Las mejores sorpresas son las que uno encuentra por casualidad, sin esperar nada especial. En mi caso, la noche del 23 de diciembre de 2016 me encontraba bajo un cielo excepcionalmente oscuro, y había pasado gran parte de la noche disfrutando de algunas de las galaxias que conforman el grupo Maffei, que ya hemos ido descubriendo en las últimas dos entradas. Tras observar a las débiles Maffei 1, Maffei 2 e IC 342 me disponía a observar a NGC 1569 sin saber qué esperar, con el único interés en mente de “cazar” a otro miembro del grupo. Sin embargo, desde un primer momento su aspecto captó mi atención y la de mis compañeros. Poco a poco fuimos desentrañando algunos de sus interesantes detalles y, cuando busqué información sobre ella, quedé perdidamente atado a esta maravilla celeste. Antes de hablar de sus peculiaridades, que no son pocas, me gustaría presentarla como una historia, como un vídeo narrativo que, en unas pocas líneas, condensa varios miles de millones de años de continua evolución.
Retrocedemos en el tiempo hasta una época en la que las galaxias se estaban gestando. Nuestra pantalla imaginaria proyecta un fondo negro sobre el que comienza a aparecer una nube blanquecina, una gran masa de gas que, a medida que se enfría, se va condensando y dando lugar a una bonita galaxia enana, que en un futuro será conocida como NGC 1569. Las galaxias enanas son ladrillos que, a menudo, acaban formando parte de otras galaxias mayores, pero no es el caso de NGC 1569: ella se encuentra a una distancia prudencial de las grandes galaxias de su grupo, como son IC 342 o Maffei 1. Sin embargo, otra pequeña galaxia conocida como UGCA 92 pasa velozmente a su lado compartiendo algunas de sus estrellas. El encontronazo arrastra astros y nebulosas de NGC 1569, “esculpiendo” en la galaxia una especie de brazo que se abre hacia el exterior, pero no es la única huella que deja. NGC 1569, como otras muchas galaxias enanas, se encontraba repleta de hidrógeno, y la interacción con UGCA 92 estimula, en proporciones cósmicas, una enorme proliferación de estrellas, que comienzan a nacer en cada punto de la galaxia, en una oleada gestante que se prolonga durante varios millones de años. Estrellas gigantes nacen en este proceso, ionizando el gas que las circunda, que adquiere un bonito color rojizo, pero además generan enormes vientos que, a su vez, moldean el entorno, como si el gas fuera arcilla en manos de un alfarero colosal. Las estrellas más masivas tienen una vida más corta que el resto, de manera que en unos pocos millones de años terminan sus días en forma de supernovas que iluminan la galaxia como un castillo de fuegos artificiales, creando burbujas en expansión que se esparcen a gran velocidad inundando cada rincón de NGC 1569. Posteriormente, tras un periodo de calma, la galaxia vuelve a sufrir nuevos episodios de brote estelar que van tiñendo su superficie como si miles de tomates explotaran a la vez, formando una gran ensalada galáctica que, a 11 millones de años luz de distancia, alimenta hoy nuestros ojos ávidos de luz…
Se cierra el telón y volvemos a nuestra base terrestre, dispuestos a desgranar algunas de las imágenes que acabamos de presenciar en nuestra mente y que la fotografía anterior, obtenida por el telescopio Hubble, resume con gran definición. NGC 1569 es uno de los principales miembros del grupo Maffei, gracias a que los últimos estudios la sitúan a unos 11 millones de años luz de distancia (a finales del siglo XX se le estimaba una distancia de 7 millones de años luz). Hay que tener en cuenta que los cálculos en esta galaxia se ven dificultados porque, al igual que sus compañeras, se encuentra parcialmente oculta por el disco de la Vía Láctea. NGC 1569 es una galaxia enana irregular que se parece mucho a la Gran Nube de Magallanes, con un alto contenido en gas que, como hemos visto, ha servido durante miles de millones de años para alimentar la formación de nuevas estrellas. El hidrógeno neutro, que se ha estudiado profundamente en esta galaxia, se encuentra presente en grandes proporciones, e incluso ha permitido descubrir una posible galaxia escondida en su halo, posible causante de alguno de los brotes estelares. UGCA 92 es otra galaxia del grupo Maffei situada a una distancia similar a NGC 1569, y estudios recientes han demostrado la presencia de un puente de hidrógeno neutro entre ambas, prueba directa de un anterior contacto que, como hemos mencionado, podría haber sido el causante de una llamativa estructura que presenta NGC 1569, una especie de brazo desplegado rico en hidrógeno ionizado. Teniendo en cuenta que el primer brote estelar parece situarse en un período de tiempo comprendido entre 1000 y 2000 millones de años atrás, no sería descabellado pensar que este encuentro tuvo lugar poco antes.
