Los tres tesoros del Delfín

Hay constelaciones que pasan desapercibidas por no contener en su interior los objetos más observados, que están en un segundo plano sin llamar la atención. Sin embargo, a veces esconden tesoros dignos de ver con detenimiento y asombro. Es el caso de la constelación del Delfín, un pequeño grupo de estrellas cuya forma, más que al acuático mamífero, me recuerda a una cometa volando. Su presencia en el cielo obedece, según las leyendas, al delfín que encontró a Anfítrite, una nereida que escapaba de Poseidon, que finalmente accedió a casarse con éste. El dios de los océanos, agradecido con el delfín, lo colocó en el cielo estrellado.

La otra noche, en el Purche, decidí explorar esta constelación que tenía completamente olvidada. Apunté tres objetos para ver, aunque supongo que habrá muchos más. Comencé por NGC 6905, una planetaria conocida como Blue Flash o “Destello Azul”. Iba sin conocer ningún detalle previo, así que me sorprendí al encontrar una agradable nebulosa redondeada que, a 65 aumentos, brillaba en un rico campo estelar. Al usar más aumentos la visión mejoró, quedando patente algunos detalles interesantes. Una estrella brillaba tímida en pleno centro de la nebulosa, la culpable de formar esa bola de gas. Por otro lado se apreciaba una región más densa a un lado de la esfera. A 214 aumentos el disco de la nebulosa dejaba entrever, tras pasar un buen rato delante del ocular, ciertas irregularidades en el disco, como filamentos extremadamente débiles que a veces me hacían dudar de si realmente los estaba viendo. Al otro lado de la zona más densa se apreciaba otra pequeña condensación entre la estrella y la periferia. Con una gran motivación por dar con esta sorpresa, salté hacia el siguiente objetivo.

NGC 6905

NGC 6934 es un cúmulo globular descubierto por Herschel en 1785. Se encuentra de nosotros a 52.000 años luz, y conforme entra en el ocular de bajo aumento sorprende con la delicadeza de su periferia, en la que parece haber un centenar de estrellas espolvoreadas. A 125x y 214x la imagen es espectacular, resolviéndose una inmensa cantidad de estrellas, con un núcleo de aspecto “granujiento”. Conforme hacía el dibujo podía ver cómo el halo aumentaba de tamaño y se perdía de forma difusa. Con este tipo de objetos me ocurre como con los cúmulos abiertos: en ocasiones, los cúmulos más débiles me resultan mucho más sugerentes y atractivos que los “gigantes” en los que se ve todo perfectamente a la primera vista.

NGC 6934

Y hablando de objetos sugerentes, la tercera pieza del Delfín es NGC 7006, otro cúmulo globular bastante más tenue. Y no es para menos, porque se encuentra a una distancia mucho mayor, a 135.000 años luz, siendo uno de los más lejanos conocidos Al apuntar con el telescopio se aprecia como una mancha redondeada, con un núcleo más brillante y un gradiente importante con la periferia. A altos aumentos el núcleo muestra ese aspecto ya comentado, semirresoluble, como de un tazón con cereales (chocokrispies blanquecinos más bien).

NGC 7006

Los cúmulos globulares son verdaderos ancianos en la escala astronómica, habiéndose formado al mismo tiempo que las galaxias. De hecho, se piensa que son los potenciales núcleos de galaxias enanas que al final no consiguieron formarse. Su distancia se determinó gracias a estrellas variables (tipo RR y cefeidas) y dieron una idea de las dimensiones de nuestra galaxia, cambiando el concepto que tenían los astrónomos a comienzos del siglo XX. La observación de cúmulos globulares es siempre interesante. Personalmente me gusta compararlos con “lunas” que rodean a nuestra galaxia, formadas por su mismo material. Cuando alguien ve un globular por primera vez, su impresión queda plasmada, sin lugar a equivocaciones, en forma de exclamación (o el típico “oh…”).

PD: si hablamos de los tesoros del Delfín no podemos terminar la visita sin mencionar a Gamma Delphini, una de las estrellas dobles más bonitas y sencillas para ver durante el verano. Es un sistema binario formado por dos estrellas brillantes y amarillentas, separadas por unos 9’’, lo cual la hace asequible a pequeñas aberturas. Ya sí podemos poner el broche de oro a la visita, con este par que baila a 100 años luz de nosotros, completando una vuelta cada 3.249 años.

