Nuestro sol no es una esfera perfecta e impoluta, como ya pudieron comprobar los astrónomos chinos hace miles de años, sino que presenta, entre otras irregularidades, manchas solares que se pueden percibir incluso a simple vista. Estas manchas, regiones más frías que el resto de los gránulos solares, aparecen de un intenso color negro, aunque no es más que un efecto de contraste: de estar aisladas contra un fondo oscuro, brillarían 50 veces más que la luna llena. Mientras que las regiones más externas del sol están a unos 6.000 grados centígrados, las manchas solares, como socavones en esta superficie, presentan una temperatura de unos 4.000 grados centígrados, motivo de su menor brillo.
Las manchas siguen un ciclo de actividad que se culmina cada 11 años, habiéndose registrado 24 de estos ciclos desde el año 1755, cuando comenzaron a documentarse. Estamos, por tanto, inmersos en el ciclo solar número 24, que comenzó en el año 2008. El máximo tuvo lugar en el 2013, de manera que ahora la actividad está en deceso, camino del mínimo que ocurrirá en 2019. Esto deriva en un sol relativamente monótono, con pocos detalles visibles en superficie. No obstante, en ocasiones estas manchas parecen despertar, como ha ocurrido durante estos últimos días. Esta mañana escuché que había surgido un interesante grupo de manchas, con lo cual saqué mi refractor de 102 mm a la terraza con el filtro Baader, dispuesto a comprobarlo por mí mismo. La imagen me sorprendió gratamente:
Una hilera de manchas solares se disponían a medio camino entre el centro y la periferia del disco solar, algunas de un negro intenso (el centro se conoce con el nombre de umbra), rodeadas por la correspondiente penumbra, más gris, en casi todas sus regiones. Se podían apreciar diversas irregularidades, dejándose diferenciar muy bien cuando la turbulencia atmosférica se calmaba. Cerca del borde, otro grupito de manchas se estaba despidiendo ya, con al menos seis de ellas dispuestas de forma variopinta. Por primera vez en mucho tiempo el sol me dejó enganchado al ocular durante un rato considerable.