Odisea a Cygnus X

Si miramos al cielo desde un lugar alejado de la contaminación lumínica nos sorprenderá la nitidez y el brillo intenso que muestra la Vía Láctea en la constelación del Cisne. Si nuestros ojos fueran capaces de captar las ondas de radio contemplaríamos, sin duda, uno de los paisajes más extraordinarios que puedan existir.

Foto Cygnus X

No podemos observar en distintas longitudes de onda, pero nada nos impide ver fotos que muestren esas ondas de radio o rayos X, y comprobaremos entonces la gran riqueza que reina en la zona del cisne. Toda esa radiación tiene su epicentro en una zona conocida como Cygnus X, una inmensa región situada a unos 5000 años luz de distancia que actúa como fábrica inmensa de estrellas. Se halla inmersa en una estructura aún mayor conocida como la Superburbuja del Cisne, una gran esfera gaseosa que engloba en su interior a una multitud de nebulosas y cúmulos de estrellas supermasivas. Su origen no se conoce hoy en día, habiéndose propuesto como mecanismo de formación la explosión de múltiples supernovas en los últimos millones de años o los fuertes vientos generados por las estrellas recién nacidas. Sin embargo, un estudio de 2012 defiende la teoría de que su origen está relacionado con la explosión de una hipernova, el último suspiro de una estrella con una masa 40 veces mayor que la de nuestro sol. Sea como sea, Cygnus X es un inmenso bosque repleto de hidrógeno ionizado que se estructura en diferentes bloques o regiones OB. De éstas, Cygnus OB2 es la más importante, tanto en tamaño como en número de estrellas formadas, situándose a unos 5500 años luz de distancia. Como luego veremos, la aglomeración de objetos en esta zona del cielo hace difícil estimar su distancia. Esta riqueza de objetos se debe a que estamos observando, de manera directa, a través de la extensión de la rama de Orión. En la siguiente imagen se puede entender con más claridad, viendo esa rama de Orión que discurre entre los brazos de Perseo y de Sagitario (aconsejo leer esta página).

Foto brazo orion

Hoy vamos a centrarnos en la encrucijada del cisne y su entorno, comenzando por la brillante Sadr o gamma Cygni, la estrella de magnitud 2.23 que, como indica su nombre árabe, señala al pecho del Cisne. Es una gigante amarilla de tipo espectral F8, 150 veces más grande que nuestro sol. Se encuentra a unos 1700 años luz de distancia y no tiene, por tanto, nada que ver con la inmensa masa de gas que la rodea. La zona que hay a su alrededor puede ser un verdadero laberinto si no se tienen las ideas claras. Ya en la década de los 50, ante la enmarañada y aparentemente caótica estructura, se catalogó a toda la región como Sh2-109, la única entrada del catálogo Sharpless que alcanza unas dimensiones de 18 grados de arco. Foto IC 1318Ya su autor, Stewart Sharpless, indicó que “el gran tamaño y la estructura filamentosa de la nebulosa la apartan de cualquier región HII conocida… Evidentemente, esta nebulosa no puede ser considerada una región HII normal”. Y no se equivocaba, ya que se podría considerar, más bien, como una aglomeración de regiones HII. La zona que nos ocupa, la más brillante de Sh2-109, recibe su propia denominación en el catálogo como Sh2-108, y también se conoce como IC 1318 o, simplemente, la Nebulosa de Gamma Cygni. Situada a 4.800 años luz de distancia, presenta tres partes bien diferenciadas, alcanzando cada una los 50 minutos de arco de envergadura. Las zonas más cercanas a Sadr son IC 1318B e IC 1318C, ambas separadas por una gran fisura negra, una nebulosa oscura que se interpone entre ellas y nosotros, denominada LDN 889. El complejo de nebulosas se prolonga de manera que es imposible abarcarlo todo en el mismo campo, lo mejor es dejarse llevar y mover el tubo recorriendo sus entresijos, si bien la parte más interesante es este río oscuro que separa dos prominentes nebulosas de emisión. A bajo aumento hay tantas estrellas en el ocular que es imposible contarlas todas, adquiriendo el fondo incluso un tono blanquecino que corresponde a inmensos campos estelares, integrantes de esta metrópolis que es Cygnus X. Al colocar un filtro UHC la imagen mejora sustancialmente, delimitándose los bordes con mayor definición.

IC 1318

La razón de ser del gas interestelar es la formación de nuevas estrellas, y encontramos un claro ejemplo en el cúmulo abierto NGC 6910, a apenas 40 minutos de arco de la zona anterior. Forma parte de la región conocida como Cygnus OB9, una aglomeración de estrellas y gas de unos 100 años luz de diámetro, muy cerca de la mayor Cygnus OB2. NGC 6910 es un cúmulo muy joven, estimándose su edad en unos 7 millones de años, con más de 60 estrellas de tipo espectral O y B. Su estrella más brillante no supera la magnitud 9, y verdaderamente nos puede parecer un cúmulo de los “normales”, pero tenemos que tener en cuenta que el polvo que lo separa de nosotros hace disminuir su fuerza, tanto que, si no estuviera, sería casi 2 magnitudes más brillante. Con el ocular Hyperion de 13 mm, a 115 aumentos, el cúmulo ocupaba una tercera parte del campo, con unos 10 minutos de arco de diámetro. Destacan dos estrellas más brillantes y amarillentas que marcan los extremos de una letra “Y”, siendo el resto de las estrellas, al menos una treintena, bastante más débiles. Una de las estrellas brillantes, HD 194241, es una gigante roja de tipo espectral K7, mientras que la otra, V2118 Cyg, es una supergigante azul de tipo espectral B2. ¿Cómo puede ser, entonces, que ambas se vean de color amarillo? El culpable es el polvo que flota en el espacio, tan abundante en esa zona que produce un enrojecimiento natural de los objetos, de la misma manera que el sol adquiere un tono rojizo al ponerse tras el horizonte. Una leve neblina envuelve a las estrellas más brillantes, así como a la zona situada sobre la “Y”, en la que débiles estrellas asoman al ocular, probablemente ajenas al cúmulo.

NGC 6910

Tenemos que desplazarnos casi 2 grados de arco para llegar a otra zona bien distinta, una región dominada por nebulosas de reflexión, que en fotografías destacan del resto por su agradable tonalidad azulada. Situadas a una distancia de entre 5500 y 6000 años luz, esta vez el fondo rojizo corresponde a la región Cygnus OB2, mientras que las nebulosas de reflexión brillan al reflejar, como indica su nombre, la luz de cercanas estrellas jóvenes y azuladas. Encontramos tres nebulosas de esta naturaleza consecutivas, y quien busque en diferentes fuentes se puede encontrar con datos abrumadoramente distintos. Cuando uno se maravilla con estos parajes celestes lo que menos importa es el nombre, pero haremos hincapié en ello con vistas a una mejor orientación. La nebulosa más débil, que rodea a la estrella BD +41 3731, de magnitud 9.9 se denomina vdB 131 (del catálogo de nebulosas Van der Bergh). Al ocular aparece como una débil nebulosidad que rodea a la susodicha estrella, tan débil que parece la típica huella que la humedad deja a su paso en la lente. Algo más de una decena de estrellas débiles acompañan a la estrella, formando parte del cúmulo Dolidze 8.

Foto NGC 6914

*Cabe mencionar una curiosidad que el observador avezado habrá notado en la parte inferior izquierda de la fotografía anterior, una extraña estrella amarilla con una especie de corona a su alrededor. Se trata de V1515 Cyg, una estrella variable que pertenece a un tipo de objetos denominados FU Orionis. Son estrellas que, en un momento dado, aumentan su brillo bruscamente (hasta 5 o 6 magnitudes), probablemente debido a la transferencia de masa de un disco de acreción hacia una estrella compañera de menor masa. Esta etapa de mayor brillo dura varias décadas, y se presume que una estrella media sufre entre 10 y 20 erupciones de este tipo a lo largo de su vida.

A 5 minutos de arco de distancia encontramos otra nebulosidad mucho más evidente y atractiva, vdB 132, abarcando a dos estrellas de magnitud 9.3 y 10.6 separadas por unos 41 segundos de arco. Su forma es alargada, quedando las estrellas en uno de sus bordes, revelando con visión indirecta una mayor extensión. El uso de filtros como el UHC o el OIII no sirven para nada, ya que el brillo de la nebulosa no se debe a la ionización del hidrógeno o del oxígeno. De hecho, al usar dichos filtros la nebulosa prácticamente desaparece por completo. Por último, el parche de luz más brillante se denomina propiamente NGC 6914, y también envuelve en su seno a 3 estrellas más notorias. La nebulosidad es algo menos extensa que vdB 132 y parece salir hacia lado opuesto, dando una curiosa sensación de asimetría ordenada. A 115 aumentos todas estas nebulosas quedan englobadas en el mismo campo del ocular, y la gran cantidad de estrellas que pueblan la zona no hacen sino añadir aún más encanto a la estampa. Otras nebulosas más débiles, difusas y oscuras, pululan por los alrededores, pero necesitaremos mayor abertura y cielos oscuros para cazarlas. No hay ninguna prisa.

NGC 6914

Vamos a terminar esta sesión de observación alejándonos del centro del Cisne para ir a parar al lado de Deneb. A poco más de 3 grados de NGC 6914 tenemos, como no podía ser de otra manera, otra región HII, catalogada como Sh2-112. Tiene un diámetro de unos 15 minutos de arco que, a una distancia de 5600 años luz, corresponde a un diámetro real de unos 25 años luz. La estrella causante de su ionización se puede ver en este caso sin problemas, ya que brilla con una generosa magnitud 9.2. Se llama BD +45 3216, de clase espectral O8, y es unas 30 veces más grande que nuestro sol, emitiendo gran parte de su energía en radiación ultravioleta.

Foto Sh2-112.jpg

Fotografía realizada por Manuel J.

La observé sin conocer previamente nada sobre ella ni haber visto fotografía alguna, de manera que no pudiera sugestionarme y ver cosas donde no las había. Para mi sorpresa me encontré con una nebulosa brillante, especialmente al usar el filtro UHC, rodeando a una llamativa estrella que resultó ser BD +45 3216. La nebulosa se extiende, con visión periférica, por gran parte del ocular, con bordes difuminados, si bien su región central es mucho más definida, apareciendo dos bordes extrañamente rectilíneos que llamaron mi atención instantáneamente. Posteriormente pude comprobar que Sh2-112 se encuentra recortada sobre la negrura del cielo por nebulosas oscuras filamentosas que producen esa interesante forma de ángulo recto. No pude ver la débil nebulosidad que hay al otro lado de las franjas oscuras, si bien tampoco conocía de su existencia. Por tanto, podría ser un buen motivo para volver a verla en otra ocasión, esta vez dispuesto a sacarle todo el jugo posible.

Sh2-112

Terminamos así una rápida sesión por esta región de las maravillas y ni siquiera hemos contemplado una mínima fracción de lo que podemos ver, así que sólo queda coger un buen atlas, lápiz y papel y seguir explorando cada rincón del cielo como un navegante en un mar de escarpadas nubes rojizas.