Un gigante del lejano sur (NGC 253)

Vamos a hacer una incursión al grupo de galaxias más cercano a nuestro Grupo Local, que es grupo del Escultor. El protagonista de esta crónica es una de las galaxias más impresionantes que podemos ver, a pesar de que siempre aparecerá baja en el horizonte desde nuestras latitudes. La observación la hice desde el Purche, en un monte cercano a Sierra Nevada que cuenta con un cielo sur bastante oscuro, dominado por las altas montañas. Esta galaxia es NGC 253, también conocida como la Galaxia de la moneda o la galaxia del Escultor. Desde cielos meridionales debe ser una verdadera maravilla.

ngc253_2005_10_27

NGC 253, situada a casi 12 millones de años luz, es la mayor galaxia del grupo del Escultor. Es considerada una galaxia de brote estelar, en la que tiene lugar una altísima tasa de formación de nuevas estrellas. Imágenes del Hubble han puesto en evidencia la presencia de enormes cúmulos de estrellas jóvenes junto al núcleo de la galaxia, así como estrellas Wolf-Rayet (en esta entrada hablábamos sobre ellas). Abundantes supernovas han producido rápidos vientos que remueven el polvo de sus brazos. De todo esto se ha deducido que la galaxia fue testigo, hace unos 200 millones de años, de la colisión con una galaxia enana, al igual que M82, estimulando el brote estelar. Por si fuera poco, en su núcleo reside un gran agujero negro, similar al de nuestra galaxia.

Una vez entrados en materia, vamos a observar a NGC 253. A través de prismáticos se aprecia perfectamente su forma alargada, por debajo de Beta Ceti, con un gran brillo superficial. Con el Dobson 305 mm, a 65 aumentos, la imagen es impresionante, ovalada, con un núcleo bien marcado y brillante en el centro. Se aprecian a lo largo del halo zonas moteadas que confieren al conjunto una imagen de tridimensionalidad. A 125x la galaxia se ve en todo su esplendor. El núcleo se encuentra lindando con una barra oscura que recorre de forma horizontal el centro, contactando con otra hacia el Este. Dos grandes condensaciones destacan a su vez, que en fotografías de larga exposición corresponden a zonas de alta densidad. Mayores aumentos permiten navegar por la galaxia, sin que ésta pierda excesivo brillo. Es un objeto grande, especialmente con mirada indirecta, mediante la cual se aprecian los bordes cada vez más difusos.

NGC 253

Por ahora nos contentaremos con esta visión, que ya de por sí supera con creces a la de la mayoría de objetos de su naturaleza, sintiendo cierta envidia sana de los observadores meridionales. El punto a favor es que NGC 253 estará ahí para nosotros, esperando a que viajemos a regiones más sureñas para saludarnos cara a cara.

X-1 Cyg, o cómo ver un agujero negro

En 1964 un cohete suborbital detectó por primera vez en la historia una fuente de rayos X que provenía de una región en la constelación del Cisne. Imaginad la emoción que sentiría el mundo entero, dejándose llevar por la imaginación en una época en la que no se habían recibido todavía señales extraterrestres. No fue hasta 1971 cuando se empezó a desentrañar el misterio de ese “faro estelar” que emitía rayos X a una velocidad pasmosa.

Estamos hablando de la fuente de rayos X conocida como X-1 Cygnus, situada a 6.070 años luz de nuestra isla particular, formando parte de una inmensa región de estrellas conocida como Cygnus OB3, que viajan juntas por la galaxia como una bandada de pájaros. Sin embargo, al apuntar con telescopios visuales a X-1 Cyg no se apreciaba nada, salvo una estrella cercana a la fuente original. Cuidadosas observaciones posteriores pusieron en evidencia que esa solitaria estrella formaba en realidad parte de un sistema binario, siendo su compañera no una estrella, sino la invisible y esquiva fuente de rayos X. Ante la existencia de un objeto desconocido se barajaban dos opciones para explicar su naturaleza. Por un lado podría ser una estrella de neutrones, la última fase de una estrella que ha colapsado, de una masa igual a 8-10 masas solares. Sin embargo se comprobó que la masa de X-1 Cyg debía equivaler aproximadamente a 15 soles, dejando atrás la hipótesis de la estrella de neutrones. Un cuerpo de estas características cumplía todos los requisitos para ser considerado un agujero negro, y así fue, convirtiéndose en el primero de dichos objetos de los que se tuvo constancia.

