A veces nos perdemos buscando objetos lejanos, débiles y exóticos, y nos olvidamos que también los antiguos “clásicos” pueden ser también muy interesantes. Este verano decidí dedicarle un poco más de tiempo del habitual a un cúmulo abierto que ya descubrió Charles Messier en 1764.
Se trata de M23, también conocido como NGC 6494, en la constelación de Sagitario. Se encuentra en una zona tan repleta de objetos interesantes que puede pasar fácilmente desapercibido, a pesar de que cualquier par de prismáticos sirve para disfrutar de él bajo cualquier cielo. Es un cúmulo abierto que se sitúa relativamente cerca, a unos 2150 años luz de distancia. Su diámetro se estima es unos 15-20 años luz, espacio en el cual se agolpa más de un centenar de estrellas. No hay rastro de la nube molecular que dio lugar a la formación de este elenco de astros, cuya edad se estima en unos 220 millones de años, por lo que estamos ante un cúmulo relativamente añoso, de ahí que no se encuentre especialmente concentrado.
Localizar M23 no puede ser más fácil, pues su magnitud de 6.9 lo pone al alcance de cualquier instrumento (e incluso a simple vista bajo cielos perfectos). Ya con prismáticos resulta ciertamente llamativo, quizás incluso más que con telescopio, debido a su privilegiada situación entre cientos de estrellas de la franja lechosa que conocemos como Vía Láctea (Galileo ya se sorprendió al comprobar que esa nube blanquecina que atravesaba el cielo estaba formada por infinitas estrellas). Al telescopio no debemos olvidar que es un cúmulo con un gran tamaño aparente, de casi 30 minutos de arco de diámetro, por lo que debemos usar oculares de bajo aumento y gran campo para disfrutarlo en condiciones; de otra manera, perderemos la sensación de estar viendo una familia numerosa de estrellas. Cuando uno observa cúmulos abiertos siempre hay que intentar buscar algo especial, algo que diferencie un objeto de otro, y en este caso la peculiaridad que encontré fue la disposición de muchas de sus estrellas en forma de líneas curvas, como guirnaldas de un gran árbol cósmico, algo que no desentona con el frío que nos rodea estos días.