El fantasma de Andrómeda (NGC 7640)

Cuando alguien pregunta por objetos de Andrómeda la contestación, casi unánime, hará referencia a M31; algunos pueden mencionar a NGC 7662, NGC 404, Mirach… Pero hay una galaxia que pasa desapercibida al lado de los anteriores objetos, una galaxia que se encuentra a menos de 4 grados de NGC 7662, la Bola de nieve azul.

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Estamos hablando de NGC 7640, una galaxia espiral que fue descubierta por William Herschel en 1786. Distintos métodos han estimado distancias ligeramente discrepantes, aunque todos ellos la en torno a 30 millones de años luz. Presenta una barra central difícil de apreciar debido al ángulo de la galaxia, con dos prominentes brazos que se retuercen a su alrededor, plagados de grandes estrellas azules y regiones de formación estelar. A medida que se alejan del núcleo, los brazos se van dispersando y mostrando irregularidades, abriéndose en uno de los extremos como si formara un bucle, algo similar a lo que podíamos observar en NGC 55, NGC 247 o NGC 7606, por poner algunos ejemplos. Por delante de su núcleo se aprecia una franja de polvo oscuro, una muestra más de su considerable actividad proliferativa.

Su diámetro se estima en unos 78.000 años luz, algo más de la mitad que nuestra galaxia, y en nuestros telescopios llega a medir unos 10 minutos de arco. Su anchura es de dos minutos de arco, por lo que hablamos de una galaxia considerablemente elongada. Su magnitud, de 11.6, la pone al alcance de pequeños telescopios si el cielo es lo suficientemente oscuro. No obstante, su brillo superficial es reducido, de manera que tendremos que esperar a que nuestros ojos se adapten a la oscuridad. Aparece a bajo aumento como una mancha alargada que se sitúa en el centro de tres estrellas más brillantes. El núcleo destaca ligeramente sobre el resto de la galaxia, con una forma ovalada, de un minuto de arco de diámetro. Con paciencia podemos distinguir una pequeña estrella de magnitud 14 que se sitúa fuera de esta región central, en una de las alas de esta tenue galaxia, así como otra que acompaña a uno de los vértices del triángulo. No es de los objetos más espectaculares que podemos observar, pero siempre se agradece poder contemplar esos fotones tan lejanos que se muestran como algo más que un reflejo apenas visible y sin forma.

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Luces distantes en Andrómeda (Arp 113)

Al igual que la primavera, el cielo otoñal guarda una enorme variedad de galaxias, algunas solitarias pero otras unidas en grupos y cúmulos galácticos. Vamos a viajar hoy a Andrómeda para visitar un lejano grupo de galaxias situado a una distancia de entre 250-350 millones de años luz:

Se trata de Arp 113, un grupo de 8 galaxias que forman parte del conocido como Grupo de NGC 68, compuesto por unas 40 componentes.  Las galaxias de Arp 113 son las más brillantes de este grupo, aunque todas ellas rondan, como poco, la magnitud 14, por lo que necesitaremos cielos lo suficientemente oscuros. Aproveché para observar estas galaxias una noche en la que la estrella más débil que podía distinguir a simple vista se situaba en torno a la magnitud 6.2, y recuerdo que tuve que esforzarme para esas débiles manchas fantasmagóricas. La principal galaxia, NGC 68, es una lenticular de magnitud 13.9, que se encuentra formando un trío destacado junto  NGC 70 y NGC 71.

Arp 113

NGC 71 es otra lenticular de magnitud 14.4, mientras que NGC 70 es la más llamativa en fotografías de larga exposición: se trata de una galaxia espiral de magnitud 14.2 (algunas fuentes sitúan su brillo en 13.5) que fue descubierta en 1855 por R. J. Mitchell, asistente de William Parsons. Su tamaño se estima en unos 185.000 años luz, superando a nuestra Vía Láctea. NGC 67 y NGC 67A (magnitud 15.2 y 16, respectivamente) son dos galaxias elípticas de menor tamaño, en torno a unos 40.000 años luz, que aparecen como débiles puntos difusos. La única otra espiral de este grupo es NGC 72, que brilla con magnitud 14.7: NGC 72A, muy cerca, es una pequeñísima pero brillante (magnitud 13.7) elíptica, con un diámetro aparente de unos 0.2 minutos de arco). . Un poco más alejada de estas galaxias se encuentra NGC 74, una lenticular de magnitud 14.8 que presenta una silueta fina y alargada, aportando un toque diferente a esta familia de galaxias.

