Recuerdo cuando vi esa gran caja de cartón (además de otras más pequeñas) y me quedé pensando cómo iba a caber en mi pequeño coche. El Dobson de 30 cm había llegado para quedarse, y al final resultó ser incluso más manejable de lo que parecía a simple vista. Mi anterior telescopio había sido un Newton de 20 cm mal colimado, así que el salto fue abismal. La idea de este artículo, sugerida por mi amigo Leo de Alarcón Web, es hacer una breve reseña sobre el Skywatcher extensible 305/1500, un telescopio que, como su nombre indica, tiene una abertura de 30 cm y una distancia focal de 1500 mm, con lo que obtenemos una relación focal f/5.
Si bien el aspecto más destacado de este telescopio es su tubo, la montura no se queda atrás, aunque tiene un público más restringido que otras. Es una montura de tipo altazimutal que consiste en una “caja de madera” situada sobre una base giratoria, con dos salientes internos en los cuales se apoya finalmente el tubo. Su uso es tan sencillo como mover el tubo hacia donde queramos, ya que la montura permite su movimiento tanto en vertical como en horizontal. Gracias a este manejo tan natural podemos encontrar los objetos en cuestión de unos pocos segundos si conocemos bien su situación, y ésta es, a la vez, una virtud y una desventaja. Virtud, porque nos obliga a conocer el cielo para usarlo, es un estímulo para convertirnos en navegantes de las estrellas a la búsqueda de los objetos celestes. Por otro lado, si usamos elevados aumentos tendremos que sudar para mantener centrado el objeto en cuestión, ya que atravesará el campo de visión a toda velocidad. También es un inconveniente a la hora de realizar astrofotografía, ya que no puede realizar ningún tipo de seguimiento. Cabe decir que en los últimos años hay monturas de tipo Dobson que cuentan con un motor de seguimiento que sirve para no tener que estar constantemente moviéndolo, si bien su uso en fotografía no es tan adecuado. Pero estamos hablando hoy del telescopio básico, el que viene sin cables de ningún tipo y que, por tanto, acota al usuario con las siguientes características:
-Observador visual.
-Observador con conocimientos del cielo. Éste último requisito podría cambiarse por “con ganas de conocer el cielo”, ya que es perfectamente adecuado para el iniciado que quiere aprender de verdad la geografía celeste (un buen atlas y la práctica hacen innecesarias las modernas tecnologías GoTo y similares).
El tubo es la segunda pieza de este puzle, y no hay más. No hay cables, ni aparatos electrónicos, botones, pantallas… El tubo extensible es el elemento que encarece un poco este tipo de Dobson, pero es sin duda necesario cuando no contamos con un vehículo lo suficientemente espacioso para llevarlo. Cabe sin problemas en el maletero de mi Peugeot 208, mientras que la montura va en el asiento de atrás junto con el resto del equipo. Esto reduce la preparación del telescopio a dos simples pasos:
- Colocar la base.
- Enganchar el tubo.
Cuando tus compañeros estén comenzando a desenredar los cables de sus equipos tú ya estarás mirando galaxias tras el ocular, y eso es una gran ventaja. El tubo, como telescopio reflector que es, está compuesto por un espejo primario, situado en la base posterior, que envía la imagen recogida a un pequeño espejo secundario, encargado de lanzarla hacia el ocular. Es increíble que con dos simples espejos podamos ver objetos situados a cientos de millones de años luz, es algo que nunca me quito de la cabeza y uno de los motivos por los que debemos sentirnos afortunados los aficionados de este siglo. Cuando usemos grandes aumentos necesitaremos unas buenas condiciones atmosféricas: cuando la estabilidad es óptima las imágenes planetarias muestran un detalle increíble, de manera que se pueden apreciar múltiples cordilleras e incluso sistemas nubosos en Marte, la divisón de Encke en los anillos de Saturno, y los entresijos nubosos de las franjas de Júpiter, así como los eclipses de sus principales satélites. Su magnitud límite teórica se sitúa entre 14 y 15, si bien este último valor es fácilmente superable si observamos bajo un cielo oscuro. En mi caso he llegado a observar alguna galaxia especialmente densa de magnitud alrededor de la 16, así como algunos globulares de la Galaxia de Andrómeda que cuentan con una magnitud de 15.5, así que es cuestión de disponer de un buen lugar de observación y unas condiciones atmosféricas idóneas.
