Si el cielo fuera una gran ciudad Orión sería, como muchos la han denominado, su Catedral, el lugar que más tesoros resplandecientes alberga y la meca de todo astrónomo aficionado, ya sea novel o veterano, y es que alberga en la constelación una inmensa variedad de objetos de todo tipo, para todos los gustos y colores. Pero si Orión es la catedral, sin duda su zona central sería el retablo de las maravillas, la región conocida como el Tahalí de Orión o la espada. No es difícil imaginarla, pues se ve a simple vista como si colgase del llamativo cinturón, y si la noche es oscura podemos apreciar que no es una simple hilera de estrellas. Pocas regiones del cielo muestran tanto esplendor en un espacio tan reducido, de apenas 3 grados de diámetro, en los cuales encontramos una importante variedad de objetos que bien merecen un libro aparte.

Comenzaremos con una vista global para situarnos en este océano cósmico. Cuando miramos a la constelación de Orión estamos viendo una inmensa familia de estrellas y gases que conforman lo que se conoce como Asociación Orión OB1, situada en torno a los 1450 años luz. Ésta, a su vez, se puede dividir en cuatro regiones:
- Orión OB1a: situada al oeste del Cinturón de Orión, es la región más antigua, con 10 millones de años de edad y a una distancia de 1.100 años luz. Al parecer fue la responsable de engendrar a Betelgeuse, que es una estrella de tipo espectral M que ha crecido asombrosamente rápido hasta adquirir su intenso color rojizo.
- Orión OB1b: engloba a las estrellas del Cinturón, grupo conocido como Collinder 70, con una edad de 2-5 millones de años y algo más lejos que el anterior, a unos 1.500 años luz.
- Orión OB1c: la zona del Tahalí de Orión que ocupa este capítulo.
- Orión OB1d: formada por M42 y M43, la nebulosa de Orión propiamente dicha, aunque se encuentre abarcado por Orión OB1c.
Estas dos últimas zonas son las más jóvenes, especialmente Orión OB1d, contando sus estrellas con menos de un millón de años. Teniendo en cuenta que nuestro Sol tiene una de edad de 4.500 millones de años, no es difícil ser conscientes de su efímera vida.
Como curiosidad «geográfica» cabe decir que Orión OB1 y nosotros, junto con otras estrellas y nebulosas de distintas zonas del cielo, pertenecemos a la misma estructura galáctica, conocida como el Cinturón de Gould, descubierta en 1870. Dicha «nube estelar» ocupa un área curvilínea de unos 3.000 años luz de diámetro, y las últimas hipótesis apuntan a que fue formada por la colisión contra nuestra galaxia de una nube de gas hace 50 ó 60 millones de años. Dicha teoría estuvo en entredicho hasta que hace poco se descubrió la existencia de la Nube de Smith, un cúmulo de gas de gran masa que está en vías de colisionar con la Vía Láctea. El sol, que ya tenía una edad respetable por aquélla época, pudo contemplar un espectáculo variopinto. El gas de procedencia extragaláctica colisionó con las estrellas del brazo de Perseo, provocando una onda de choque que desestabilizó las grandes nebulosas que allí residían, produciendo un inmenso brote de formación estelar. Algunas supernovas, fruto de esta gran proliferación, terminaron de esculpir la región tal y como la conocemos hoy. Dedicaremos un capítulo completo a hablar, a grandes rasgos, de la geografía de nuestra galaxia, aunque demos algunas pinceladas mientras tanto.
Retomamos nuestra atención sobre el Tahalí de Orión, la espada, el altar de la Catedral celeste. La siguiente fotografía, realizada por Leonardo Fernández de Alarcón Web con un refractor de 110 mm y F/7, nos muestra la región en cuestión, con el norte arriba:

