Estos días vamos a dedicarlos a conocer otra parte de nuestra geografía extragaláctica, situada en dirección opuesta al conocido Cúmulo de Virgo. Estamos hablando del Cúmulo de Fornax, también conocido como Abell 373, una agrupación de galaxias que, análogamente al anterior, se sitúa a unos 60 millones de años luz de distancia, en la débil constelación del Horno. Después del mencionado Cúmulo de Virgo, el Cúmulo de Fornax es el más grande de nuestros vecinos más cercanos, localizado muy cerca del Cúmulo de Eridanus. Está compuesto por más de 230 galaxias de variada morfología, destacando un grupo principal, presidido por NGC 1399, y un subgrupo centrado en NGC 1613 que se encuentra en proceso de fusión con el anterior, formando parte de un colosal encuentro entre mundos distintos.
A groso modo podemos decir que es un cúmulo relativamente estable, con sus galaxias más grandes en un estado conocido como «virialized», en el que no hay grandes perturbaciones gravitatorias. Las galaxias enanas, más pequeñas, sí se encuentran algo más ajetreadas, atraídas por algunas de las galaxias principales y destinadas a ser engullidas en poco tiempo. Rodeando a los dos subgrupos se ha descubierto la presencia un filamento de materia oscura que actúa como un túnel a través del cual se está produciendo el acercamiento de ambos. El medio intracúmulo (ICM por sus siglas en inglés) se encuentra extremadamente caliente, alcanzando temperaturas de hasta 10 millones kelvin, produciendo una importante emisión de rayos X. Este ICM se encuentra deformado, con una cola de unos 500.000 años luz que sugiere que la nube más densa está moviéndose a través de un medio de menor densidad, como si el cosmos fuera un océano vivo en el cual interactúan distintas masas de agua. Otra muestra de la interacción entre galaxias es que se han encontrado algunas estrellas individuales flotando a la deriva entre ellas, probablemente arrastradas en algún encuentro casual y destinadas a vagar sin rumbo en tierra de nadie. Más interesante aún es el descubrimiento de 6 novas en este medio intergaláctico, siendo las más lejanas observadas hasta la fecha. El origen de estas novas se halla en enanas blancas pertenecientes a sistemas binarios, como vimos detalladamente en esta entrada.
Hoy vamos a centrarnos en el subgrupo de NGC 1316, que supone un 15% del total de galaxias del cúmulo. Aún más interesante es el hecho de que en esta agrupación encontramos un 30% de las galaxias con formación estelar de todo el Cúmulo de Fornax, debido principalmente a que el grupo principal ha perdido gran cantidad de gas, la materia prima para formar estrellas. Esta diferencia es apreciable también en la presencia de una gran nube de hidrógeno neutro que rodea al subgrupo de NGC 1316, cuya consistencia hace bastante improbable que haya interaccionado con anterioridad con el grupo central (de otra manera presentaría irregularidades, pudiendo incluso haber sido removido por completo).
NGC 1316 fue la primera galaxia que observé del cúmulo, y quedé tan sorprendido por su brillo que fue entonces cuando decidí estudiarlo más a fondo. Es una galaxia elíptica situada a 62 millones de años luz de distancia. Con unos 60.000 años luz de diámetro, su aspecto recuerda al de la archiconocida NGC 5128, la Galaxia del Centauro, con la que comparte algo más que la apariencia. NGC 1316 se conoce también como Arp 154 y como Fornax A, indicando esta última denominación su intensa producción de ondas de radio. De hecho, NGC 1316 es la cuarta fuente de radio más brillante del cielo, presentando dos prominentes radio-lóbulos bipolares que alcanzan unas dimensiones de hasta 600.000 años luz. El responsable de estas grandes estructuras habita en el interior de la galaxia, y no es otro que un agujero negro supermasivo con una masa equivalente a 130-150 millones de soles. Se encuentra rodeado por un disco de acreción que gira rápidamente a su alrededor, alcanzando grandes temperaturas y produciendo, además, dos jets de 16.000 años luz de longitud que son lanzados por sus polos.