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El Supercúmulo de Perseo-Piscis (1ª parte)

Hace meses nos sumergimos en el estudio del Cúmulo de Perseo, observando la enorme fuente de rayos X que se situaba en NGC 1275, y vimos la gran cantidad de galaxias que se pueden contemplar en el mismo campo del ocular. Hoy vamos a dar un paso más, y no es algo precisamente sencillo así que dedicaremos varias entradas a ello. La idea es completar un trozo de nuestro mapa mental del universo con una de las estructuras más grandes que podemos observar desde nuestro humilde observatorio, una estructura que hace empalidecer al propio Cúmulo de Virgo. Anteriormente introducíamos el concepto de la Gran Muralla, una estructura a gran escala que englobaba los Supercúmulos de Coma-Leo y Hércules, situados a unos 300 millones de años luz de distancia. Hoy vamos a estudiar el mayor supercúmulo que tenemos a “corto alcance”, que se encuentra en dirección contraria y se denomina Supercúmulo de Perseo-Piscis. Ya conocemos uno de sus extremos visibles, porque corresponde a Abell 426, el Cúmulo de Perseo, mientras que el otro extremo se introduce en la constelación de Piscis, atravesando gran parte del cielo otoñal. En la zona de Perseo nuestra propia Vía Láctea dificulta el estudio de sus galaxias tras la gran cantidad de polvo y materia de sus brazos, por lo que es probable que continúe más allá de Abell 426. Se estima que esta familia tiene una extensión de unos 350 millones de años luz, una verdadera muralla, ya que el supercúmulo tiene una estructura extremadamente fina, salpicada con algunos grandes cúmulos y grupos galácticos que parecen perlas engarzadas en un velo alargado. En la siguiente imagen podemos encontrar este Supercúmulo en el cuadrante derecho-superior, apareciendo como esa hilera formada por multitud de puntos negros.

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Recientemente ha comenzado a estar en boca de todo el mundo el término Laniakea, que, según estudios recientes, correspondería a una gran agrupación de galaxias de la cual formamos parte. Englobaría, según los datos del movimiento de las galaxias cercanas, al Supercúmulo de Virgo (al cual pertenecemos), el Supercúmulo de Hidra-Centauro y el Supercúmulo del Centauro, entre otros, y se encontraría totalmente enfrentado al Supercúmulo de Perseo-Piscis, el que nos ocupa hoy. Ambos supercúmulos parecen situarse de una forma relativamente simétrica, como podemos comprobar en la siguiente imagen:

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Cada uno de ellos está compuesto de numerosos filamentos formados por galaxias, con zonas más engrosadas que corresponden a los grandes cúmulos, donde más abundan estos “ladrillos” cósmicos. Colindante con el Supercúmulo de Perseo-Piscis tenemos uno de los más impresionantes Vacíos del universo, conocido como el Vacío de Tauro, pero hablaremos de él en la siguiente entrada. Tras esta introducción vamos a ir presentando a algunas valientes que conforman el extremo oriental de esta metrópolis galáctica, y poco a poco iremos dando paso a los grandes grupos que predominan al otro lado.

Comenzamos por NGC 7515, una solitaria galaxia que se sitúa en Pegaso, muy cerca de Markab (alfa Pegasi). Podemos aprovechar esta visita para ojear de nuevo a NGC 7479, la bonita galaxia espiral que nos embelesará con sus brazos si la noche es propicia. Una vez que apuntemos a NGC 7515 lo que más llamará nuestra atención será un bonito sistema binario con dos estrellas que parecen gemelas, blanquecinas, de magnitud 9.9 y una cómoda separación de 26 segundos de arco. Allí, muy cerca, podremos distinguir una tenue nubecilla, pequeña y redondeada. Ningún detalle puede apreciarse en su superficie, ni siquiera a 214 aumentos y con una adaptación más que suficiente. Es de magnitud 12.5 y se encuentra a unos 210 millones de años luz. Si miramos directamente parece desvanecerse poco a poco, aunque con visión lateral es un objeto más sencillo. Tendremos que acostumbrarnos a este comedido brillo superficial, ya que es el que caracteriza a la mayoría de galaxias del Supercúmulo de Perseo-Piscis. NGC 7515 es una galaxia espiral que vemos de frente, una espiral de tipo Sc con unos bonitos brazos bastante simétricos y uniformes, con algunas condensaciones azuladas que nos enseñan que en el supercúmulo vecino también están naciendo estrellas, al igual que ocurre en “nuestro barrio”.