 

Un rincón de contrastes (Corona Australis)

El cielo sur guarda objetos que nos maravillan y despiertan en nosotros un importante deseo de viajar a zonas meridionales para poder disfrutar de sus paisajes celestes. Hoy vamos a hablar de uno de estos parajes formado por una gran variedad de objetos en un espacio de más de un grado de diámetro. Se encuentra en la constelación Corona Australis, justo debajo de Sagitario, y necesita un horizonte bien limpio y estable para mostrar todos sus encantos. Pertenece al denominado Complejo Molecular CrA (Corona Australis), y es una gran asociación de gas en la que está teniendo lugar una importante proliferación estelar. La zona que nos ocupa engloba 3 nebulosas difusas, una nebulosa oscura y un cúmulo globular, así como alguna estrella doble, convirtiendo a esta región en una de las más interesantes y variadas que podemos ver, como podemos comprobar en la espectacular fotografía de Ignacio Díaz Bobillo. Es difícil escoger un punto de inicio, así que comenzaremos por el objeto más lejano, un bonito cúmulo globular denominado NGC 6723.

Foto NGC 6723.jpg

Este cúmulo se encuentra a unos 28.500 años luz de distancia, muy cerca del disco galáctico. Pasó por alto el atento escrutinio de Herschel, siendo descubierto en 1827 por James Dunlop. Varios cientos de miles de estrellas se disponen es una esfera de 108 años luz de diámetro, que en nuestro cielo corresponden a 13 minutos de arco. Es uno de los cúmulos globulares más antiguos que conocemos, datándose su origen hace más de 13.000 millones de años y comparable, por tanto, a la edad Foto NGC 6723-1.jpgde M92. A bajo aumento se ve como una esfera nebulosa, con el núcleo más brillante, y si la atmósfera es estable podrá apreciarse un hervidero de pequeñas estrellas que titilan en la distancia, como diminutos granos de harina. A mayores aumentos se resuelve con más facilidad, pero entonces no puede verse en el mismo campo que el resto de nebulosas, así que ya es cuestión de gustos (nada nos impide verlo primero a nivel general y luego profundizar a mayor aumento).

Vamos a estudiar ahora el complejo nebuloso que domina la zona, que presenta a simple vista dos colores bien llamativos, el negro y el azul. Sí, hablamos del color negro y no es del propio cielo, que en esta zona aparece repleto de estrellas infinitas, sino el negro opaco de una nebulosa oscura que se interpone entre el complejo molecular y nosotros, bloqueando nuestra visión a modo de obstáculo invisible. Esa nube, de la misma naturaleza que el resto de nebulosas de reflexión, no emite luz propia ni es iluminada por ninguna otra estrella, motivo por el cual aparece oscura a nuestros ojos. Su nombre es DN Be 157, derivado de Bernes 157. Ha habido desde el principio mucha discrepancia en estos términos, ya que al parecer el nombre Be 157 fue otorgado a una pequeña nebulosa de reflexión que rodea a V 709 CrA, apenas perceptible, y algunos autores han llegado a considerar toda la zona con ese nombre. Sea como sea, DN Be 157 (DN proviene de “Dark Nebula”) es una espectacular nebulosa oscura que en fotografías muestra una gran heterogeneidad en cuanto a densidad, recorriendo de forma longitudinal la constelación de Corona Australis a través de 8 años luz. Se encuentra a unos 450 años luz de nosotros, y al telescopio se aprecia con facilidad una zona especialmente escasa en estrellas, que comienza a medio camino entre NGC 6723, el cúmulo globular, y el resto de nebulosas que vamos a ver a continuación.

Al otro lado de NGC 6723 destacan, en primer lugar, dos brillantes estrellas que van a orquestar la disposición de las nebulosas. La más occidental tiene dos componentes, dos llamativas estrellas de tipo espectral B, separadas más de 50 segundos de arco.                La más brillante de ellas, denominada HD 176386, tiene una magnitud de 7.2 y a su alrededor se dispone la nebulosa de reflexión NGC 6727, como un etéreo manto que la rodea de forma tenue. La estrella más débil, SAO 210829, se encuentra en el centro de la nebulosa NGC 6726. Ambas nebulosas son en realidad la misma entidad, pero cada denominación hace referencia a la parte más iluminada por cada una de las estrellas. Son nebulosas de reflexión, es decir, no brillan con luz propia, sino que reflejan la luz que desprenden las estrellas más cercanas, en este caso las ya mencionadas. A bajo aumento se aprecian al telescopio como una nebulosidad redondeada, brillante si observamos desde un cielo oscuro, que al usar mayores aumentos se dispone en forma de “8”, especialmente con visión lateral. Los filtros nebulares resaltan ciertas longitudes de onda predominantes en nebulosas de emisión, por lo que aquí no serán muy eficaces, haciendo además que el fondo estrellado pierda protagonismo.

Esta nebulosa de reflexión no termina aquí, sino que alcanza una gran extensión, estando presente también alrededor de la otra estrella brillante que comentábamos en el párrafo anterior, BSO 14. Si prestamos un poco de atención veremos, incluso a bajos aumentos, que se trata de una estrella doble, con una separación entre sus componentes de 13 segundos de arco y unas magnitudes de 6.4 y 6.7. A su alrededor la nebulosa de reflexión toma el nombre de IC 4812. Aparece algo más tenue que las anteriores, si bien con visión lateral se ve sin ningún problema y alcanza un tamaño similar, con sus bordes en forma de cuadrilátero. De la misma manera, poca ayuda nos brindarán los filtros, de forma que nuestro mejor aliado será un cielo oscuro.

Foto NGC 6729

Región de NGC 6729

Vamos a terminar esta apasionante región del cielo con un objeto verdaderamente interesante denominado NGC 6729. Es una nebulosa de reflexión que rodea a la estrella R CrA, a modo de cometa, descubierta por Albert Marth, un astrónomo alemán, en 1861. Pocos años después Julius Schmidt notó que el brillo de la estrella variaba entre la magnitud 9 y 13, y el brillo de la nebulosa también cambiaba en consonancia. A finales del siglo XX se fotografió por primera vez a NGC 6729 en varias ocasiones, con un período de menos de un mes entre foto y foto, pudiendo comprobarse entonces las impresionantes variaciones que en tan poco tiempo tenían lugar en la masa de gas, alterándose incluso su forma y tamaño. En las siguientes imágenes podemos apreciar una de estas secuencias:

Foto NGC 6729 cambios

Teniendo en cuenta los datos de que disponían y el breve período de cambio (se podían llegar a apreciar cambios en la nebulosa en apenas 24 horas), se llegó a la asombrosa conclusión de que el fenómeno se debía a la rápida rotación de una masa gaseosa que orbitaba a la estrella a 1 Unidad Astronómica de distancia. Si recordamos, ocurre algo similar con NGC 2261, la Nebulosa Variable de Hubble, otra muestra más del increíble dinamismo que reina en el cosmos. A través del ocular NGC 6729 se ve apenas como una pequeña nebulosa en la que destaca su forma cometaria, con el vértice ocupado por la estrella R CrA, débil en el momento en el que la observé. Mayores aumentos pueden llegar a revelar algunos filamentos más destacados, pero su vista junto a todos los objetos que hemos mencionado es algo digno de disfrutar al menos una vez desde un cielo cristalino. Sin duda, debemos guardar esta maravillosa zona del cielo en la lista de objetos a la que recurriremos cuando viajemos al otro lado del mundo. Mientras tanto, seguiremos luchando contra el horizonte, mereciendo sobradamente la pena todo el esfuerzo que podamos realizar en su búsqueda.

NGC 6723.png

A continuación se detallan los principales componentes de este grupo de objetos:

NGC 6723 - detalles

No tres, sino cuatro (M20)

Una de las cosas más fascinantes del verano es el retorno de esas grandes nebulosas que pueblan el cosmos y que añaden un colorido incomparable a cualquier rincón. Si miramos a la zona de Sagitario, Escorpio… estamos buceando directamente en pleno centro galáctico, una zona en la que el brazo de Sagitario se despliega en todo su esplendor, con el fondo imponente del núcleo de la Vía Láctea. Una de estas nubes es la que nos ocupa hoy, o, concretando un poco, un conjunto de nubes.

La nebulosa Trífida, también denominada M20 o NGC 6514, es una de las nebulosas más conocidas, apareciendo su fotografía en la mayoría de libros de astronomía y asombrando con sus perfiladas formas. El nombre fue acuñado por John Herschel, aunque fue previamente descubierta por Messier y William Herschel. Éste último catalogó por separado cada parte de la nebulosa, que denominó H V.10, H V.11 y H V12. Sin embargo, dos años después, en 1786, volvió a “redescubrirla”, catalogándola como H IV.41 y pensando que era una nebulosa planetaria.

FOto M20.jpg

Dejamos ahora a los grandes astrónomos del pasado para viajar a un lugar situado a unos 5.000 años luz y hace apenas un millón de años, cuando en la Tierra el Homo Erectus ya producía instrumentos de piedra y controlaba el fuego a su antojo. En esa época dos grandes nubes moleculares, que flotaban a la deriva en el brazo interno de nuestra galaxia, se encontraron, arremetiendo una contra la otra, uniendo sus moléculas en partículas cada vez más pesadas, produciendo finalmente estrellas con vida propia, masivas y calientes. Estas estrellas tan brillantes producían tal cantidad de radiación ultravioleta que eran capaces de ionizar el gas que tenían alrededor, iluminándolo como una fogata en la oscuridad y sorprendiendo, un millón de años después, a una especie de un lejano planeta que la observa con primitivos instrumentos.

Las dos nubes que dieron lugar a la formación de esta asociación fueron descubiertas gracias a que presentan una mayor temperatura que el resto del gas, apenas 30 grados más, pero que permite delimitarlas y confirmar su existencia muy cerca del centro de la nebulosa. Las nubes se llaman “Nube 2 km.s1” y “Nube C”, siendo la primera responsable de las franjas negras que delimitan las partes de la Trífida. Estos oscuros filamentos no son más que gases a los que la radiación de las estrellas centrales no ha llegado aún, por lo que permanecen oscurecidos. Tradicionalmente se han catalogado como Barnard 85, y presenta realmente cuatro líneas con ciertas irregularidades provocadas por los vientos imperantes en la zona. En esta “Nube 2 km.s1” se ha encontrado uno de los objetos más interesantes de M20. Al sur de esta línea, hacia la periferia, hay una nebulosa oscura denominada TC2, de forma triangular y bajo contraste, en cuyo vértice podemos ver una línea gaseosa que parece salir despedida de la nebulosa. Esa línea se denomina HH 399 que, si recordamos, hace referencia al término “Herbig-Haro”, aquéllas estrellas que se están gestando y son rodeadas por la masa gaseosa primitiva, presentando en ocasiones largos jets o chorros de gas que salen despedidos a grandes velocidades. El jet de HH 399 va recorriendo el espacio a unos 400 km por segundo y se aprecia perfectamente en la siguiente fotografía del Hubble.

