Los latidos de Betelgeuse

Una de las estrellas más brillantes que podemos observar no es precisamente un remanso de tranquilidad. Puede que hayas oído hablar de que Betelgeuse, el hombro de Orión, está variando su brillo y va camino de alcanzar un pico máximo histórico, que acabará explotando a corto plazo como una enorme supernova, e incluso que puede que corramos algún tipo de peligro por su cercanía a nosotros… Pero empecemos por el principio, porque a mucha gente estos términos le sonarán a chino. Orión es una de las constelaciones más llamativas y estos días de invierno aparece en el cielo por el este al comienzo de la noche. Todo el mundo ha contemplado, aún sin saberlo, las estrellas que conforman su cinturón, esos tres astros perfectamente alineados que, incluso desde ciudad, llaman poderosamente la atención: no hay más que levantar la vista y mirar hacia el sur en estas gélidas noches invernales. Las estrellas de la constelación se disponen alrededor de este cinturón, de manera que podemos imaginar a Orión, el cazador, con sus pies y sus hombros formados por cuatro estrellas que conforman un rectángulo. El pie derecho del cazador, esa estrella blanquecina y brillante, es Rigel, una estrella muy caliente que se sitúa a unos 772 años luz de nuestro planeta. Su temperatura alcanza los 11.000 grados centígrados y tiene un tamaño 70 veces superior al de nuestro Sol. Pero no es ésta la estrella que nos ocupa hoy. Si levantamos la mirada al otro lado del cinturón nos sorprenderá otra estrella resplandeciente, que brilla con un tono rojizo que la hace fácilmente reconocible.

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Dibujo desde una zona rural, aunque afectada por la luz de la luna llena, que produce contaminación lumínica similar a una ciudad pequeña

Se llama Betelgeuse y es una estrella variable de período semirregular situada a «tan solo» 640 años luz de distancia (o, si lo preferimos, 6.000 billones de km). Su interés radica en que es la gigante roja más cercana a la Tierra y, por tanto, la más estudiada. De entrada adelantamos que sus proporciones son gargantuescas, alcanzando un tamaño 1500 veces mayor que el Sol. «Pero espera un momento…» podrás pensar, «¿Qué significa que sea una estrella variable?». Pues, como su nombre indica, que su brillo varía con el tiempo. Imaginemos por un momento a la estrella como una esfera de gas, con abundante hidrógeno y helio en sus capas externas (en el núcleo estos elementos ya se han consumido y se ha producido carbono, oxígeno y silicio, elementos más pesados y que necesitan de «un mayor esfuerzo»para utilizarse). La energía generada en la estrella calienta las partículas que la forman y, al igual que ocurre con cualquier objeto cuando aumenta su temperatura, la estrella se expande, aumentando su brillo. El calor, entonces, tiene que distribuirse por un mayor tamaño, por lo cual la estrella se enfría y adquiere una tonalidad más rojiza. Precisamente al enfriarse ocurre lo contrario, ya que las partículas tienden a unirse y a ocupar un menor espacio, derivando en la condensación de la estrella, que aumenta gradualmente su presión y, con ella, su temperatura. Este ciclo, en Betelgeuse, tiene lugar desde hace millones de años y fue descubierto ya en 1836 por el astrónomo John Herschel. De hecho, en 1852, Herschel se refirió a Betelgeuse como la estrella más brillante del firmamento, disminuyendo luego progresivamente su intensidad, lo cual da una idea de su errático comportamiento. Los dos picos de brillo más marcados que se han registrado ocurrieron en 1933 y 1942, alcanzando la estrella una magnitud de 0.2 (la magnitud es la medida de brillo aparente de una estrella, siendo mayor la intensidad cuanto más bajo el valor numérico. De este modo, una estrella de magnitud 0, como Vega, es mucho más brillante

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Variaciones de brillo desde 1988

que una de magnitud 5. En condiciones idóneas el ojo humano es capaz de percibir estrellas de magnitud mayor a 7, aunque por desgracia cada vez hay menos lugares con cielos tan oscuros). Desde esa fecha Betelgeuse se ha mantenido entre las magnitudes 0.5 y 1.2, con pequeñas variaciones prácticamente imperceptibles a simple vista. Sin embargo, en la primera quincena de Septiembre se registró un repentino aumento de su brillo, alcanzando en poco tiempo la magnitud 0.29 (no corráis a la ventana, ya ha vuelto a la «normalidad», rondando nuevamente la magnitud 0.5). Estamos, según parece, ante uno de esos «picos» de brillo que la estrella alcanza sin previo aviso, y lo más interesante de este comportamiento es que uno de estos incrementos en su intensidad precederá a una tremenda explosión que conocemos como supernova.