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Para ver el siguiente objetivo, NGC 7831, vamos a ir a Andrómeda, al lado opuesto del cuadrilátero del Pegaso, cerca de Alpha Andromedae, más conocida como Alpheratz. Esta galaxia es una espiral vista de canto, ofreciendo a nuestra vista una imagen bastante más atractiva. Situada algo más lejos, a 235 millones de años luz, posee una magnitud visual de 12.8, pero su brillo superficial es mayor, ya que su luz se dispone en un espacio de 1.7 x 0.4 minutos de arco. Es relativamente grande en términos absolutos, con unos 115.000 años luz de diámetro, y lidera un pequeño grupo de galaxias al que da nombre, y cuyos componentes, más débiles, podemos intentar cazar si nada nos lo impide. Sus principales galaxias compañeras son NGC 7805, NGC 7806, NGC 7819 y NGC 7836. NGC 7831 aparece al ocular como una delicada mancha alargada, junto a dos débiles estrellas, muy fina y relativamente fácil de ver. No hace falta distinguir sus brazos para adivinar su verdadera naturaleza, y es que estas galaxias de canto tienen una gracia característica que hace posible su detección en cuanto se vislumbran al ocular.

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Para terminar este capítulo vamos a ver un trío de galaxias en el que destaca, en el centro, NGC 315, una lejana elíptica que se encuentra a 230 millones de años luz. Es una enorme galaxia que presenta dos prominentes jets bipolares que se pueden apreciar intensamente en ondas de radio. Su origen y estructura parece similar al de M87, que podemos recordar en esta entrada, si bien en este caso se nos muestra completamente de perfil. El causante, escondido en el interior de la galaxia, es un agujero negro supermasivo del cual no conocemos gran cosa. Para tomar conciencia de la increíble longitud de este chorro de energía imaginemos la distancia que nos separa de la Galaxia de Andrómeda, unos 2.5 millones de años luz. Pues bien, el jet de NGC 315 mide, de un extremo a otro, más de 3.5 millones de años luz… Es, sin duda, uno de los objetos más grandes detectados jamás, y cataloga a la galaxia como “radiogalaxia gigante”.

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NGC 315 es fácil de ver bajo un cielo oscuro, con una magnitud de 11.2 según algunas fuentes, y presenta una forma esférica relativamente brillante, apreciable incluso con visión directa. No son tan sencillas sus compañeras, NGC 311 y NGC 318, que la flanquean a apenas 5 minutos de distancia cada una. La primera tiene una magnitud de 13 y es una espiral con cierto ángulo de inclinación con respecto a nosotros, no mostrando ningún detalle ni en fotografías de larga exposición. NGC 318 es la más débil del trío, con una magnitud que ronda la 15 y unas dimensiones de apenas 0.3 x 0.5 minutos de arco. Es una galaxia cuya estructura no se ha definido con precisión, pudiendo ser de tipo lenticular o espiral barrada. Cualquier fotografía puede dar fe de ello, mostrando una pequeña esfera algo alargada y de núcleo brillante, con dos prolongaciones axiales que bien podrían ser atisbos de una barra central o parte de un disco de estrellas que vemos desde el ecuador. Lo cierto es que visualizarla no será todo lo fácil que nos gustaría, necesitando varios minutos de adaptación y visión periférica, así como paciencia y conocer previamente su situación exacta. No obstante, los breves y débiles destellos que nos llegan de ella ayudan a formar, junto a sus compañeras más brillantes, un interesante marco cósmico. Nos vamos adentrando poco a poco en la región septentrional de Andrómeda, una zona en la que el Supercúmulo de Perseo-Piscis nos aguarda con su mejor arsenal y sus grandes familias galácticas.

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Billete a la Galaxia de Andrómeda

Andrómeda es un nombre que viene unido intrínsecamente a la imagen más conocida del universo, que cualquiera ha visto al menos una vez en fotografías. Un óvalo de luz con un brillante centro ensanchado, plagado de una miríada de estrellas y salpicado de jirones de luz rojizos, azulados, flanqueado por otras dos estructuras menores pero muy brillantes, una alargada y otra pequeña y redondeada. Cualquier aficionado a la astronomía conoce esta descripción, probablemente a raíz de haberla observado a través de distintos y variados instrumentos, incluyendo la propia vista, quizás a raíz de haberla inmortalizado en una fotografía… La Galaxia de Andrómeda, M31, es un objeto conocido desde la antigüedad, y cuenta en su haber con tantos logros que sería imposible hablar de todos.

