El arco celestial (NGC 6670)

La constelación de Draco es tan extensa que a menudo supone un problema orientarse entre sus estrellas, entre las cuales podemos encontrar verdaderas sorpresas. La observación de hoy la realicé con el Dobson de 40 cm del Moral, y no recomendaría emprender la tarea con telescopio de menor apertura (un telescopio de 30 cm podría, quizás, servir bajo cielos extremadamente oscuros).

Foto NGC 6670

La maravillosa fotografía, obtenida con el Hubble, corresponde al objeto conocido como NGC 6670, que en realidad está compuesto por dos galaxias en interacción. Son dos galaxias vistas de perfil que se encuentran a la increíble distancia de 400 millones de años luz. El estudio del hidrógeno neutro que las compone ha proporcionado información muy importante. Por ejemplo, se ha podido saber que ya han sufrido, al menos, un encuentro en un pasado reciente, encontrándose inmersas en su segunda cita cósmica. A pesar de llevar poco tiempo de interacción, las regiones centrales de las galaxias ya muestran signos de estar comenzando un brote estelar, una inmensa proliferación de estrellas propiciada por el encuentro entre sus masas gaseosas. También se ha encontrado una estela de hidrógeno neutro que se extiende mucho más allá de las galaxias, un filamento que llega a alejarse 300 millones de años luz de ambas, una de las consecuencias del mencionado primer encuentro. Al igual que dos coches que colisionan, también se desprenden fragmentos de las galaxias al exterior, sometidas como están a grandes velocidades y fuerzas gravitatorias.

Ambas galaxias tienen un brillo extremadamente bajo, siendo su magnitud menor de 14, de ahí su gran dificultad para observarlas. Sin embargo, merece la pena hacer un esfuerzo, aunque sea por vislumbrar de lejos la magnífica relación entre las dos galaxias. Una vez encontremos el campo tendremos que usar aumentos elevados que aumenten el contraste con el cielo: después, paciencia y visión lateral. Poco a poco las dos galaxias nos irán mostrando sus encantos. La más brillante de ellas será, seguramente, la primera mancha que distingamos, más cercana a una estrella brillante. No podemos pedir ver detalles salvo una etérea condensación alargada de apenas un minuto de longitud. Con el Dobson de 40 cm me pareció apreciar un abombamiento de su región central, como si fuera un huso levemente arqueado pero extremadamente difuso. Su otra compañera, más débil aún, se dejaba ver por el rabillo del ojo, más fina y tenue, continuando el arco que dibujaba la primera. Tras un buen rato al ocular el esfuerzo necesario para verlas fue disminuyendo, aunque no dejaron de ser más que un lejano reflejo de la fotografía que abre esta entrada: un reflejo, sin embargo, más vivo que cualquier foto, sintiendo con los ojos los mismos fotones que esa galaxia, hace 400 millones de años, nos envió a nosotros.

NGC 6670

Messier misterioso (M102)

Algunos objetos del famoso catálogo parecen haberse rodeado por un área de incertidumbre que aún hoy los rodea, y como prueba de ellos tenemos a M102, un objeto que diversos atlas pueden mostrar en varios sitios distintos.

Fue descubierta por Pierre Mèchain en 1781 y vista poco después por Charles Messier, aunque Mèchain refirió, poco después, que podría haberse equivocado al comprobar su localización, confundiéndola con M101. A partir de ahí diversas galaxias se han relacionado con ésta, todas ellas cercanas pero muy distintas entre sí. NGC 5866, NGC 5879, NGC 5907, NGC 5908… Todos estos nombres han sido honrados con el otorgamiento provisional del título (un puesto en el catálogo más famoso es, sin duda, un puesto honorífico), aunque finalmente todo apunta a que el objeto que vio originalmente Mechàin fue la galaxia NGC 5866. Y hay que admitir que se lo merece:

Foto M102

Es una galaxia lenticular que nos muestra su perfil, aunque comparte algunos elementos de una espiral, destacando esa llamativa banda central. Hay numerosas lenticulares con barras centrales, pero suelen encontrarse dispuestas en la zona más central. La banda de polvo de M102, por el contrario, discurre a través de todo el bulbo, dividiéndolo en dos partes simétricas. Si observamos detenidamente la imagen del Hubble podremos apreciar, además, que la banda no es homogénea, presentando salientes en forma de “dedos” que se alejan del centro, algo parecido a lo que veíamos en NGC 891. Este elemento también es característico de galaxias espirales y es debido a la presencia de estrellas masivas que producen fuertes vientos, moldeando su entorno y produciendo estos géiseres de gas y polvo. 100.000 millones de estrellas pueblan esta gran galaxia que se encuentra a unos 50 millones de años luz de nosotros. Muchas de estas estrellas habitan fuera del disco galáctico, formando parte de un inmenso halo que se aprecia en fotografías de larga exposición como una nube difusa que rodea la galaxia.

