Si miramos al cielo desde un lugar alejado de la contaminación lumínica nos sorprenderá la nitidez y el brillo intenso que muestra la Vía Láctea en la constelación del Cisne. Si nuestros ojos fueran capaces de captar las ondas de radio contemplaríamos, sin duda, uno de los paisajes más extraordinarios que puedan existir.

No podemos observar en distintas longitudes de onda, pero nada nos impide ver fotos que muestren esas ondas de radio o rayos X, y comprobaremos entonces la gran riqueza que reina en la zona del cisne. Toda esa radiación tiene su epicentro en una zona conocida como Cygnus X, una inmensa región situada a unos 5000 años luz de distancia que actúa como fábrica inmensa de estrellas. Se halla inmersa en una estructura aún mayor conocida como la Superburbuja del Cisne, una gran esfera gaseosa que engloba en su interior a una multitud de nebulosas y cúmulos de estrellas supermasivas. Su origen no se conoce hoy en día, habiéndose propuesto como mecanismo de formación la explosión de múltiples supernovas en los últimos millones de años o los fuertes vientos generados por las estrellas recién nacidas. Sin embargo, un estudio de 2012 defiende la teoría de que su origen está relacionado con la explosión de una hipernova, el último suspiro de una estrella con una masa 40 veces mayor que la de nuestro sol. Sea como sea, Cygnus X es un inmenso bosque repleto de hidrógeno ionizado que se estructura en diferentes bloques o regiones OB. De éstas, Cygnus OB2 es la más importante, tanto en tamaño como en número de estrellas formadas, situándose a unos 5500 años luz de distancia. Como luego veremos, la aglomeración de objetos en esta zona del cielo hace difícil estimar su distancia. Esta riqueza de objetos se debe a que estamos observando, de manera directa, a través de la extensión de la rama de Orión. En la siguiente imagen se puede entender con más claridad, viendo esa rama de Orión que discurre entre los brazos de Perseo y de Sagitario (aconsejo leer esta página).

Hoy vamos a centrarnos en la encrucijada del cisne y su entorno, comenzando por la brillante Sadr o gamma Cygni, la estrella de magnitud 2.23 que, como indica su nombre árabe, señala al pecho del Cisne. Es una gigante amarilla de tipo espectral F8, 150 veces más grande que nuestro sol. Se encuentra a unos 1700 años luz de distancia y no tiene, por tanto, nada que ver con la inmensa masa de gas que la rodea. La zona que hay a su alrededor puede ser un verdadero laberinto si no se tienen las ideas claras. Ya en la década de los 50, ante la enmarañada y aparentemente caótica estructura, se catalogó a toda la región como Sh2-109, la única entrada del catálogo Sharpless que alcanza unas dimensiones de 18 grados de arco.
Ya su autor, Stewart Sharpless, indicó que “el gran tamaño y la estructura filamentosa de la nebulosa la apartan de cualquier región HII conocida… Evidentemente, esta nebulosa no puede ser considerada una región HII normal”. Y no se equivocaba, ya que se podría considerar, más bien, como una aglomeración de regiones HII. La zona que nos ocupa, la más brillante de Sh2-109, recibe su propia denominación en el catálogo como Sh2-108, y también se conoce como IC 1318 o, simplemente, la Nebulosa de Gamma Cygni. Situada a 4.800 años luz de distancia, presenta tres partes bien diferenciadas, alcanzando cada una los 50 minutos de arco de envergadura. Las zonas más cercanas a Sadr son IC 1318B e IC 1318C, ambas separadas por una gran fisura negra, una nebulosa oscura que se interpone entre ellas y nosotros, denominada LDN 889. El complejo de nebulosas se prolonga de manera que es imposible abarcarlo todo en el mismo campo, lo mejor es dejarse llevar y mover el tubo recorriendo sus entresijos, si bien la parte más interesante es este río oscuro que separa dos prominentes nebulosas de emisión. A bajo aumento hay tantas estrellas en el ocular que es imposible contarlas todas, adquiriendo el fondo incluso un tono blanquecino que corresponde a inmensos campos estelares, integrantes de esta metrópolis que es Cygnus X. Al colocar un filtro UHC la imagen mejora sustancialmente, delimitándose los bordes con mayor definición.

La razón de ser del gas interestelar es la formación de nuevas estrellas, y encontramos un claro ejemplo en el cúmulo abierto NGC 6910, a apenas 40 minutos de arco de la zona anterior. Forma parte de la región conocida como Cygnus OB9, una aglomeración de estrellas y gas de unos 100 años luz de diámetro, muy cerca de la mayor Cygnus OB2. NGC 6910 es un cúmulo muy joven, estimándose su edad en unos 7 millones de años, con más de 60 estrellas de tipo espectral O y B. Su estrella más brillante no supera la magnitud 9, y verdaderamente nos puede parecer un cúmulo de los “normales”, pero tenemos que tener en cuenta que el polvo que lo separa de nosotros hace disminuir su fuerza, tanto que, si no estuviera, sería casi 2 magnitudes más brillante. Con el ocular Hyperion de 13 mm, a 115 aumentos, el cúmulo ocupaba una tercera parte del campo, con unos 10 minutos de arco de diámetro. Destacan dos estrellas más brillantes y amarillentas que marcan los extremos de una letra “Y”, siendo el resto de las estrellas, al menos una treintena, bastante más débiles. Una de las estrellas brillantes, HD 194241, es una gigante roja de tipo espectral K7, mientras que la otra, V2118 Cyg, es una supergigante azul de tipo espectral B2. ¿Cómo puede ser, entonces, que ambas se vean de color amarillo? El culpable es el polvo que flota en el espacio, tan abundante en esa zona que produce un enrojecimiento natural de los objetos, de la misma manera que el sol adquiere un tono rojizo al ponerse tras el horizonte. Una leve neblina envuelve a las estrellas más brillantes, así como a la zona situada sobre la “Y”, en la que débiles estrellas asoman al ocular, probablemente ajenas al cúmulo.

