Exótico triplete en Escorpio (NGC 6441, Haro 1-36)

Hay paisajes celestes que dejan huella, algo bastante frecuente cuando paseamos por los diversos rincones veraniegos. Hoy vamos a fijarnos en la cola del Escorpión, en una franja del cielo donde podemos observar una llamativa disparidad de formas y colores que conforman tres objetos bien distintos entre sí.

El elemento más característico de este grupo es el cúmulo globular NGC 6441, descubierto en 1826 por James Dunlop. Se encuentra a la considerable distancia de entre 37.500 y 44.000 años luz, lo cual explica la debilidad de sus estrellas. No obstante, el cúmulo es brillante, con una magnitud de 7.5, debido principalmente a que es uno de los globulares más luminosos que existen, con una masa equivalente a 1.6 millones de soles. Se encuentra a unos 12.700 años luz del centro galáctico, siendo además uno de los cúmulos de mayor metalicidad. Es un globular de tipo III, con una importante concentración en sus regiones más internas. De hecho, a pesar de que NGC 6441 cuenta con un diámetro de 175 años luz, la mitad de su brillo se encuentra condensado en los 15 años luz más internos. La población de NGC 6441 es, además, relativamente exótica: podemos encontrar entre sus estrellas un gran número de variables (RR lyrae en su mayoría). Otro de los peculiares habitantes del cúmulo son los púlsares de milisegundo, de los cuales se han contabilizado hasta cuatro (uno de ellos formando un sistema binario con otra estrella). Los púlsares son estrellas de neutrones que se han formado a raíz de explosiones de supernova, girando a velocidades de vértigo (como su nombre indica, pueden girar varias veces sobre sí mismos en un segundo).

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NGC 6441 sería aún más impresionante si no hubiera tanto polvo obstruyendo su camino (tendría una magnitud 0.5 superior). Aun así, no podemos quejarnos: si disponemos de un horizonte sur despejado podremos disfrutar de un bonito globular. Es uno de esos cúmulos esféricos que presentan un núcleo brillante que contrasta enormemente con la periferia, más difusa, que se extiende hasta ocupar unos 6 o 7 minutos de arco. Una textura granujienta domina la superficie, y a elevados aumentos se deja ver alguna que otra estrella pululando por la corona. A pesar de lo lejos que está, no podemos negar que transmite cierta sensación de grandeza.

Pero no acaba aquí el disfrute, y es que el segundo objeto es aún más brillante que NGC 6441. Se trata de K scorpii, una brillante gigante roja que reluce con una magnitud de 3.19. Se encuentra a tan sólo 126 años luz de distancia y su diámetro se estima unas 16 veces superior al de nuestro Sol. Su intensa tonalidad deslumbra el campo del ocular, haciendo sombra incluso a NGC 6441, que a su lado parece un lejano fantasma. Rematando este cuadro familiar tenemos a un interesante objeto que se llama Haro 1-36 (o HD 161948). Inicialmente fue considerado una nebulosa planetaria, si bien hoy en día sabemos que es una binaria simbiótica: el número conocido de estos objetos no llega a 200. Son sistemas binarios formados por una gigante roja y una enana blanca. La gigante roja se ha expandido hasta que sus capas más externas superan el lóbulo de Roche, es decir, el punto en el que dejan de sentirse atraídas por su estrella. La enana blanca, más pequeña y densa, queda orbitando inmersa en la gran nube de gas que se está desprendiendo de la gigante roja. Podemos decir, por tanto, que queda orbitando en el interior mismo de su compañera, sumida en un enorme abrazo cósmico. El gas de la gigante roja va siendo atraído y acretado por la enana blanca, y de vez en cuando ésta desprende enormes cantidades de luz a modo de nova: este tipo de objetos pueden fascinarnos en diversas ocasiones. Visualmente Haro 1-36 aparece como una débil estrella ligeramente desenfocada. Apenas alcanza la magnitud 14, aunque nos sorprenderemos si colocamos un filtro OIII: la estrella, de repente, parece cobrar vida y destacar sobre el resto de objetos que pueblan el ocular. Colocando y quitando el filtro OIII sobre nuestros ojos podremos confirmar su presencia sin dejar lugar a dudas, y una vez localizada nos será más fácil de ver sin necesidad de usar el filtro. Así es como mejor podremos disfrutar de esta fortuita unión cósmica.