Aquí introducimos el segundo término importante, el de supernova, que es la forma en la que las estrellas con una masa 8 veces mayor que nuestro sol terminan su vida. Betelgeuse, en concreto, tiene una masa 18 veces mayor, con lo cual supera con creces este límite. El mecanismo por el que se produce la supernova es sencillo de comprender, especialmente si tenemos clara la idea de que una estrella se mantiene en un equilibrio de «fuerzas», con la energía que genera gracias a la fusión nuclear (en dirección de dentro a fuera) y la gravedad que ejerce su masa, que tiende a colapsar el volumen de la estrella. Como ya hemos visto, la estrella va quemando hidrógeno y produciendo helio (liberando enormes cantidades de energía), que a su vez se fusiona y va dando lugar a elementos cada vez más pesados. Pues bien, cuando en el núcleo aparece hierro y níquel la estrella llega a un punto de no retorno: estos elementos no generan energía con su fusión, de hecho necesitan un aporte de energía para poder fusionarse, con lo cual la fuerza interna en la balanza de la estrella se detiene, dejando vía libre a la gravedad, de manera que la estrella comienza a colapsarse a gran velocidad. En el núcleo se alcanzan presiones desorbitadas que los electrones no son capaces de resistir, así como temperaturas de hasta 3.000 millones de grados, produciéndose fotones de alta energía que son capaces de desintegrar los átomos de hierro en partículas alfa y neutrones, comenzando una cadena energética de proporciones galácticas. Es en este ajetreado ambiente, en el que las partículas van y vienen en condiciones extremas, donde se forman algunos de los elementos que posibilitan la vida, como el calcio de nuestros huesos o el hierro de nuestra sangre. Ya conocemos, por tanto, el final de Betelgeuse, un destino inevitable que le llegará en poco tiempo, astronómicamente hablando. De hecho, podría haber explotado ya, viajando sus fotones a través del espacio y avisándonos con retraso de este evento (recordemos que su luz debe viajar durante 640 años antes de llegar a nuestros ojos). Sin embargo, parece improbable: cuando hablamos de «poco tiempo» nos referimos a un período de tiempo que varía desde unos días a unos pocos millones de años, con lo cual se hace totalmente imposible, a día de hoy, asegurar que tendremos en nuestro cielo una brillante explosión. Si tenemos la suerte de asistir a su fin, alpha Orionis alcanzará un brillo superior al de Venus y, durante varias semanas, será visible incluso a la luz del día, tal y como ocurrió en su día con la progenitora de Messier 1.

Betelgeuse tiene además algunas particularidades que se han ido descubriendo a lo largo del último siglo. Por ejemplo, en 1920 fue la primera estrella cuyo diámetro fue medido (después del Sol), pasando de ser un objeto puntual a una pequeña esfera de unos 0.044 segundos de arco de diámetro. 50 años después los telescopios comenzaban a obtener imágenes cada vez más precisas, y nuevos como la interferometría proporcionaban datos hasta entonces imposibles de obtener. Así se supo que Betelgeuse tiene dos pequeñas estrellas orbitando a su alrededor, completando la más cercana una órbita en dos años (situada a tan sólo 5 UA), mientras que la secundaria se encuentra a 40 ó 50 UA de distancia. En 1995 se obtuvo una imagen de la superficie de Betelgeuse, gracias al telescopio Hubble, convirtiéndose así en la primera estrella cuya superficie pudo ser observada directamente. Además, estudiando su atmósfera se pudo apreciar una zona especialmente caliente en su superficie, una gran mancha con una temperatura de al menos 2000 grados más que el resto de la estrella. Posteriormente se ha vuelto observar, concretamente en 2013, con el radiotelescopio e-MERLIN, confirmando dicha región de gas caliente (dos zonas en realidad), así como un arco de gas más frío que el resto. Este arco de gas llega a alcanzar distancias de hasta 7.400 millones de kilómetros y temperaturas de unos 430 grados, y parece estar relacionado con una anterior pérdida de masa de la estrella. A esta pérdida de masa contribuyen enormemente los rápidos vientos que genera la estrella, que dispersan su atmósfera rica en elementos pesados, enriqueciendo el medio interestelar.