M102 preside un grupo de galaxias que llevan su nombre, y a su vez forma parte de una agrupación de familias que podrían estar relacionadas entre sí. Podemos imaginar un enorme cilindro de galaxias que van desde M102, más al norte, pasan por el grupo de M101 y bajan por el grupo de M51, ya más cerca de nosotros. Verdaderamente interesante es plantearse esta geografía cuando miremos el cielo a ojo desnudo, imaginando los tres grupos dispuestos uno detrás de otro, plagados de diminutas manchas de luz. Ya que hemos hablado de su disposición en el cielo hay que añadir que M102 se encontraba a tan sólo un grado de distancia del polo norte celeste hace 6900 años. Dentro de 18900 años volverá a ocupar dicho puesto de honor, siendo la galaxia más septentrional de cuantas conocemos.

Visualmente esta galaxia es una verdadera maravilla, aún cuando su banda oscura quede vetada a grandes telescopios y noches prístinas. Con una magnitud que ronda la décima, se puede apreciar a través del buscador del telescopio, aunque no veremos más que una débil y pequeña mancha. Con un telescopio la situación es bien distinta. La primera vez que la vi quedé gratamente sorprendido, incluso a bajo aumento, y pasó un buen rato hasta que decidí cambiar de ocular. M102 tenía una perfecta forma elipsoidal, un huso celeste visible incluso con visión directa que representaba perfectamente a las galaxias lenticulares. Su centro brillaba con fuerza gracias a un núcleo estelar que contrastaba con el resto. A su alrededor se disponía un brillante bulbo ovalado que daba paso al halo más débil y extenso. Este halo se iba estrechando conforme se alejaba del centro, terminando en dos extremos realmente finos que se perdían en la oscuridad del cielo.

M102

El enigma de Markarian 205

El estudio de la radiación electromagnética ha sido uno de los hitos principales a la hora de conocer el universo, tanto su naturaleza como sus verdaderas dimensiones. Ya en el siglo XIX se conocía el efecto Doppler, según el cual un objeto que se alejara de nosotros nos enviaría ondas más anchas que las habituales (desplazadas hacia el rojo), mientras que serían más estrechas si venía directamente hacia nosotros (todos conocemos ya el clásico ejemplo del tren). De esta manera, Vesto Slipher ya se da cuenta, a principios del siglo XX, de que muchas “nebulosas espirales” presentan desplazamientos al rojo extremadamente importantes, siendo Hubble quien cuantifica dicho desplazamiento y lo relaciona entre ellas, de manera que logra uno de sus principales descubrimientos: las galaxias se alejan de nosotros, y lo hacen más rápido conforme más alejadas están, lo cual lleva a la ineludible teoría de la expansión del universo.

Por tanto, el desplazamiento al rojo se ha convertido en una de las pruebas de que el universo se encuentra en expansión, aunque en ciertos momentos ha llegado a tambalearse. Hoy vamos a presentar uno de los principales enigmas que han generado controversia con respecto a este fenómeno. En 1971, Halton Arp, el creador del célebre catálogo Arp de galaxias peculiares, descubrió que había una conexión entre la galaxia NGC 4319 y una fuente de luz estelar, llamada Markarian 205, que se correspondía con un quásar. La galaxia, una bonita espiral barrada de brazos abiertos, presentaba un desplazamiento al rojo, o redshift, de 0.0045, lo cual la situaba a unos 77 millones de años luz de distancia. Inmersa en su halo estaba Markarian 205, cuyo desplazamiento, de 0.070, lo situaba a la considerable distancia de 950 millones de años luz. Por ese motivo, Arp se quedó fascinado al comprobar que entre ambos parecía existir un puente de materia que los conectaba, débil pero claramente presente. De estar unidos y, por tanto, a distancias similares, el fundamento del desplazamiento al rojo podría quedar invalidado, resquebrajando uno de los principios más importantes en cosmología. Si ambas estuvieran a la misma distancia, ¿cómo podríamos confiar en el desplazamiento al rojo para determinar las distancias de otras galaxias?