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Comenzaremos por los cimientos, por una breve presentación, e iremos soltando datos conocidos y no tan sonados, para poder afrontar una observación de este monumento con todas las de la ley. M31 es el miembro más grande y brillante de nuestro Grupo Local, tan sólo desafiado por nuestra propia Vía Láctea. Sin embargo, hay que admitir que nos deja en pañales, ya que tiene un diámetro de 220.000 años luz (casi el doble de nuestra galaxia) y cuenta en su haber con la vertiginosa cantidad de un trillón de soles. Es difícil imaginar ese número, pero como comparación baste decir que la Vía Láctea tiene unas 400.000 millones de estrellas. Ambas galaxias, como principales protagonistas del Grupo Local, colisionarán en menos de 4.000 millones de años, y nuestro Sol seguirá vivo para observar el espectáculo. De hecho, estudios recientes sugieren que ya han comenzado a interactuar, ya que parece que los halos de las galaxias son en realidad mucho mayores que el diámetro observable. De esa manera, podrían haber comenzado a compartir materia en sus regiones más externas, de un modo apenas imperceptible. En el futuro la unión se hará más evidente y sus núcleos comenzarán una danza recíproca a medida que los brazos se deforman y pierden toda estructura. Las estrellas de ambas galaxias quedarán entonces mezcladas entre sí y la colisión estimulará la formación de miles de astros. Un tiempo después el resultado final será, probablemente, una colosal galaxia elíptica de enormes proporciones y densidad, de similar apariencia a M87 en Virgo. En la siguiente imagen de la NASA podemos contemplar una recreación de la visión que tendrán los habitantes de algún planeta cercano a medida que M31 se acerque a nosotros.

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El primer manifiesto escrito que tenemos de M31 es un libro árabe escrito por Abderraman al-Sufi que data del siglo X, y en el que se refiere a la galaxiaFoto M31 abderraman como una «pequeña nube». Sin embargo, no cabe duda de que culturas más antiguas tuvieron que percatarse de esa mancha blanquecina que tan distinta era del resto de las estrellas. Messier la catalogó como M31, si bien no fue el primero en observarla con un telescopio. Dicho honor recae sobre Simon Marius, un astrónomo alemán que la observó en 1612. Herschel predijo que M31 se encontraba a unas 2.000 veces la distancia que nos separa de Sirio, equivocándose en un factor de 156. Sin embargo, fue capaz de intuir que se encontraba «muy lejos», algo no tan fácil como parece. Por aquélla época se creía que todos los objetos nebulosos eran en realidad aglomeraciones de estrellas irresolubles. Gracias al espectrógrafo se pudo ir conociendo la naturaleza gaseosa de las nebulosas, y Willian Huggins,  en 1864, observó que el espectro de Andrómeda era el mismo que las estrellas «normales y corrientes», con lo cual obtuvo la primera prueba real de su naturaleza estelar.

Heber Curtis fue un gran defensor de la idea que situaba a M31 fuera de nuestra galaxia, y protagonizó un largo debate contra Harlow Shapley, que pensaba que la nebulosa de Andrómeda era más pequeña de lo que se sugería, perteneciendo al halo galáctico de la Vía Láctea. Fue Edwin Hubble quién zanjó tamaña discusión en 1925 al encontrar estrellas variables cefeidas, que permitieron conocer la distancia exacta y colocarla a unos 800.000 años luz. Infraestimó la distancia en gran medida, pero sirvió para refutar el argumento de Shapley y cambiar el concepto del cosmos que se tenía hasta entonces, ampliando los horizontes de nuestro universo más allá de lo inimaginable.

Estudios recientes sugieren que M31 se formó hace unos 10 mil millones de años a raíz de colisiones de galaxias más pequeñas o protogalaxias. La principal de estas interacciones ocurrió hace 8 mil millones de años, provocando el nacimiento de un aluvión de estrellas que dieron forma al halo que conocemos hoy en día. Posteriormente, en los últimos mil millones de años, ha sufrido un nuevo brote estelar, probablemente debido a la cercanía de sus dos principales galaxias satélite, M32 y M110. Hace unos 100 millones de años, la colisión con otra galaxia dejó como resultado un anillo de estrellas y gases que giran en sentido opuesto al resto de componentes, como puede apreciarse en la siguiente imagen en infrarrojo.

Foto M31 infrarrojo

La estructura principal de M31 está compuesta por dos brazos que rodean la galaxia, con un espacio entre ambos de unos 13.000 años luz. Estos brazos muestran irregularidades debidas a la interacción con M32 y M110, así como salientes y grandes regiones HII de formación de estrellas. La más grande de estas zonas, una importante nube estelar, tiene una entrada propia en el New General Catalogue, con la designación NGC 206.  Es una inmensa aglomeración de estrellas y gases con numerosas regiones HII, un diámetro de unos 800 años luz y una edad media de sus componentes entre 40 y 50 millones de años. La evolución natural de la estructura galáctica llevaría a M31, probablemente, a convertirse en una galaxia anular, un extraño tipo de galaxia que se caracteriza por presentar un núcleo central y una anillo rodeándole situado a mayor distancia.