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Podríamos escribir un libro entero con las características de esta apasionante estrella, pero no es ese nuestro propósito. El fin de este artículo es que, cuando observemos a Betelgeuse en las frías noches de invierno, seamos conscientes de todo lo que esconde y la veamos como el portento que es, disfrutando de ella porque, si la suerte nos acompaña, puede que nos regale su mejor despedida, brillando con la fuerza de miles de millones de soles.

Otras curiosidades sobre Betelgeuse:

-Nació en la asociación Orión OB1, famosa por contener a M42 y a las estrellas del cinturón de Orión, entre otros, pero su rápido movimiento a través del cielo la acercó a nosotros. Se mueve a 30 km por segundo, creando a su paso una «onda de choque» que podemos disfrutar en la siguiente imagen en el infrarrojo lejano.

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-Su nombre procede del árabe y viene a significar «axila de Orión» o «mano de Orión».

-Si Betelgeuse se situara en el centro de nuestro sistema solar, al alcanzar su máximo diámetro sobrepasaría la órbita de Júpiter, acercándose incluso a la de Saturno, llegando a unas 8.9 unidades astronómicas.

En el corazón de la Catedral (la Espada de Orión)

Si el cielo fuera una gran ciudad Orión sería, como muchos la han denominado, su Catedral, el lugar que más tesoros resplandecientes alberga y la meca de todo astrónomo aficionado, ya sea novel o veterano, y es que alberga en la constelación una inmensa variedad de objetos de todo tipo, para todos los gustos y colores. Pero si Orión es la catedral, sin duda su zona central sería el retablo de las maravillas, la región conocida como el Tahalí de Orión o la espada. No es difícil imaginarla, pues se ve a simple vista como si colgase del llamativo cinturón, y si la noche es oscura podemos apreciar que no es una simple hilera de estrellas. Pocas regiones del cielo muestran tanto esplendor en un espacio tan reducido, de apenas 3 grados de diámetro, en los cuales encontramos una importante variedad de objetos que bien merecen un libro aparte.

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Comenzaremos con una vista global para situarnos en este océano cósmico. Cuando miramos a la constelación de Orión estamos viendo una inmensa familia de estrellas y gases que conforman lo que se conoce como Asociación Orión OB1, situada en torno a los 1450 años luz. Ésta, a su vez, se puede dividir en cuatro regiones:

  • Orión OB1a: situada al oeste del Cinturón de Orión, es la región más antigua, con 10 millones de años de edad y a una distancia de 1.100 años luz. Al parecer fue la responsable de engendrar a Betelgeuse, que es una estrella de tipo espectral M que ha crecido asombrosamente rápido hasta adquirir su intenso color rojizo.
  • Orión OB1b: engloba a las estrellas del Cinturón, grupo conocido como Collinder 70, con una edad de 2-5 millones de años y algo más lejos que el anterior, a unos 1.500 años luz.
  • Orión OB1c: la zona del Tahalí de Orión que ocupa este capítulo.
  • Orión OB1d: formada por M42 y M43, la nebulosa de Orión propiamente dicha, aunque se encuentre abarcado por Orión OB1c.

Estas dos últimas zonas son las más jóvenes, especialmente Orión OB1d, contando sus estrellas con menos de un millón de años. Teniendo en cuenta que nuestro Sol tiene una de edad de 4.500 millones de años, no es difícil ser conscientes de su efímera vida.

Como curiosidad «geográfica» cabe decir que Orión OB1 y nosotros, junto con otras estrellas y nebulosas de distintas zonas del cielo, pertenecemos a la misma estructura galáctica, conocida como el Cinturón de Gould, descubierta en 1870. Dicha «nube estelar» ocupa un área curvilínea de unos 3.000 años luz de diámetro, y las últimas hipótesis apuntan a que fue formada por la colisión contra nuestra galaxia de una nube de gas hace 50 ó 60 millones de años. Dicha teoría estuvo en entredicho hasta que hace poco se descubrió la existencia de la Nube de Smith, un cúmulo de gas de gran masa que está en vías de colisionar con la Vía Láctea. El sol, que ya tenía una edad respetable por aquélla época, pudo contemplar un espectáculo variopinto. El gas de procedencia extragaláctica colisionó con las estrellas del brazo de Perseo, provocando una onda de choque que desestabilizó las grandes nebulosas que allí residían, produciendo un inmenso brote de formación estelar. Algunas supernovas, fruto de esta gran proliferación, terminaron de esculpir la región tal y como la conocemos hoy. Dedicaremos un capítulo completo a hablar, a grandes rasgos, de la geografía de nuestra galaxia, aunque demos algunas pinceladas mientras tanto.

