El Cúmulo de Fornax (3ª parte)

Si alguien quisiera aprender lo que es una espiral barrada podríamos enseñarle la siguiente fotografía de NGC 1365 y sobrarían las palabras. Esta maravillosa galaxia, además, va a cerrar nuestro estudio sobre el Cúmulo de Fornax, añadiendo un llamativo contrapunto frente a tanta elíptica.

foto-ngc-1365

Crédito: Martin Pugh

Situada a medio camino entre NGC 1316 y NGC 1399, esta galaxia es un soplo de aire fresco y uno de los más elegantes ejemplos de lo que es una espiral barrada. De hecho, puede que el mejor, junto con NGC 1300 y NGC 1097, que tampoco se quedan atrás. NGC 1365, además, supone un soplo de aire fresco en el Cúmulo de Fornax, una galaxia en plena ebullición que aún está “en la flor de la vida”. Además de sus exóticos brazos, que la catalogan directamente como una galaxia SBc (la SBa presenta unos brazos simétricamente retorcidos alrededor del núcleo adoptando una forma circular, mientras que en la SBc los brazos se abren hacia ambos lados), uno de los principales rasgos identificativos es una prominente barra central, que nos lleva a preguntarnos su naturaleza. Aunque aún no sabemos muy bien cómo se originan las barras de las galaxias, lo que sí parece más claro es que actúan canalizando el gas desde los brazos espirales, de manera que esparce la materia prima para formar estrellas y, por tanto, deriva en una formación elevada de éstas. Por otro lado, el gas que transporta sirve a su vez para alimentar al agujero negro supermasivo que, invariablemente, ocupa el centro de estos grandes sistemas. Las barras, por tanto, otorgan una mayor actividad a la galaxia, y eso es algo que queda patente en cualquier imagen de NGC 1365, donde podemos apreciar una gran cantidad de estrellas azuladas agrupadas en cúmulos que salpimentan sus brazos. A veces las barras están relacionadas con interacciones entre varias galaxias, aunque en otras parece que actúa cierta variación en los campos gravitatorios de las regiones más internas que perdura en el tiempo y adopta una forma alargada. El número de espirales barradas se ha ido incrementando con el tiempo, de manera que antiguamente un 20% de las espirales tenían barra central, mientras que ahora esta población representa un 70%: por tanto, la presencia de barra podría indicar, más bien, una etapa por la que todas las galaxias pasan durante un tiempo. De hecho, nuestra propia Vía Láctea posee una prominente barra central cuya visibilidad queda enturbiada por la gran cantidad de estrellas y gas que se interpone desde nuestro punto de vista (nuestra galaxia es considerada una espiral SBbc, intermedia ente SBb y SBc, de manera que sus brazos están relativamente abiertos pero no hasta el punto de NGC 1365).