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Por suerte, con la adquisición de mejores imágenes se pudo comprobar que el puente de materia no era tal, sino que pudo deberse a un artefacto en las primeras imágenes obtenidas, posiblemente debido a una estrella cercana. No obstante, sí parece haber algo de materia situada entre ambos objetos, aunque estas prolongaciones de NGC 4319 también se han encontrado en otras partes de la galaxia, sin ninguna relación con otros cuerpos, por lo que debemos desechar su unión con Markarian 205. Este quásar es una gran fuente de radiación ultravioleta, y poder verla en longitudes de onda visibles no hace más que apoyar el hecho de que ha tenido que viajar a través de una gran cantidad de espacio para que se desplace hacia el rojo, disminuyendo la frecuencia de sus ondas. El propio Halton Arp descubrió otros pares de galaxias y quásares en los que había grandes diferencias en cuanto a su distancia, aunque el caso que nos ocupa hoy es el más llamativo de todos.

Lo mejor de todo es que podemos ver a NGC 4319 y a Markarian 205 con un telescopio de mediana apertura, y no sólo eso, sino que comparte campo de visión con otra llamativa galaxia, NGC 4291. Esta última se encuentra a 85 millones de años luz, formando parte del mismo grupo que NGC 4319. Esconde en su interior un agujero negro de una masa bastante superior a la que cabría esperar según el tamaño de la galaxia. La mayoría de galaxias presentan una relación similar entre la masa del agujero negro y la masa estelar de la galaxia, pero en el caso de NGC 4291, así como en el de NGC 4342, la teoría parece fallar. Un estudio reciente se centró en detectar el gas caliente que rodea a estas galaxias, como una medida indirecta del halo de materia oscura que las rodea, y encontró que la materia oscura sí parecía relacionarse directamente con el tamaño del agujero negro. ¿Cómo puede influir la materia oscura en el tamaño del agujero negro central de una galaxia? Por suerte, la respuesta no se conoce todavía, y es que una de las cosas más apasionantes de la astronomía es el gran número de preguntas que aguardan respuesta. En los próximos años, con la puesta en marcha de telescopios mucho más potentes, nuestro conocimiento crecerá de forma exponencial y muchos de estos misterios quedarán resueltos.

Foto NGC 4291

Con esta información a la espalda, nos disponemos a observar estos interesantes universos que se encuentran en la constelación de Draco. NGC 4319 nos llamaría la atención como una esfera nebulosa, algo alargada, que brilla con una magnitud de 12.8. Con 3 minutos de arco de diámetro mayor, sus brazos están reservados a cielos completamente alejados de la contaminación lumínica, aunque nuestro objetivo será otro bien distinto. Con una magnitud de 14.5, Markarian 205 brilla tímidamente a la sombra de la galaxia. Con ayuda de visión periférica podremos apreciarlo como una diminuta estrella, apenas destacada sobre el halo de NGC 4319. Sin embargo, cuando alcancemos a ver sus fotones no perdamos de vista las dimensiones: su luz ha recorrido unos vertiginosos mil millones de años luz hasta llegar a nuestra retina, teniendo que atravesar, además, parte del halo de NGC 4319.

NGC 4319

NGC 4291 brilla simpáticamente formando un interesante trapecio con otras tres brillantes estrellas, de manera que no puede pasar desapercibida. Aparece como una nubecilla redondeada, con el centro algo más brillante, que se va debilitando rápidamente conforme se aleja, alcanzando un diámetro de unos dos minutos de arco. Esta es, sin duda, una postal para recordar en la dispersa constelación del dragón, así como una excusa para profundizar en estos fascinantes temas.

NGC 4319 - detalles

La pareja del dragón (Arp 81)

El Hubble nos regala la siguiente imagen, y deleitándonos con ella vamos a comenzar el artículo:

