La Vía Láctea baña el cielo con su esplendor desde el verano hasta bien entrado el otoño. Estas noches podemos disfrutar aún de todo lo que esta brumosa franja tiene para ofrecernos. Un rápido vistazo bajo un cielo oscuro delatará la presencia de un “camino” oscuro que parece dividir la Vía Láctea en dos, conocido como la Gran Grieta. Esta aparente falta de estrellas no es tal, sino que se produce por la interposición de un conjunto de nebulosas oscuras que obstaculizan la luz que viene de atrás: precisamente, su interior es rico en estrellas recién nacidas, cuyo brillo queda oculto tras la densa capa de gas y polvo. Pues bien, esta maraña de nebulosas recorta formas diversas a lo largo de su camino desde la constelación del Cisne hasta más al sur de Sagitario y Escorpio. En Ofiuco adopta una peculiar silueta que le ha valido el sobrenombre de “la Pipa”. Bajo un cielo oscuro no nos será difícil apreciar su forma: la cánula de la pipa es la zona más contrastada y, por tanto, más fácil de ver, agrupando una serie de nebulosas conocidas como B65, B66, B67 y B59 (la letra viene de Edward Emerson Barnard, astrónomo que catalogó un gran número de estas nubes oscuras). Aparece como una línea oscura que se adentra en la Vía Láctea a su paso por Ofiuco. Unos prismáticos de gran campo pueden mostrar la región con mayor definición, apreciando sin ningún problema sus bordes. Su opacidad alcanza el nivel 6, el máximo de opacidad en este tipo de objetos. La cazoleta de la pipa está constituida por B78, de mayor tamaño y con una opacidad de grado 5. El siguiente dibujo lo realicé desde uno de los cielos más oscuros que he visto, con una magnitud límite alrededor de 6.5, cerca de Jérez del Marquesado. Observé la nebulosa con unos prismáticos 8×30 que me prestó Leo, en concreto los 8×30 Kite Lynx HD. Me sorprendió la definición tan alta que me ofrecían, con una imagen brillante y la nebulosa claramente contrastada contra el fondo lechoso de la Vía Láctea. No podía dejar de pensar en cómo un instrumento «tan pequeño» podía rendir tanto para este tipo de objetos: incluso he llegado a plantearme cazar todas las nebulosas oscuras posibles con ellos (debo decir que durante esa noche los disfruté como un niño chico con multitud de objetos de todo tipo, en breve me animaré a escribir una reseña sobre ellos).
A continuación podéis ver cómo se denomina cada región de la nebulosa:
Pero esta zona del cielo no es interesante sólo por sus nebulosas oscuras, sino porque podemos ver, alrededor de la Nebulosa de la Pipa, hasta 13 cúmulos globulares asequibles a instrumentos de apertura media. La mayoría de ellos pueden verse con pequeños telescopios, aunque para resolver algunos de ellos hará falta una apertura de 30 cm, y más aún para los más oscuros y lejanos. En las próximas cuatro entradas quiero proponer un recorrido por estos cúmulos globulares que nos servirá para conocer en mayor profundidad este tipo de objetos. Además, algunos son muy distintos entre sí, permitiéndonos apreciar sus diferencias y compararlos con un leve movimiento del telescopio. En esta imagen se exponen los globulares observados, tomando como referencia la posición de la famosa nebulosa oscura.
Comenzaremos por el sur, no muy lejos de Antares, observando uno de los más brillantes de esta serie de objetos: vamos a empezar con buen pie. Se trata de M62, también conocido como NGC 6266. Fue descubierto por Charles Messier en 1771, aunque él no consiguió resolver sus estrellas, definiéndolo como una nebulosa redondeada con el núcleo más brillante, muy parecido a un cometa. Lo cierto es que M62 es una esfera formada por estrellas que alcanzan, en su conjunto, una masa de alrededor de 1.2 millones de masas solares, situada a unos cómodos 22.500 años luz de distancia. Este gran número de estrellas determina que en las regiones centrales del cúmulo haya una enorme densidad, tanta que es capaz de propiciar la formación de algunos elementos interesantes. Contiene al menos 89 estrellas variables, muchas de ellas RR lyrae, aunque M62 es famoso por poseer el primer agujero negro estelar encontrado en un cúmulo globular de nuestra galaxia (ya se había encontrado previamente uno en M49). Se detectó gracias a la intensa emisión de rayos X que desprendía, producida en el gas que giraba a su alrededor cuando alcanzaba altas temperaturas. Desde su descubrimiento en 2013 se han encontrado otros agujeros negros de masa estelar formando parte de cúmulos globulares, lo cual parece indicar que es más frecuente de lo que se podría pensar.
M62 es uno de esos cúmulos globulares que no defraudan a nadie que lo observe desde un cielo oscuro, brillando con la séptima magnitud. Ya visible a través del buscador como una pequeña mancha redondeada, alcanza todo su esplendor con cualquier telescopio. Con el Dobson pude ver una maraña de estrellas que ocupaba casi la mitad del campo a 214 aumentos, superando los 7 minutos de arco de diámetro, aunque en fotografías de larga exposición alcanza los 15 minutos de arco (que se corresponde con unos 100 años luz a la distancia estimada). Podía distinguir sin dificultad tres grandes poblaciones de estrellas: la central y más brillante, el núcleo del cúmulo, ocupaba algo más de un minuto de arco y rebosaba de llamativas estrellas que parecían tocarse. A su alrededor se disponía una segunda capa un poco más tenue, con cierta forma triangular, mientras que las restantes estrellas se esparcían hasta rellenar todo el área. Eran estrellas muy pequeñas y débiles, extremadamente numerosas mirara donde mirara. La vista era aún mejor cuando imaginaba que allí, entre algunos de esos minúsculos puntos, residía un pequeño agujero negro.
Muy cerca de este cúmulo tenemos otro globular, NGC 6304, que contrasta fuertemente con el anterior. Se encuentra a unos 19.000 años luz de distancia pero su tamaño es más pequeño, superando apenas un diámetro de unos 40 años luz. Sin embargo, en él podemos percibir los efectos de la atenuación debido al complejo de nubes oscuras del que hablábamos al principio de la entrada. Es un cúmulo bastante “contaminado” por estrellas del centro galáctico, motivo por el que su metalicidad es especialmente alta. Fue descubierto por William Herschel en 1786, aunque su verdadera naturaleza no fue revelada hasta el siglo XIX.
NGC 6304 es un globular de tipo IV, lo cual indica una importante concentración en el núcleo (recordemos que en la clasificación de Shapley-Sawyer el grado I hace referencia a la máxima concentración posible, mientras que el grado XII nos habla de globulares extremadamente difusos y dispersos, sin ningún gradiente apreciable). Esta concentración, similar a la de M62, queda patente al observarlo por el ocular, incluso a bajo aumento. De entrada podemos apreciar su pequeño tamaño y un poderoso núcleo, de un minuto de arco de diámetro, que brilla con fuerza. La periferia se extiende hasta alcanzar un diámetro total de unos dos minutos de arco, y se pueden llegar a distinguir cuatro o cinco estrellas rozando el borde, extremadamente débiles, como si fueran ajenas al cúmulo.
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