudiar gracias a la observación en rayos X, que es la onda predominante de este tipo de energía.
A la hora de observar Abell 262 podemos diferenciar claramente el centro del resto del cúmulo, ya que en el interior encontramos una vista especialmente llamativa. Varias brillantes galaxias se arremolinan en el núcleo del cúmulo conformando un precioso sexteto, que adopta la forma de la letra Y. Lidera este grupo NGC 708, la ya mencionada gran espiral que hace de eje en esta rueda galáctica, y muy cerca podemos ver a NGC 705, una bonita galaxia lenticular que nos muestra su perfil y un brillante núcleo. Su magnitud, algo superior a 14, puede hacer difícil su observación, aunque presenta un alto brillo superficial que nos ayudará a identificarla. NGC 704, muy cerca, es una galaxia lenticular que cuenta con una débil y cercana compañera, PGC 197601, fuera del alcance de la mayoría de instrumentos, y un poco más lejos se encuentra PGC 6945, otra lenticular excepcionalmente débil. Más fácil de observar es, sin duda, NGC 703, una galaxia lenticular de magnitud 13.3 que marca una de las astas de la “Y”, completando este pequeño grupo. La primera vez que las observé no sabía qué iba a encontrar, y una vez en la zona vi una especie de nebulosidad heterogénea que brillaba muy débilmente. Cuando adapté la vista, observando con calma, pude distinguir, con mi Dobson de 30 cm, los cuatro componentes más brillantes de este grupo, especialmente a 214 aumentos cuando la estabilidad atmosférica daba unos segundos de tregua.
Su visión me recordó enormemente al Quinteto de Stephan, con la diferencia de que, rápidamente, pude notar cómo otras galaxias poblaban el ocular, apareciendo como pequeñas nubecillas a la visión lateral. Muy cerca del cuarteto apareció NGC 710, una bonita galaxia espiral que se muestra de frente, con una magnitud de 13.7. Al otro lado, junto a una brillante estrella, NGC 709, una lenticular de magnitud 14.3, se dejaba ver con esfuerzo, algo más fácilmente al conocer su localización exacta. Sin embargo, dos de las galaxias más interesantes se encontraban algo más alejadas. NGC 714, una lenticular de magnitud 13.1 que vemos de perfil, aparecía como una mancha alargada y extremadamente fina, con un punto en el centro que delataba la posición de su núcleo. Otro arañazo en la negrura del cielo podía verse justo al lado, provocado por NGC 717, otra galaxia que mostraba su más delicado perfil. Su magnitud de 14 no fue suficiente para esconder el contraste tan llamativo que producía su fina silueta.
De Abell 262 saltamos ahora hacia nuestro siguiente objetivo, que se encuentra extraordinariamente cerca de NGC 891, aunque sólo sea en perspectiva. Podemos comprobarlo en la siguiente imagen de Juan Lozano de Haro que, por cierto, fue APOD el pasado 12 de Noviembre de 2016. En la fotografía el cúmulo aparece en la mitad inferior izquierda, donde podemos ver una serie de diminutas y difusas manchas que corresponden a las galaxias de Abell 347. NGC 891, a la que ya dedicamos una entrada, no necesita presentación:

Autor: Juan Lozano de Haro
Abell 347 no tiene tantas galaxias como Abell 262, pero es un interesante punto y final a la vista del Supercúmulo de Perseo-Piscis. Contiene entre 30 y 50 galaxias, la mayoría de las cuales son elípticas, varias de ellas de tipo cD, como ocurría con NGC 708. El cúmulo no tiene un centro bien definido, aunque podríamos considerar a NGC 910 como la principal componente, de magnitud 12.2, una gigante elíptica de 1.6 minutos de arco de diámetro. Muy cerca podemos encontrar a NGC 912, una galaxia lenticular de magnitud 15 cuyo alto brillo superficial hace posible que se aprecie con mayor facilidad. La otra “gran galaxia” de esta zona es NGC 911, una elíptica alargada que brilla con magnitud 13.9. Se encuentra junto al extremo de una hilera de tres estrellas que nos servirán para orientarnos en la lejanía de este cúmulo. Estas estrellas apuntan a la brillante HD 14771, una estrella amarillenta de tipo espectral K que, a 1500 años luz de distancia, brilla con una magnitud de 6.7. Es la estrella que marca la frontera entre NGC 891 y Abell 347, y su interesante tinte añade una nota de color a la estampa celeste.
Otras dos galaxias se pueden identificar con facilidad junto a la hilera de estrellas brillantes. La primera es NGC 909, una elíptica de magnitud 14.5, relativamente débil pero, como la mayoría de las elípticas, con un alto brillo superficial. Si no fuera por su brillo, muchas de estas galaxias serían invisibles a aberturas medias. La otra galaxia es NGC 906, una bonita espiral que en fotografías muestra dos gruesos brazos que se retuercen alrededor de una prominente barra central. Su magnitud, de 12.6, nos permitirá disfrutar de esa mancha difusa con mayor facilidad, maravillándonos por la lejanía de lo que estamos contemplando.
Aquí damos por finalizada esta aproximación al Supercúmulo de Perseo-Piscis, una de las mayores estructuras que tenemos “a la vuelta de la esquina”. Nos hemos centrado en sus principales galaxias o grupos de galaxias, si bien hay cientos de ellas al alcance de un telescopio medio, que hemos tenido que obviar por cuestiones prácticas. Quien quiera estudiar esta zona a fondo no tiene más que ponerse a ello con un buen atlas y un cielo alejado de las grandes urbes. Nosotros, por ahora, lo dejaremos aquí, después de haber visto 33 de sus galaxias en total, suficiente para saborear la distancia de estos lejanos universos y para hacernos una idea de su disposición en el cielo. En el siguiente dibujo, para finalizar, podemos ver una recreación de este muro, tal y como lo veríamos si nuestros ojos nos permitieran observar sus galaxias a simple vista en el cielo. Las zonas que hemos visto están marcadas para hacernos una idea de su situación. No podemos negar la grandeza del cosmos y dejar de impresionarnos conforme lo vamos conociendo en mayor profundidad.
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