NGC 6441

El anillo del escorpión (NGC 6337)

En estas noches cálidas de junio las dos estrellas que forman el aguijón del escorpión se elevan a medianoche, y justo a su derecha vamos a observar el objeto de hoy. La siguiente fotografía supone una buena introducción:

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Romano Corradi / Observatorio Roque de los Muchachos

Después de la sequía primaveral, las nebulosas planetarias vuelven a tomar algo de protagonismo, en esta ocasión con NGC 6337, una bonita planetaria que se encuentra en Escorpio, a una distancia que se estima entre 4500 y 5200 años luz. Se sitúa en pleno Brazo de Sagitario, el brazo que da cobijo a las grandes nebulosas del verano y que divide el cielo con su imponente luz. Fue descubierta en 1834 por John Hesrchel, en una época en la que nadie podría imaginarse su verdadera naturaleza. Una de las características más llamativas de NGC 6337 es que cinco estrellas atraviesan su disco de lado a lado, transmitiéndonos cierta sensación de artificio. Sin embargo, ha sido la casualidad la que ha colocado a las estrellas en ese lugar desde nuestra perspectiva, siendo sólo una de ellas la enana blanca que ha dado origen a la nebulosa. La estrella central, con una magnitud de 15, resulta bastante difícil de observar con telescopios de apertura media, si bien no es del todo imposible bajo cielos impecables. En la siguiente imagen podemos observar a NGC 6337 en su ambiente más cercano, un lugar repleto de hidrógeno que es ionizado por la multitud de estrellas que se están gestando.

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Don Goldman / Astrodon

Podríamos sentirnos tentados de describir NGC 6337 como una esfera de gas, pero la realidad es muy distinta, ya que presenta una estructura bipolar más parecida a M27, por ejemplo. Su orientación hacia nosotros es lo que evita que veamos los dos lóbulos, aunque una leve inclinación permite apreciar cierta elongación en el halo externo de la nebulosa. Que se formen dos lóbulos opuestos a la estrella es algo que puede desafiar nuestra lógica, cuando sabemos que la nebulosa se forma por la expulsión de las capas superficiales de una gigante roja… ¿Por qué no es, entonces, una esfera perfecta? La respuesta está en la estrella central, que no es una sino un sistema binario. Una pequeña estrella orbita a su compañera principal, dejando una estela de polvo que rodea a la estrella central como si fuera un donut, una estructura que se conoce como torus. Este donut cósmico es el responsable de canalizar el gas que expulsa la estrella central, que sólo puede expandirse a través de sus dos polos opuestos. No ha debido ser fácil descubrir el origen de estas nebulosas, y aún quedan muchos detalles que sacar a la luz para poder explicar de una forma más precisa su formación.

Una vez en el campo donde debería estar la nebulosa, será fácil que no seamos capaces de ver nada salvo una miríada de estrellas pululando aquí y allá. Estamos mirando directos al Brazo de Sagitario, así que no debería extrañarnos. Con mi Dobson de 30 centímetros comencé a notar su presencia al poco rato, como un tenue brillo fantasmagórico que formaba un triángulo con dos estrellas. Decidí entonces poner el filtro OIII y la magia surtió efecto. El anillo de humo apareció de repente ante mis ojos, tenue pero fácilmente reconocible, como una pálida versión de M57, algo más redondeada y débil. El borde, engrosado, no era precisamente fino, apreciándose sin ningún problema un considerable grosor si tenemos en cuenta la dificultad de su observación. Las estrellas colindantes, eso sí, desaparecieron en su mayoría con el filtro. Probé a retirarlo y ya, sabiendo su posición exacta, sí podía observar su contorno, distinguiendo sin problema la estrella más brillante de su hilera central, situada en uno de los extremos, que parecía inmersas en el borde del anillo de humo, rozando el agujero que parecía abrirse a sus pies. Sin duda, fue una de las sorpresas de la noche, así como un aliciente para volver a cazar esa esquiva estrella central. Finalmente decidí dibujar la planetaria con el filtro OIII, por lo cual aparece el campo especialmente vacío de estrellas. La débil estrella que tocaba su borde apenas podía apreciarse con el filtro, pero la he dibujado un poco más brillante para que se vea su posición.