Retomamos nuestra atención sobre el Tahalí de Orión, la espada, el altar de la Catedral celeste. La siguiente fotografía, realizada por Leonardo Fernández de Alarcón Web con un refractor de 110 mm y F/7, nos muestra la región en cuestión, con el norte arriba:

Foto M42 espada

Vamos a recorrerlo de norte a sur, metódicamente, para poder disfrutar cada una de sus estrellas. Lo primero que nos encontramos es un curioso cúmulo abierto denominado NGC 1981, que pasa desapercibido debido a su cercanía con M42, pero situado en un lugar más solitario sería un objeto muy llamativo. Está formado por una veintena de estrellas brillantes, de magnitud entre 7 y 10, dispuestas a lo largo de un espacio de 20 minutos de arco. Sus estrellas más brillantes se disponen en forma de dos hileras de tres componentes, siendo flanqueadas por dos astros algo más débiles. Entre ellas podemos ver dos interesantes estrellas dobles. La primera, la más sencilla de separar, es Struve 750, la estrella situada más al norte. Su componente principal es de magnitud 6.40 y su secundaria dos magnitudes más oscura, separadas por 4.1 minutos de arco. Son de color blanco-azulado, jóvenes como la mayoría de las estrellas de la zona, y algunos observadores encuentran a la más débil una tonalidad más azulada que a la primaria. La otra estrella doble de interés es Struve 743, de magnitudes 7.7 y 8.2, esta vez más unidas entre sí, a una distancia de 1.8 minutos de arco. Para desdoblarlas necesitaremos mayores aumentos, aunque no supondrá gran problema si la noche es serena, viendo entonces dos pequeñas perlas casi en contacto. El cúmulo puede ser considerado relativamente pobre, pero si la noche es oscura llaman la atención un grupito de estrellas muy débiles dispersas al norte de Struve 743, que dan la sensación de ser, de por sí, otro cúmulo abierto más lejano.

NGC 1977

Nuestra siguiente parada nos sumerge en la niebla de una interesante región HII en la que se están gestando estrellas continuamente, una zona situada a 1.500 años luz de distancia que se compone, a grandes rasgos, de tres grandes masas gaseosas. El color rojo denota su naturaleza de emisión, excitadas por las estrellas que residen en su interior, pero podemos comprobar, en cualquier fotografía, que los tonos azules llegan a predominar, muestra de que son también nebulosas de reflexión que reflejan la luz de sus astros. La mayor de ellas, situada al sur, es NGC 1977, una gran nebulosa de unos 15 años luz de diámetro. En su interior reside c orionis, una estrella de magnitud 4.8 visible a simple vista, compañera de una estrella más tenue a tan sólo 1 minuto de arco de distancia. Esta estrella, junto con otras dos brillantes, se sitúa en el centro de la nebulosa, que tiene forma alargada, con nebulosas oscuras delimitando su forma en algunos de sus bordes. 42 orionis, de magnitud 4.7, es la responsable de ionizar la mayor parte del hidrógeno que conforma la nebulosa. NGC 1975 rodea a la estrella HD 36958, de magnitud 7.34, y es la segunda en extensión y brillo de este grupo. Tiene una forma ligeramente alargada y poco definida, perdiéndose sus bordes hacia el exterior. Muy cerca, y rodeando a la estrella que hay justo al norte de NGC 1975, encontramos la tercera nebulosa, NGC 1973, una pequeña nubecilla que se aprecia mejor con visión indirecta. El conjunto de estas tres nebulosas es especialmente llamativo y constituye una de las nebulosas difusas más brillantes que podemos ver. Sin embargo, siempre será un segundo plato por el delicado lugar que ocupa, al lado de la nebulosa principal  que ya, por fin, vamos a abordar.