OFoto M31 mayall IItros miembros de la gran familia de Andrómeda son sus cúmulos globulares, de los cuales se han encontrado unos 460. El mayor de ellos es, sin duda, Mayall II o G1, un enorme globular dos veces más luminoso que Omega Centauri, el
cúmulo globular más grande de nuestra galaxia. De hecho, su gran tamaño hace pensar que es el núcleo de alguna antigua galaxia a la que M31 le robó la mayor parte de sus estrellas, aunque dicha hipótesis no ha podido comprobarse aún. La galaxia tiene muchos de estos cúmulos visibles con instrumentos de aficionado, como veremos un poco más adelante. El núcleo de M31 también ha dado que hablar, ya que recientemente se comprobó que presenta una aparente estructura doble, con una estructura mayor conocida como P1 y otra menor denominada P2. Al parecer, P1 es parte de un anillo estelar que orbita alrededor de P2, que contiene en su interior un agujero negro supermasivo.

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La zona, como podemos ver en la siguiente imagen en rayos-X, presenta un número importante de fuentes emisoras de esta longitud de onda, y en su centro podemos ver ese punto azulado, testigo indirecto de la presencia del gran agujero negro. Probablemente no sea muy distinta al corazón de nuestra propia Vía Láctea.

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Con algunos conocimientos nuevos sobre nuestra compañera galáctica, vamos a intentar abordar su observación de una manera algo distinta, que no se quede simplemente en observar el halo y el núcleo que tan bien conocemos y que tantas noches hemos visto (y, la verdad, tampoco nos cansamos de verlo). Con un cielo oscuro sobre nuestras cabezas, M31 llama la atención cuando elevamos la mirada, tanto que no hace falta si quiera saberse topográficamente la zona. Aun así desde cielos contaminados puede ser más complicado, así que podemos encontrarla a partir del cuadrado de Pegaso, o bien desde uno de los picos de Casiopea, que apunta directamente a ella. Si venimos por este último camino podemos aprovechar para echar un vistazo a dos de sus hermanas menores, NGC 147 y NGC 185, dos galaxias elípticas que ya hemos contemplado con anterioridad y que orbitan incansablemente alrededor de M31. No podremos apreciar en ellas mucho detalle, pero su visión no deja de ser sugerente, y mirando al cielo podemos intentar “visualizarlas” mentalmente a medio camino entre su hermana mayor y Casiopea, y pensar “pues sí, realmente parece que están en la misma dirección”.

Sin más preámbulos vamos a esa mancha brillante que nuestros ojos encuentran tan llamativa y que recibe el nombre de M31 o NGC 224. Su tamaño es grande, muy grande, tanto que cabrían 6 lunas llenas en fila india ocupando el halo de un extremo a otro. Su proximidad a la Vía Láctea vista a simple vista puede usarse como estimación de la calidad del cielo, ya que en lugares verdaderamente oscuros la distancia entre ambos es bastante pequeña. El mejor instrumento para observar M31 en su conjunto es, sin duda, unos buenos prismáticos, así como son el único instrumento capaz de abarcar sus 190 minutos de arco de envergadura. El halo brilla fuertemente con una magnitud conjunta de 3.4, y en su centro el núcleo, con forma redondeada, presenta un elevado brillo superficial. Una atenta mirada permitirá vislumbrar sus dos compañeros de viaje, M32 y M110. El primero apenas se distingue como una estrella gruesa, el segundo es una débil mancha blanquecina y alargada cuyo extremo apunta al halo de M31.

El telescopio nos ayudará a ver más detalles, tanto a bajo como a alto aumento, y es que esta galaxia tiene mucho que ofrecer. Desde un principio, a bajo aumento (44x en mi caso con el ocular de 34 mm) el campo de visión ni siquiera llega a cubrir la mitad de sus medidas, de forma que hay que mover el tubo para poder contemplarla a todo lo largo. La imagen, en un primer momento, nos recuerda a la vista por prismáticos pero con un brillo más intenso. El bulbo central, redondeado, resalta enormemente, y destaca la parte más interna de su núcleo, que muestra un aspecto totalmente estelar. No es difícil imaginar en ese punto brillante a la pareja formada por el cúmulo de estrellas y el agujero negro que hemos visto anteriormente. Quién diría que una imagen tan estática puede reunir en un solo punto tanta fuerza…