Foto NGC 6621.jpg

Se trata de dos galaxias en interacción llamadas NGC 6621 y NGC 6622, ambas formando parte del catálogo Arp de galaxias peculiares como Arp 81. A 265 millones de años luz de distancia, el espectáculo queda garantizado en esta colisión de proporciones gargantuescas. NGC 6622 es la mayor de ellas, situada a la derecha en la fotografía, y es una galaxia barrada espiral que ha perdido gran parte de su estructura, aunque destaca uno de sus brazos, que se ha deformado por las corrientes de marea y se extiende por una distancia de casi 250.000 años luz. El cuerpo de la galaxia propiamente dicha tiene unos 68.000 años luz de longitud y 26.000 de ancho, lo cual nos sirve para hacernos una idea de su enorme brazo espiral. Su compañera, NGC 6621, es una pequeña galaxia lenticular, de apenas 20.000 años luz de diámetro, que al lado de NGC 6622 parece estar relativamente tranquila. Sin embargo, sabemos que ambas están inmersas en un largo y colosal baile, habiéndose estimado que el último acercamiento tuvo lugar hace unos 100 millones de años, tras el cual las galaxias se han alejado 55000 años luz. Próximamente, si esto fuera un vídeo a cámara rápida, veríamos como la velocidad de separación se va ralentizando hasta que la gravedad vuelve a producir otro acercamiento entre ellas. El siguiente contacto será, probablemente, el definitivo, aunando los dos universos y formando una galaxia elíptica.

Esta interacción ha promovido la formación de una ingente cantidad de estrellas, como podemos apreciar por la presencia de múltiples cúmulos azulados, la mayoría de ellos en NGC 6622, con algunas gigantes azules que se pueden individualizar en las fotografías de larga exposición. Otra característica que hace referencia a esta alta proliferación estelar es su elevado brillo en el infrarrojo, que ha llevado a catalogar estas galaxias como LIRG, siglas de “Luminous Infrared Galaxies”. Si nos fijamos en otras propiedades, como la presencia de hidrógeno neutro (en esta entrada hablábamos sobre los distintos tipos de hidrógeno), llama la atención la escasez relativa de este elemento, probablemente porque la interacción entre ambas galaxias ha removido este gas. El hidrógeno molecular, sin embargo, es extremadamente abundante, sobre todo en los brazos, indicándonos también los lugares de formación estelar (aunque no podemos captar el hidrógeno molecular, se puede inferir su localización gracias a la detección de monóxido de carbono).

Ambas galaxias se encuentran en la constelación de Draco, muy cerca de la nebulosa planetaria NGC 6543, por lo que podemos aprovechar y hacerle una visita. Las magnitudes de NGC 6621 y NGC 6622 son, respectivamente, 13.6 y 13.2, y su bajo brillo superficial no hace que sean especialmente fáciles. Sin embargo, bajo una oscura noche se apreciar con aberturas moderadas y una adaptación visual. Con mi Dobson de 30 cm aprecié inicialmente una mancha muy débil y algo alargada, y desde el primer momento podía notar que no era una imagen completamente homogénea. Usé el Cronus de 7 mm, con 214 aumentos, y pude verla un poco más definida. Tras varios minutos de adaptación conseguí, con visión periférica, distinguir cómo uno de los extremos de la mancha era, realmente, otra pequeña nubecilla independiente, NGC 6621, prácticamente en contacto con la más alargada. Además, por momentos aparecía el núcleo de ambas galaxias como una débil condensación casi puntual, desapareciendo al fijar la vista. No atisbé ni rastro del gran brazo de NGC 6622, por lo cual queda apuntada en mi lista de objetos para ver con mayor abertura. Sin embargo, por muy débil que sea, nunca se pierde la sensación de estar viendo algo muy, muy lejano y muy, muy grande.

NGC 6621.png

Más galaxias del norte (NGC 4236 y NGC 2985)

La zona que engloba a la Osa Mayor y a Draco nos sorprende en cada rincón con galaxias de diferente morfología y magnitud, aptas para todos los instrumentos de observación. Hoy vamos a ver dos de estas galaxias que se encuentran al norte de M81 y M82. La primera de ellas, NGC 4236, pertenece, de hecho, al grupo de galaxias de M81. Está situada a poco más de 11 millones de años luz y, a pesar de contar con una magnitud de 10.5, no nos será precisamente fácil su observación. Esta dificultad depende de un factor importante en astronomía que se denomina brillo superficial. Básicamente, tiene en cuenta el brillo de un objeto por unidad de superficie. Por ejemplo, podemos comparar una nebulosa planetaria de magnitud 12 con una galaxia extensa de la misma magnitud. La planetaria, mucho más pequeña, será mucho más fácil de ver, ya que el brillo se encuentra concentrado en un área menor. Sin embargo, si la galaxia tiene, por ejemplo, 10 minutos de arco, será distinguible a duras penas, ya que la magnitud 12 se encuentra dispersa por un área mucho mayor. Éste es el problema que encontramos con NGC 4236, una galaxia con un brillo superficial de 15.4 mag/arcmin y extensa, alcanzando los 22 x 7 minutos de arco.