Hay mucho que decir sobre M42 y M43 y no hay un espacio ilimitado para ello, así que tendremos que centrarnos en sus principales detalles. Para empezar, imaginemos a una inmensa región llena de gas que poco a poco se ha ido enfriando, con el paso de los años, de forma que sus partículas se van uniendo entre sí, haciéndose cada vez más densas. Así, en un área de más de 100 años luz de diámetro, se fueron formando nuevas estrellas desde hace unos escasos 3 millones de años, apenas un suspiro en la escala cósmica. Ahora FOto m42 trapecio (1)centremos nuestra atención en el centro de esta masa gaseosa, lugar de residencia de cuatro brillantes estrellas que todo astrónomo conoce. Galileo descubrió 3 de ellas, y en el siglo XVII varios astrónomos se dieron cuenta de que eran realmente 4 estrellas, dispuestas en forma de trapecio, nombre con el cual se conoce al grupo. En conjunto, reciben el nombre Theta Orionis, y son estrellas muy jóvenes de tipo espectral O y B, con una edad de apenas un millón de años. Tienen una masa de entre 15 y 30 veces la masa de nuestro sol, y emiten una inmensa cantidad de radiación ultravioleta. Theta Orionis C, la más brillante de ellas, es la principal responsable de ionizar el hidrógeno de la masa de gas circundante y, por tanto, tenemos que agradecerle que podamos disfrutar de este espectáculo. Es la estrella más caliente de todas las que podemos ver a simple vista, con 40.000 grados en su superficie. El Trapecio se encuentra formado, realmente, por once componentes, siendo 6 de ellas accesibles a instrumentos de aficionado. Las componentes E y F, de magnitud 11, requieren de una noche estable para poder verlas, ya que el brillo de la nebulosa juega en nuestra contra a la hora de distinguirlas.

Pero estas estrellas no están solas en el centro de la nebulosa. Invisibles a nuestros ojos, más de 2.000 estrellas se esconden tras el gas de la región, visibles sin embargo con instrumentos específicos como el Chandra X. En la siguiente imagen podemos comparar la zona más céntrica en longitud de onda visible y en el infrarrojo, sobrando las palabras para describirla: la vida se esconde tras esas densas nubes. Los últimos estudios sugieren que en el centro hay un agujero negro de unas 100 masas solares, de manera que podría explicar los anárquicos movimientos observados en las estrellas. De hecho, como ya comentábamos al hablar de IC 405, la estrella AE Aurigae parece tener su origen en el centro de M42, habiendo sido despedida al interactuar con otras estrellas.

Foto m42 centro

Estas grandes estrellas, además de iluminar la nebulosidad a su alrededor, generan fuertes vientos que van moldeando las estructuras a su paso, de manera que la Nebulosa de Orión muestra centenares de arcos y ondas, reflejo de los rápidos movimientos a los que se ve sometido el gas. De esta forma, la nebulosa Foto m42 vientose va expandiendo a pasos agigantados, calentando el espacio a su paso y estimulando la formación, en un futuro cercano, de miles de estrellas nuevas. De hecho, M42 cuenta en su interior con una gran cantidad de discos protoplanetarios y estructuras típicas de estrellas en formación, desde Glóbulos de Bok hasta cuerpos Herbig-Haro. El Telescopio Espacial Hubble ha encontrado hasta 13 planetas gaseosos, similares a Júpiter, vagando a la deriva sin estar ligados a ninguna estrella. Lo cierto es que no son planetas, sino “estrellas fallidas”. Comenzaron a formarse como cualquier otro astro, condensando sus átomos, pero el núcleo no fue capaz de llegar a fusionar el hidrógeno y el helio, de manera que no llegan a brillar con luz propia. Son una especie más de la abigarrada fauna que compone este increíble hábitat espacial.

FOto m42 protoplat

Discos protoplanetarios en Orión

M42 tiene forma esférica, con una gran concavidad en su interior que se ha generado mediante un proceso llamado fotoevaporación en el que las estrellas centrales más masivas alejan el gas y el polvo. Debido a esta dispersión, en cuestión de 100.000 años apenas quedarán restos gaseosos, y el resultado será un gran cúmulo estelar. Sus estrellas más masivas, en un período relativamente corto de tiempo, explotarán en forma de supernovas, volviendo a generar el caos a su alrededor. Hay un gradiente importante de temperatura, de forma que en las regiones más internas se alcanzan los 10.000º K, enfriándose a medida que se aleja del centro.

M43 es en realidad parte de la misma Nebulosa de Orión, aunque fue considerada en el siglo XVIII como un objeto distinto. Un filamento de polvo oscuro separa ambas nebulosas, dando esa sensación. También se la conoce como NGC 1982 o Nebulosa de Mairan, debido a su descubridor Jean-Jacques Dortous de Mairan, y se encuentra ionizada por la estrella HD 37061, justo en su zona central. Fue inmortalizada por Messier a finales del siglo XVIII, en un dibujo junto a M42.