Tenemos que desplazarnos casi 2 grados de arco para llegar a otra zona bien distinta, una región dominada por nebulosas de reflexión, que en fotografías destacan del resto por su agradable tonalidad azulada. Situadas a una distancia de entre 5500 y 6000 años luz, esta vez el fondo rojizo corresponde a la región Cygnus OB2, mientras que las nebulosas de reflexión brillan al reflejar, como indica su nombre, la luz de cercanas estrellas jóvenes y azuladas. Encontramos tres nebulosas de esta naturaleza consecutivas, y quien busque en diferentes fuentes se puede encontrar con datos abrumadoramente distintos. Cuando uno se maravilla con estos parajes celestes lo que menos importa es el nombre, pero haremos hincapié en ello con vistas a una mejor orientación. La nebulosa más débil, que rodea a la estrella BD +41 3731, de magnitud 9.9 se denomina vdB 131 (del catálogo de nebulosas Van der Bergh). Al ocular aparece como una débil nebulosidad que rodea a la susodicha estrella, tan débil que parece la típica huella que la humedad deja a su paso en la lente. Algo más de una decena de estrellas débiles acompañan a la estrella, formando parte del cúmulo Dolidze 8.

*Cabe mencionar una curiosidad que el observador avezado habrá notado en la parte inferior izquierda de la fotografía anterior, una extraña estrella amarilla con una especie de corona a su alrededor. Se trata de V1515 Cyg, una estrella variable que pertenece a un tipo de objetos denominados FU Orionis. Son estrellas que, en un momento dado, aumentan su brillo bruscamente (hasta 5 o 6 magnitudes), probablemente debido a la transferencia de masa de un disco de acreción hacia una estrella compañera de menor masa. Esta etapa de mayor brillo dura varias décadas, y se presume que una estrella media sufre entre 10 y 20 erupciones de este tipo a lo largo de su vida.
A 5 minutos de arco de distancia encontramos otra nebulosidad mucho más evidente y atractiva, vdB 132, abarcando a dos estrellas de magnitud 9.3 y 10.6 separadas por unos 41 segundos de arco. Su forma es alargada, quedando las estrellas en uno de sus bordes, revelando con visión indirecta una mayor extensión. El uso de filtros como el UHC o el OIII no sirven para nada, ya que el brillo de la nebulosa no se debe a la ionización del hidrógeno o del oxígeno. De hecho, al usar dichos filtros la nebulosa prácticamente desaparece por completo. Por último, el parche de luz más brillante se denomina propiamente NGC 6914, y también envuelve en su seno a 3 estrellas más notorias. La nebulosidad es algo menos extensa que vdB 132 y parece salir hacia lado opuesto, dando una curiosa sensación de asimetría ordenada. A 115 aumentos todas estas nebulosas quedan englobadas en el mismo campo del ocular, y la gran cantidad de estrellas que pueblan la zona no hacen sino añadir aún más encanto a la estampa. Otras nebulosas más débiles, difusas y oscuras, pululan por los alrededores, pero necesitaremos mayor abertura y cielos oscuros para cazarlas. No hay ninguna prisa.

Vamos a terminar esta sesión de observación alejándonos del centro del Cisne para ir a parar al lado de Deneb. A poco más de 3 grados de NGC 6914 tenemos, como no podía ser de otra manera, otra región HII, catalogada como Sh2-112. Tiene un diámetro de unos 15 minutos de arco que, a una distancia de 5600 años luz, corresponde a un diámetro real de unos 25 años luz. La estrella causante de su ionización se puede ver en este caso sin problemas, ya que brilla con una generosa magnitud 9.2. Se llama BD +45 3216, de clase espectral O8, y es unas 30 veces más grande que nuestro sol, emitiendo gran parte de su energía en radiación ultravioleta.
La observé sin conocer previamente nada sobre ella ni haber visto fotografía alguna, de manera que no pudiera sugestionarme y ver cosas donde no las había. Para mi sorpresa me encontré con una nebulosa brillante, especialmente al usar el filtro UHC, rodeando a una llamativa estrella que resultó ser BD +45 3216. La nebulosa se extiende, con visión periférica, por gran parte del ocular, con bordes difuminados, si bien su región central es mucho más definida, apareciendo dos bordes extrañamente rectilíneos que llamaron mi atención instantáneamente. Posteriormente pude comprobar que Sh2-112 se encuentra recortada sobre la negrura del cielo por nebulosas oscuras filamentosas que producen esa interesante forma de ángulo recto. No pude ver la débil nebulosidad que hay al otro lado de las franjas oscuras, si bien tampoco conocía de su existencia. Por tanto, podría ser un buen motivo para volver a verla en otra ocasión, esta vez dispuesto a sacarle todo el jugo posible.

Terminamos así una rápida sesión por esta región de las maravillas y ni siquiera hemos contemplado una mínima fracción de lo que podemos ver, así que sólo queda coger un buen atlas, lápiz y papel y seguir explorando cada rincón del cielo como un navegante en un mar de escarpadas nubes rojizas.