Vamos a recorrerlo de norte a sur, metódicamente, para poder disfrutar cada una de sus estrellas. Lo primero que nos encontramos es un curioso cúmulo abierto denominado NGC 1981, que pasa desapercibido debido a su cercanía con M42, pero situado en un lugar más solitario sería un objeto muy llamativo. Está formado por una veintena de estrellas brillantes, de magnitud entre 7 y 10, dispuestas a lo largo de un espacio de 20 minutos de arco. Sus estrellas más brillantes se disponen en forma de dos hileras de tres componentes, siendo flanqueadas por dos astros algo más débiles. Entre ellas podemos ver dos interesantes estrellas dobles. La primera, la más sencilla de separar, es Struve 750, la estrella situada más al norte. Su componente principal es de magnitud 6.40 y su secundaria dos magnitudes más oscura, separadas por 4.1 minutos de arco. Son de color blanco-azulado, jóvenes como la mayoría de las estrellas de la zona, y algunos observadores encuentran a la más débil una tonalidad más azulada que a la primaria. La otra estrella doble de interés es Struve 743, de magnitudes 7.7 y 8.2, esta vez más unidas entre sí, a una distancia de 1.8 minutos de arco. Para desdoblarlas necesitaremos mayores aumentos, aunque no supondrá gran problema si la noche es serena, viendo entonces dos pequeñas perlas casi en contacto. El cúmulo puede ser considerado relativamente pobre, pero si la noche es oscura llaman la atención un grupito de estrellas muy débiles dispersas al norte de Struve 743, que dan la sensación de ser, de por sí, otro cúmulo abierto más lejano.

Nuestra siguiente parada nos sumerge en la niebla de una interesante región HII en la que se están gestando estrellas continuamente, una zona situada a 1.500 años luz de distancia que se compone, a grandes rasgos, de tres grandes masas gaseosas. El color rojo denota su naturaleza de emisión, excitadas por las estrellas que residen en su interior, pero podemos comprobar, en cualquier fotografía, que los tonos azules llegan a predominar, muestra de que son también nebulosas de reflexión que reflejan la luz de sus astros. La mayor de ellas, situada al sur, es NGC 1977, una gran nebulosa de unos 15 años luz de diámetro. En su interior reside c orionis, una estrella de magnitud 4.8 visible a simple vista, compañera de una estrella más tenue a tan sólo 1 minuto de arco de distancia. Esta estrella, junto con otras dos brillantes, se sitúa en el centro de la nebulosa, que tiene forma alargada, con nebulosas oscuras delimitando su forma en algunos de sus bordes. 42 orionis, de magnitud 4.7, es la responsable de ionizar la mayor parte del hidrógeno que conforma la nebulosa. NGC 1975 rodea a la estrella HD 36958, de magnitud 7.34, y es la segunda en extensión y brillo de este grupo. Tiene una forma ligeramente alargada y poco definida, perdiéndose sus bordes hacia el exterior. Muy cerca, y rodeando a la estrella que hay justo al norte de NGC 1975, encontramos la tercera nebulosa, NGC 1973, una pequeña nubecilla que se aprecia mejor con visión indirecta. El conjunto de estas tres nebulosas es especialmente llamativo y constituye una de las nebulosas difusas más brillantes que podemos ver. Sin embargo, siempre será un segundo plato por el delicado lugar que ocupa, al lado de la nebulosa principal que ya, por fin, vamos a abordar.
Hay mucho que decir sobre M42 y M43 y no hay un espacio ilimitado para ello, así que tendremos que centrarnos en sus principales detalles. Para empezar, imaginemos a una inmensa región llena de gas que poco a poco se ha ido enfriando, con el paso de los años, de forma que sus partículas se van uniendo entre sí, haciéndose cada vez más densas. Así, en un área de más de 100 años luz de diámetro, se fueron formando nuevas estrellas desde hace unos escasos 3 millones de años, apenas un suspiro en la escala cósmica. Ahora
centremos nuestra atención en el centro de esta masa gaseosa, lugar de residencia de cuatro brillantes estrellas que todo astrónomo conoce. Galileo descubrió 3 de ellas, y en el siglo XVII varios astrónomos se dieron cuenta de que eran realmente 4 estrellas, dispuestas en forma de trapecio, nombre con el cual se conoce al grupo. En conjunto, reciben el nombre Theta Orionis, y son estrellas muy jóvenes de tipo espectral O y B, con una edad de apenas un millón de años. Tienen una masa de entre 15 y 30 veces la masa de nuestro sol, y emiten una inmensa cantidad de radiación ultravioleta. Theta Orionis C, la más brillante de ellas, es la principal responsable de ionizar el hidrógeno de la masa de gas circundante y, por tanto, tenemos que agradecerle que podamos disfrutar de este espectáculo. Es la estrella más caliente de todas las que podemos ver a simple vista, con 40.000 grados en su superficie. El Trapecio se encuentra formado, realmente, por once componentes, siendo 6 de ellas accesibles a instrumentos de aficionado. Las componentes E y F, de magnitud 11, requieren de una noche estable para poder verlas, ya que el brillo de la nebulosa juega en nuestra contra a la hora de distinguirlas.
Pero estas estrellas no están solas en el centro de la nebulosa. Invisibles a nuestros ojos, más de 2.000 estrellas se esconden tras el gas de la región, visibles sin embargo con instrumentos específicos como el Chandra X. En la siguiente imagen podemos comparar la zona más céntrica en longitud de onda visible y en el infrarrojo, sobrando las palabras para describirla: la vida se esconde tras esas densas nubes. Los últimos estudios sugieren que en el centro hay un agujero negro de unas 100 masas solares, de manera que podría explicar los anárquicos movimientos observados en las estrellas. De hecho, como ya comentábamos al hablar de IC 405, la estrella AE Aurigae parece tener su origen en el centro de M42, habiendo sido despedida al interactuar con otras estrellas.