Foto M42 messier

Visualmente, M42 y M43 suponen un espectáculo a través de cualquier instrumento. Con unos simples prismáticos bien firmes y una noche oscura se puede apreciar la nebulosa en el mismo campo que NGC 1981 y el complejo de nebulosas de NGC 1977. M42, si el cielo es favorable, mostrará incluso la porción opuesta al trapecio, ese lazo que la rodea de forma tenue. Las estrellas del trapecio pueden empezar a resolverse con pequeños prismáticos, pero para distinguir sus 4 estrellas será mejor recurrir a grandes prismáticos o a pequeños telescopios

A través del Dobson de 30 cm y un filtro la vista es, sencillamente, superponible a la mayoría de fotografías de M42, e incluso mejor, ya que la zona central no aparece velada y podemos disfrutar de todos sus detalles a la vez. Usando bajos aumentos podemos encuadrarla en el mismo campo, mostrando nebulosidad y filamentos donde quiera que pongamos la vista. La zona central es muy brillante, contrastando enormemente la denominada Boca de Pez, un entrante oscuro que avanza hacia el trapecio, una región rectangular llamada Regio Huygheniana. En este último distinguimos las cuatro estrellas principales, y basta con usar 125 o 214 aumentos para poder ver, si la atmósfera no es turbulenta, las componentes E y F, brillando débilmente a muy poca distancia del resto. Al sur del Trapecio aparece otra bahía oscurecida, más estrecha, que separa Regio Huygheniana de Regio gentili, llamada Sinus gentili.

M42 interna

Las alas se abren en direcciones opuestas, y la occidental (proboscis maior) se divide en dos arcos claramente diferenciados, abiertos en un ángulo de 50º. Uno de ellos se dirige hacia Iota Orionis y se une a la otra ala cerrando un círculo casi perfecto. En esta zona posterior, bastante más débil, se pueden apreciar entrantes de nebulosidad hacia el centro, creando pequeños arcos que se aprecian mejor con visión lateral. Volutas de humo aparecen flotando en el interior de la nebulosa y multitud de estrellas pueblan cada uno de sus rincones. M43, al lado del trapecio, despliega una elegante forma redondeada que se extiende acabando en una curvada punta hacia el norte. Sin duda, cualquier descripción se queda corta ante este monumento estelar. Lo mejor es verlo por uno mismo, no de pasada, sino deteniéndose en cada detalle. Conforme pasen los minutos vislumbraremos zonas hasta entonces invisibles, estrellas que antes parecían no existir, y tras media hora estaremos contemplando una verdadera y “viva” fotografía.

M42

Por último, terminamos este recorrido echando un vistazo a NGC 1980, nebulosa descubierta por William Herschel en torno a Iota Orionis. Dicha estrella, denominada Hatysa, tiene una magnitud aparente de 2.75 y es una gigante azul de tipo espectral O9, con una temperatura mayor a 31.000º K. Es una interesante estrella triple, con dos componentes más débiles a 10 y a 40 segundos de arco. La más alejada, según algunos observadores, tiene un tono rojizo que contrasta con el blanco azulado de sus compañeras. Además, la primaria es a su vez binaria espectroscópica, con una estrella orbitando a su alrededor cada 29 días en una órbita muy excéntrica, que podría haber sido causante de la fuga de AE Aurigae. La naturaleza de NGC 1980 es algo incierta, con cierta controversia acerca de si se trata de una porción de M42 o si es una nebulosa con entidad propia situada más cerca de nosotros. Hay incluso quien dice que es un cúmulo abierto formado por Hatysa y una quincena de estrellas, si bien Herschel describió sin ninguna duda su naturaleza gaseosa.

Espada de Orión - detalles

Sea como sea, la imagen que podemos ver a través de un ocular de gran campo es inolvidable, con tantas formas y sombras que tardaríamos una eternidad en estudiarla a fondo. No en vano es el objeto más visitado del firmamento.

A través del espejo (Abell 12 y NGC 2194)

Si alguien nos habla de una brillante estrella que deslumbra a una pequeña nube que hay a su lado pensaremos seguramente en Mirach y NGC 404, en Andrómeda. Sin embargo, hay otros ejemplos de dicho fenómeno, y uno de los más difíciles de ver es sin duda el formado por la estrella Mu orionis y la nebulosa planetaria Abell 12, en la constelación de Orión.