Foto NGC 4236.jpg

NGC 4236 es una galaxia espiral barrada con 75.000 años luz de diámetro. Recientemente ha tenido lugar en ella una importante proliferación estelar, que se ha manifestado con el gran número de remanentes de supernova que se han detectado desde nuestro planeta. Abundantes regiones HII pueblan sus brazos, destacando una que es especialmente extensa y brillante al noroeste, y que será uno de nuestros objetivos de observación. Para encontrarla podemos partir de un trío de estrellas formado por kappa draconis, 4 Dra y 6 Dra, situadas al norte de la Osa Mayor. La primera de ellas es una brillante estrella de tipo espectral B, joven y masiva, que se encuentra a unos 500 años luz de distancia. Está rodeada de un disco de materia que se ha originado por su alta velocidad de rotación, que en el ecuador es mayor de 250 km/s. A menos de 2 grados de estas estrellas encontraremos a nuestra galaxia. NGC 4236 es de esos objetos que se ven tremendamente afectados por la más mínima contaminación lumínica, ya que su bajo brillo superficial hará que desaparezca si la noche no es suficientemente oscura. Con el Dobson de 30 cm, a 65 aumentos ya se distingue como una mancha fantasmal, alargada, tan difusa que no muestra forma alguna. A 115 aumentos ocupa más de la mitad del campo del ocular, y la paciencia será nuestra mejor herramienta para observarla, además de intentar dejar de lado a la brillante estrella que comparte ocular con ella. Poco a poco va quedando más definido el halo, muy débil pero fácilmente visible con visión lateral. Presenta una zona central más brillante y alargada en el sentido del lado mayor de la galaxia, el núcleo barrado del que salen los esquivos brazos. Tras largo rato mirando a través del ocular  conseguí ver la región HII más brillante de la galaxia, apenas una pequeña mancha tenue y difusa, situada al noroeste en la periferia del halo. No es fácil de distinguir, pero resulta tremendamente gratificante y emocionante poder apreciar estructuras de este tipo en galaxias distintas a la nuestra.

NGC 4236.png

Podemos aprovechar esta incursión en la zona para observar otra galaxia de la Osa Mayor relativamente desconocida, denominada NGC 2985. Es una delicada espiral situada a una distancia mucho mayor, a unos 62 millones de años luz. Presenta una estructura interna que recuerda a las galaxias floculentas, con múltiples brazos fragmentados salpicados de regiones azuladas, aglomeraciones de estrellas jóvenes y masivas. Sin embargo, podemos apreciar una región periférica compuesta por dos Foto NGC 2985brazos espirales mucho más tenues y pobres en estrellas, extendiéndose hasta perderse de vista.

Su magnitud de 10.4 la hace asequible a la mayoría de instrumentos, y una estrella roza su halo como si pudiera llegar a tocarla. Es una galaxia de tipo Seyfert, con un núcleo activo que emite altas cantidades de radiación. Dicho núcleo destaca como un punto brillante al observarla a 214 aumentos con el Kronus de 7 mm, ocular con el que no pierde excesivo brillo. Se puede apreciar la región interna de la galaxia como una esfera bien delimitada, de forma levemente alargada, rodeando al brillante núcleo. Es una galaxia pequeña, pero su visión es ciertamente agradable, y un sitio al que recurrir cuando queramos ver algo distinto a lo habitual.

NGC 2985.png

Supernova en NGC 4125

El pasado 28 de mayo de 2016 un equipo del observatorio de Lick detectó una supernova en la galaxia NGC 4125, brillando con una magnitud de 14,8 y denominándose SN2016coj. Buscando en imágenes anteriores, se pudo comprobar que ya existía 4 días antes, si bien el 19 de mayo no aparecía en ninguna fotografía, lo cual habla en favor de su reciente aparición. Se clasificó como una supernova de tipo Ia, aquéllas en las que las protagonistas son enanas blancas que forman parte de un sistema binario. La pequeña estrella va absorbiendo masa de su compañera, aumentando progresivamente su masa, densidad y presión, lo cual deriva en el acrecentamiento de su temperatura, fusionando entonces elementos más pesados como el carbono y el oxígeno. Las fuerzas se desestabilizan, alcanzando miles de millones de grados en muy poco tiempo, y se producen intensas llamaradas que determinan la explosión violenta de la estrella, cuya onda expansiva llega a alcanzar velocidades de hasta 20.000 km por segundo, un 6% de la velocidad de la luz.