Foto M20 jet

La imagen puede resultarnos familiar, y es que comparte muchas características con otras nebulosas como M8 o M16, presentando también esos “dedos” o yemas nebulosas en cuyo interior residen las estrellas en formación. La radiación ultravioleta de las propias estrellas del cúmulo es la encargada de ir tallando el gas, de manera que finalmente la estrella recién nacida se mostrará en todo su esplendor. Hay en M20 una estrella que es, sin duda, la protagonista, miembro primigenio de la cohorte,  que se llama HD 164492. Es una enorme estrella de tipo espectral O7.5, extremadamente caliente y azul, y la principal responsable de la ionización de la parte de emisión de M20. Y mencionamos esto último porque en M20 también encontramos una región compuesta por nebulosas de reflexión, zonas a las que la radiación de HD 164492 no llega y, por tanto, no están ionizadas. Reflejan, sin embargo, la luz de las estrellas que engloba, por lo cual adquiere en fotografías un color azulado que contrasta enormemente con el rojo del hidrógeno ionizado. La Trífida, como tal, hace referencia a la parte de emisión, la que muestra las características formas, si bien todo forma parte del mismo conjunto. El cúmulo estelar que guarda cuenta con unas 150 estrellas recién nacidas, descubiertas por el Sptizer en los últimos años, muchas de las cuales están envueltas en su placenta de gas. La mayor parte de las estrellas del cúmulo está ocultas tras las franjas oscuras y los jirones traslúcidos de gas, aunque las más brillantes pueden distinguirse a su través.

Hemos comentado que M20 se formó por la colisión de dos nubes moleculares, a diferencia de la mayoría de nebulosas, aunque recientes observaciones han revelado la presencia de un remanente de supernova que se encuentra excepcionalmente cerca, llamado SNR W28. Es una nebulosidad formada por los restos de la explosión de una estrella que bien podría haber estimulado la proliferación estelar, o promovido la colisión de ambas nubes. Sea como fuere, el resultado ha sido una innegable obra de arte.

Foto M20 SNR.jpg

Podremos observar M20 desde cualquier lugar, pero tenemos que buscar cielos muy oscuros si queremos aprovechar todo lo que nos puede ofrecer. Telescopios modestos o sitios contaminados nos impedirán apreciar cómodamente las franjas que dividen a la nebulosa, uno de sus principales atractivos. Personalmente, siempre pensé que la Trífida, como indica su nombre, estaba formada por tres franjas oscuras. La había observado desde sitios relativamente contaminados y nunca había visto más allá. Por eso, cuando pude observarla desde los limpios cielos de Sierra Nevada, quedé atónito al comprobar cómo la cuarta línea oscura saltaba a la vista, débil y más pequeña, pero clara y definida. La nebulosa en su conjunto adquiría un brillo importante, y la estabilidad de la atmósfera me empujó a usar el ocular de 7 mm, que me proporcionaba 214 aumentos. Entonces la nebulosa de emisión, el cuerpo principal, ocupaba prácticamente todo el ocular, con el brillante centro rasgado por esos filamentos oscuros que nunca antes había apreciado con tanta claridad. HD 164492 brillaba con fuerza en el centro, acompañada por otras 3 estrellas que, en línea recta, forman parte del mismo sistema estelar (hay más estrellas compañeras pero necesitan de mayor aumento para distinguirlas). Con paciencia pasaron los minutos, aprovechando cada fotón que entraba en el tubo, y fui siendo consciente de la irregularidad de las franjas oscuras. Algunas presentaban entrantes y salientes que rompían la monotonía, dando el aspecto de estar contemplando una fotografía. Probé a usar los filtros UHC y OIII y, aunque resaltaban un poco la nebulosa, escogí observar al natural para poder apreciar mayor número de estrellas en el campo. La vista era sobrecogedora, entendiendo entonces por qué la Trífida es una de las nebulosas más espectaculares que podemos observar.

M20

En el corazón de la Catedral (la Espada de Orión)

Si el cielo fuera una gran ciudad Orión sería, como muchos la han denominado, su Catedral, el lugar que más tesoros resplandecientes alberga y la meca de todo astrónomo aficionado, ya sea novel o veterano, y es que alberga en la constelación una inmensa variedad de objetos de todo tipo, para todos los gustos y colores. Pero si Orión es la catedral, sin duda su zona central sería el retablo de las maravillas, la región conocida como el Tahalí de Orión o la espada. No es difícil imaginarla, pues se ve a simple vista como si colgase del llamativo cinturón, y si la noche es oscura podemos apreciar que no es una simple hilera de estrellas. Pocas regiones del cielo muestran tanto esplendor en un espacio tan reducido, de apenas 3 grados de diámetro, en los cuales encontramos una importante variedad de objetos que bien merecen un libro aparte.

Espada de Orión.png

Comenzaremos con una vista global para situarnos en este océano cósmico. Cuando miramos a la constelación de Orión estamos viendo una inmensa familia de estrellas y gases que conforman lo que se conoce como Asociación Orión OB1, situada en torno a los 1450 años luz. Ésta, a su vez, se puede dividir en cuatro regiones:

  • Orión OB1a: situada al oeste del Cinturón de Orión, es la región más antigua, con 10 millones de años de edad y a una distancia de 1.100 años luz. Al parecer fue la responsable de engendrar a Betelgeuse, que es una estrella de tipo espectral M que ha crecido asombrosamente rápido hasta adquirir su intenso color rojizo.
  • Orión OB1b: engloba a las estrellas del Cinturón, grupo conocido como Collinder 70, con una edad de 2-5 millones de años y algo más lejos que el anterior, a unos 1.500 años luz.
  • Orión OB1c: la zona del Tahalí de Orión que ocupa este capítulo.
  • Orión OB1d: formada por M42 y M43, la nebulosa de Orión propiamente dicha, aunque se encuentre abarcado por Orión OB1c.

Estas dos últimas zonas son las más jóvenes, especialmente Orión OB1d, contando sus estrellas con menos de un millón de años. Teniendo en cuenta que nuestro Sol tiene una de edad de 4.500 millones de años, no es difícil ser conscientes de su efímera vida.

Como curiosidad «geográfica» cabe decir que Orión OB1 y nosotros, junto con otras estrellas y nebulosas de distintas zonas del cielo, pertenecemos a la misma estructura galáctica, conocida como el Cinturón de Gould, descubierta en 1870. Dicha «nube estelar» ocupa un área curvilínea de unos 3.000 años luz de diámetro, y las últimas hipótesis apuntan a que fue formada por la colisión contra nuestra galaxia de una nube de gas hace 50 ó 60 millones de años. Dicha teoría estuvo en entredicho hasta que hace poco se descubrió la existencia de la Nube de Smith, un cúmulo de gas de gran masa que está en vías de colisionar con la Vía Láctea. El sol, que ya tenía una edad respetable por aquélla época, pudo contemplar un espectáculo variopinto. El gas de procedencia extragaláctica colisionó con las estrellas del brazo de Perseo, provocando una onda de choque que desestabilizó las grandes nebulosas que allí residían, produciendo un inmenso brote de formación estelar. Algunas supernovas, fruto de esta gran proliferación, terminaron de esculpir la región tal y como la conocemos hoy. Dedicaremos un capítulo completo a hablar, a grandes rasgos, de la geografía de nuestra galaxia, aunque demos algunas pinceladas mientras tanto.

Retomamos nuestra atención sobre el Tahalí de Orión, la espada, el altar de la Catedral celeste. La siguiente fotografía, realizada por Leonardo Fernández de Alarcón Web con un refractor de 110 mm y F/7, nos muestra la región en cuestión, con el norte arriba:

Foto M42 espada

Vamos a recorrerlo de norte a sur, metódicamente, para poder disfrutar cada una de sus estrellas. Lo primero que nos encontramos es un curioso cúmulo abierto denominado NGC 1981, que pasa desapercibido debido a su cercanía con M42, pero situado en un lugar más solitario sería un objeto muy llamativo. Está formado por una veintena de estrellas brillantes, de magnitud entre 7 y 10, dispuestas a lo largo de un espacio de 20 minutos de arco. Sus estrellas más brillantes se disponen en forma de dos hileras de tres componentes, siendo flanqueadas por dos astros algo más débiles. Entre ellas podemos ver dos interesantes estrellas dobles. La primera, la más sencilla de separar, es Struve 750, la estrella situada más al norte. Su componente principal es de magnitud 6.40 y su secundaria dos magnitudes más oscura, separadas por 4.1 minutos de arco. Son de color blanco-azulado, jóvenes como la mayoría de las estrellas de la zona, y algunos observadores encuentran a la más débil una tonalidad más azulada que a la primaria. La otra estrella doble de interés es Struve 743, de magnitudes 7.7 y 8.2, esta vez más unidas entre sí, a una distancia de 1.8 minutos de arco. Para desdoblarlas necesitaremos mayores aumentos, aunque no supondrá gran problema si la noche es serena, viendo entonces dos pequeñas perlas casi en contacto. El cúmulo puede ser considerado relativamente pobre, pero si la noche es oscura llaman la atención un grupito de estrellas muy débiles dispersas al norte de Struve 743, que dan la sensación de ser, de por sí, otro cúmulo abierto más lejano.

NGC 1977

Nuestra siguiente parada nos sumerge en la niebla de una interesante región HII en la que se están gestando estrellas continuamente, una zona situada a 1.500 años luz de distancia que se compone, a grandes rasgos, de tres grandes masas gaseosas. El color rojo denota su naturaleza de emisión, excitadas por las estrellas que residen en su interior, pero podemos comprobar, en cualquier fotografía, que los tonos azules llegan a predominar, muestra de que son también nebulosas de reflexión que reflejan la luz de sus astros. La mayor de ellas, situada al sur, es NGC 1977, una gran nebulosa de unos 15 años luz de diámetro. En su interior reside c orionis, una estrella de magnitud 4.8 visible a simple vista, compañera de una estrella más tenue a tan sólo 1 minuto de arco de distancia. Esta estrella, junto con otras dos brillantes, se sitúa en el centro de la nebulosa, que tiene forma alargada, con nebulosas oscuras delimitando su forma en algunos de sus bordes. 42 orionis, de magnitud 4.7, es la responsable de ionizar la mayor parte del hidrógeno que conforma la nebulosa. NGC 1975 rodea a la estrella HD 36958, de magnitud 7.34, y es la segunda en extensión y brillo de este grupo. Tiene una forma ligeramente alargada y poco definida, perdiéndose sus bordes hacia el exterior. Muy cerca, y rodeando a la estrella que hay justo al norte de NGC 1975, encontramos la tercera nebulosa, NGC 1973, una pequeña nubecilla que se aprecia mejor con visión indirecta. El conjunto de estas tres nebulosas es especialmente llamativo y constituye una de las nebulosas difusas más brillantes que podemos ver. Sin embargo, siempre será un segundo plato por el delicado lugar que ocupa, al lado de la nebulosa principal  que ya, por fin, vamos a abordar.