NGC 6337

Entre nubes y estrellas del escorpión

Hay zonas del cielo que transmiten la sensación de estar perdido en otra parte del universo, regiones amplias y llenas de estrellas en las que se reúnen varios objetos y a las que podríamos observar durante horas. Hoy vamos a llevar nuestra mirada al sur del escorpión, justo en la zona en la que su cola, alcanzando el punto más bajo, se desvía hacia el Este. Si observamos desde un cielo oscuro ya podremos adivinar una débil nebulosidad que imita la forma de un cometa, con la cola abriéndose hacia arriba. Ya la vieron en la antigüedad numerosos astrónomos, siendo Giovanni Batista Hodierna, en 1654, el primero en describirla e incluirla en su catálogo. Esta región queda inmersa en la asociación Scorpious OB1, una inmensa familia compuesta por gas y estrellas muy jóvenes y masivas que se sitúan a casi 7000 años luz de distancia. Su núcleo está situado en el llamativo cúmulo abierto NGC 6231, que se emplaza un poco más cerca, a 5200 años luz. Toda la zona, de más de 4º de diámetro, equivale a una extensión entre 200 y 300 años luz, y queda enmarcada por Gum 55, una débil nebulosidad con forma semicircular que se extiende de forma muy tenue, la nebulosa primigenia responsable de todas las estrellas que se han encendido en su interior. Otras masas nebulosas se continúan con Gum 55, destacando IC 4628, conocida como Gum 56 o, más popularmente, la Nebulosa de la Gamba.

Foto IC 4628 NGC 6231

Fotografía de Johannes Schedler

Vamos a comenzar la observación en el corazón de la asociación Scorpious OB1, en el magnífico NGC 6231, un cúmulo abierto formado por un centenar de estrellas cuya vida media se estima entre 2 y 5 millones de años. Sus componentes son, en su mayoría, enormes estrellas de tipo espectral O y B, de color blanco-azulado. Dos de ellas son grandes estrellas de tipo espectral O que conforman sendos sistemas binarios, dos estrellas tan cercanas que sus atmósferas interaccionan entre sí, prácticamente en contacto. Giran muy rápidamente, produciendo elevadas cantidades de Rayos X debido al intercambio de materia entre ellas. Podemos ver estas estrellas gracias a su considerable magnitud, si bien no podremos separarlas. Se denominan HD 152248 y V1034 Sco, y sus magnitudes son, respectivamente, 6.1 y 8.6. Es un cúmulo variopinto, destacando también la presencia en su seno de tres estrellas Wolf-Rayet, denominadas HD 151932, HD 152408 y HD 152270, destacando esta última con una magnitud de 6.6. No vemos a su alrededor grandes burbujas de gas en expansión, pero el tiempo va pasando y en un futuro no muy lejano podrían dejarnos un bonito estampado de color. El origen de NGC 6231 es especialmente interesante, ya que se ha sugerido que podría estar relacionado con el paso de un cúmulo globular que habría estimulado su formación. Este cúmulo globular es NGC 6397 y, aunque ahora está en la constelación de Ara, se calcula que hace 5 millones de años atravesó el disco galáctico justo en el lugar donde se encuentra ahora NGC 6231. Esta coincidencia en tiempo y espacio parece hablar a favor de esta interesante relación, y de ser cierto sería el único ejemplo constatado de un cúmulo abierto formado a partir de la estimulación de un globular.

NGC 6213, además de a simple vista, es tremendamente atractivo a la vista de unos prismáticos, que ofrecen un campo conjunto densamente poblado con el cúmulo en el centro, mostrando una decena de brillantes estrellas abotargadas. Al sur destaca un triángulo conformado por tres brillantes estrellas, siendo dos de ellas fácilmente visibles a simple vista. Ambas reciben la misma denominación Bayer, Zeta, pudiendo distinguir Zeta 1 y Zeta 2. Pueden parecer similares, diferenciadas tan sólo por su magnitud, de 4.8 y 3.6, respectivamente. Sin embargo, su distancia no podía ser más dispar. Mientras que Zeta 2 se encuentra a poco más de 150 años luz, Zeta 1 es una hipergigante azul que se encuentra a la increíble distancia de 5.700 años luz. Imaginemos por un momento lo que significa tener un tamaño 100 veces mayor que nuestro sol, así como una masa que alcanza las 36 masas solares. Zeta 1 Sco acabará por consumir rápidamente su combustible, y entonces explotará en forma de supernova. Se cree que forma parte de NGC 6231, convirtiéndose así entonces en su estrella más brillante. La «pequeña» Zeta 2 Sco es una gigante roja de tipo espectral K4 que muestra un intenso color rojizo al ocular. Zeta 1, a diferencia de lo que cabría esperar, no aparece azulada, sino más bien de una tonalidad anaranjada, debido a que todo el polvo que se interpone entre ella y nosotros hace que tienda más hacia ese color. Al telescopio, cuando observemos NGC 6231, podremos apreciar una bandada de estrellas que parecen adquirir una forma triangular. Destacan una decena de astros brillantes, entre los que podemos observar las binarias espectroscópicas y las estrellas Wolf-Rayet que ya hemos contemplado, aunque desde un cielo oscuro podemos ver que están acompañadas por otras 70 pequeñas estrellas que pueblan un área de entre 10 y 20 minutos de arco de diámetro. A bajo aumento, poco más de 60 aumentos en mi caso, se pueden vislumbrar junto a la pareja de estrellas que conforman Zeta Sco, mereciendo sin duda una observación a fondo.

