M17, la nebulosa del Cisne

Las noches primaverales invitan al observador a pasar toda la noche bajo el cielo estrellado, de manera que podemos empezar a disfrutar de las maravillas veraniegas en las transparentes madrugadas. La Vía Láctea nos es familiar, atravesando el cielo salpimentada por innumerables condensaciones y zonas oscuras. Hoy vamos a hacer un adelanto de la época estival rindiendo homenaje a una de las nebulosas más conocidas de la región de Sagitario: la nebulosa del Cisne, también conocida como M17 o NGC 6618.

Foto M17

Fue descubierta por Philippe Loys de Cheseaux en 1745, adelantándose en unos veinte años a Charles Messier, que la encontró en 1764. Hablamos de una época en la que los medios de comunicación eran bastante deficientes, de manera que no es raro encontrar a varios “descubridores” de un mismo objeto en distintos lugares. M17 forma parte de una Gran Nube Molecular (GMC son sus siglas en inglés), una inmensa nube de gas formada mayoritariamente por parejas de átomos de hidrógeno. En algunos puntos aparecen zonas más densas que van atrayendo materia hacia sí, formando los conocidos como núcleos densos. En estos puntos la densidad llega a ser tan alta que los átomos de hidrógeno comienzan a fusionarse entre sí, produciendo en el proceso helio y una gran cantidad de energía, el motor principal de una estrella. M17 es una región HII, el resultado de uno de estos núcleos densos en el que se están formando estrellas de una forma activa, de manera similar a lo que podemos observar en M42 o M8, las nebulosas de Orión y de la Laguna, respectivamente. Las estrellas masivas recién formadas ionizan el hidrógeno con su intensa emisión de luz ultravioleta, haciendo que el gas adquiera “brillo propio”, la principal diferencia con las nebulosas de reflexión en las cuales el gas se limita a reflejar la luz que recibe.

M17 se encuentra situada a unos 6800 años luz, en pleno Brazo de Sagitario, rodeada de millones y millones de estrellas y distintas nebulosas. Su gas oculta gran parte de las estrellas que se están formando en el interior, pero la radiación infrarroja es capaz de atravesar esta barrera. Tenemos la suerte de contar con instrumentos capaces de recibir luz en el infrarrojo, de manera que se han podido estudiar las estrellas más jóvenes. Muchas de ellas presentan un disco circumestelar a su alrededor, fruto de su gestación y señal inequívoca de que todavía están en período de formación. Se calcula que nacieron hace apenas 500.000 años, una nimiedad cuando hablamos en términos astronómicos. M17 cuenta con una masa equivalente a 60.000 soles, divida en dos principales zonas, siendo la meridional la más masiva.

Foto M17 detalle

Recientemente se ha descubierto una antigua región HII que se dispone justo a su lado, M17 EB, con un cúmulo estelar que se esconde tras una gran cantidad de polvo. Este cúmulo, catalogado como NGC 6618PG, tiene una edad estimada algo menor de 5 millones de años, siendo por tanto mayor que su compañero. Otra nube molecular colinda con las anteriores, llamada MC G15.9-0.7, demostrando que el universo tiene un potencial creativo inmenso. La nube más antigua, M17 EB, fue la primera en activarse, formando entre 2000 y 3000 estrellas. Posteriormente, M17 entró en ebullición, dando lugar a un número muy superior de estrellas, entre 11000 y 14000, proceso que aún sigue vigente hoy en día. Esta progresión de la formación estelar en “oleadas” apoya la idea de que el universo no es algo estático, sino que interacciona como un gran complejo viviente, y no es el primer caso en el que se ha encontrado esta proliferación en cadena.

Con esta introducción teórica nos disponemos a disfrutar de esta maravilla celeste, que se deja observar con cualquier instrumento. La observé con dos telescopios, mi NextStar 102 SLT y el Dobson de 254 mm de apertura que me prestó mi amigo Leo de Alarcón Web. Tenía especial interés en probar este último, había escuchado hablar de la nitidez de sus imágenes y quería comprobarlo por mí mismo. En primer lugar observé por el pequeño refractor, apreciando de inmediato su característica forma que le ha valido el apodo del Cisne. Su cuerpo alargado brilla con fuerza, doblándose en un extremo para formar el cuello del ave, que termina en un tenue pico. Con visión periférica se podían apreciar algunos trazos de nebulosidad circundantes, mejorando la imagen ostensiblemente con un filtro UHC. El número de estrellas que aparecen en el campo es enorme, aumentando el placer de observar esta guardería estelar.

M17 ref

Después dirigí el Dobson hacia M17. Decir que, con su sistema GoTo, lo centró a la primera y realizó un seguimiento estupendo, sin tener que corregirlo durante todo el rato que estuve tras el ocular, que no fue poco. Su relación focal de 4.7 proporciona campos amplios con una gran entrada de luz, permitiendo disfrutar doblemente del poblado campo estelar que rodea a M17. Tras la experiencia con el refractor, el Dobson de 254 mm me mostró toda una maraña de jirones nebulosos. La figura del cisne, aún más definida, mostraba algunas irregularidades internas, sobre todo en su región frontal, y sobre la cabeza aparecía otra nubecilla a modo de sombrero. Desde el lomo del ave se extendía gran parte de la nebulosa, invisible para mí hasta entonces, y continuaba más allá de la cola, girando bruscamente hacia abajo en forma de arco. Hacia el norte había una zona más tenue y difusa, menos definida, que contribuía a la impresionante visión como si fuera una densa niebla. La mejor visión la obtuve con el ocular ES de 17 mm y 92 grados de campo, con lo cual me sentí como si mirase a través de la escotilla de una nave espacial, siendo imposible abarcar de una sola vez todo el campo. Las estrellas, tremendamente definidas, aparecían por cualquier rincón, incluso en la propia nebulosa, conformando con ella una de las imágenes más bellas que se pueden contemplar bajo un cielo oscuro.

M17

3 Respuestas a “M17, la nebulosa del Cisne

  1. Que diferencia de observarla con un telescopio y otro,, hasta el dibujo parece distinto.
    Bonito dibujo.
    Saludos.

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