Hay mucho que decir sobre M42 y M43 y no hay un espacio ilimitado para ello, así que tendremos que centrarnos en sus principales detalles. Para empezar, imaginemos a una inmensa región llena de gas que poco a poco se ha ido enfriando, con el paso de los años, de forma que sus partículas se van uniendo entre sí, haciéndose cada vez más densas. Así, en un área de más de 100 años luz de diámetro, se fueron formando nuevas estrellas desde hace unos escasos 3 millones de años, apenas un suspiro en la escala cósmica. Ahora FOto m42 trapecio (1)centremos nuestra atención en el centro de esta masa gaseosa, lugar de residencia de cuatro brillantes estrellas que todo astrónomo conoce. Galileo descubrió 3 de ellas, y en el siglo XVII varios astrónomos se dieron cuenta de que eran realmente 4 estrellas, dispuestas en forma de trapecio, nombre con el cual se conoce al grupo. En conjunto, reciben el nombre Theta Orionis, y son estrellas muy jóvenes de tipo espectral O y B, con una edad de apenas un millón de años. Tienen una masa de entre 15 y 30 veces la masa de nuestro sol, y emiten una inmensa cantidad de radiación ultravioleta. Theta Orionis C, la más brillante de ellas, es la principal responsable de ionizar el hidrógeno de la masa de gas circundante y, por tanto, tenemos que agradecerle que podamos disfrutar de este espectáculo. Es la estrella más caliente de todas las que podemos ver a simple vista, con 40.000 grados en su superficie. El Trapecio se encuentra formado, realmente, por once componentes, siendo 6 de ellas accesibles a instrumentos de aficionado. Las componentes E y F, de magnitud 11, requieren de una noche estable para poder verlas, ya que el brillo de la nebulosa juega en nuestra contra a la hora de distinguirlas.

Pero estas estrellas no están solas en el centro de la nebulosa. Invisibles a nuestros ojos, más de 2.000 estrellas se esconden tras el gas de la región, visibles sin embargo con instrumentos específicos como el Chandra X. En la siguiente imagen podemos comparar la zona más céntrica en longitud de onda visible y en el infrarrojo, sobrando las palabras para describirla: la vida se esconde tras esas densas nubes. Los últimos estudios sugieren que en el centro hay un agujero negro de unas 100 masas solares, de manera que podría explicar los anárquicos movimientos observados en las estrellas. De hecho, como ya comentábamos al hablar de IC 405, la estrella AE Aurigae parece tener su origen en el centro de M42, habiendo sido despedida al interactuar con otras estrellas.

Foto m42 centro

Estas grandes estrellas, además de iluminar la nebulosidad a su alrededor, generan fuertes vientos que van moldeando las estructuras a su paso, de manera que la Nebulosa de Orión muestra centenares de arcos y ondas, reflejo de los rápidos movimientos a los que se ve sometido el gas. De esta forma, la nebulosa Foto m42 vientose va expandiendo a pasos agigantados, calentando el espacio a su paso y estimulando la formación, en un futuro cercano, de miles de estrellas nuevas. De hecho, M42 cuenta en su interior con una gran cantidad de discos protoplanetarios y estructuras típicas de estrellas en formación, desde Glóbulos de Bok hasta cuerpos Herbig-Haro. El Telescopio Espacial Hubble ha encontrado hasta 13 planetas gaseosos, similares a Júpiter, vagando a la deriva sin estar ligados a ninguna estrella. Lo cierto es que no son planetas, sino “estrellas fallidas”. Comenzaron a formarse como cualquier otro astro, condensando sus átomos, pero el núcleo no fue capaz de llegar a fusionar el hidrógeno y el helio, de manera que no llegan a brillar con luz propia. Son una especie más de la abigarrada fauna que compone este increíble hábitat espacial.

FOto m42 protoplat

Discos protoplanetarios en Orión

M42 tiene forma esférica, con una gran concavidad en su interior que se ha generado mediante un proceso llamado fotoevaporación en el que las estrellas centrales más masivas alejan el gas y el polvo. Debido a esta dispersión, en cuestión de 100.000 años apenas quedarán restos gaseosos, y el resultado será un gran cúmulo estelar. Sus estrellas más masivas, en un período relativamente corto de tiempo, explotarán en forma de supernovas, volviendo a generar el caos a su alrededor. Hay un gradiente importante de temperatura, de forma que en las regiones más internas se alcanzan los 10.000º K, enfriándose a medida que se aleja del centro.

M43 es en realidad parte de la misma Nebulosa de Orión, aunque fue considerada en el siglo XVIII como un objeto distinto. Un filamento de polvo oscuro separa ambas nebulosas, dando esa sensación. También se la conoce como NGC 1982 o Nebulosa de Mairan, debido a su descubridor Jean-Jacques Dortous de Mairan, y se encuentra ionizada por la estrella HD 37061, justo en su zona central. Fue inmortalizada por Messier a finales del siglo XVIII, en un dibujo junto a M42.

Foto M42 messier

Visualmente, M42 y M43 suponen un espectáculo a través de cualquier instrumento. Con unos simples prismáticos bien firmes y una noche oscura se puede apreciar la nebulosa en el mismo campo que NGC 1981 y el complejo de nebulosas de NGC 1977. M42, si el cielo es favorable, mostrará incluso la porción opuesta al trapecio, ese lazo que la rodea de forma tenue. Las estrellas del trapecio pueden empezar a resolverse con pequeños prismáticos, pero para distinguir sus 4 estrellas será mejor recurrir a grandes prismáticos o a pequeños telescopios

A través del Dobson de 30 cm y un filtro la vista es, sencillamente, superponible a la mayoría de fotografías de M42, e incluso mejor, ya que la zona central no aparece velada y podemos disfrutar de todos sus detalles a la vez. Usando bajos aumentos podemos encuadrarla en el mismo campo, mostrando nebulosidad y filamentos donde quiera que pongamos la vista. La zona central es muy brillante, contrastando enormemente la denominada Boca de Pez, un entrante oscuro que avanza hacia el trapecio, una región rectangular llamada Regio Huygheniana. En este último distinguimos las cuatro estrellas principales, y basta con usar 125 o 214 aumentos para poder ver, si la atmósfera no es turbulenta, las componentes E y F, brillando débilmente a muy poca distancia del resto. Al sur del Trapecio aparece otra bahía oscurecida, más estrecha, que separa Regio Huygheniana de Regio gentili, llamada Sinus gentili.

M42 interna

Las alas se abren en direcciones opuestas, y la occidental (proboscis maior) se divide en dos arcos claramente diferenciados, abiertos en un ángulo de 50º. Uno de ellos se dirige hacia Iota Orionis y se une a la otra ala cerrando un círculo casi perfecto. En esta zona posterior, bastante más débil, se pueden apreciar entrantes de nebulosidad hacia el centro, creando pequeños arcos que se aprecian mejor con visión lateral. Volutas de humo aparecen flotando en el interior de la nebulosa y multitud de estrellas pueblan cada uno de sus rincones. M43, al lado del trapecio, despliega una elegante forma redondeada que se extiende acabando en una curvada punta hacia el norte. Sin duda, cualquier descripción se queda corta ante este monumento estelar. Lo mejor es verlo por uno mismo, no de pasada, sino deteniéndose en cada detalle. Conforme pasen los minutos vislumbraremos zonas hasta entonces invisibles, estrellas que antes parecían no existir, y tras media hora estaremos contemplando una verdadera y “viva” fotografía.

M42

Por último, terminamos este recorrido echando un vistazo a NGC 1980, nebulosa descubierta por William Herschel en torno a Iota Orionis. Dicha estrella, denominada Hatysa, tiene una magnitud aparente de 2.75 y es una gigante azul de tipo espectral O9, con una temperatura mayor a 31.000º K. Es una interesante estrella triple, con dos componentes más débiles a 10 y a 40 segundos de arco. La más alejada, según algunos observadores, tiene un tono rojizo que contrasta con el blanco azulado de sus compañeras. Además, la primaria es a su vez binaria espectroscópica, con una estrella orbitando a su alrededor cada 29 días en una órbita muy excéntrica, que podría haber sido causante de la fuga de AE Aurigae. La naturaleza de NGC 1980 es algo incierta, con cierta controversia acerca de si se trata de una porción de M42 o si es una nebulosa con entidad propia situada más cerca de nosotros. Hay incluso quien dice que es un cúmulo abierto formado por Hatysa y una quincena de estrellas, si bien Herschel describió sin ninguna duda su naturaleza gaseosa.

Espada de Orión - detalles

Sea como sea, la imagen que podemos ver a través de un ocular de gran campo es inolvidable, con tantas formas y sombras que tardaríamos una eternidad en estudiarla a fondo. No en vano es el objeto más visitado del firmamento.

La isla de las maravillas (IC 2177)

En el cielo hay grandes regiones prácticamente ignoradas por el astrónomo aficionado, capaces de ofrecer horas de disfrute en noches diáfanas. Una de ellas es, sin duda, la conocida como Nebulosa de la Gaviota o IC 2177. Stephen James O’Meara, en su libro «Deep-sky Companions: Hidden Treasures», lo describe como el «Paraíso Pirata», y verdaderamente podríamos decir que es una isla plagada de tesoros escondidos en cada uno de sus rincones. Se encuentra al este de Sirio, y estas noches invernales se muestra en todo su esplendor cuando alcanza su punto más alto. IC 2177 es un lugar tan rico en objetos más pequeños que será fácil perderse si uno no tiene conciencia de lo que está viendo. De la misma forma, la diversidad de nombres atribuidos a ellos hace algo difícil la navegación por estos lares sin llegar a la confusión. No obstante, trataremos de desgranarla paso a paso, disfrutando al máximo cada una de sus playas, bahías y bosques estelares.

Wide-field view of the entire Seagull Nebula (IC 2177)

Comenzaremos por el principio, como debe ser. Nos remontamos a un período relativamente reciente, hace apenas 1 millón de años, y a una distancia algo mayor de 3.000 años luz, en las cercanías de la enorme región Canis Major OB1 (una aglomeración de gases y estrellas recién nacidas unidas por la gravedad, formando una gran familia). En algún punto de esa zona una enorme estrella explotó en forma de supernova, uno de los eventos más violentos que conocemos en nuestro universo, de forma que la onda expansiva barrió a su paso una pequeña región gaseosa, haciendo que se expandiera y produciendo un brote de proliferación estelar a su paso, conformando lo que se conocería posteriormente como Canis Major R1. Esta región cuenta con estrellas especialmente jóvenes que se hallan inmersas en la nebulosa que las vio nacer, y una de estas nebulosas es IC 2177, la protagonista de estas líneas. Su forma alargada le ha hecho meritoria de conocerse con el sobrenombre de «la Gaviota», presentando dos prolongaciones que extienden curvándose y una región nebulosa más densa que ocupa el lugar de la cabeza. Todo el conjunto alcanza los 3 grados de diámetro, un tamaño aparente similar a 6 lunas llenas, aunque en la realidad es mucho. Su tamaño se estima en unos 250 años luz, y comparación basta decir que la gran Nebulosa de Orión, M42, cuenta con apenas 24 años luz, con lo cual no nos es difícil imaginar la inmensidad de lo que estamos viendo. Cualquier fotografía muestra IC 2177 en toda su extensión con un intenso color rojizo, debido al hidrógeno que las principales estrellas ionizan con su radiación ultravioleta. Son, en su mayoría, estrellas gigantes azules y blancas de tipo espectral O y B, que emiten una gran cantidad de energía.