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Vamos ahora a por la segunda parte de la observación, apenas un grado más hacia el norte, para intentar cazar parte de ese anillo nebuloso que enmarca la Asociación Scorpious OB1. IC 4628, la Nebulosa de la Gamba, es una región HII, la parte más brillante y llamativa de la gran Gum 55. Es una gran nebulosa de emisión de más de un grado de diámetro, de forma alargada y con algunas regiones más densas que le dan la curiosa silueta de una gamba. Para verla bien tendremos que buscar cielos despejados con un horizonte sur especialmente oscuro, ya que su situación tan meridional no favorece su observación. Un ocular de amplio campo y un filtro UHC, además de una buena dosis de paciencia, serán nuestras principales herramientas.

FOto IC 4628

Lo primero que veremos será el denso campo estelar, una miríada de estrellas que conforman el cúmulo abierto conocido como Trumpler 24. Es tan amplio que no nos dará sensación de cúmulo, sino de una zona más poblada de la Vía Láctea. Conforme nos habituemos a la oscuridad no nos será difícil contemplar la parte principal de la nebulosa, de unos 20 minutos de longitud y con cierta forma arqueada. Gracias al filtro UHC puede diferenciarse con mayor facilidad del resto del cielo, aunque tras varios minutos observando podremos ver que casi toda la región está inmersa en una débil nube que llega a ocupar el campo completo. Otra condensación alargada y más pequeña aparece muy cerca de la principal, como una pequeña gamba que acompaña a su madre. Si nos armamos de paciencia podremos intentar delimitar los bordes de la nebulosa de fondo, e incluso ver algunas otras pequeñas condensaciones, además de buscar otros objetos muy cercanos que forman parte de esta asociación, como los cúmulos NGC 6242, NGC 6268 o la nebulosa planetaria IC 4637. No son muchos los lugares del cielo que nos ofrecen tanta variedad en apenas 3 grados de espacio.

IC 4628

En el aguijón (M7 y NGC 6453)

En astronomía la distancia juega, a menudo, al engaño con nuestros ojos, y la entrada de hoy es un claro ejemplo de ello. En la cola del escorpión, si la noche es clara, podremos ver que las dos estrellas características del aguijón apuntan hacia una delicada nube blanquecina que destaca sobre el fondo de la Vía Láctea. Se trata de M7, uno de los cúmulos abiertos más conocidos por el aficionado y uno de los más impresionantes cuando se observa a través de prismáticos. Recibe el nombre del «Cúmulo de Ptolomeo» en honor al griego que, en el año 130, lo describió por primera vez como una pequeña nube grisácea junto a la cola del escorpión. Es una familia compuesta por unas 80 brillantes estrellas que superan la décima magnitud y casi 700 más débiles, situadas a una distancia relativamente cercana, a unos 1000 años luz. Son soles jóvenes, con una edad estimada en 220 millones de años (poco si lo comparamos con los 5 mil millones de años de nuestro Sol). Todas estas estrellas nacieron al mismo tiempo y algunas de ellas son tremendamente grandes y brillantes, la mayoría de tipo espectral O y B. Serán unas cuantas las que terminarán sus vidas en forma de violentas supernovas, algo deducible de su gran masa, de aquí a varios millones de años más. Entre el cúmulo destaca una estrella por su color característico, amarillenta, que pertenece a la misma familia de estrellas pero presenta un estado evolutivo algo más avanzado, de tipo espectral G. El tamaño real de M7 es de unos 23 años luz de diámetro (no es precisamente de los mayores cúmulos existentes), aunque su gran tamaño aparente se debe exclusivamente a su cercanía a nosotros. Se encuentra, de hecho, en nuestro mismo brazo espiral.