Galaxias
En los objetos difusos es donde el Dobson de 30 cm demuestra su verdadero potencial, de manera que podemos usar elevados aumentos sin que la galaxia pierda presencia, apreciando brazos galácticos e incluso ¡nebulosas y cúmulos situados en otras galaxias! Por poner algunos ejemplos, la vista de M51 a 214 aumentos es, sencillamente, sobrecogedora, pudiendo distinguir varias de sus regiones HII dispersas por sus arremolinados brazos; los cúmulos de galaxias parecen realmente cúmulos, enormes agrupaciones galácticas con muchos de sus componentes visibles, como es el caso de Pegasus I; las Galaxias de las Antenas, NGC 4038 y NGC 4039, son dos galaxias en interacción que muestran sus desgarrados halos si observamos desde un lugar oscuro; NGC 6822, la Galaxia de Barnard, se aprecia sin ninguna dificultad y nos muestra algunas de sus grandes nebulosas.
Nebulosas difusas
Otro de sus puntos fuertes, el Dobson de 30 cm posee una gran superficie recolectora de luz, de manera que puede mostrar cualquier nebulosa del catálogo NGC e IC, así como del esquivo catálogo Sharpless. La Nebulosa Norteamérica, la de Gamma Cygni o la Roseta son nebulosas que saltan a la vista en cuanto ponemos el ojo tras el ocular. La famosa Nebulosa de Orión, así como la Laguna, muestra tal cantidad de detalles que parece que estamos contemplando una fotografía en blanco y negro.
Nebulosas planetarias
La capacidad del telescopio de usar elevados aumentos sin hacer que se desvanezcan los objetos débiles es una gran característica que permite observar con precisión las nebulosa planetarias, mostrando una inmensa cantidad de ellas una estructura anular, así como débiles halos a su alrededor y algunas esquivas estrellas centrales que, con menor abertura, pasan totalmente desapercibidas. Sin embargo, estos pequeños objetos dependen en gran medida de la calidad atmosférica, pero en las «noches buenas» el nivel de detalle que pueden mostrar es asombroso.
Cúmulos abiertos y globulares
En los cúmulos podemos apreciar un gran nivel de resolución. Los cúmulos abiertos mostrarán el grueso de su cohorte de estrellas, apareciendo todas perfectamente puntuales y, a menudo, resolviendo el típico “fondo neblinoso” de algunos en multitud de finas estrellas. Los cúmulos globulares muestran todo su esplendor, ya que el Dobson de 30 cm puede resolver la gran mayoría de ellos, excepto los más esquivos o alejados. Aquí fue donde aprecié uno de los mayores cambios con respecto a telescopios de menor abertura, ya que el núcleo de muchos globulares aparece perfectamente resuelto en multitud de estrellas agolpadas, y la extensión de la periferia también parece ser mayor.
Para terminar, y tras año y medio de uso, creo que destacaría los siguientes puntos:
-A favor:
- Fácil montaje y manejo.
- Gran abertura –> Gran cantidad de objetos disponibles para ver.
- Rapidez para guardarlo (en las noches de invierno se agradece).
-En contra:
- Seguimiento manual complicado a altos aumentos.
- Imposibilidad de astrofotografía de larga exposición.
No es un instrumento que recomendaría para comenzar, a no ser que el comprador sea un enamorado de la astronomía y sepa que no se va a cansar. Sin embargo, es la opción perfecta para aquel astrónomo que busca «algo más» pero dentro de unos límites que permitan usarlo con comodidad y frecuencia. «El mejor telescopio es el que más se usa», reza un dicho, y el Dobson de 30 cm tiene el máximo tamaño para cumplir esta premisa.
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