Podemos dividir a la nebulosa en dos zonas claramente diferenciadas en cualquier fotografía. Por un lado, la cabeza de la gaviota; por otro, las enormes alas extendidas. La primera se denomina Gum 1 (primera entrada en el catálogo de nebulosas que publicó Colim Gum en 1955), y también recibe el nombre de vdB 93 (catálogo publicado por Sidney van den Bergh en 1966) y Sharpless 2-292. Es una nebulosa mixta, es decir, es de reflexión a la vez que de emisión, siendo la precursora de las estrellas que anidan en su interior. La más brillante que podemos apreciar al telescopio es HD 53367, la principal causante de hacer brillar al gas que la rodea. Es una estrella con una masa 20 veces mayor a la de nuestro sol que tiene una compañera secundaria, ambas de tipo espectral B. Al telescopio se aprecia como una nebulosidad de forma redondeada que rodea a la estrella, más definida con visión periférica. El filtro UHC realza su superficie, aunque no muestra mayor nivel de detalle.

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Gum 1, la cabeza de la gaviota

Gum 1 es como un terreno independiente de la «isla pirata», y desde ella podemos saltar a la tierra de las maravillas que suponen las alas de la gaviota. El nombre IC 2177 designa de forma generalizada a estas últimas y a Gum 1, englobadas como una sola porción, si bien las alas también se conocen como Gum 2 o Sharpless 2-296. Su porción más brillante es la colindante con Gum 1, la región central de las alas. Necesitaremos un ocular de muy bajo aumento para poder apreciarlo en su conjunto. A 44 aumentos, bajo un cielo relativamente oscuro, sorprende la inmensa cantidad de estrellas que puebla la zona, y que se disponen de forma más densa formando una banda de norte a sur. Algo extraño hay en esa banda, y es el filtro UHC el que resalta definitivamente la nebulosidad concomitante, de forma que da la sensación de ser una versión en miniatura de la Vía Láctea veraniega que atraviesa el cielo de lado a lado. Es fácil dejarse perder en ese río de centenares de estrellas, algunas tan débiles que rozan el límite de la percepción. La nebulosa se aprecia mejor con visión indirecta, con una zona más brillante en su región superior, pero en ningún momento deja de tener esa apariencia etérea, casi fantasmal.

IC 2177

Una atenta mirada muestra que el campo del telescopio se encuentra poblado por pequeñas ciudades estelares. Los dos cúmulos abiertos más débiles del conjunto se encuentran justo en la zona central, y pertenecen al «alternativo» catálogo Collinder publicado en 1931. El más septentrional es Cr 465, mientras que al sur se sitúa Cr 466. Ambos son prácticamente indistinguibles, ya que están formados por estrellas muy débiles que se disimulan fácilmente contra el poblado fondo. Cr 465 es algo mayor, contando con unas 30 estrellas, la mitad de las cuales se aprecian sin mayor dificultad por el telescopio. Cr 466 es aún menos evidente, formado por unas 25 estrellas y con una magnitud conjunta de 11.1. En su conjunto, con visión periférica, ambos parecen formar un mismo cúmulo abierto, en una imagen bastante atractiva, ya que a menos de 20 minutos de arco se sitúa otra familia de estrellas, NGC 2343. Con una cincuentena de estrellas, es un cúmulo mucho más llamativo, de algo más de 5 minutos de arco de diámetro. Se encuentra a 3.400 años luz de distancia, inmerso en la nube circundante. Es interesante puntualizar que los dos cúmulos más débiles, Cr 465 y Cr 466, se encuentran a una distancia bastante mayor, a algo más de 6.000 años luz. Intentemos visualizarlos en un espacio tridimensional para ser conscientes del efecto de la distancia. Muy cerca de NGC 2343 encontramos una estrella especialmente brillante, denominada HD 54662, de magnitud 6.23. Es una estrella de tipo espectral O, extremadamente caliente, a 40.000ºC. Tiene un brillo 42.464 veces superior al de nuestro sol y es la responsable de iluminar en buena parte a la nebulosa Gum 2. Con un campo suficientemente amplio podemos contemplar estos últimos objetos formando una línea arqueada, desde la cabeza del águila, Gum 1, hasta este brillante estrella, pasando por las tres familias de estrellas que ya hemos visitado. De fondo, esa blanquecina banda que es tan sólo un reflejo de la inmensa Gum 2.

IC 2177 detalles

Esta región de la isla nos guarda otra sorpresa más, y es que frente a los objetos ya mencionados flota en el agua un bonito cúmulo abierto, NGC 2335, que complementa el paisaje dibujado. Es un cúmulo algo mayor que NGC 2343 y más lejano, situado a unos 4.100 años luz de distancia, motivo por el cual se nos muestra con sus estrellas algo más débiles. Se resuelven sin mayor problema unas treinta componentes dispersas sobre un área de unos 6 minutos de arco, con cierto matiz de neblina residual que es reflejo de las estrellas más débiles del fondo.

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NGC 2327

Dejamos de lado esta interesante zona para observar otra interesante agrupación de objetos. Al borde del ala más meridional residen tres nebulosas con nombre propio que adornan con su reflejo a IC 2177. Dos de ellas se encuentran fuera de su perímetro, rodeadas de negro mar. Son Sharpless 2-295 y Sharpless 2-293, siendo esta última la más brillante de ellas. Ambas se encuentran dispuestas rodeando a dos estrellas brillantes, causantes de la ionización de la masa de gas. Se aprecian como una nebulosidad redondeada de bordes difusos que se pierden en la negrura, más visibles con visión periférica. Realzan al colocar el filtro UHC, y entonces se puede distinguir también parte del ala de la gaviota, plagada como siempre de multitud de estrellas. Entre ellas, podemos apreciar una que se encuentra rodeada por un halo de nebulosidad, pequeño, pero llamativo con visión lateral. Se trata de NGC2327, una pequeña nebulosa de reflexión que rodea a una débil estrella, con un diámetro de 2.3 minutos de arco. Es pequeña, por lo que es conveniente conocer con seguridad el terreno antes de buscarla. Sin duda, complementa perfectamente a las otras dos nebulosas que, como faros en medio del mar, llaman la atención desde cualquier posición.

IC 2177 zona 2 detalles

Seguimos navegando hacia el sur entre una miríada de luciérnagas luminosas, dejándonos llevar por el río nebuloso hasta la última parada de esta visita, el extremo meridional de IC 2177. Es la nebulosa más evidente de cuantas pueblan esta isla, y vigila el resto de la región como una brillante nube incandescente. Se trata de Gum 3, Sharpless 2-297, Cederblad 90 ó vdB 94 (sí, todos y cada uno de estos nombres sirve para designar a la misma pequeña nube), una bonita nebulosa de emisión que se encuentra flanqueada por una oscura nebulosa que en fotografías marca un importante contraste de bordes curvos. Al telescopio no podremos percibir la nebulosa oscura, pero la imagen no está exenta de interés. Lo primero que nos llama la atención es la brillante estrella central, HD 53623, una joven estrella de tipo espectral B y magnitud 8, que se encuentra flanqueada por dos hileras de estrellas brillantes, una a cada lado. Esta estrella central es la principal responsable de ionizar el hidrógeno que la rodea, una masa de gas que adquiere cierta forma ovalada, con débiles extensiones que parecen seguir a las estrellas circundantes. Con visión lateral su tamaño aumenta y, al igual que en las anteriores, el filtro UHC nos proporcionará un mayor contraste, aunque por contrapartida el número de estrellas del campo disminuye y pierde gran parte de su atractivo.

IC 2177 zona 3

Aquí termina este viaje a través de la isla de las maravillas, que seguro nos proporcionará grandes satisfacciones. Nada nos impide, de todas formas, seguir su recorrido por sus intrincadas bahías y golfos, sólo por la cantidad de estrellas que veremos merece la pena. Podremos ver algunas otras condensaciones e incluso un bonito cúmulo abierto, NGC 2353, fácilmente visible con prismáticos y parte también de esta gran familia. La visión de la Gaviota con el telescopio no será como en las fotografías de larga exposición, pero podremos disfrutar como niños viendo la enorme variedad de tesoros que nos ofrece, y el mero hecho de buscarlos ya hará que merezca la pena el esfuerzo.

La charca de los renacuajos (IC 410)

Ya hemos podido comprobar el gran potencial de Auriga, la gran cantidad de diferentes objetos que tiene para mostrar en estos meses invernales. Pero uno de ellos yace escondido en su región más céntrica, prácticamente desconocido y mucho menos disfrutado. Es IC 410, una enorme masa gaseosa que rodea a un bonito cúmulo abierto, NGC 1893. Pero vayamos por partes…

Si miramos desde un cielo oscuro a la constelación del Cochero, como también se llama a Auriga, nos llamará la atención una débil hilera de estrellas que parecen apuntar su centro desde uno de los bordes. Una visión con prismáticos nos revelará un bonito paisaje estelar, con varias estrellas brillantes y salpicado de un miríada de puntos más débiles. La hilera de estrellas brillantes, como podemos ver en fotografías de larga exposición, es la barrera que separa dos imponentes regiones nebulosas: a un lado, IC 405, una bonita nebulosa de reflexión que ya vimos con anterioridad. Al otro lado, el tesoro que nos aguarda hoy.

Foto IC 410.jpg

NGC 1893 es un cúmulo de más de una cincuentena de estrellas jóvenes que todavía se hallan bajo el amparo de la nebulosa que les ha dado a luz, una nebulosa que comparte zonas de emisión y de reflexión, sombreada parcialmente por zonas oscuras correspondientes a nebulosas oscuras. Su forma en Y, o como un águila con las alas abiertas, no es su característica más llamativa. Es posible que la nebulosa nos suene por haber aparecido en más de una ocasión como APOD de la NASA, y un vistazo rápido pone en evidencia el motivo por el que se conoce como la Nebulosa de los Renacuajos (“Tadpoles Nebula”). Esas dos pequeñas nebulosas llaman la atención en cualquier imagen, con esos dos núcleos brillantes que parecen mirar al centro de IC 410, como dos cabezas redondeadas, con sendas colas serpenteando tras de sí. La realidad supera en algunos casos el poder de la imaginación. El mayor recibe la denominación Simeis 130, mientras que el menor es Simeis 129. Foto IC 410 renacuajosEn el interior de estos renacuajos está teniendo lugar la gestación de estrellas, que poco a poco irán consumiendo el gas que las rodea hasta que termine por desaparecer. Estamos asistiendo, por tanto, al parto natural de unas jóvenes estrellas a unos 12.000 años luz de nosotros. Y eso no es lo más increíble, sino el hecho de que, en contra de lo que se podría pensar, está al alcance de un telescopio de 30 cm de diámetro.

La primera vez que vi IC 410 fue un accidente, navegando a la deriva por la región central de Auriga, buscando embelesado algunas estrellas dobles. De repente vi en el buscador una región nebulosa, débil, compuesta por finísimas estrellas apenas perceptibles. Miré entonces por el telescopio y quedé sorprendido por la riqueza del campo. Una tenue neblina se mostraba tras las estrellas, y no supe hasta que lo busqué en el atlas que era realmente una nebulosa y no estrellas irresolubles. Coloqué por curiosidad el filtro UHC y, de forma drástica, IC 410 revivió ante mis pupilas. La nebulosa, a 65 aumentos, muestra una forma de letra “Y”, con dos alas que se despliegan claramente hacia los lados, con forma redondeada y engrosada. En el centro de la nebulosa se dispone una estrella doble, y otras parejas estelares se pueden apreciar por toda la superficie, que engloba más de 20 minutos de arco de diámetro.