Entonces, ¿qué es realmente un agujero negro? Para entenderlo tenemos que comprender que una estrella mantiene su estado gracias a dos fuerzas. Una es el resultado de múltiples explosiones, reacciones de fusión nuclear que tienen lugar en ella, en las cuales se fusionan dos moléculas de hidrógeno y forman helio, generando una gran cantidad de energía de “dentro a fuera”. La otra fuerza es la gravedad, que a diferencia de la anterior, tienda a mantener la estrella comprimida, es una fuerza de “fuera a dentro”. Cuando todo el hidrógeno se consume y se forma helio, éste a su vez reacciona (con más dificultad que el hidrógeno) y da lugar a carbono, formándose a continuación, en las estrellas muy masivas, otros elementos más pesados. Una vez que se forma níquel, la capacidad de fusión se anula, con lo cual la estrella pierde su “fuerza interior” y la gravedad actúa entonces en todo su auge, comprimiendo la estrella rápidamente. Esto da lugar al colapso de una estrella y a una gran explosión que se denomina supernova. Toda la masa original de la estrella (restando los gases que salen despedidos y forman los remanentes de supernova, de los cuales ya veremos algunos) queda comprimida en un espacio de apenas 40 km. La densidad es entonces tan inmensa que atrae todo lo que hay a su alrededor, no dejando si quiera escapar la luz. Estos párrafos sirven para introducir el informe de observación, si queréis una explicación más completa y clara os recomiendo visitar el siguiente enlace del blog “Ciencia de Sofá”: http://cienciadesofa.com/2013/04/agujeros-negros-acelerador-particulas.html.

De todo lo anterior podemos deducir que es imposible ver X-1 Cyg, y es cierto, Sin embargo, nada nos impide ver a la estrella azul que forma sistema binario con ella, ya que cuenta con una generosa magnitud 9, al alcance de prismáticos y telescopios.

X-1 Cyg

Tenemos que dejar paso a la imaginación y a ver a esa gigante azul, deformada por estar dejándose, de forma literal, la piel por su compañero. X-1 Cyg está absorbiendo las capas superficiales de la estrella, girando en un continuo baile que durará más que nosotros, completando una vuelta en tan sólo 5.6 días. Es uno de esos objetos que tenemos que “ver” con la mente para sacarle provecho, y cuando alguien nos pida ver un agujero negro, ya sabemos a dónde apuntar.

Cygnus_X-1

Antepasados (IC 2003 y NGC 1514)

La semana pasada hizo una de esas noches en las que el calor no deja descansar. La casualidad quiso que tuviera el telescopio montado en la terraza (cubierto por una manta) y, a las 05:00 de la madrugada, decidí salir al fresco y aprovechar lo que pudiera. El cielo estaba limpio, aunque la enorme luna al 80% brillaba en el cénit, enmascarando la mitad de las estrellas que hay normalmente, pero a veces hay que adaptarse. Busqué en mi lista algunas nebulosas planetarias, que son objetos que normalmente resisten bien la contaminación lumínica. Aprovechando que Perseo y Taurus estaban entre la luna y el horizonte, apunté a ellos con mi Dobson 305 mm.

Comencé con IC 2003, también conocida como PK 161-14.1, a los pies de Perseo. Es una nebulosa planetaria, el exoesqueleto de una estrella que murió hace miles de años, probablemente millones. La verdad es que apenas he encontrado nada publicado de esta nebulosa, salvo su distancia (unos 15.000 años luz) y alguna fotografía sin mucho detalle.

En un campo poco llamativo, aparece como una estrella más a 65x, aunque al verla, “se sabe” que no es una estrella. Es a partir de 125x cuando se aprecia un discreto aumento de tamaño y su forma perfectamente redonda. El filtro OIII oscurece el fondo y resalta aún más la nebulosa, aunque de ninguna manera pude ver la estrella central (es de magnitud 15.3 y la luna no deja lugar para acrobacias esa noche), habrá que probar otro día. A 214 aumentos, aprovechando que el seeing no era malo, me extrañó, tras permanecer un rato al ocular, que a veces me parecía notar cierta forma anular, como si fuera una versión más pequeña y tenue de M57. Miré nuevamente fotografías en Internet, en las que no pude ver ningún detalle salvo un disco uniforme y redondo… Tendré una nueva cita con ella para corroborarlo bajo algún cielo más oscuro y sin luna.