M31

M32 es una bonita galaxia elíptica que aparece inmersa en el halo galáctico, de unos 7 minutos de arco. Redondeada, más brillante en el centro y difuminándose en sus bordes, colisionó con M31 hace unos 200 millones de años, perdiendo entonces más de la mitad de sus estrellas. Es interesante poder contemplarla al lado de una galaxia espiral para poder comparar ambos tipos morfológicos. El otro satélite, M110, se encuentra al otro lado, separado del núcleo unos 30 minutos de arco, en la periferia del halo principal. Con 10×17 minutos de arco de superficie, se encuentra a 190.000 años luz de M31, y desde nuestra perspectiva la vemos un poco más rezagada que su compañera. A pesar de su forma claramente alargada es de tipo elíptico, deformada por su paso cerca de M31. Vemos sin ningún problema su núcleo alargado y homogéneo, perdiendo brillo conforme se aleja del centro. Ambas galaxias satélite suponen un marco espectacular que ensalza aún más la magnificencia de la Galaxia de Andrómeda. Una prominente banda oscura puede observarse justo por encima del núcleo, más evidente con visión lateral, rodeando toda la zona del bulbo y perdiéndose hacia los laterales. Cuando se presta un poco más de atención aparece un segunda línea oscura por encima de la anterior, y entonces uno es consciente de que la galaxia es, además de muy larga, muy ancha.

Un detalle más podemos observar a bajos aumentos, y no es otra cosa que NGC 206, la inmensa asociación estelar que puebla uno de los brazos de M31. Para encontrarla lo más fácil es imaginar un triángulo formado por el núcleo de la galaxia, M32 y, en el otro vértice, veremos, si no nos molestan las luces artificiales, una pequeña mancha difusa que brilla algo más que el halo. Presenta una forma alarga, y de ella parece salir, tras una buena adaptación a la oscuridad, otra débil línea oscura en dirección a M32. En una noche más oscura podríamos apreciar más detalles aún con toda seguridad.

Abandonamos la galaxia propiamente dicha para ir a la caza de algunos de sus cúmulos globulares, algo para lo que sí necesitaremos al menos aberturas moderadas, ya la mayoría de ellos son de magnitud mayor a 14. El primero que vi fue G76, el más brillante de los que aparecen sobre el halo galáctico. Está muy cerca de NGC 206 y presenta una magnitud de 14.3, con 3 segundos de arco de diámetro que no bastarán para ver al cúmulo como algo más que una débil estrella. Es muy llamativo la región en la que se encuentra, un pequeño asterismo que parece un “copia y pega” de la constelación Casiopea. No es sólo su forma de “M” lo que recuerda a ella, sino que uno de los picos lo componen en realidad dos estrellas muy unidas, de forma similar a Shedir y Achird. Puede resultar difícil ver estas dos estrellas por su relativa cercanía, de 22 segundos de arco, pero será imprescindible, porque la más interna de ellas es en realidad el cúmulo globular. A 125 aumentos su aspecto es totalmente estelar, y cuando subí a 300x el fuerte viento que había esa noche me impedía apreciar la imagen totalmente nítida. En el mejor de los casos se verá como un débil estrella ligeramente engrosada, pero no debemos perder de vista que estamos hablando de un cúmulo globular que pertenece a otra galaxia (incomparablemente más lejos que los cúmulos de Fornax, por ejemplo, o el errante intergaláctico).

NGC 206

Con el Hyperion de 13 mm G76 comparte campo de ocular con otro cúmulo globular, un poco más débil aún, que recibe el nombre de Bol D195. Su magnitud de 15.3 hace totalmente imprescindible conocer su ubicación exacta, formando parte de una especie de pequeña cruz que mira hacia abajo. Después de tantear estos dos globulares me propuse ir a la caza de Mayall II, el mayor de los cúmulos de M31. Siguiendo el atlas me situé al lado de la estrella donde debía estar, y me sorprendió no verlo a la primera. Aun así, decidí insistir y, con paciencia, logré percibirlo como un evanescente punto que sólo aparecía con visión lateral y cuando la estabilidad de la atmósfera era especialmente buena. Decidí aumentar a 300 aumentos, aunque no logré mucha mejoría. Extrañado, volví a mirar el atlas y fui consciente de mi error. Eso no era Mayall II, sino G35, un globular aún más débil todavía. Con una magnitud de 15.5, es uno de los objetos más débiles que he conseguido ver con mi Dobson de 30 cm, aunque con mejores condiciones del cielo se puede forzar un poco más.