IC 410

Lo que nunca llegué a pensar es que sería capaz de ver con mis propios ojos a los famosos renacuajos, y unos días después leí acerca de algunos aficionados que los habían visto fácilmente con aberturas de 40 cm. Por tanto, la siguiente noche que tuve oportunidad me lancé a su búsqueda, esta vez conociendo la zona perfectamente. Una vez con la visión  adaptada a la oscuridad no tardé más de 30 segundos en captar al renacuajo más grande. Formando un triángulo rectángulo con la pareja central y otra estrella brillante hacia el noreste conseguí atisbar una pequeña nebulosidad redondeada que resaltaba sobre el fondo algo más oscuro, justo en el punto donde se localizaba Simeis 130. Comprobé varias veces, atónito, lo sencillo que me resultó, a pesar de las grandes turbulencias que azotaban la atmósfera. A 125 aumentos me resultó más sencillo aún, aunque a 214 el viento hacía totalmente incómoda la visita. Simeis 129 fue un poco más difícil, debido a su menor brillo y a que necesité 214 aumentos para verla con más claridad, haciéndose difícil la lucha contra el viento. Se encuentra formando parte de un débil hilera de 4 estrellas, disimulada entre ellas, pero visible con mirada periférica una vez la vista está descansada y bien adaptada. Conforme más tiempo pasaba ante el ocular más sencillo me parecía verlos, y la sensación de ver una fotografía aumentaba también progresivamente. ¿Cuántos objetos habrá tan exóticos como Simeis 129 y 130 al alcance de telescopios de aficionado? Probablemente muchos más de los que pensamos…

Hacia el corazón de Auriga (2ª parte)

La segunda parte de este viaje por la constelación de Auriga nos lleva por algunos de sus más famosos cúmulos abiertos, cada uno con distinta personalidad, así como una interesante nebulosa que guarda un secreto en su interior. Nos daremos cuenta de que los cuatro cúmulos que mencionamos en este artículo tienen una distancia similar a nosotros, de poco más de 4.000 años luz, indicio de que forman parte de «algo» más grande. Ese algo es una inmensa nube molecular, llamada Auriga OB1, un gran área del espacio repleta de vida, entendiendo como tal grandes cantidades de gas que se enfrían y forman estrellas por doquier. Próximamente nos dedicaremos con mayor ahínco a entender con mayor globalidad estas regiones del cielo.

El otro día nos despedíamos con Berkeley 17, uno de los cúmulos más antiguos que conocemos en nuestra galaxia. No tenemos más que elevar el telescopio unos 3 grados al norte para que entre en el ocular otra joya, ésta mucho más evidente. Se trata de M36, uno de los grandes cúmulos del Cochero, que no fue descubierto por Messier, sino por Giovan Battista Hodierna (arquitecto, astrónomo y sacerdote italiano) a mediados del siglo XVII. M36 es, en cuanto a edad y componentes, muy similar a las Pléyades, y de hecho brillaría igual que ellas si no fuera porque se encuentra mucho más lejos, a unos 4.100 años luz, ocupando un espacio de unos 14 años luz, justo en el centro Foto M36 IRASde la asociación Auriga OB1. Sus 60 estrellas tienen una edad estimada de 25 millones de años, destacando entre ellas las de tipo espectral O y B. En concreto, destaca una llamativa estrella que posee un brillo 360 veces superior al del sol, una estrella tipo B2 con una magnitud de 9, la madre de esta interesante familia. Hay otro objeto curioso inmerso en M36, aunque quede fuera de nuestras posibilidades visuales. Se denomina IRAS 05327+3404, y es una joven y débil estrella, caliente, que emite un flujo de gas bipolar, probablemente en el transcurso de la gestación de un sistema planetario. En algunas imágenes de gran aumento aparece con aspecto cometario, con una cola de gas en uno de sus lados.

Hablando de sistemas planetarios, M36 se ha sumado al estudio de los llamados discos circumestelares o discos protoplanetarios, es decir, las estructuras primigenias formadas por gas y roca que rodean a las estrellas y derivarán en la formación de un sistema solar. Equipos de astrónomos han estudiado numerosas estrellas de M36 y de otros cúmulos para conocer el período que tarda en «madurar» este disco, completando la formación de sus planetas. Los resultados coinciden en otorgar a este lapso de tiempo una duración de unos 6 millones de años, De hecho, a los 3 millones de años la mitad de las estrellas ya han perdido su disco protoplanetario, un tiempo extremada y cosmológicamente muy pequeño. Aún hay más, y es que al parecer M36 engendró una estrella masiva de tipo OB que, hace 40.000 años, explotó en forma de supernova, dejando tras de sí una estela de gas que formó lo que hoy conocemos como Simeis 147, un gran remanente de supernova que abarca unos 3 grados en el cielo, y que recibe el nombre de Nebulosa Spaghetti, un interesante objetivo de observación en cielos especialmente oscuros y con aberturas generosas.

Foto Simeis 147.jpg

Se puede disfrutar de M36 desde un cielo urbano, pero para sacarle provecho es necesario un cielo oscuro, que nos revelará más de 50 estrellas de diferente brillo esparcidas por más de medio grado de arco. Llama la atención la disposición de muchas de esas estrellas en forma de parejas, destacando quizás un sistema binario cuyas componentes se separan tan solo por 10 segundos de arco. Hay unas 20 estrellas principales, más brillantes, con varias decenas más de fondo, titilando débiles en la lejanía. Sin duda, una visión sugestiva se mire con el instrumento que se mire.

M36.png

Dejamos atrás a este joven cúmulo para visitar a su primo mayor, M38, que se encuentra a apenas 2 grados al oeste. Cuando lo veamos a   través de nuestro telescopio quedaremos perplejos al comprobar que no es uno, sino dos cúmulos abiertos. Como si envidiara a M35 y NGC 5128, M38 forma una bonita pareja con NGC 1907.

El principal, M38 (o NGC 1912), se encuentra algo más alejado que M36, a unos 4.200 años luz, mientras que NGC 1907 se sitúa, al menos, a 4.500 años luz de distancia. ¿Significa esto que no hay relación entre ellos? Bueno, hay cierta discrepancia en esta materia. Algunos defienden que son dos cúmulos totalmente independientes, haciendo referencia a sus diferencias en cuanto a edad y localización. Otros sugieren, sin embargo, que se formaron en lugares distintos pero en la actualidad se están acercando entre sí, comenzando a interactuar poco a poco. Apoyan su teoría en los movimientos de las estrellas, que parecen apuntar en dicha dirección, de forma que estaríamos asistiendo a la unión de dos cúmulos totalmente distintos.

M38 posee un tamaño de unos 25 años luz, entre los que se esparcen  un centenar de estrellas de diferente brillo. Sus componentes tienen una edad de unos 220 millones de años, edad más que respetable para un cúmulo pero que palidece al lado de otros como Berkeley 17. Su compañero, NGC 1907, tiene unas 30 estrellas dispuestas en un espacio similar a M38, pero su edad media es de unos 500 millones de años, de ahí su tonalidad más amarillenta. Juntos, estos dos cúmulos forman una bonita estampa digna de admirar a bajo aumento en estas noches invernales. Para que entren ambos cómodamente necesité el ocular de 24 mm, con un grado de campo de visión. M38 aparece a la izquierda, estacando una veintena de estrellas con la característica forma de la letra “pi”, mientras que decenas y decenas de estrellas enmarcan el símbolo ocupando un área mayor de 20 minutos de arco. Al igual que ocurre con M35, NGC 1907 aparece al borde del campo, como un pequeño manojo de diminutas estrellas muy unidas entre sí, con forma de esfera algo alargada por uno de sus extremos. Cuento unas 20 componentes, si bien el número exacto es difícil de definir por lo agolpadas que se encuentran.

M38.png

La última parada de este recorrido por Auriga nos lleva bastante más lejos. Salimos de la región OB1 para realizar una inmersión en la región OB2, al doble de distancia, y disfrutar de un cúmulo estelar asociado a una nebulosa, NGC 1931. Realmente, es el cúmulo el que recibe dicha denominación, siendo la nebulosa Sh 2-237, del catálogo Sharpless. A 7000 años luz de distancia, este objeto es conocido por ser una versión en miniatura de la Nebulosa de Orión. Por un lado comparte su naturaleza, pues es una nebulosa de emisión y de reflexión que brilla al ser ionizada por sus estrellas internas. Por otro lado, podemos encontrar un trapecio formado por cuatro de sus estrellas, fácilmente visible desde un cielo oscuro (la estrella de menor brillo es de magnitud 14). Sin embargo, todo el conjunto presenta un pequeño tamaño, de apenas 3 minutos de arco de diámetro, con lo cual necesitará de grandes aumentos para poder apreciarlo como se merece.
Foto NGC 1931

Recibe el nombre de la Nebulosa de la Mosca, y en fotografías destaca su color rojizo debido al hidrógeno ionizado, que parece perfilar la forma de dicho insecto. Dos de sus estrellas internar son las culpables de su ionización, con un tipo espectral B0. La edad de la mayoría de sus componentes es de 10 de millones de años, con lo cual podemos entender perfectamente que todavía posea la cubierta primigenia que las creó y que, probablemente, siga formando algunas estrellas. Descubierta en 1793 por William Herschel, el almirante
Smith la catalogó poco después como una «nebulosa resuelta», manifestando de esta manera su creencia de que todas las nebulosas no eran más que aglomeraciones de estrellas irresolubles si no se contaba con la suficiente abertura. En 1986 un estudio estimó que la nebulosa se encuentra bastante más alejada que el cúmulo, si bien las fuentes son ambiguas al respecto. Teniendo en cuenta otras nebulosas de la zona, como Sh 2-231, Sh 2-232 o Sh 2-235, se encuentran a la misma distancia, cuesta trabajo apoyar dicho estudio, ya que cúmulo y nebulosa forman una pareja totalmente consistente con su entorno, totalmente en consonancia con una región OB.

NGC 1931

NGC 1931 ya es visible en el buscador como una diminuta mancha apenas perceptible, y es al telescopio cuando adquiere suficiente entidad. Aparece entonces como una nebulosidad indefinida rodeando a varias estrellas. A mayores aumentos, a 214x y 300x en mi caso, las estrellas internas se dejan ver sin ningún problema, destacando en el centro un cerrado trapecio. Uno de sus lados, el más corto, está formado por dos estrellas excepcionalmente juntas, que necesitarán de altos aumentos para poder desdoblarlas. La nebulosidad adquiere forma redondeada, de unos 2 minutos de arco de diámetro, y con la visión adaptada se aprecia una prolongación que llega hasta un par de estrellas cercanas, rodeándolas con su velo fantasmal, más fácilmente visible con visión periférica. No tiene, claro está, la magnificencia de M42, pero también es digna de admirar.