IC 2003

El siguiente objeto no entraba en la lista, pero en el atlas (Triatlas C) lo vi redondeado con fosforescente, captando mi atención. Me refiero a NGC 1514, otra nebulosa planetaria situada un poco más al sur, en la constelación de Taurus. Encontré la zona sin grandes dificultades y saltó a la vista conforme me asomé al ocular. A diferencia de IC 2003, NGC 1514 es bastante mayor en cuanto a tamaño, destacando como una importante nebulosidad con forma redonda en cuyo centro brilla una estrella brillante. Fue descubierta en 1790 por William Herschel, que hasta entonces estaba convencido de que todas las nebulosas eran en realidad aglomeraciones de estrellas tan tenues que no se podían distinguir de forma individualizada. Al mirar NGC 1514, no pudo evitar su asombro cuando vio una estrella bien definida con una “atmósfera débilmente luminosa de forma circular”. Es una nebulosa que soporta bien los aumentos, aunque la luna y la contaminación lumínica no me dejaron adivinar su estructura algo irregular. Aun así me ha resultado un objeto bastante agradecido.

NGC 1514

En realidad la nebulosa se ha formado en torno a dos cercanas estrellas que forman un sistema binario muy cerrado. En 2010 el telescopio WISE encontró que conformaba una extraña estructura compuesta por dos anillos, muy distinta a las imágenes tradicionales que de ella tenemos. Cómo se habrá formado, es un misterio. Probablemente el hecho de ser una estrella binaria y el encuentro con objetos de su propio sistema hayan contribuido a ello.

NGC 1514 - foto

El cielo de otoño trae consigo una buena muestra de estos gigantes cadáveres que se van de este mundo por lo más alto, contribuyendo con ello a la formación de nuevas estrellas. Debemos tenerles un gran respeto, pues los elementos que forman nuestro vulnerable cuerpo proceden de estas enormes explosiones, son realmente nuestros antepasados más antiguos. Somos, sin lugar a dudas, hijos de las estrellas.

Ultimando galaxias

Anoche, aprovechando que estaba en Almería, hice una visita a la zona de Calar Alto con el telescopio. Es una pena imaginar el antes y el después de esos cielos que ahora se ven estropeados por las luces de la capital y otros pueblos, sobre todo en la zona sur. Hace pocos años tenía que ser impresionante ver estrellas desde allí arriba. Yendo en el coche iba temiendo que el dichoso polvo del Sáhara fuera un impedimento, ya que apenas podían verse las montañas más próximas. Tenía fe en que al subir unos cuantos cientos de metros el polvo quedara por debajo del lugar de observación, y aparentemente así fue. Un cielo limpio me saludó al subir, así como un viento de mil demonios, tan fuerte que movía el telescopio a su antojo. Un mal menor, incómodo, pero menor.

Ya entrados en faena comencé con un par de objetos que nunca había visto por su localización sureña. El primero de ellos, M83, es una galaxia localizada en la constelación de Hydra. Sin embargo, la campana de luz de esa zona no permitió ver gran cosa. Un núcleo pequeño y brillante se encontraba rodeado de un halo débil con forma circular. No había ni rastro de los brazos espirales que se ven en fotografías, por lo que habrá que probar en sitios más oscuros.

Le tocó el turno después a un objeto que no estaba seguro de poder ver. Se trata de Abell 33, una nebulosa planetaria muy débil que se encuentra cerca de la cabeza de la Hydra. Aquí tuve el error de no haberme informado previamente sobre ella, buscar imágenes para tomar como referencia, por lo que no sabía realmente cómo era lo que estaba buscando. Es una nebulosa anular muy tenue que se halla prácticamente en contacto con una estrella relativamente brillante. Mañana lo intentaré otra vez, esta vez con mejores referencias.

