Algo más que una mancha (M63)

Hoy vamos a hablar del primer objeto que descubrió Pierre Mechain, el fiel compañero de Messier, en el año 1779. Encontró una nebulosidad alargada que se encontraba muy cerca de Cor Caroli, la principal estrella de la constelación Canes Venatici. Aunque no lo sabían por aquel entonces, estaban observando una galaxia tan grande como nuestra Vía Láctea plagada con innumerables soles. La llamaron M63, siguiendo el orden cronológico de los objetos que el francés iba añadiendo a su lista. Un siglo después William Parsons, más conocido como Lord Rosee, fue el primero en distinguir que el objeto en cuestión tenía una estructura en espiral. Su verdadera naturaleza sería una incógnita hasta el siglo XIX…

Foto M63.jpg

Fotografía obtenida por el Hubble

También conocida como NGC 5055, M63 es una galaxia perteneciente al grupo de M51, que se sitúa bastante cerca en el cielo. Su distancia se estima en unos 37 millones de años luz y su diámetro alcanza los 130.000 años luz. Es una bonita espiral floculenta, quizás una de las más características de este tipo. Una galaxia floculenta presenta unos brazos espirales que parecen fragmentados por la presencia de gas, de manera que no observamos dos brazos perfectamente definidos. La disposición del gas puede apreciarse cuando la observamos en el infrarrojo, como podemos comprobar en la siguiente imagen obtenida con el telescopio Spitzer:

Foto M63 spitzer

M63 es una galaxia con numerosas regiones de proliferación estelar, visibles en la mayoría de fotografías de larga exposición. Guarda en su centro un agujero negro supermasivo con una masa equivalente 30 millones de soles. Sus estrellas más periféricas orbitan en torno a él a velocidades tan elevadas que, en condiciones normales, las harían salir despedidas al espacio exterior: sin embargo, M63 posee un halo de materia oscura con la suficiente masa como para retener a las estrellas en su órbita. En 2011 se descubrió una corriente de estrellas que se disponían en forma de arco a unos 14 minutos del núcleo, una estructura que ya se había observado con anterioridad pero nunca se había llegado a estudiar. Ese reguero de estrellas es lo que queda de una galaxia que, hace unos 5.000 millones de años, fue devorada por M63. De hecho, aún hay más, y es que algunos datos apuntan a que dicha galaxia pudo haber tenido su origen en nuestro propio Grupo Local, lo cual nos da una idea de lo amplias que pueden llegar a ser las migraciones de las galaxias. En la siguiente imagen, que podéis encontrar desglosada en este interesante enlace, se aprecian perfectamente estas estructuras irregulares que son prueba de este pasado turbulento:

Foto M63 arcos.jpg

Con una magnitud de 9.3, M63 es visible incluso con un par de prismáticos si observamos desde un lugar oscuro. Numerosas veces la había observado, aunque nunca le había dedicado el tiempo suficiente. Las líneas que separan sus brazos son tan finas y disimuladas que no contaba con poder verlas, pero hace unas semanas decidí darle una oportunidad: el cambio de las temperaturas invitaba a pasar más tiempo delante del telescopio. Con unos 12 minutos de arco de longitud, M63 era notoria en el ocular a bajo aumento, apareciendo como una mancha ovalada en cuyo centro brillaba un potente núcleo de aspecto puntiforme. A su alrededor se disponía una región alargada de considerable brillo, con la forma de un diamante de bordes suaves. Un halo de mayor envergadura se abría tenuemente continuando la forma ovalada, hasta rozar en uno de sus extremos a la gran estrella que parece proteger la galaxia. Una vez en este punto, respiré hondo y comencé a andar por el camino. Después de medio minuto volví al telescopio con la vista descansada, usando el ocular Cronus de 7 mm, que me proporcionaba unos 214 aumentos. Me senté sin prisa, usando la visión periférica por toda la superficie de la galaxia. Entonces, por fin, conseguí ver algún que otro nódulo más brillante, apenas perceptible, sobre el extenso halo. Otro acompañó al anterior a corta distancia, apareciendo durante unos breves instantes en los que el cielo demostraba ser benevolente. De esta manera me entretuve con tres o cuatro puntos brillantes, tras los cuales, con la vista ya mejor adaptada, comencé a notar otra irregularidad en la región más septentrional del halo. Allí, a medio camino del núcleo, aparecía una región más densa con la forma de un brazo espiral que se retorcía hacia atrás, una vista que me dejó atrapado al ocular durante varios minutos más. No sé cuánto más podría haber “rascado” a esta galaxia, pero mi vista exhausta me pedía un descanso, así que, contento como estaba, se lo concedí. Por fin, después de tantos años, M63 había pasado a ser algo más que una mancha.

M63

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