M31 - G35

Una vez consciente de mi error avancé un poco más con el telescopio hasta llegar a Mayall II, también conocido como G1 (Globular 1). Con una magnitud de 13.7 y unos 30 segundos de arco, su visión es un regalo para los sentidos después de los anteriores globulares. Se encuentra situado completamente fuera de los dominios de M31, motivo que probablemente ayude a verlo mejor, debido a que presenta un mayor contraste sobre el cielo oscuro de fondo. Se hace aparente desde un primer momento como una pequeñísima mancha borrosa, que pide a gritos usar mayores aumentos. A 300x la imagen mejora bastante, y esa pequeña bola difusa aparece flanqueada por dos débiles estrellas, recordando enormemente a M13 y sus dos estrellas en una versión minimizada. Por supuesto, ninguna estrella del cúmulo se puede individualizar, ni siquiera ofrece un aspecto grumoso, pero es de agradecer poder observar un cúmulo globular extragaláctico tan brillante (relativamente, por supuesto). Su visión desde la propia M31 debe ser abrumadora como poco…

Mayall II

Aquí concluimos este viaje a través de la galaxia más conocida y concurrida por astrónomos, desde el más novel al más veterano. Tan sólo hemos visto una mínima proporción de los cúmulos globulares que nos puede ofrecer, pero nada nos impide hacernos con un buen mapa estelar e ir cazándolos poco a poco, al menos los que se encuentren a nuestro alcance. Las dos bandas oscuras son sólo las principales líneas de gas que interceptan la luz de la galaxia, pero hay muchas otras diseminadas por el halo, que se nos mostrarán cuando observemos a M31 desde un cielo verdaderamente oscuro. Otros detalles aparecerán entonces, maravillándonos a medida que navegamos por su superficie con nuestro telescopio. Mientras tanto, miraremos incansablemente esa mancha de luz que, si de algo nos habla, es de lo que pequeños que somos en el universo. A saber cuántos ojos nos contemplan desde esa gran familia de estrellas. ¿En cuántos planetas florecerá la vida entre más de un trillón de soles?

Superhéroes en Andrómeda

No, no vamos a hablar de la Galaxia de Andrómeda. Ella tendrá su momento de gloria en otro momento, pero hoy le toca el turno a tres objetos de su propia constelación que tienen el valor de plantarle cara con sus interesantes detalles. Vamos a hablar de dos peculiares galaxias (NGC 891 y NGC 404) y una bonita nebulosa planetaria (NGC 7662), todas ellas accesibles a telescopios de pequeña abertura, aunque para distinguir ciertos detalles necesitaremos más anchura y, sobre todo, buenos cielos.

Comenzamos por una galaxia, NGC 891, que está incluida además en el catálogo Caldwell con el número 23. Tiene una importante peculiaridad: es una galaxia extremadamente similar a la nuestra, así que podemos apreciar cómo nos vería un extraterrestre desde una galaxia vecina, viéndonos de perfil (desde NGC 891 no podrían vernos, porque estaríamos ocultos por el plano medio de su “vía láctea”, tras oscuras nebulosas, como ahora veremos). Se encuentra a unos 32 millones de años luz, bastante lejos de los límites de nuestro Grupo Local, y mide 110.000 años luz de diámetro. Pertenece al denominado Grupo de NGC 1023, acompañando a esta y a otras 40 galaxias, que se alejan de nosotros a unos 500 km por segundo. Para hacernos una idea, cuando la luz de NGC 891 salió hacia nosotros, en la tierra ni siquiera existían los simios. Fue en esa época cuando se congeló la Antártida y los mamíferos se diversificaron y comenzaron a evolucionar rápidamente.

Foto - NGC 891

Su característica más llamativa, quizás, sea la impresionante franja oscura que atraviesa la galaxia de extremo a extremo, que puede apreciarse en todo su esplendor en fotografías de larga exposición. Además, se ven entrantes oscuros perpendiculares a esta línea, como desgarros violentos que son muestra de que el universo es cualquier cosa menos estático. Estos “dedos” oscuros pueden llegar a medir 4.500 años luz, y se deben probablemente a explosiones de supernovas. En su núcleo hay una gran región HII que hace patente su activa formación de estrellas y hace suponer, gracias a recientes estudios, la presencia de una barra central similar a nuestra galaxia.