La supernova que nos ocupa hoy ha tenido lugar en NGC 4125, una galaxia elíptica muy elongada, de tipo E6, que se encuentra a unos 70 millones de años luz. Ronda la magnitud 10, por lo que es accesible a la mayoría de instrumentos de observación, y se encuentra en la constelación de Draco, justo por encima del cuadrilátero de la Osa Mayor. Cuando la observé, la noche del 1 de junio, la supernova ya había alcanzado la magnitud 14.2, y se apreciaba sin ningún problema justo encima del núcleo galáctico, como si éste fuera doble.

NGC 4125.png

Haciendo algunos cálculos podemos saber que la supernova, actualmente, presenta una magnitud absoluta de -17.5, equivalente a mil millones de soles, lo cual nos puede dar una idea de la espectacularidad de este fenómeno. Si la supernova ocurriera a la distancia que ocupa Sirio su magnitud aparente sería de -24.5, fácilmente visible a pleno día y acercándose al brillo de nuestro Sol, que tiene una magnitud de -26. Estas noches sin luna son, por tanto, una oportunidad perfecta para observar esta espectacular supernova y, conociendo estos datos, disfrutarla como algo más que un simple punto inmerso en una débil nebulosidad.

Arqueología galáctica (NGC 5907)

Nuestro objetivo de hoy será otra importante galaxia de Draco, denominada NGC 5907, aunque antes de llegar a ella haremos un descanso a medio camino para visitar a una interesante pareja de galaxias, NGC 5963 y NGC 5965. Se encuentran separadas por tan sólo 9 minutos de arco, aunque no son precisamente vecinas. NGC 5963 es una galaxia espiral formada por multitud de brazos que giran en el sentido de las agujas del reloj, llamando la atención la extrema debilidad de estos. La galaxia posee abundantes zonas de proliferación estelar, con algunas pequeñas manchas rosáceas, regiones HII, dispersas por su superficie. Sin embargo, el bajo brillo de sus brazos parece tener su causa en una escasez relativa de estrellas de mediana y avanzada edad, por lo que podríamos decir que NGC 5963 es bastante joven en términos astronómicos. Se encuentra a unos 40 millones de años luz de nosotros, y con nuestros telescopios de aficionado podremos apreciar su región interna, que es donde se concentra la mayor parte de su brillo superficial. NGC 5965 se encuentra mucho más distante, a nada menos que 150 millones de años luz, y es una espiral vista casi de perfil, lo cual nos garantiza un bonito contraste entre ambas. Presenta un núcleo muy brillante y unas finas líneas de polvo que van delimitando de manera vaga la silueta de sus brazos en espiral. Del mismo diámetro aparente que su compañera es, sin embargo, mucho mayor, alcanzando los 200.000 años luz entre sus extremos Al telescopio ofrece una forma alargada y llama la atención su intenso núcleo y la región colindante, que aparece como una brillante zona redondeada en pleno centro de la galaxia.

NGC 5963.png

No tenemos más que desplazarnos 2 grados y medio para encontrar a NGC  5907, una galaxia que ha deparado grandes sorpresas en los últimos años. Situada a una distancia de entre 40 y 50 millones de años luz, siempre se la consideró una solitaria galaxia espiral barrada, vista prácticamente de canto. Presenta dos anillos de estrellas a modo de brazos, invisibles desde nuestra perspectiva, dispersándose por un diámetro total de 150.000 años luz, comparable a nuestra propia galaxia. En las últimas décadas se observó una gran escasez de estrellas rojas, encontrándose tan sólo una de las cien que esperaban ver. Esto hizo pensar que podía deberse a la interacción de NGC 5907 con otra galaxia, a pesar de encontrarse relativamente aislada. Sin embargo, en 2006 tuvo lugar un apasionante descubrimiento. En una fotografía de larga exposición aparecieron enormes cadenas de estrellas que sobresalían de la galaxia formando bucles, como si fueran grandes lazos que atravesaban el disco galáctico. Fue la prueba más irrefutable de que NGC 5907 no era tan solitaria como parecía, ya que esos bucles eran los restos de una galaxia enana que, por el influjo de la galaxia principal, se había ido deformando con intensidad hasta perder toda forma de cohesión.