Estas grandes estrellas, además de iluminar la nebulosidad a su alrededor, generan fuertes vientos que van moldeando las estructuras a su paso, de manera que la Nebulosa de Orión muestra centenares de arcos y ondas, reflejo de los rápidos movimientos a los que se ve sometido el gas. De esta forma, la nebulosa
se va expandiendo a pasos agigantados, calentando el espacio a su paso y estimulando la formación, en un futuro cercano, de miles de estrellas nuevas. De hecho, M42 cuenta en su interior con una gran cantidad de discos protoplanetarios y estructuras típicas de estrellas en formación, desde Glóbulos de Bok hasta cuerpos Herbig-Haro. El Telescopio Espacial Hubble ha encontrado hasta 13 planetas gaseosos, similares a Júpiter, vagando a la deriva sin estar ligados a ninguna estrella. Lo cierto es que no son planetas, sino “estrellas fallidas”. Comenzaron a formarse como cualquier otro astro, condensando sus átomos, pero el núcleo no fue capaz de llegar a fusionar el hidrógeno y el helio, de manera que no llegan a brillar con luz propia. Son una especie más de la abigarrada fauna que compone este increíble hábitat espacial.

Discos protoplanetarios en Orión
M42 tiene forma esférica, con una gran concavidad en su interior que se ha generado mediante un proceso llamado fotoevaporación en el que las estrellas centrales más masivas alejan el gas y el polvo. Debido a esta dispersión, en cuestión de 100.000 años apenas quedarán restos gaseosos, y el resultado será un gran cúmulo estelar. Sus estrellas más masivas, en un período relativamente corto de tiempo, explotarán en forma de supernovas, volviendo a generar el caos a su alrededor. Hay un gradiente importante de temperatura, de forma que en las regiones más internas se alcanzan los 10.000º K, enfriándose a medida que se aleja del centro.
M43 es en realidad parte de la misma Nebulosa de Orión, aunque fue considerada en el siglo XVIII como un objeto distinto. Un filamento de polvo oscuro separa ambas nebulosas, dando esa sensación. También se la conoce como NGC 1982 o Nebulosa de Mairan, debido a su descubridor Jean-Jacques Dortous de Mairan, y se encuentra ionizada por la estrella HD 37061, justo en su zona central. Fue inmortalizada por Messier a finales del siglo XVIII, en un dibujo junto a M42.