El último brote estelar ha sido extremadamente reciente, comenzando hace apenas 100 años, en pleno período Cretácico, y todo parece indicar que ha menguado en los últimos 5 millones de años. En los momentos de mayor esplendor la tasa de formación de estrellas era unas 100 veces mayor que en la Vía Láctea, lo cual era posible gracias a la gran cantidad de gas que actuaba como materia prima. Uno de los grandes legados de esta proliferación queda patente en la siguiente fotografía obtenida por el Hubble:
Podría parecer uno de los magníficos cúmulos que se pueden contemplar desde el hemisferio sur, pero su naturaleza es mucho más exótica: se trata de los dos principales supercúmulos de NGC 1569. Ya comentábamos la presencia de uno de estos supercúmulos en IC 342, explicando que son enormes agrupaciones de estrellas que, en el caso de NGC 1569, llegan a tener más de un millón de componentes cada uno. Hay algunos supercúmulos más a lo largo de la galaxia, que destacan iluminando el gas que ellos mismos han ido “erosionando”, formando cavidades que parecen incendios incontrolados. Los principales supercúmulos, los que aparecen en la imagen, reciben el nombre de NGC 1569A y NGC 1569B, siendo el primero, realmente, la superposición de dos de ellos. NGC 1569A presenta una población joven de estrellas, entre las que abundan las estrellas Wolf-Rayet y masivas estrellas de tipo espectral O. Su edad se calcula en unos 5 millones de años, por lo que tuvo que formarse al final del último brote estelar. La población de NGC 1569B es algo mayor, destacando en ella gigantes rojas de mayor edad, con una vida que podría llegar a los 30 millones de años. Las características de NGC 1569A parecen indicar que su evolución va a ser muy similar a la de los cúmulos globulares que conocemos en nuestra galaxia. ¿Será éste uno de los métodos por los que se forman los grandes globulares? ¿Son estos supercúmulos frecuentes en el mundo extragaláctico? El tiempo lo dirá, a medida que podamos observar el cielo con instrumentos más potentes.
Vamos ahora a observar esta maravilla galáctica. La primera vez que la vi, sin saber qué iba a encontrarme, me sorprendió su alto brillo superficial (su magnitud visual es de unos 11.9), así como una interesante forma alargada, más ancha en uno de sus extremos, de unos 2 minutos de arco de longitud. Una estrella parece rozar uno de los bordes, lo cual nos sirve como punto de referencia para ver sus detalles. Y aquí es donde NGC 1569 destaca sobre muchas otras galaxias. Ya a 115 aumentos pude adivinar que algo brillaba en su interior, y a 214 aumentos se apreciaba, sin ninguna dificultad, un par de puntos brillantes muy cercanos entre sí, discretamente más notorios que el resto del halo galáctico. A mayor aumento se adivinaban otras manchas junto a las anteriores, aunque el pésimo seeing no me dejó enfocarlas correctamente, así que decidí realizar el dibujo a 214 aumentos. Además del Dobson de 12 cm, esa noche estuve probando también el C11 de mi amigo Leo y, sorprendentemente, a través de sus lentes pudimos usar un aumento mayor sin que perdiera mucha definición, de manera que unos cuatro puntos aparecían confinados en el núcleo de la galaxia. Es más, incluso con mi NexStar 102 SLT (un refractor de 102 mm de apertura) pude distinguir la galaxia con su fina silueta recortada sobre el fondo del cielo, como un lejano cometa cuya cola se va agudizando hacia uno de sus extremos.
En un primer momento pensé que esos pequeños puntos eran regiones HII, o incluso algunas estrellas superpuestas de nuestra propia galaxia. Sin embargo, me sorprendí cuando, en mi casa, comprobé que eran los grandes supercúmulos estelares (NGC 1569A y NGC 1569B), cuyas magnitudes alcanzan, respectivamente, 14.6 y 15.5. Puse así el punto y final al estudio del extraordinario grupo Maffei, conduciendo en el camino de vuelta con la sensación de regresar de un largo viaje, asombrado por la variedad de formas que uno puede encontrar ahí arriba.