Foto NGC 5907

Esta fotografía puede que nos traiga a la mente una imagen mucho más cercana. Si alguna vez hemos oído hablar de la Galaxia Enana de Sagitario, puede que nos suene esa apariencia de lazos en bucle que, realmente, es casi idéntica a la que tenemos en nuestra propia galaxia, aunque no podamos verla por su extrema debilidad. Este proceso se conoce como canibalismo galáctico, proceso por el cual una espiral de tamaño considerable “canibaliza” a una galaxia enana. Se forman importantes Foto NGC 5907 chorrocorrientes de marea y la gravedad va dispersando las estrellas que conforman la galaxia enana, quedando éstas disgregadas a modo de chorro de agua, hasta el punto de que no se puede reconocer el núcleo original de la galaxia, como ocurre en el caso de NGC 5907. El resultado final es un aumento de la población en la galaxia principal y la posible formación de nuevas estructuras, como anillos estelares, brazos o regiones con una proliferación importante de estrellas.

Ya a bajos aumentos NGC 5907 resplandece como una fina mancha que rasga la oscuridad del cielo, y entonces entendemos el sobrenombre de “la astilla” con el que también se la conoce. Ocupa algo más de 10 minutos de arco de longitud, con la zona central acompañada de una débil estrella. No encontramos un núcleo puntiforme, como en otros casos, sino que toda la región central brilla con más intensidad que el resto de la galaxia, de manera que se pueden diferenciar dos partes. La mitad de la galaxia más cercana a la estrella mencionada es más débil, mientras que la superior, especialmente las regiones más céntricas, son más brillantes, algo que también se puede apreciar perfectamente en cualquier fotografía. No podremos ver más detalles internos, pero tampoco es necesario. NGC 5907 brilla por sí misma de una manera especialmente llamativa, invitándonos a explorar más a menudo las profundidades del dragón.

NGC 5907

El triplete de Draco (NGC 5981, NGC 5982, NGC 5985)

Draco es una constelación que a menudo pasa de largo en un segundo plano, debido a que es tan extensa que su forma se pierde con facilidad, sin contar con un número importante de estrellas brillantes que ayuden a su orientación. Por otro lado, es tan larga que rodea a la polar, teniendo regiones que mostrarnos prácticamente durante todo el año. Ahora, en primera, alcanza su mejor momento, arriba en el cénit, y podemos aprovechar para observar muchas de sus galaxias. Las que nos ocupan hoy son tres en concreto, alineadas en un fascinante triplete, con el aliciente de ser completamente distintas entre sí.

Foto NGC 5985 Ken Crawford

Imagen captada por Ken Crawford

La variedad de formas es evidente cuando contemplamos esta fotografía, y es que el Triplete de Draco, como se conoce a este grupo, está compuesto por una galaxia elíptica y dos espirales, una vista de frente y otra de perfil. Podemos, de esa manera, comparar de un vistazo distintos tipos de galaxias. NGC 5985 es la mayor y más brillante de ellas, situada en un extremo, y es una bonita espiral barrada alargada con múltiples brazos situada a unos 120 millones de años luz. Es una galaxia de tipo Seyfert 1, con un agujero negro supermasivo en su interior que ha podido ser descubierto gracias a su disco de acreción, la materia que va girando a su alrededor y, progresivamente, siendo “devorada”, liberando gran cantidad de energía. Algo más lejos, a 130 millones de años, encontramos a NGC 5982, totalmente diferente a la anterior. Es una galaxia elíptica, con un núcleo extremadamente brillante y una estructura ovalada de luz fantasmal, tan llamativa en este tipo de galaxias. Se han encontrado a su alrededor cúmulos globulares de edades muy dispares que, junto a una estructura externa en forma de capas, dan pie a pensar que su origen se debe a la colisión entre varias galaxias distintas. Por último, NGC 5981 es otra galaxia espiral, esta vez vista de canto, extremadamente fina y más débil, a pesar de lo cual se encuentra más cerca que las anteriores, a unos 100 millones de años luz de distancia. Muestra una delicada línea oscura cruzando su ecuador, masas de polvo oscuro iguales que las de nuestra Vía Láctea.