Visualmente, M42 y M43 suponen un espectáculo a través de cualquier instrumento. Con unos simples prismáticos bien firmes y una noche oscura se puede apreciar la nebulosa en el mismo campo que NGC 1981 y el complejo de nebulosas de NGC 1977. M42, si el cielo es favorable, mostrará incluso la porción opuesta al trapecio, ese lazo que la rodea de forma tenue. Las estrellas del trapecio pueden empezar a resolverse con pequeños prismáticos, pero para distinguir sus 4 estrellas será mejor recurrir a grandes prismáticos o a pequeños telescopios
A través del Dobson de 30 cm y un filtro la vista es, sencillamente, superponible a la mayoría de fotografías de M42, e incluso mejor, ya que la zona central no aparece velada y podemos disfrutar de todos sus detalles a la vez. Usando bajos aumentos podemos encuadrarla en el mismo campo, mostrando nebulosidad y filamentos donde quiera que pongamos la vista. La zona central es muy brillante, contrastando enormemente la denominada Boca de Pez, un entrante oscuro que avanza hacia el trapecio, una región rectangular llamada Regio Huygheniana. En este último distinguimos las cuatro estrellas principales, y basta con usar 125 o 214 aumentos para poder ver, si la atmósfera no es turbulenta, las componentes E y F, brillando débilmente a muy poca distancia del resto. Al sur del Trapecio aparece otra bahía oscurecida, más estrecha, que separa Regio Huygheniana de Regio gentili, llamada Sinus gentili.

Las alas se abren en direcciones opuestas, y la occidental (proboscis maior) se divide en dos arcos claramente diferenciados, abiertos en un ángulo de 50º. Uno de ellos se dirige hacia Iota Orionis y se une a la otra ala cerrando un círculo casi perfecto. En esta zona posterior, bastante más débil, se pueden apreciar entrantes de nebulosidad hacia el centro, creando pequeños arcos que se aprecian mejor con visión lateral. Volutas de humo aparecen flotando en el interior de la nebulosa y multitud de estrellas pueblan cada uno de sus rincones. M43, al lado del trapecio, despliega una elegante forma redondeada que se extiende acabando en una curvada punta hacia el norte. Sin duda, cualquier descripción se queda corta ante este monumento estelar. Lo mejor es verlo por uno mismo, no de pasada, sino deteniéndose en cada detalle. Conforme pasen los minutos vislumbraremos zonas hasta entonces invisibles, estrellas que antes parecían no existir, y tras media hora estaremos contemplando una verdadera y “viva” fotografía.

Por último, terminamos este recorrido echando un vistazo a NGC 1980, nebulosa descubierta por William Herschel en torno a Iota Orionis. Dicha estrella, denominada Hatysa, tiene una magnitud aparente de 2.75 y es una gigante azul de tipo espectral O9, con una temperatura mayor a 31.000º K. Es una interesante estrella triple, con dos componentes más débiles a 10 y a 40 segundos de arco. La más alejada, según algunos observadores, tiene un tono rojizo que contrasta con el blanco azulado de sus compañeras. Además, la primaria es a su vez binaria espectroscópica, con una estrella orbitando a su alrededor cada 29 días en una órbita muy excéntrica, que podría haber sido causante de la fuga de AE Aurigae. La naturaleza de NGC 1980 es algo incierta, con cierta controversia acerca de si se trata de una porción de M42 o si es una nebulosa con entidad propia situada más cerca de nosotros. Hay incluso quien dice que es un cúmulo abierto formado por Hatysa y una quincena de estrellas, si bien Herschel describió sin ninguna duda su naturaleza gaseosa.

Sea como sea, la imagen que podemos ver a través de un ocular de gran campo es inolvidable, con tantas formas y sombras que tardaríamos una eternidad en estudiarla a fondo. No en vano es el objeto más visitado del firmamento.