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Pero M7 contiene algunas sorpresas. Por un lado, varias nebulosas planetarias extremadamente débiles se encuentran escondidas entre sus estrellas, aunque su observación queda restringida a telescopios de gran abertura (algunas de ellas no son tan débiles, pero necesitarán de un buen atlas y de gran paciencia para encontrarlas debido a su apariencia estelar). Los telescopios de abertura media tienen a su disposición un cúmulo globular que linda con la periferia de M7. Es débil y pequeño, y necesitaremos conocer su posición exacta para reconocerlo, pero una vez localizado no es difícil de observar. Se trata de NGC 6453, una imponente esfera de soles situada a unos 37.000 años luz de distancia, al otro lado del centro galáctico, situación que disminuye su magnitud aparente debido a todo el gas que obstaculiza su visión. Con un diámetro aparente de 3.5 minutos de arco, es un globular de tipo IV, con una concentración relativamente elevada, si bien al telescopio no podremos resolver sus estrellas. Veremos, sin embargo, una pequeña y delicada esfera, más definida con visión periférica, cuyos bordes van perdiendo brillo y difuminándose rápidamente, quedando bastante disimulada ante el fondo de la Vía Láctea. Hay que tener fuerza para no dejar que media galaxia te haga completamente invisible, y eso es una hazaña que no se le puede negar a NGC 6453.

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A lomos del Escorpión (NGC 6334 y NGC 6302)

Los brazos de nuestra galaxia y, en concreto, el brazo de Sagitario, nos brindan una oportunidad estupenda para observar nebulosas y cúmulos estelares, algo que se echa en falta en primavera, cuando miramos al polo norte galáctico. Hoy continuamos el viaje que comenzamos en NGC 6357 para contemplar dos nuevas nebulosas.

La primera de ellas, a menos de 2 grados de la anterior, es NGC 6334, conocida como Sharpless-2 8 o, más comúnmente, como la Nebulosa de la Pata de Gato. Ya conocemos varias nebulosas en las que se están gestando estrellas, como M42 o M8. Sin embargo, NGC 6334 está sufriendo uno de los episodios de mayor proliferación estelar que se han observado. Decenas de miles de estrellas ocupan cada jirón de gas, la mayoría ocultas tras las nubes, estimándose que la masa total de la región es de 200.000 soles. A 5.500 años luz de distancia, es uno de los mejores lugares para estudiar la formación estelar. Se han visto más de 2.000 estrellas en su fase más primigenia de crecimiento, rodeadas aún del gas que, a modo de huevo, las mantiene y las alimenta. Poco a poco la estrella irá agotando dicho gas y será visible sin ningún obstáculo. A lo largo de un área de 50 años luz se extiende la nebulosa brillando en fuertes tonos rojizos, correspondientes al hidrógeno que las estrellas masivas ionizan con su radiación. Toda la zona sufre, además, los efectos del viento interestelar, de manera que asistimos a caprichosas formas, destacando cuatro masas gaseosas que, por su disposición, recuerdan a la huella de un felino. Normalmente la intensa actividad proliferativa se debe a explosiones de supernovas o a colisiones entre galaxias. En este caso ninguna causa parece cuadrar con la situación, por lo que aún se desconoce el origen de este “boom” estelar. No obstante, su cercanía es muy útil para estudiar el comportamiento de estas grandes masas de gas.

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Visualmente, NGC 6334 es una de las nebulosas difusas más interesantes que podemos observar, siempre y cuando dispongamos de un horizonte sur lo suficientemente oscuro. La nebulosa es grande, alcanzando los 40 minutos de arco de diámetro, si bien la región más brillante (la huella) puede encuadrarse en menos de 30 minutos de arco. La observé por ello con el Panoptic de 24 mm, a 62.5 aumentos, y con toda la paciencia del mundo. Desde un primer momento pude apreciar cierta nebulosidad poblando el ocular de forma difusa, concentrándose gradualmente a medida que mi vista se adaptaba al ocular. Pude distinguir en primer lugar los tres “dedos” de la huella, siendo el del medio el más brillante, alrededor de una estrella más destacada. Se adivinaban algunos bordes más rectilíneos, y la almohadilla de la pata hacía su aparición como una nebulosidad alargada y más apagada. El filtro UHC definió mucho mejor todos estos detalles, y una tenue nebulosidad inundó prácticamente la mitad del ocular hacia el norte de las zonas más densas, sin forma ni rasgos característicos, pero suponiendo un añadido más a este interesante paraje.