La sorpresa de la noche llegó justo después, cuando entraron en el ocular NGC 4485 y NGC 4490. Son dos galaxias en interacción que se encuentran en la constelación de Canes Venatici, al lado de su estrella  β, y reciben también el sobrenombre de Cocoon Nebula (nebulosa del capullo) o Arp 269. No me esperaba verlo tan claro, tan similar a las fotografías. Conforme apareció en ocular pude apreciar la curiosa silueta de NGC 4490, que parece describir una curva en forma de “S” invertida, prolongándose su extremo inferior en dirección a NGC 4485, otra pequeña galaxia que ha perdido su estructura debido a la confrontación con su compañera mayor. Esa gran colisión, que ocurrió hace millones de años, ha producido después el alejamiento progresivo de ambas galaxias, separadas ahora por 24.000 años luz, distancia muy pequeña, comparable a la de la Tierra con el centro de nuestra Galaxia.

NGC 4490

La mejor imagen se obtiene a 125x, especialmente por el conjunto de las galaxias con el campo estelar circundante. A 214x el contraste mejora y se aprecian más fácilmente algunas zonas de condensación cerca del núcleo de NGC 4490. Sin duda, el descubrimiento de la noche y un objeto al que recurrir una y otra vez.

El siguiente objeto fue la galaxia M106, también en Canes Venatici, una galaxia espiral gigante que se encuentra a 21-25 millones de años luz de nosotros. A pesar de no poder distinguir sus brazos (salvo cierta sensación de “grumos” cerca de su núcleo), daba la fuerte impresión de estar inclinada, me transmitió una sensación de tridimensionalidad que luego pude comprobar con imágenes. A 125x presenta un núcleo brillante y un gran halo ovalado, de brillo relativamente uniforme.

Cerca de Cor Caroli (alfa de Canes Venatici) se encuentra M63, la galaxia del Girasol. Sinceramente, con ese nombre esperaba ver algún detalle más, pero parece que ese nombre le hace justicia en fotografías de larga exposición o aberuras mayores. Al ocular se aprecia una mancha brillante, elíptica, más densa en el centro, de unos 8′ aproximadamente en su eje mayor. Aunque no tenga detalles visibles, no deja de ser increíble el hecho de ser capaces de ver algo tan lejano. A 37 millones de años luz, forma parte de un grupo de galaxias junto a M51. En fotografías se aprecia su estructura de galaxia espiral floculenta, presentando una multitud  de brazos espirales (de ahí su sobrenombre).

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Para terminar, NGC 4725 es una bonita galaxia situada a 41 millones de años luz, en la constelación de Coma Berenices, muy cerca de NGC 4565 (que ya vimos el otro día). Es una galaxia espiral barrada, que a 125x presenta un brillo muy elevado y un gran tamaño, que salta a la vista conforme entra por el ocular. Su forma ovalada no presenta alteraciones, aunque en teoría debería de poder intuirse su brazo en forma de anillo, que es el elemento más característico de esta galaxia. Mañana intentaré verlo de nuevo en un lugar más oscuro, y si consigo distinguirlo lo plasmaré en un dibujo. Lo que sí pude ver son dos galaxias compañeras (esta zona se encuentra plagada de manchas), NGC 4712 y, en dirección contraria, NGC 4747, ambas pequeñas y elípticas pero bien definidas, con núcleo brillante.

Despidiendo la primavera (2ª parte)

Tras completar asuntos pendientes en Corvus ahora le tocaba el turno al Cúmulo de Virgo, una aglomeración de más de 2.000 galaxias a unos 60 millones de años luz de distancia, y hacia el cual se dirige nuestro Grupo Local. Comprende en su estructura galaxias tan conocidas como M84, M86 o M87. Para localizarlo podemos partir de β leonis o Denebola, la brillante cola de Leo, y seguir un poco al Éste hasta encontrar un curioso asterismo en forma de “azada” (en el que ya podemos observar, de camino, la alargada galaxia M98 (espiral brillante vista prácticamente de canto) y M99, una bella espiral que se nos presenta de frente. A 125x se puede apreciar claramente cómo uno de sus brazos destaca sobre el resto, abriéndose cómo si la estrella que hay junto a ella la estuviera empujando. Claro está, esto es pura perspectiva. Mientras que la estrella (fría y amarillenta) se encuentra a 670 años luz, M99 nos envía sus fotones desde la friolera de 60 millones de años luz (fotones que, por cierto, salieron al espacio poco después de la extinción de los dinosaurios).