Mu orionis es un sistema estelar muy interesante, cuyas dimensiones podemos comprender atendiendo a nuestro propio sistema solar. Está formado por dos estrellas binarias. La principal, Mu orionis A, tiene una pequeña compañera a una distancia de 0.07 unidades astronómicas, bastante más cerca de lo que Mercurio se encuentra del sol. La secundaria, Mu orionis B, posee a su vez una compañera a idéntica distancia que la principal. Entre el sistema A y el B hay 12 unidades astronómicas, equivalente a algo más de la distancia que separa Saturno del sol. Son algo mayores que nuestra estrella, y juntas brillan con una magnitud conjunta de 4.12. Mu orionis es fácilmente reconocible justo por encima de Betelgeuse.

Para ver Abell 12 deberemos escoger una noche con la atmósfera estable y limpia, ya que será el seeing el factor determinante para poder distinguirla. Encontrar su situación no será difícil, ya que se encuentra a unos escasos 50 segundos de arco de Mu orionis, de ahí la gran dificultad para apreciarla. No es un objeto excesivamente débil. Con una magnitud de 12.39, no debería suponer un gran problema para telescopios de abertura media, pero el halo brillante de la estrella será nuestro principal enemigo. A pesar de verlas tan próximas entre sí, Mu orionis se encuentra a unos 150 años luz, mientras que a Abell 12 se le estima una distancia de casi 7.000 años luz. Impresiona darse cuenta del efecto de la distancia, así como imaginar el gran tamaño que debe tener, a pesar de que se vea eclipsada por una estrella de tamaño normal.

Foto Abell 12.jpg

En la observación de Abell 12 hay dos premisas fundamentales: el aumento y el uso de filtros. La primera vez que intenté verla, a 125 aumentos, el halo brillante de la estrella era todo cuanto podía ver. Sin saber muy bien en qué dirección se encontraba la nebulosa, usé la visión periférica para intentar localizarla, pero mis intentos eran en vano. Ni siquiera el filtro OIII servía para nada. Oscurecía el brillo de la estrella, pero seguía siendo un astro solitario. No me atreví a usar mayores aumentos en ese momento, ya que a 125 la estrella bailaba como si no hubiera un mañana, apreciándose las turbulencias de la atmósfera como pocas veces, y el viento hacía temblar el tubo del telescopio. Ya decidido a continuar intentándolo otro día, unos minutos después tuve la sensación de que las estrellas aparecían más puntuales, y decidí probar suerte de nuevo. Esta vez usé el ocular de 7 mm, con 214 aumentos, y coloqué directamente el filtro OIII. Ahogué una exclamación cuando Abell 12 apareció ante mis ojos, de la manera más evidente posible. Una esfera perfecta de medio minuto de arco de diámetro que parecía una imagen fantasma de la estrella, como si fuera un defecto del espejo. Homogénea y de bordes totalmente definidos, era visible directamente, aunque con visión periférica resultaba aún más evidente.

Abell 12.png

Podemos aprovechar la observación de Abell 12 para hacer una visita a un cúmulo abierto, NGC 2194, que podemos encontrar a apenas 4º al este de la nebulosa. Se sitúa a unos 10.000 años luz, y está formado por más de cien estrellas dispuestas esféricamente simulando un cúmulo globular disperso. Sus estrellas tienen una edad de unos 400 millones de años y su contenido en metal es bastante bajo, lo cual es indicativo de que se formó en una región alejada del núcleo galáctico. Observé NGC 2194 desde cielos semiurbanos, si bien la noche era especialmente limpia. Sin duda, un gran número de estrellas escaparon a mi vista, pero aun así resultó ser un cúmulo muy interesante.

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Una vez en la zona, NGC 2194 es evidente ya a bajo aumento. En primer lugar, a 125 aumentos, destaca una veintena de estrellas débiles, con cuatro o cinco más brillantes. Algunas se disponen agrupadas  formando hileras aleatorias. El campo del ocular está plagado de estrellas por doquier, destacando en el centro el cúmulo. Poco a poco, con la visión adaptada, comienza a notarse una débil neblina de fondo, la manifestación de decenas de estrellas que necesitan del trabajo en equipo para hacerse notar. Y bien que lo consiguen, otorgando al grupito de estrellas un aspecto neblinoso que lo hace merecedor de realizar una visita de vez en cuando.