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El siguiente objeto es una de las nebulosas planetarias más espectaculares que podemos contemplar si disponemos de una atmósfera estable. Se trata de NGC 6302, también conocida como la Nebulosa del Insecto. Situada a 3.400 años luz de nosotros, es una planetaria bipolar, una estrella moribunda desprendiéndose de sus capas superficiales, que han adquirido increíbles formas que desafían a la física. La estrella central, una enana blanca, es además una de las estrellas más calientes que se conocen, alcanzando en su núcleo los 200.000 grados de temperatura. No podemos verla directamente, sin embargo, porque se encuentra oculta tras un disco de gas y polvo que la rodea a modo de torus o donut. Esta estructura anular será, probablemente, la causante de su flujo bipolar, al bloquear el paso del gas en su dirección.

Foto NGC 6302

NGC 6302 presenta dos lóbulos bien definidos y otros dos más tenues y difusos, formados en una etapa anterior. El lóbulo más prominente parece haberse formado hace menos de 2.000 años y llega a alcanzar velocidades de hasta 600 km/s. En su camino hacia el exterior, estas proyecciones de gas se han encontrado con regiones gaseosas de distinta densidad, motivo por el cual podemos apreciar tantas irregularidades. Estas “alas”, que también le han servido para obtener el sobrenombre de la Mariposa, llegan a medir 2 años luz de longitud, y seguirán aumentando paulatinamente hasta que se dispersen por completo, dejando atrás tan sólo la pequeña y caliente enana blanca.

Podemos ver esta nebulosa planetaria a dos grados de NGC 6334, por lo que podremos buscarla desplazando levemente el telescopio si disponemos de un ocular de bajo aumento. Desde un primer momento llama la atención NGC 6302 como “algo” que no es una estrella, una mancha difusa y poco definida. Sin embargo, conforme vayamos usando mayor aumento podremos comprobar que de difusa tiene poco. Habrá que buscar la noche más estable posible para poder usar elevados aumentos. En mi caso, conseguí una imagen bastante aceptable con el ocular de 5 mm, a unos respetables 300 aumentos, y quedé sorprendido por el grado de detalle que mostró. Los dos lóbulos partían de una zona central y alargada muy brillante, como las alas de una mariposa que se van extendiendo conforme se alejan. Por supuesto, no se apreciaba la estrella central, pero uno podía imaginársela escondida tras la banda oscura de polvo, exhalando gargantuescos suspiros. Tras varios minutos noté, asombrado, que las alas no eran ni mucho menos homogéneas. La vertiente izquierda, una vez que se iba apagando, mostraba un nódulo brillante, fácilmente visible con visión lateral. El lado derecho presentaba una zona horadada, como si alguien le hubiera dado un mordisco, para luego continuar su camino hacia el exterior. Estos dos “accidentes geográficos” no son más que volutas e irregularidades como las que hemos comentado, y a medida que dispongamos de una mayor abertura y mejores cielos podremos ver más detalles de este tipo. Terminé de observar NGC 6302 con la sensación de haber conocido a una de las grandes reinas de la noche, y con las ganas de buscar un cielo aún más oscuro para poder perfilar aún más esos enormes chorros de gas. Pasarán varios miles de años hasta que desaparezcan, así que no tenemos prisa…

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A lomos del Escorpión (NGC 6357)

Sabemos que ha entrado el verano, lo dice la temperatura y lo dicen las estrellas. La constelación de Escorpio aparece coronando el horizonte sur a primera hora de la noche y no tenemos que esperar mucho para disfrutar de la ingente cantidad de objetos que guarda. Hoy vamos a explorar una zona fascinante que se sitúa entre su cuerpo y la cola, una secuencia de tres objetos que, bajo un cielo oscuro, se convertirán en favoritos de cualquiera.