A partir de ahora vamos a ver una serie de parejas de galaxias, cada una especial a su manera, todas distintas, que nos hacen ver el gran dinamismo que reina en el cosmos. La primera, que podemos localizar a partir de Vindemiatrix o épsilon Vir, está formada por NGC 4754 y NGC 4762. Sorprende desde un primer momento la gran diferencia de formas y, sin embargo, el sosiego que transmiten. NGC 4754 se ve como una mancha pequeña y ovalada, con un núcleo brillante y bien definido. NGC 4762, por el contrario, es una nube perfectamente alargada y fina, con un núcleo más ancho. Se piensa que es una galaxia lenticular, si bien su disposición en perfil dificulta su categorización. Aquí podéis ver una espectacular imagen tomada con el Hubble.

NGC4762Big

Esta pareja nos sirve de paso para la siguiente, uno de cuyos componentes es un objeto de la lista Messier, el 60. M60 (o NGC 4649) es una inmensa bola de estrellas, una galaxia elíptica que ocupa el tercer  puesto en cuanto a brillo dentro del cúmulo de Virgo. Se encuentra a unos 55 millones de años luz, y según recientes estudios con el telescopio Chandra, alberga en su interior uno de los mayores agujeros negros conocidos hasta la fecha. Al telescopio se aprecia, a cualquier aumento, como una brillante mancha redonda, con un núcleo muy definido y un halo que va difuminándose rápidamente. Casi en contacto con el halo, llama la atención otra pequeña nube, que corresponde a NGC 4647. Es una galaxia algo más lejana (63 millones de años luz) que se encuentra atraída por M60. A diferencia de ésta, sus estrellas son más jóvenes y se disponen en forma de brazos en espiral, que no son visibles con telescopios de aficionado.

A continuación, viajando hasta la constelación de Coma Berenices, nos encontramos con una peculiar pareja que no es tal, sino un cuarteto. Hablamos de las conocidas como la Galaxia de la Ballena y la del palo de Hockey. La primera de ellas está formada en realidad por NGC 4631 y la pequeña NGC 4627. NGC 4631 tiene un gran brillo superficial que define fácilmente su forma de ballena. Más ancha en su extremo, parece exhalar un chorro de agua, que corresponde a su compañera NGC 4627. Se encuentran de nosotros a 25 millones de años luz. A 125x aprecian perfectamente sus detalles, pero la vista más interesante se obtiene con oculares de menor aumento y gran campo superficial, cuando aparece compartiendo escena con NGC 4656 y NGC 4657.

NGC 4631

NGC 4656 se dispone como una mancha alargada que conforma el mástil del palo de Hockey. Es una galaxia irregular, deformada por su interacción con NGC 4631, y en cuyo extremo se aprecia NGC 4657, una galaxia satélite que termina de darle su forma al conjunto.

Estas cuatro galaxias forman parte del grupo Coma I, con NGC 4631 como su miembro más brillante, y se dirigen lenta pero inexorablemente hacia el cúmulo de Virgo.

La noche terminó de una forma inesperada. NGC 4565 aparecía en mi lista, sin ningún detalle escrito sobre ella. Por eso, no me podía imaginar lo que vería por el ocular. Lo primero que me llamó la atención, al situarme en la zona (junto a la Cabellera) fue el gran tamaño y brillo de la galaxia. En seguida se toma conciencia de que es una de las galaxias de perfil más perfectas que puede existir. La mejor visión la tuve a 125x, ya que a mayores aumentos no cabía en el campo (aunque no deja de ser interesante la sensación de navegar por la galaxia moviendo el telescopio).

NGC 4565

NGC 4565 tiene un brillante núcleo prominente, a partir del cual la galaxia va decreciendo hasta alcanzar sus finos extremos. De repente fui consciente de que había algo más, ¡había una barra que recorría el objeto a todo lo largo! Claramente visible, una línea oscura partía en dos la inmensa galaxia, sumándole puntos a un objeto que ya de por sí era bien notable. Fue entonces el momento en el que me sentí realizado esa noche, lo suficientemente maravillado como para guardar el telescopio con la sensación de haber pasado una noche increíble, aumentando mi lista de objetos para visitar una y otra vez sin cansarme.

