El catálogo NGC (New General Catalogue) es uno de los principales recursos para el astrónomo aficionado, una enorme fuente de datos con objetos de todo tipo, la mayoría de ellos al alcance de telescopios de apertura media bajo cielos oscuros. Fue compilado por Johan Ludvig Emil Dreyer a finales del siglo XIX, basado sobretodo en observaciones de William Herschel y su hijo. Cuando uno comienza en esta afición suele mirar los objetos del catálogo NGC con cierta sensación de miedo, como si estuvieran fuera de sus posibilidades, pero nada más lejos de la realidad: un gran número de estos objetos pueden verse con prismáticos, e incluso algunos son visibles a simple vista (como el Cúmulo Doble de Perseo, la Roseta o NGC 6231 en Escorpio).
Hoy presentamos un grupo de objetos especialmente interesante, no en su aspecto visual, sino porque conforman las últimas entradas del catálogo NGC y algunas de las primeras. Dicho en otras palabras, vamos a observar a NGC 3 y a NGC 4 en el mismo campo que NGC 7834, 7835, 7837, 7838 y 7840. Se encuentran en la constelación de Piscis, cerca de NGC 100 y de NGC 7814.
La más brillante de ellas es NGC 3, una galaxia lenticular de magnitud 13.3: le sigue NGC 7834, una espiral de magnitud 14.3, ambas a una distancia similar de unos 200 millones de años luz. El resto de galaxias se sitúan mucho más allá, a unos 500 millones de años luz, por lo que también es de esperar que su brillo sea menor. NGC 7838 es una espiral de magnitud 14.6 que se encuentra extremadamente cerca de la pequeña y débil (magnitud 15.8) NGC 7837. Entre ellas apenas distan 0.6 minutos de arco y resolverlas será bastante complicado, siempre y cuando podamos distinguir a la escurridiza NGC 7837. NGC 4 es la más débil de este grupo de galaxias, brillando con una tímida magnitud de 15.9.
NGC 7840 supone un tenue final de este catálogo, es una misteriosa y apagada galaxia espiral de tonalidad azulada que se deja ver con una magnitud de 15.2. Todas estas galaxias no serán más que borrones difusos y sin forma definida, oscuras manchas en un lugar del cielo donde ni siquiera brillan las estrellas, pero la posición que ocupan en un catálogo les da un aire distinto. Todos esos lejanos mundos comparten un lugar distante y a la vez cercano en una lista de objetos que una especie de seres vivos usa como referencia a la hora de observar el cielo desde un pequeño y azulado planeta que orbita una estrella amarillenta, una más del montón: y eso hace que esas manchas sean especiales.
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