Auriga nos reserva aún otros objetos y muchas noches de viaje astronómico, aunque después de este recorrido podemos decir que la conocemos un poco más, sobre todo en su región más central. Todavía nos quedan cúmulos, estrellas y nebulosas de todo tiempo esperando a ser descubiertas. Sin ir más lejos, muy cerca de estos objetos se encuentra una impresionante nebulosa con dos renacuajos navegando a su través, pero de eso hablaremos el siguiente día…

Dunas de luz en M78

Esta entrada va sobre un objeto que rompe esquemas, distinto a lo que le rodea y subyugado por su eterno antítesis. Al hablar de Orión casi nadie piensa en M78, esa pequeña nebulosa que se esconde en algún lugar sobre el Cinturón, y todas las miradas las acapara M42. Sin embargo, la primera no tiene nada que envidiarle a su compañera, aunque a los ojos de un telescopio no llegue a relucir como ella. Abriremos la entrada con una fotografía, que vale más que mil palabras:

Foto M78.jpg

Inmediatamente nos vemos obligados a reconocer que parece una imagen sacada de un libro de ciencia ficción, el portal a un mundo etéreo que esconde tierras extrañas bañadas por un sol cálido, y quizás… ¿agua? ¿Por qué no? Ese reflejo azul trae a nuestra mente imágenes de un océano escondido tras ese pórtico que envía su reflejo a través del humo. La imaginación puede perderse fácilmente haciendo elucubraciones sobre su naturaleza, y lo cierto es que la realidad es igual de apabullante. Esa masa de gases reside a unos 1.600 años luz de nosotros, en el Complejo Molecular de Orión, que ya nos sonará por anteriores entradas. Sin embargo, no encaja con el paisaje que hay a su alrededor, bañado por un mar de color rojo como estamos acostumbrados a ver en esta constelación. Ese tono rojizo no es más que el hidrógeno en forma de gas que se ha ionizado por la energía de las estrellas jóvenes y calientes que pueblan Orión, una de las guarderías estelares más cercanas a nosotros. M78, sin embargo, contrasta con ese magnífico color azulado que en cualquier fotografía llama poderosamente la atención.

M78 es un complejo de nebulosas en cuyo seno se han formado, y aún lo hacen, jóvenes estrellas azuladas que, con su luz reflejada en el gas, otorgan al conjunto ese agradable color. Es una nebulosa de reflexión, por lo tanto, que no ha llegado a ser ionizada todavía, por lo que simplemente transmite la luz de sus retoños. De hecho, M78 es la nebulosa de reflexión más brillante que podemos observar desde nuestro planeta. Mide unos 4 años luz de diámetro, y se encuentra rodeada por otras islas de luz muy similares, formando en su conjunto un paisaje celeste digno del mejor de los pintores.

Sus estrellas son jóvenes astros con un predominio de tipo espectral B (brillando por tanto con la llama más energética de color azul blanquecino) y soles similares al nuestro de tipo espectral G, amarillentos. Las estrellas más rojizas, y por ende de mayor edad, brillan por su ausencia. La mayoría de sus componentes son, sin embargo, invisibles a nuestros ojos, ya que se hallan escondidas tras la gran masa de gas. La siguiente imagen capta los detalles en infrarrojo, y en ella podemos apreciar las jóvenes estrellas que pueblan M78.

Foto M78 IR

Se han contado casi 200 estrellas en su seno, aunque las principales responsables de su resplandor son HDE 38563A y HDE 38563B, dos estrellas jóvenes de magnitud 10 y tipo espectral B, separadas por tan sólo 2.3 segundos de arco, que podemos ver con cualquier telescopio. Entre sus componentes encontramos también 45 estrellas variables similares a las T Tauri, que varían de brillo periódicamente, probablemente como parte de su proceso de formación. Algo más podemos encontrar también en M78, como prueba de su relativa juventud. Hasta 17 de sus estrellas se han asociado a cuerpos de Herbig-Haro. Como recordamos de otras entradas (NGC 1999 y NGC 1333), son estrellas jóvenes que, debido a la rápida rotación de su material de formación, emiten jets o chorros de materia de forma bipolar que van adentrándose en el espacio con formas contorneadas e irregulares a gran velocidad. De hecho, Herbig-Haro 24 fue publicado como APOD el 18 de Diciembre del pasado año, y es una de las imágenes más espectaculares que podemos observar de este fenómeno. Dediquemos unos momentos a impregnar nuestros ojos con los jirones de gas que rodean a esa pequeña y amarillenta estrella, viendo como salen esas inmensas columnas de luz hacia lados opuestos. Sobran las explicaciones…

Foto M78 HH24.jpg

Aún hay más, y es que M78 guarda otra sorpresa descubierta hace muy poco. En 2004, el astrónomo aficionado Jay McNeil hizo una fotografía de M78 con un modesto telescopio de 8 cm de diámetro. En ella pudo comprobar una zona de gas brillante que no aparecía en anteriores imágenes. Rápidamente dio la voz de alarma y se comprobó que, efectivamente, había surgido de forma inesperada una nueva y pequeña nebulosa. La causa de este fenómeno parece residir en el aumento de brillo brusco de una de las estrellas que iluminan la zona que, a modo de mechero, iluminó el gas que le rodeaba, en una erupción estelar de proporciones considerables. Otra explicación podría ser una envoltura de material que girase sobre la estrella responsable, de forma que al pasar de largo permitiera que iluminara su vecindario. Curiosamente, remontándonos varias décadas atrás, se ha podido comprobar que dicha nebulosa se captó en fotografías de la década de los 60, si bien luego permaneció apagada durante cuarenta años. Un misterio aún sin resolver que resalta la importancia que puede tener el astrónomo amateur a pesar de los grandes equipos profesionales. Estas palabras de McNeil, justo después de su descubrimiento, transmiten totalmente su emoción: “La idea de que algo visto por primera vez con mi telescopio de 3 pulgadas, que uno puede sujetar fácilmente con una mano, sería observado 48 horas después por un instrumento de 342 toneladas era absolutamente asombrosa”.

Foto M78 Mc Neil

Tras esta tarjeta de presentación de M78 y su entorno, ya estamos listos para abordarla con nuestros instrumentos. Es, como decíamos, la nebulosa de reflexión más brillante que podemos ver, y como tal se aprecia fácilmente en el buscador, situada sobre Alnitak. Una manera fácil de encontrarla es abarcar con la mirada el cinturón de Orión, y luego recorrer esa misma distancia a partir de Alnitak, en perpendicular hacia el norte. No nos será difícil distinguir una pequeña mancha difusa que brilla con magnitud aparente de 8.3. Cualquier telescopio nos mostrará, en un cielo oscuro, el cuerpo principal de M78, ese portal del que hablábamos al principio, con una forma semicircular, casi podríamos decir que “en abanico”, con la zona abierta perdiéndose en la negrura del cielo. Dos estrellas destacan en su interior. La más próxima al borde circular no pertenece a M78, sino que se encuentra mucho más cerca de nosotros. La otra, de magnitud 10.4, es la que comentábamos anteriormente, HDE 38563, la principal responsable del iluminar la nebulosa. Es una estrella doble con sus componentes separados 2.3 segundos de arco. La noche que realicé el dibujo las turbulencias de la atmósfera no me permitieron desdoblarla, aunque no es especialmente difícil por encima de 100 aumentos si la estabilidad es buena.

M78

Con mi Dobson de 30 cm la nebulosa se aprecia con un tamaño algo mayor y deja de ser la única mancha que se puede observar en el campo. Al menos otras tres nebulosas se dejan ver sin mayores dificultades. La más evidente de ellas es NGC 2071, englobando a una estrella brillante al norte de M78. Tiene cierta forma alargada, más extensa con visión lateral. Casi rozando a M78 hay un triángulo de estrellas más débiles, una de las cuales también aparece inmersa en una muy débil nebulosidad sin límites definidos. Se trata de NGC 2067, y se encuentra al otro del espacio oscuro que se aprecia en fotografías. La nebulosa más débil que alcancé a ver fue NGC 2064, una pequeña y difusa mancha que puede pasar fácilmente desapercibida. Al principio no conocía su existencia, y cuando la vi por el rabillo del ojo mientras dibujaba el resto pensé que era sugestión o algún efecto óptico. Tras dedicarle un momento más detenido pude comprobar que era real, y no especialmente difícil siempre y cuando la adaptación a la oscuridad sea adecuada. Los filtros no ayudaron a ver la imagen más clara, ya que no son útiles para las nebulosas de reflexión. El ojo es el único filtro que necesitamos aquí.

M78 detalles

Después de ver las magníficas imágenes fotográficas, es fácil sentirse decepcionado, sobre todo si observamos con instrumentos de baja abertura. Sin embargo, tenemos que aprender a ver con la mente, siendo conscientes de cada elemento que vemos por el ocular. Intentemos verlo con la profundidad de lo que realmente es, como un paisaje en el espacio que se deja ver a medias, ofreciendo más a medida que le dediquemos más de nuestro tiempo. Al final cada minuto que pasamos frente al ocular, acumulando frío en el cuerpo, son fotones que nuestro ojo va captando. Nunca llegaremos a verlo con el detalle de una fotografía, pero la sensación de estar viéndolo en directo es algo que ninguna pantalla puede ofrecernos.

Parte de un todo (NGC 1788)

A menudo observamos cuerpos celestes de forma aislada y olvidamos que todo es un gran ecosistema dinámico, y eso puede ocurrir si vemos NGC 1788. Es una nebulosa de reflexión que se encuentra en una zona relativamente oscura de la constelación de Orión, alejada de todos los grandes objetos que ya conocemos. Nada nos diría que esa pequeña mancha en el cielo está totalmente influenciada por los fuertes vientos y radiación provenientes de las estrellas de la Nube Molecular de Orión. Una foto vale más que mil palabras, y como muestra la siguiente imagen de la zona.

Foto 1788 de lejos.jpg

En ella podemos ver un complejo entramado de gases, masas de hidrógeno que están siendo esculpidas por las corrientes que discurren por el espacio. Esta región corresponde, desde el hemisferio norte, a la derecha de Orión, a un nivel intermedio entre Rigel y el cinturón. La masa de gas que vemos a la izquierda es el mentón de la Nebulosa de la Bruja o IC 2118, un objeto del que nos ocuparemos más adelante. En el centro de la fotografía, un poco hacia la derecha, destaca una pequeña masa de gas algo más brillante, que parece coronar una columna de aire más claro y brillante que el resto. Ese pequeño punto de luz es NGC 1788, una nebulosa de reflexión que está siendo esculpida por los vientos provenientes de las estrellas situadas mucho más lejos, en la zona del cinturón de Orión. Es un pequeño remanso de paz para una camada de estrellas recién nacidas que están creciendo en su interior, alumbrando con su primigenia luz las moléculas de gas. Estos astros, de apenas un millón de años de edad, permanecen escondidos tras la masa gaseosa, y sólo son visibles a través de Rayos X u otras longitudes de onda. Recibe el sobrenombre de la Nebulosa del Zorro, debido a que sus regiones más brillantes toman la apariencia de la cara de un zorro de largo hocico.