Despidiendo la primavera (1ª parte)

Cada día el sol se va acostando más tarde y eso, unido a la natural circunvolución de las estrellas, trae como consecuencia un “aceleramiento” de las constelaciones, que parecen avanzar bastante más rápido de lo habitual (a diferencia de lo que ocurre a partir de Julio, cuando parece que el “triángulo de verano” no quiere moverse del cénit).

Por eso hay que aprovechar las noches sin luna que ahora vienen para ultimar y despedirnos de los objetos que nos brinda el cielo de primavera. El viernes 8 de Mayo decidí probar cielos nuevos en la cima del Purche, a 15 minutos de Granada, llegando con tiempo de sobra para montar “el chiringuito” (de nuevo con mi Dobson 300 mm, que he bautizado como “la Pepa”, y los prismáticos Celestron 15×70). Las vistas a la Sierra eran impresionantes, con esos parches de nieve que todavía no quieren marcharse.

El Purche

A medida que se oscurecía el cielo comprobé que la zona noroeste no perdía la luz, pero no se le pueden pedir peras al olmo tan cerca de la ciudad. Aun así, la zona sur y el cénit iban a ser mis objetivos esa noche, y la miríada de estrellas fue poblando rápidamente toda la zona. Mi objetivo fue una serie de galaxias, principalmente, en las constelaciones de Corvus, Virgo y Canes Venatici.

Sin embargo comencé con una nebulosa planetaria que se encuentra en Hydra, la NGC 3242 o el “Fantasma de Júpiter”. Ya la había ojeado desde cielos más contaminados, pero esa noche estaba decidido a ver algo más. Y efectivamente así fue. Desde el primer momento llama la atención su enorme brillo y tonalidad azulada (un azul claro que no había visto antes), pero es a 214x cuando se puede apreciar ese algo más. De forma difusa, y sobre todo en los segundos en que la atmósfera acompañaba, se apreciaba una especie de círculo interno, de forma elíptica, de mayor densidad que el resto de la nebulosa. Me extrañó no ver la estrella central, que es tan sólo de magnitud 12 (supongo que el brillo de la nebulosa la eclipsa), pero la imaginación es suficiente para figurársela a 1.400 años luz,  exhalando esa enorme cantidad de gases hacia el espacio.

NGC 3242

El siguiente objetivo fue otra asignatura pendiente en mi lista, NGC 4038/4037 o las galaxias de “Las antenas”, en Corvus. Fáciles de encontrar saltando de estrella en estrella a partir de Gamma corvus, una vez en el ocular son una bonita visión a 125x, viéndose como dos pequeñas galaxias ovaladas unidas por su extremo oeste, simulando verdaderamente un corazón. Es una pena que no puedan verse las características antenas que se aprecian en fotografías de larga exposición.

Un poco más arriba de ƞ corvi, y siguiendo un camino marcado por estrellas que señalan a ella, llegamos a M104. Creo conveniente dedicarle una entrada completa a esta maravilla del cielo (pulsa aquí). Para animarte a verla te enseño cómo se ve a través  del telescopio.

M104

Siguiendo el recorrido, tras saltar de estrella a estrella, fui a parar a NGC 4782, sin recordar muy bien lo que era (la lista de observación la había hecho días antes), por lo que me sorprendí al ver dos galaxias prácticamente unidas, dos pequeñas manchas redondeadas que están en interacción a la friolera de 170 millones de años luz. Hace tal cantidad de tiempo la Tierra estaba inmersa en el período Jurásico y los grandes dinosaurios dominaban el planeta, planeta que, por cierto, tenía una superficie totalmente diferente a la actual. En ese época Pangea, la única porción de tierra compacta, se había dividido en dos continentes, Laurasia y Gondwana (ha llovido desde entonces…). Junto a esas dos galaxias (NGC 4782 y 4783) se aprecia otra de la misma quinta, NGC 4794, con una forma ligeramente alargada. Un poco más abajo podemos ver NGC 4756, otra galaxia pequeña y alargada, difusa, que se encuentra a 180 millones de años luz, un poco más todavía que las anteriores.