La galaxia ha sufrido reiteradas interacciones con otras galaxias, como demuestran grandes filamentos de polvo que son típicos de galaxias en espiral, otra importante similitud con la galaxia del Centauro, así como diversas capas de estrellas que se extienden más allá de los límites de la galaxia, formando llamativos arcos difusos, probablemente restos de anteriores galaxias. Tiene pocos cúmulos globulares, si bien presenta un peculiar tipo de cúmulos abiertos formados por estrellas envejecidas, probablemente remanentes de anteriores épocas de mayor actividad proliferativa. Por si esto no fuera suficiente, otra prueba nos pone sobre la pista de sus anteriores interacciones, y es la presencia de un disco de gas interno, cercano al núcleo, que rota en una dirección excesivamente inclinada con respecto al resto de las estrellas. Según algunos estudios, la última interacción tuvo lugar hace apenas 100 millones de años, si bien ha sufrido otros encuentros en los últimos miles de millones de años. A pesar de la gran cantidad de energía que desprende la galaxia, el núcleo es hoy débil en cuanto a rayos X, dando a entender que su actividad ha disminuido recientemente, una situación que se equipararía perfectamente a la de un cuásar latente. Los cuásares son objetos extremadamente lejanos, siendo interesante el hecho de que apenas conocemos algunos que se encuentren cerca de nuestra galaxia. Observando el núcleo poco activo de NGC 1316 desde otra perspectiva, no sería descabellado pensar que los cuásares suponen una etapa evolutiva de las galaxias jóvenes, el momento de mayor actividad de sus agujeros negros supermasivos, lo cual explicaría su presencia en galaxias lejanas y, por tanto, jóvenes a nuestros ojos.

Crédito: Martin Pugh
NGC 1316 cuenta con una pequeña compañera que se denomina NGC 1317, una bonita espiral de frente. Ambas fueron descubiertas por James Dunlop en 1826, aunque habrían sido vistas mucho antes si se encontrasen en una situación más septentrional. NGC 1317 parece estar atada a NGC 1316, aunque no han sufrido aún ningún encuentro realmente traumático, como se puede apreciar en su estructura bien compuesta. Se encuentra algo más alejada en el momento actual, formando parte de un baile que culminará dentro de algunos miles de millones de años. En NGC 1316 se han descrito 4 supernovas: la primera en diciembre de 1980 y la segunda en marzo del año siguiente, ambas separadas sólo por 3 meses, mientras que las dos últimas tuvieron lugar en 2006, separadas por 5 meses. Caprichosa galaxia que nos asombra por doble. NGC 1316 va encaminada a convertirse en una digna sucesora de M104, de manera que su bulbo irá haciéndose más brillante y las bandas oscuras se dispondrán de forma circular siguiendo el movimiento natural de la galaxia.
Para encontrarla podemos partir de Acamar o Theta eridani, una bonita doble que se sitúa al final de la constelación Eridanus (de hecho, su nombre proviene del griego “el final del río”). Podemos aprovechar para hacerle una visita y disfrutar con sus dos estrellas de magnitud 3.2 y 4.3, separadas por unos cómodos 8.3 segundos de arco. Ya a bajo aumento se aprecian sin dificultad ambos astros como dos perlas blanquecinas que nos miran desde la prudente distancia de 120 años luz. Desde allí, saltando de estrella en estrella, no nos costará trabajo llegar a NGC 1316. Visualmente, lo primero que apreciamos es que es una galaxia brillante, más de lo que podríamos esperar para una galaxia que se acerca tanto al horizonte, haciendo honor a su magnitud de 9.4. A 115 aumentos encontré una buena relación en cuanto a brillo y aumento, quedando NGC 1316 y NGC 1317 encuadradas sin ningún problema. La principal galaxia presenta un halo alargado, ovalado, con unos bordes relativamente definidos que abrazan a un bulbo bastante más brillante y redondeado. Justo en el centro destaca el núcleo puntiforme, más brillante que el resto, como si quisiera recordarnos que guarda un respetable agujero negro en su interior. En mejores condiciones y en zonas más meridionales no sería descabellado apreciar algunas de las nubes oscuras que fragmentan su disco, si bien pasaron desapercibidas a mi mirada. Su compañera, NGC 1317, con una magnitud de 12.2, presenta un brillo superficial elevado, facilitando su observación como una esfera pequeña y nebulosa, fácilmente visible también con visión directa. Juntas forman un curioso par que nos introduce en una fascinante familia de universos, que seguiremos explorando en la siguiente entrada.
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