Al telescopio es fácil de ubicar, al lado de la impresionante estrella Gamma Andromedae o Almach, que ya podemos aprovechar para ver de camino (dos componentes a 9.8’’ de distancia y con un contraste de color impresionante, azul y amarillo) y que merece una entrada a parte. NGC 891 es una galaxia de relativo bajo brillo superficial, cosa que hay que tener en cuenta al buscarla. Una vez en el ocular, obtengo la mejor visión a 125 aumentos, como la mayoría de los objetos que he visto últimamente (el Hyperion 13 mm es una maravilla…). Se aprecia perfectamente su silueta de perfil y un brillo de mayor intensidad en el núcleo, que se va perdiendo hacia los extremos. Es grande, más de lo que parece en un primer momento. La primera vez que la vi no tenía apuntado ningún detalle sobre ella, así que tuve que pestañear y volver a mirar varias veces para convencerme de que estaba viendo una línea oscura que la atravesaba por el centro, de modo similar a NGC 4565 (un poco más débil, según recuerdo). Mayores aumentos disminuyen el brillo global pero no hacen desaparecer la barra oscura.

NGC 891

El siguiente objeto es NGC 7662, una nebulosa planetaria a medio camino entre las constelaciones de Andrómeda y Lacerta, situada a una distancia de 2.000-6.000 años luz. Es una nebulosa de forma circular que brilla con una magnitud de 8.6.  El núcleo de su estrella central, una enana azul, es de los más calientes que se conocen, con una temperatura cercana a los 75.000 grados. Además, esta estrella es variable, cambiando su magnitud de 12 a 16, por lo que en algunas ocasiones no podremos ver rastro de ella (de hecho es difícil de ver incluso en sus máximos, ya que se halla parcialmente cubierta por una capa de gas).

A 65 aumentos ya muestra su aspecto redondeado, mayor que las estrellas que la rodean, pero no deja ver ninguna irregularidad. Una pequeña pelota que flota en un campo no especialmente rico en estrellas. A 125x la imagen mejora considerablemente, aumentando el tamaño de NGC 7662. Ver o no el detalle interno depende de la noche, tanto de la oscuridad del cielo como del seeing. El 10 de septiembre, en lo alto de un monte cerca de Granada, las condiciones fueron suficientemente buenas como para apreciar el anillo interno, más pequeño y de mayor brillo que el resto de la nebulosa, que resaltaba especialmente con mirada periférica. Una tímida estrella brilla en su centro, así que puedo considerar afortunado por observarla en un buen momento. Poniendo el ocular de 7 mm, con 214x, la imagen no pierde excesivo brillo (NGC 7662 aguanta bien los aumentos), pero las turbulencias me impedían visualizar correctamente el anillo interno. Los filtros tampoco me ayudaron mucho. Me he dado cuenta de que cuando la noche es buena no suelo apreciar mejoría en las nebulosas planetarias con el OIII, es más, incluso empeora el contraste (me refiero a las planetarias pequeñas y densas, claro, no a los Velos o la Hélice, por ejemplo). Como siempre, dediqué unos minutos a recrear en mi mente e imaginar el escenario desde un punto de vista más cercano, la diminuta estrella ionizando esa inmensa capa de nubes e impregnándola de un brillo fantasmagórico (se estima un diámetro de 0.8 años luz a la nebulosa).

NGC 7662

Para terminar esta sección de superhéroes hay que nombrar a NGC 404, también conocida como el fantasma de Mirach, por encontrarse lindando con dicha estrella, Beta Andromedae. El espectáculo de ver una estrella tan brillante y con ese tono a medias entre amarillo oscuro y anaranjado, junto con una débil mancha de luz redondeada y difusa, no tiene precio. Esa luz difusa no es sino una galaxia lenticular que se encuentra a 10 millones de años luz, muy cerca de nuestro Grupo Local pero sin estar atraída por él. Este tipo de galaxias se caracteriza por presentar una población de estrellas en fase avanzada de evolución, con abundantes gigantes rojas. Sin embargo, recientes estudios han encontrado dos anillos de estrellas azules y jóvenes concéntricos al núcleo de la galaxia, así como regiones de hidrógeno, que son reflejo de un proceso importante de formación estelar. ¿Cómo es posible que una galaxia “vieja” esté creando estrellas? Parece ser que NGC 404 era anteriormente una galaxia espiral que, hace mil millones de años, colisionó con otras galaxias, alterando su estructura y reactivándose su proliferación de estrellas. Un agujero negro reina en su interior, con una masa de entre 100.000 y 400.000 soles.

NGC 404

Al telescopio la vista es sobrecogedora a cualquier aumento. El fuerte brillo de Mirach no es suficiente para eclipsar a NGC 404, que da la cara como una mancha difusa y perfectamente redondeada, con un núcleo brillante. Cualquier aumento es bueno para observar a este par, ya que la galaxia resiste altos aumentos sin ningún problema. Su alto brillo superficial la hace un buen objetivo para observar desde ciudad, y su cercanía a Mirach la hace idónea para no perderse. No hay excusa para no saludarla siempre que rondemos cerca.