NGC 4782

M51 y sus brazos en espiral

Introducción

La primera entrada quería dedicarla a algún objeto verdaderamente especial. La lista de posibilidades es inmensa en esta época del año, pero al final me he decantado por M51, la Galaxia del Remolino o NGC 5194 (y su compañera NGC 5195). A esta galaxia le tengo especial cariño porque fue la primera que me mostró sus brazos en espiral, y eso es una imagen que no se olvida fácilmente. De hecho, haciendo un poco de historia, fue la primera “nebulosa” en la que se apreció su estructura espiral (gracias al enorme telescopio de Lord Rosse), en 1845 aunque haría falta un siglo más para comprender verdaderamente su naturaleza extragaláctica.

La archiconocida M51 es una galaxia que se encuentra a 23 millones de años luz (distancia conocida con relativa exactitud gracias a las supernovas ocurridas en ella en 2005 y 2011. Más adelante hablaremos de los diferentes métodos usados en la medición del universo). Para hacernos una idea, cuando la luz que ahora llega a nuestros ojos salió de M51, en la Tierra lo más parecido a un ser humano era el Procónsul, el ancestro de los primates que ya daba sus primeros pasos. En otra entrada hablaremos sobre distintas referencias para entender la línea del tiempo sin ninguna confusión.

Entrando en materia

Para localizarla tan sólo tenemos que dirigirnos al extremo de la cola de la Osa Mayor, o del “mango del cazo”, donde brilla con fuerza Alkaid, la ƞ de la Osa Mayor. Si apuntamos con los prismáticos veremos una estrella brillante justo debajo, y un poco más allá un triángulo de débiles estrellas encierra, junto a su vértice inferior, a M51. Ya visible como una pequeña y difusa mancha, es mucho más notoria cuando la vemos con telescopio. Este dibujo lo realicé desde un cielo relativamente oscuro en el Puerto de la Mora, a unos 20 kilómetros de Granada. Con mi Dobson de 300 milímetros, a bajos aumentos se aprecia la galaxia principal y su compañera, claramente diferenciadas, la una mayor y más brillante que la otra, pero es a partir de los 125 aumentos cuando alcanza todo su esplendor y sus brazos en espiral saltan a la vista. Recuerdo la primera vez que los distinguí y sentí un hormigueo que me recorría todo el cuerpo, y que ahora se repite cada vez que lo veo.

M51

De un fuerte núcleo en M51 A (la galaxia principal) nacen los dos brazos en espiral, uno hacia el sur y otro hacia el norte, contactando este último con M51 B como si fuera un puente. M51 B es bastante más pequeña y compacta, sin detalles apreciables salvo un pequeño gradiente de brillo de norte a sur. A 214x la vista sigue siendo increíble, distinguiéndose mejor los brazos gracias al oscurecimiento del fondo.

Una vez vislumbrados los detalles queda la parte más importante. Cualquier persona con buena vista puede ver las distintas estructuras, pero yo pienso que lo más crucial es saber realmente lo que estamos viendo, ya que entonces, aunque sea apenas un manchón difuso y pequeño, tiene lugar un estremecimiento capaz de producir una descarga de endorfinas y es entonces cuando somos “conscientes” y podemos llegar a disfrutar plenamente de la Astronomía.

M51 es una galaxia (o dos, para ser más exactos) que se encuentra flotando en el espacio a 23 millones de años luz. A pesar de la tranquilidad que nos inspira su imagen, es el resultado de una enorme colisión que ocurrió hace unos 500 millones de años. Paradójicamente, lejos de producir la destrucción y el caos de sus componentes, el tirón gravitatorio que han sufrido ambas galaxias está estimulando la proliferación de nuevas estrellas, como puede apreciarse en las fotografías de larga exposición. Esas manchas azules que se hallan dispersas en sus brazos son regiones de formación de estrellas, igual que las que tenemos en nuestra galaxia, pero de eso hablaremos en otra entrada.

M51 foto

Por lo pronto cada noche podemos echar un vistazo a M51, aunque sea para saludarla de nuevo, aprovechando que está en su mejor momento de observación. En verano comenzará a caer lentamente hacia el horizonte hasta desaparecer de nuestra vista, escondida detrás del Sol, engañosamente inmutable hasta la primavera del año que viene…