Para disfrutar de ella conviene verla con una abertura moderada, o al menos disfrutar de una noche bien oscura. El día que apunté a ella con mi Dobson 305 mm había cierta humedad en la atmósfera que transmitía, aunque de forma muy poco marcada, algo de la contaminación de Granada, haciendo que el cielo no pareciera lo limpio que suele ser en esa zona cercana a Quéntar. NGC 1788 ya se apreciaba a bajos aumentos como una nebulosidad débil y difusa entorno a una estrella relativamente brillante. A 214 aumentos obtuve la mejor imagen, ya que la nebulosa, aunque más tenue, mostraba mejor su contorno. Tras un poco de adaptación fui capaz de captar su forma de cabeza de zorro, o al menos eso es lo que pude deducir. La estrella más brillante, rodeada por la nebulosidad más intensa, vendría a ser el hocico, mientras que otras dos estrellas algo más débiles serían los ojos del animal. Otras manchas se adivinaban hacia abajo, en la zona que corresponde al cuerpo, bastante más tenues.

NGC 1788

NGC 1788 no es un objeto que resplandezca como otras nebulosas más cercanas, eso está claro, pero no deja de ser interesante contemplarlo como una prolongación de aquéllas que conocemos tan bien. Estamos, podríamos decir, ante un primo de M42, que comparte su sangre, y como tal bien se merece una visita en estas frías noches de invierno.

Paseo navideño por el Unicornio

Cerramos el año con una observación especialmente navideña, acorde con estas fechas, perfectamente adecuada a aberturas medias y sitios bien oscuros. Es un paseo por algunos de los objetos más reseñables de la constelación del Unicornio, que en estos días se eleva por el cielo persiguiendo a Orión. Comenzaremos el recorrido en su región más boreal, justo por debajo de los pies de Géminis. Allí, a simple vista, se aprecia una zona con estrellas que parecen difuminadas, un efecto claramente visible desde cielos alejados de grandes urbes. En ese batiburrillo de estrellas, una de las zonas más llamativas corresponde a NGC 2264, conocido, con acierto, como el Cúmulo del Árbol de Navidad. Es una agrupación de estrellas que rememoran a la perfección la imagen de un abeto navideño, a lo largo de unos 60×30 minutos de arco. En la base, la estrella 15 Monocerotis brilla con una magnitud de 4.2. Su espectro es de tipo O7, una estrella gigante azul especialmente joven y brillante, superando a nuestra estrella unas 8.500 veces en luminosidad. Toda la zona, perfilando la silueta triangular, se encuentra inmersa en una nebulosa de emisión, una gran región HII, el caldo de cultivo que, a 2.700 años luz de distancia, ha dado lugar a tantas estrellas.

Foto 2264

Visualmente es un objeto muy llamativo. Ya a través del buscador se puede apreciar la aglomeración de estrellas con forma de árbol, más brillante en su base y en su extremo. Al ocular es fácil que alguna parte se salga del campo si no es de gran aumento. La noche que apunté a NNGC 2264 me llamó la atención, desde el primer momento, la fuerte nebulosidad que rodea a 15 Monocerotis, la estrella de la base. Con visión periférica pude apreciar que la mayoría de estrellas de la zona se encontraban inmersas en una débil neblina, fácilmente contrastable al apuntar a regiones más alejadas del cúmulo. En su vértice superior se encuentra la conocida “Nebulosa del Cono”, una nebulosa oscura con forma cónica que parte de dicha estrella hacia arriba. Me dediqué a usar todas las técnicas que conocía para intentar distinguirla, pero al final tuve que darme por vencido, culpando a unas mínimas nubes que rondaban la zona. Lo máximo que alcancé a vislumbrar fue la nebulosidad en zonas adyacentes a la nebulosa oscura, pero no la forma característica que podemos apreciar en fotografías. Aun así no salí descontento con el intento, pues no contaba con ver la nebulosa que engloba al cúmulo y pude verla sin mayores complicaciones.

NGC 2264.png

El siguiente objeto se encuentra muy cerca, a poco más de un grado de la cima del árbol y el escurridizo cono. Se trata de NGC 2261, Caldwell 46 o la Nebulosa variable de Hubble, un objeto que necesita de una buena dosis de imaginación para ser totalmente comprendido. Esta nebulosa ha traído de cabeza a los astrónomos desde hace más de dos siglos. Hasta el siglo XX se había pensado que era una estrella variable (R Monocerotis) asociada a una nebulosa de reflexión con una peculiar forma de abanico. En la década de los 20, Edwin Hubble descubrió que la nebulosa también era variable, cambiando tanto su brillo como su longitud de forma totalmente irregular, distinta al período de la estrella, hasta el punto de cambiar en pocas semanas. El misterio no fue resuelto hasta hace muy poco, gracias a observaciones con el Hubble y otros grandes telescopios. La explicación a este enigma se achaca a una estructura gaseosa de forma toroidal que rodea a R Monocerotis, como si un gran donut envolviera a la estrella. Esta estrella, una gigante azul, desprende materia al espacio que, a consecuencia del torus, adquiere forma bipolar, con un chorro de gas hacia cada polo. Por eso vemos esa forma triangular en la nebulosa. “¿Y dónde está el otro chorro?”, podríamos preguntarnos. El chorro que vemos es el que sale hacia nosotros, mientras que el otro, expulsado hacia atrás, queda oculto por la nube de gases que rodea a la estrella. De esa forma, lo que podemos observar es realmente una de las mitades del conjunto. De hecho, la estrella que vemos en el centro ni siquiera es una estrella, ya que ésta se encuentra oculta tras el gas. Lo que vemos es la envoltura gaseosa fuertemente iluminada por la estrella, por muy puntiforme que parezca. La única manera de ver el astro es en longitudes de onda diferentes a la luz visible.

NGC 2261

Al telescopio NGC 2261 es especialmente fácil de ver, ya que presenta un gran brillo superficial. Se puede apreciar como una estrella (aunque ya sabemos que no es la estrella propiamente dicha), con una nebulosidad intensa de forma triangular, como si fuera un abanico. La nebulosa es más brillante en uno de sus bordes, disminuyendo progresivamente a medida que se aleja, acabando con cierta forma semicircular. Una estrella aparece por momentos inmersa en su superficie.

Hay que recorrer 2 grados hacia el suroeste para encontrar el siguiente objeto de este recorrido, llegando a una de las más conocidas imágenes del cielo profundo. La Nebulosa Roseta es una enorme región HII que se deja adivinar a simple vista a un palmo de distancia a la izquierda de Betelgeuse. La nebulosa se expande por una región del cielo de 130 años luz de diámetro, adoptando una imagen que recuerda a una rosa con su región central menos densa, englobando a un cúmulo de brillantes estrellas que son las que se han formado a raíz del gas circundante. Estas estrellas son, además, las que excitan los átomos de la nebulosa, haciendo que emitan radiación y reluzcan con brillo propio. Es una de las nebulosas más masivas que conocemos en nuestra galaxia, estimándose su masa en unas 10.000 masas solares. El cúmulo se denomina NGC 2244 o Caldwell 49, mientras que la nebulosa, Caldwell 50, recibe varias entradas del catálogo NGC (2237, 2238, 2239 y 2246) debido a su gran tamaño, que supera el grado de diámetro y alcanza una superficie similar a 5 lunas llenas. Ambos, cúmulo y nebulosa, se encuentran a unos 5.200 años luz de nosotros, el doble de la distancia que nos separa del cúmulo del árbol de navidad.

Foto 2237

Su intenso color rojo, debido al hidrógeno ionizado, recuerda a fotografías de la Nebulosa de la Laguna, compartiendo con ella su naturaleza y muchos de esos claroscuros tan típicos. Es una verdadera guardería estelar que todavía funciona a pleno rendimiento, condensando su gas en regiones concretas hasta alcanzar una temperatura tan alta como para emitir luz propia.

Visualmente la Roseta puede llegar a ser un objeto digno de admirar siempre y cuando contemos con un cielo suficientemente oscuro. He llegado a observarla fácilmente al colocar un filtro OIII sobre el buscador, apareciendo entonces perfectamente su forma circular englobando a NGC 2244. Éste es un cúmulo abierto, no especialmente poblado, pero con brillantes estrellas formando su esqueleto, destacando una decena de ellas que adquieren una disposición rectangular. A su alrededor se encuentran los bordes internos de la nebulosa, perfectamente marcados con cualquier ocular y un filtro, preferiblemente un OIII, aunque el UHC también resalta otros detalles diferentes. Para apreciar mejor la nebulosa es preferible usar un ocular de bajo aumento, y aun así tendremos problemas para enmarcarlo en el mismo campo. En mi caso, en el momento de la observación sólo disponía de un ocular de 24 mm, que proporciona en mi Dobson unos 125 aumentos y un campo de 30 minutos de arco, apenas suficiente para ver decentemente la mitad de la nebulosa. Sin embargo aproveché los “altos” aumentos para centrarme en detalles más concisos de la nebulosa, enfocando para ello a una zona especialmente rica en ellos. Parte del cúmulo quedaba en la parte superior derecha del campo, viéndose ampliamente rodeado por la nebulosa, y en algún punto estrechamente conectados por un débil resplandor. La parte interna se encuentra mucho más definida que el anillo exterior, que se pierde poco a poco de forma muy difusa. Destacan algunas islas oscuras que parchean el grosor de la nebulosa, con formas abruptas. El borde interno tampoco es liso, sino que presenta entrantes y salientes fácilmente destacables con visión periférica, añadiendo a la imagen una sensación de fotografía como pocos objetos son capaces de conseguir. Mi objetivo principal fue vislumbrar unas nebulosas oscuras a modo de filamentos que forman una especie de letra “Y” visible en fotografías de larga exposición. Ya en la zona, necesité de unos minutos de adaptación y visión lateral para conseguir verlos, pero allí estaban, una línea difusa y muy débil que dividía a la nebulosa en dos, bifurcándose en su camino hacia la periferia. Acabé agotado por intentar exprimir cada uno de estos detalles en los pétalos de una flor celeste, así que decidí terminar el paseo con un objeto más sencillo y agradecido.

NGC 2244

Beta monocerotis es la estrella más brillante de la constelación del Unicornio, con una magnitud de 3.74. Estamos habituados a ver estrellas dobles en las que sus componentes parecen gemelas en brillo y color. Lo que es tan habitual, como ocurre con esta estrella, es que sean tres las estrellas idénticas, y la imagen es lo suficientemente espectacular como para volcarse en ella cada noche de invierno. El sistema se encuentra a 690 años luz de nuestro sistema solar y sus estrellas son de tipo espectral B3, blanco-azuladas y jóvenes, con una edad que se estima en 34 millones de años (casi nada si lo comparamos con los 4.500 millones de años de nuestro sol).

Beta monocerotis

La principal, con una magnitud de 4.6, se encuentra a 7.4 segundos de arco de la estrella B. Ésta y C se encuentran mucho más unidas, a 2.8 segundos de arco. Ya resolubles a 125, su magnitud tan similar ayuda a poder diferenciarlas con gran facilidad. La imagen de dos soles tan cercanos que casi se tocan y giran uno alrededor del otro, con otra estrella algo más separada que también interactúa con ellos, no es fácil de olvidar. La estrella tarda 14.000 años en dar una vuelta completa alrededor de las otras dos, así que tenemos tiempo de sobra para deleitarnos con este baile cósmico interminable que no ha hecho más que empezar.