Si vemos el trío de Draco desde un lugar oscuro quedaremos, sin duda, asombrados ante su interesante imagen. Para encontrarla podemos partir de la línea que une a Kochab y Pherkad, los más externos componentes de la Osa Menor. Por cierto, ambas estrellas ocupaban el polo norte celeste hace 1500 años, así que de un vistazo podemos apreciar lo rápido que va cambiando el eje de nuestro planeta. Además, en una noche limpia nos llamará la atención el color de Kochab, que aparece de un rojo intenso muy llamativo, debido a que es una gran estrella de tipo espectral K4. Si seguimos la línea que forman ambos astros, saltando de estrella en estrella, daremos con nuestro objetivo. Desde un primer momento salta a la vista NGC 5985, brillante y de un tamaño considerable, como una esfera difusa y alargada. Llama la atención su núcleo, que presenta una forma ovalada, visible con visión directa. Justo abajo, a menos de 10 minutos de arco, encontramos a NGC 5982, redonda, con un núcleo brillante y puntiforme en su interior. Es algo más débil que la anterior, pero su brillo está distribuido por un espacio menor, por lo que a veces da la sensación de ser más brillante. La tercera componente de este grupo es mucho más débil, de magnitud 13.2, y se sitúa siguiendo la línea que forman las anteriores. NGC 5981 es visible con mirada periférica, primero como una mancha extremadamente difusa y sin forma, aunque poco a poco se va conformando su silueta larga y fina, como una pequeña aguja en medio del espacio. No se puede apreciar su barra central, probablemente hagan falta mayor abertura o mejores cielos, pero lo cierto es que el conjunto es altamente sugestivo, conformando un paisaje cósmico agradable a la par que didáctico.

NGC 5985

A orillas del abismo (NGC 6503)

Ya hemos hablado previamente del Grupo Local, el conjunto de galaxias con el que compartimos nuestro espacio en el cosmos. Recientemente se nos puede englobar en otra estructura denominada, en inglés, “Local Sheet”, que viene a significar “Hoja local”. Esta agrupación engloba a un número de galaxias que se disponen en un espacio de unos 46 millones de años luz y tan sólo 1.5 millones de años luz de grosor, de ahí su mención como hoja. Lo que más nos interesa ahora mismo es que esta hoja galáctica marca el borde de una región rica en galaxias y se abre a un extenso vacío, conocido como el Vacío Local, en el que el número de galaxias es mínimo y se extiende a través de unos 200 millones de años luz. Es un mar oscuro, un páramo yermo que parece haberse producido por acción de la gravedad que, al unir a las principales galaxias, deja estos huecos entre ellas. Si da vértigo pensar que entre nuestro sol y la estrella más cercana nos separan 4.2 años luz de distancia, imaginar estos 200 millones de años luz de oscuridad puede llegar a estar fuera del alcance de nuestra imaginación.

Foto 6503.jpgSin embargo, no está totalmente vacío. Pequeñas galaxias sobreviven en esta región, y NGC 6503 es un buen ejemplo de ellas. Se encuentra a 17 millones de años luz, en el borde de este inmenso Vacío, y es una galaxia espiral enana que mide unos 30.000 años luz. Desde nuestra posición la vemos con una inclinación del 19%, por lo que sus brazos quedan relativamente poco visibles. Es una galaxia Seyfert, con un núcleo activo y considerado de tipo LINER, lo cual hace referencia a la probable presencia de un agujero negro en su interior que provoca la emisión de energía en diferentes longitudes de onda. Sin embargo, a juzgar por las emisiones, el agujero no debe disponer de una gran cantidad de estrellas para “echarse a la boca”, siendo considerada NGC 6503 una galaxia de bajo brote estelar en su centro, aunque en las zonas más periféricas podemos ver en las fotografías regiones HII de formación estelar.

Para buscarla tenemos que ir a la constelación del Dragón, que ocupa un área importante en el cielo y casi todos los meses podemos disfrutar de una gran porción suya. La zona nos resultará familiar, y es que se encuentra especialmente cerca de NGC 6543, la nebulosa del Ojo de Gato que ya vimos con anterioridad. Al mirar por el ocular, en una noche oscura con algo de humedad, agradecí enormemente el alto brillo de la galaxia, que adquiere una forma muy alargada, compartiendo campo con una brillante estrella cerca de uno de sus extremos. A 214 aumentos no perdía intensidad y el fondo se oscurecía más, componiendo una imagen espectacular. Otras pequeñas estrellas pululaban a su alrededor, aunque ninguna se atrevía a rozarla. Su núcleo era más brillante, ovalado y, por momentos, tras adaptar la vista completamente, me pareció ver el comienzo de un brazo en espiral. Tras descansar la vista volví para comprobar si continuaba allí y, efectivamente, una zona más brillante salía del núcleo y caminaba por su zona superior, la más cercana a la estrella principal.

NGC 6503

Cuando miremos al cielo en su busca y veamos la constelación de Draco, intentemos imaginar ese vacío inmenso a orillas del cual nos encontramos, para intentar conseguir, aunque sea de forma muy lejana, esa sensación que es una mezcla de vértigo y de inmensidad a la vez.