A spiral galaxy about 60 million light years from Earth in the constellation of Fornax.Centrémonos ahora en el interior de su barra central para espiar brevemente al agujero negro que descansa en su interior. La espectrometría nos permite estudiar las ondas electromagnéticas emitidas por un cuerpo, y según la morfología y anchura de esas líneas de emisión (son como un código de barras que puede alterarse por diversos factores) podemos deducir datos variopintos. En el caso de NGC 1365 se ha estudiado la zona central y se ha comprobado la existencia de líneas de hierro extremadamente anchas, gracias a lo cual se han podido calcular las dimensiones del agujero negro, estimándose en unos 3.2 millones de km, 8 veces la distancia que nos separa de la luna. Además, se ha podido observar el eclipse producido en el agujero negro por una gran masa de gas que orbita a su alrededor, ayudando a comprender algunos de sus parámetros. Este agujero negro fue el primero para el que se pudo calcular la velocidad de rotación, obteniéndose un resultado de unos 250.000 km por segundo… Sí, la velocidad de la luz es de 300.000 km por segundo, así que podemos decir que este agujero negro rota al 84% de la velocidad de luz. Intentemos imaginar por un momento la magnitud de estas cifras… Si hemos dicho que el agujero negro mide 8 veces la distancia entre la tierra y la luna, completaría una vuelta en apenas 40 segundos (su circunferencia es de 10 millones de km): no es de extrañar que tanta fuerza sea capaz de alterar el medio estelar que le rodea. El giro (conocido como spin) sirve además para estudiar diversas características de la galaxia huésped, de forma que nos permitirá conocer datos interesantes sobre su pasado. De entrada, una velocidad de rotación tan elevada sólo puede obtenerse en el contexto de las resonancias orbitales, que básicamente significa lo siguiente: si un cuerpo A está girando alrededor del sol y aparece un cuerpo B a una velocidad distinta, lo más probable es que la velocidad de A se ralentice a su paso. Sin embargo, si la razón entre ambas velocidades es una fracción de un número simple (por ejemplo, la velocidad de A es 1, y la de B, 3), la velocidad de A se potencia y aumenta gradualmente. Este efecto podemos verlo a corta distancia, por ejemplo con Júpiter y Saturno, que presentan una resonancia orbital 5:2 (por cada 5 vueltas de Júpiter alrededor del Sol, Saturno da 2 vueltas, estabilizándose así sus órbitas, que de otro modo podrían quedar enlentecida). Adaptando estos datos al agujero negro, podemos suponer que, para alcanzar una velocidad tan inmensa, no debe haber recibido materia de varios sitios a la vez, como podría haber ocurrido en una interacción entre galaxias, ya que eso habría ralentizado su rotación. Por tanto, parece que la velocidad de giro se ha ido obteniendo progresivamente gracias a la materia que caía presa del agujero negro, que lo hacía en el ángulo y a la velocidad necesarios para que la velocidad aumentase, como un columpio en el que se acrecienta la velocidad si se empuja en el momento adecuado.

Como hemos podido comprobar tras una buena dosis de astrofísica, NGC 1365 es una galaxia peculiar que tiene mucho que ofrecer, y, por si fuera poco, también es espectacular a la vista, siendo el único punto en contra su situación tan cercana al horizonte, que dificulta su observación desde el hemisferio norte. La encontraremos justo a medio camino entre NGC 1316 y NGC 1399, al lado de NGC 1386, que ya observamos en el anterior capítulo. Es una galaxia grande, con unas dimensiones de 11.2 x 6.2 minutos de arco, y su magnitud de 10.3 nos permitirá distinguirla aunque roce el horizonte. En mi caso, la observé a una altura respetable, aunque estaba encima de una zona iluminada por Pradollano, cuya luz se transmitía a través de una humedad creciente que desafiaba al frío invernal de la montaña (4 grados bajo cero). Aun así, la primera vez que apunté con mi Dobson de 30 cm a NGC 1365 me sorprendió lo brillante que era, apareciendo como una mancha alargada presidida por un brillante círculo central, correspondiente al núcleo. La nube alargada correspondía a la barra central de la galaxia, y no tardé en darme cuenta de ello, ya que en seguida pude distinguir, con visión periférica, que había “algo” a su alrededor. Conforme la vista se adaptó, apareció ante mis ojos el primer brazo, muy débil y apagado por las luces cercanas, pero visible como un filamento fantasmagórico que partía de uno de los extremos de la barra, prolongándose durante varios minutos hacia el sur. Casi a la par, el otro brazo fue dejándose entrever en el extremo opuesto, algo más débil, pero brillando lo necesario como para saber que estaba ahí, luchando por un poco de protagonismo. Los brazos giraban levemente formando un ángulo de unos 70º, de manera que NGC 1365 se asemejaba a la letra Z, una enorme letra extragaláctica que hacía difícil despegar la mirada del ocular. Dos débiles estrellas situadas al comienzo de cada uno de sus brazos parecen querer hacerse pasar por supernovas, pero no son más que estrellas de nuestra propia Vía Láctea que al azar ha colocado sobre la galaxia. Su visión desde lugares más meridionales debe ser sobrecogedora, pero no por ello debemos dejar pasar la oportunidad de observarla desde nuestras latitudes, especialmente cuando dispongamos de un horizonte oscuro y limpio.

ngc-1365

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