El primero de ellos, más al norte, es quizás uno de los parajes estelares más bellos que se pueden apreciar en fotografías, destacando la realizada por el Telescopio Espacial Hubble, en la que se aprecia una pequeña porción de NGC 6357. Es una nebulosa de emisión que se sitúa a 8000 años luz de distancia, un lugar de formación de estrellas que guarda algunos de los astros más masivos que se conocen. La nebulosa, también conocida como Sharpless-2 11, se expande por un área mayor de 1 grado, si bien su región más interesante está concentrada en apenas 5 minutos de arco. Podemos ver una hilera formada por cuatro brillantes estrellas que atraviesan NGC 6357 de un lado a otro, y al lado de la última veremos otra pequeña estrella, que en fotografías aparece ante un marco nebuloso más brillante y alargado. Aquí es donde se centra la imagen del Hubble y donde vamos a prestar más atención.

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La fotografía nos lleva a un mundo onírico con altas montañas formadas por jirones de nubes y enormes estrellas que parecen tocar el suelo. Algunas regiones de la nebulosa, menos iluminadas que el resto, parecen formar un imponente arco en cuyo interior brilla una azulada estrella. Ese pico en la zona más alta apunta a una pequeña aglomeración de brillantes estrellas, el cúmulo conocido como Pismis 24. La estrella más destacada fue considerada durante mucho tiempo la estrella más masiva del cosmos, estimándose unas 300 masas solares, algo que, en teoría, supera con creces el límite de masa máxima estelar. Sin embargo, posteriormente se ha podido comprobar que Pismis 24-1, como se conoce a dicha estrella, está formada realmente por tres componentes distintas. Dos de las estrellas forman un par visual, mientras que la tercera es una doble espectroscópica, demasiado cercana para poder distinguirse. Sin embargo, se conoce que giran una alrededor de la otra con un período de 2.36 días y tienen, cada una, una masa de 64 M­. El otro miembro, mayor aún, parece tener 96 masas solares. Estos valores, junto con las masas también elevadas del resto de estrellas de Pismis 24, convierten a este cúmulo en una de las zonas de mayor densidad de estrellas masivas en nuestro universo cercano, si bien quedan disimuladas por esconderse tras la enorme nube que las ha creado. Las fotografías de larga exposición realizadas en cualquier zona de NGC 6357 muestran una gran variedad de formas y colores, destacando el rojo del hidrógeno ionizado. Esta ionización es debida, en su mayor parte, a la acción de Pismis 24-1 que, a más de 42.000 grados de temperatura, emite gran cantidad de radiación ultravioleta. Esta zona también es rica en Rayos X, producidos por el choque de diferentes frentes de viento que las grandes estrellas remueven. Veremos también columnas de gas, de manera similar a los “Pilares de la Creación”, en cuyo interior aguardan las estrellas envueltas en su nebulosa primigenia, que poco a poco será erosionada por la radiación hasta diseminarse por completo.

Hay más aún, y es que muy cerca de Pismis 24 se encuentra una estrella Wolf-Rayet. Como vimos en esta entrada, estas estrellas son enormemente masivas y van perdiendo materia a pasos agigantados, formando rápidas corrientes de aire a su alrededor. Esta estrella se denomina WR 93 y se encuentra a poco más de 10.000 años luz de distancia. Posee una masa relativamente pequeña, 10 veces mayor que nuestro Sol, pero distribuida por un volumen que es apenas la mitad del de nuestra estrella, con lo cual podemos imaginar la gran densidad que presenta. Los vientos que genera llegan a alcanzar los 5.000 km por segundo: imaginemos una ola de viento que diera la vuelta a la Tierra en apenas 8 segundos…

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Aproveché una noche en Sierra Nevada para observar este paisaje celeste, con cielos oscuros aunque el seeing no era precisamente de los mejores. Encontré fácilmente la hilera de estrellas que marcan la posición de la nebulosa, visibles sin problema en el buscador. Una vez ahí moví el telescopio hacia una débil estrella que se sitúa al noroeste del extremo norte de la hilera. Allí, al observar a bajo aumento, pude notar una débil nebulosidad, pequeña y alargada, al lado de la estrella que, sin duda, correspondía a Pismis 24-1. Comencé a poner mayores aumentos hasta llegar a los 214, con el ocular Kronus de 7 mm. El cúmulo era más visible, con dos estrellas destacando en el centro (Pismis 24-1 y Pismis 24-17, otra estrella que se acerca a las 100 masas solares) y otras tantas a su alrededor, contando unas 18 en total. Muy cerca se veía la región brillante de NGC 6357, esas tierras de fantasía con montañas y arcos nebulosos. Sin embargo, al telescopio nos tenemos que conformar con observar la nebulosa sin formas tan definidas. Usando el UHC pude definir mejor sus bordes, destacando la zona más cercana al cúmulo, muy alargada y brillante, haciéndose más tenue y pequeña conforme se acercaba a la estrella que ocupa el centro del “arco” que vemos en fotografías. No pude distinguir el entrante oscuro con forma de montaña, aunque tengo constancia de que con un telescopio de 50 cm y un cielo oscuro se puede distinguir. Por lo tanto, NGC 6357 pasa a engrosar la pequeña lista de objetos que intentaré observar el día que tenga acceso a un telescopio de mayor abertura. No obstante, su observación con el Dobson de 30 cm tiene su encanto, más aun conociendo los detalles y la naturaleza de esta inmensa nube de gas.

Nova en Escorpio

En las últimas semanas hemos asistido a la presencia de varias supernovas en distintas galaxias, como la de NGC 4125 o NGC 3631. Se ve que han servido para causar envidia a nuestra Vía Láctea que, desde hace 5 días, nos ha regalado la vista con una nova en la constelación de Escorpio. Pueden parecer eventos similares (ambas suponen el aumento de brillo de una estrella), pero su origen no podría ser más distinto. Una nova se forma en sistemas binarios formados por una estrella gigante roja y una enana blanca. En principio ambas giran de manera natural, pero la gigante roja va aumentando constantemente su diámetro. Hay un dato que conviene señalar en este aspecto, y es el Lóbulo de Roche, que es la zona externa de la estrella en el que la materia se halla ligada gravitacionalmente al astro. Básicamente, es la zona de influencia de la estrella, todo lo que esté fuera de este lóbulo dejará de notar la gravedad de la estrella. El problema viene cuando la gigante roja va aumentando su diámetro, hasta el punto de que sus capas superficiales superan el Lóbulo de Roche. Entonces, esta masa que se ha visto «liberada» de su estrella, va rápidamente a girar alrededor de la enana blanca, el cuerpo gravitacional más cercano que tienen, y de esta manera más y más masa comienza a acumularse sobre la enana blanca. Este aumento de la cantidad de gas en la cubierta de la enana blanca produce una elevación importante de la temperatura que, llegado a cierto límite, se traduce en el inicio de reacciones de fusión nuclear, fusionando átomos de hidrógeno y helio, formando nuevos elementos y liberando enormes cantidades de energía, reflejo del enorme brillo que adquiere la estrella.

Así, una estrella que hasta entonces permanecía invisible a nuestros ojos, puede llegar a brillar lo suficiente para apreciarse a simple vista, como ocurrió en 1572, cuando Tycho Brahe descubrió una brillante estrella que apareció de repente en el cielo. Fue entonces cuando acuñó el término de «nova», aunque en ese caso concreto se trató realmente una supernova, un evento mucho más cataclísmico del que ya hemos hablado en otras ocasiones. La nova recién descubierta, al lado de la cola del escorpión, se ha denominado PNV J17381927-3725077 o, de una manera más sencilla, Nova Scorpii 2016. Hideo Nishimura la detectó el pasado 10 de junio brillando con una magnitud de 12.4, y posteriormente se ha mantenido entre la magnitud 12 y 13, con pequeñas variaciones. La observé anoche con una luna brillante, cielo suburbano y estando muy baja en el horizonte, pero con un poco de paciencia pude analizar las estrellas más cercanas a la nova y hacer una estimación de su brillo. Para ello tomé como referencia dos estrellas cercanas de magnitud 12.8 y 13.2, ya que la nova en cuestión se encontraba a medio camino entre una y la otra. De esta manera pude estimar una magnitud 13.0, e incluso 13.1 si me fiase más de la atmósfera. No es fácil realizar estimaciones cuando las condiciones son tan adversas, pero aun así resulta emocionante saber que ese pequeño punto, apenas discernible, es una pequeña estrella cuyas capas externas están «al rojo vivo», con un comportamiento bastante arbitrario que puede prolongarse durante varias semanas e, incluso, volver a repetirse meses o años después.

Nova scorpii 2016

Aprovecho para adjuntar un enlace a la página de AAVSO en la que se notifica el evento y se pueden observar distintas estimaciones de astrónomos de todo el mundo. Cualquier que se inscriba en la página puede aportar su granito de arena con una estimación del brillo para ayudar a elaborar una curva evolutiva. En la imagen se puede ver también la posición de la nova y las coordenadas para buscarla.

https://www.aavso.org/aavso-alert-notice-544

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