Orión alternativo

“La catedral del cielo”, como algunos conocen a la constelación de Orión, es una caja de sorpresas que esconde tesoros por toda su superficie. Una vez conocidos los principales, la curiosidad va hurgando por los rincones en busca y captura de cualquier otro objeto. Hoy nos vamos a ocupar de un cúmulo abierto, una nebulosa especial, y algo que no suele asociarse al Cazador, una galaxia.

El cúmulo es NGC 2112, una agrupación de estrellas que se encuentra al Este de Orión, cerca de la iridiscente M78, que ya vimos el otro día.  Está formado por un centenar de estrellas, si bien con mi Dobson 305 mm llegué a observar unas 30. Destacan unas 7 u 8 de ellas algo más brillantes, con el resto de magnitud inferior a 12. Las más débiles parecen chisporrotear en la distancia de manera muy tenue. Ocupa un espacio de 18 minutos de diámetro, y no es especialmente aparente al buscador, necesitando usar mayores aumentos para distinguir su naturaleza cumular. En la siguiente fotografía podemos verlo en la zona superior, una débil agrupación estelar; pero lo más llamativo de la imagen es, evidentemente, esa banda rojiza que la atraviesa de arriba abajo, como un río de gas.

Foto Barnard

Para comprender la naturaleza de esa banda luminosa no tenemos más que irnos hacia atrás para observarla en su conjunto, y nos daremos cuenta entonces de que estamos ante una porción del Bucle de Barnard. En esta fotografía de gran campo, que ya hemos usado alguna vez, podemos ver ese inmenso bucle rodeando a la constelación, desde su hombro a su pie izquierdo, dejando en su interior al cinturón y a M42.

Foto Complejo Orion

Recibe el nombre de Sh2-276 (del catálogo Sharpless) y es el resultado de la explosión de una supernova que ocurrió hace unos 4 ó 5 millones de años. Lo que podemos ver es el frente de la explosión que se va expandiendo a velocidades de entre 10 y 25 kilómetros por segundo, cuyo gas se ioniza por las jóvenes y brillantes estrellas que pueblan la constelación de orión. Ese hidrógeno ionizado, como hemos visto en anteriores ocasiones, es el responsable de otorgar el intenso color rojizo que caracteriza a esta nebulosa. Barnard fue el primero en fotografiarla, a finales del siglo XIX, si bien ya Herschel incluyó una de sus partes en su catálogo de “Regiones de Herschel” con el número 27. En dicho catálogo Herschel enumeraba lo que él pensaba que eran condensaciones de la Vía Láctea. Y sí, resulta que el Bucle de Barnard es apreciable a simple vista, sobre todo algunas de sus zonas más brillantes. Para ello, lógicamente, habría que disfrutar de cielos espectaculares, de los que ya van escaseando en el mundo. No obstante, algo podremos ver…

La noche que observé NGC 2112, una oscura noche en Blancares, con el sur lo suficientemente alejado de las luces de Granada, pude ver una especie de neblina que se encontraba acompañando al cúmulo. No me llamaba la atención su naturaleza “neblinosa”, que podría haber sido causa de la contaminación lumínica, sino que parecía ocupar solo la mitad del ocular, bañando en su borde a NGC 2112. Rápidamente comprobé que correspondía exactamente al límite del Bucle de Barnard y, asombrado, volví a refutar la visión. Allí estaba esa orilla traslúcida que pasaría de largo sin una adecuada adaptación a la oscuridad, y no pude menos que admirar el paisaje celeste. Es una imagen que debemos intentar ver.

NGC 2112

Pasamos al otro objeto de interés, que es lo último que esperaríamos encontrar en esta constelación: una galaxia. Lo cierto es que Orión cuenta con cientos de ellas al alcance de telescopios, pero ninguna tan brillante o extensa como para llamar la atención y ganarse un puesto en el podio de cielo profundo. NGC 2110 es una galaxia elíptica (tipo S0) situada a unos 100 millones de años luz, brillando con una magnitud algo superior a 12. Es una galaxia de tipo Seyfert, con un núcleo activo que emite energía hacia el lejano espacio a modo de faro cósmico.

Al ocular aparece como una pequeña mancha de poco más de 1 minuto de arco de diámetro, redondeada, con los bordes difusos y más débiles. Es fácil de ver, pudiendo apreciarse con visión directa, aunque no podremos ver en ella ningún detalle más, ni siquiera en fotografías de larga exposición. NGC 2110 no es, por así decirlo, nada especial, si pensamos que ser capaces de ver una bola inmensa de miles de millones de soles, situada a 100 millones de años luz de nosotros, no es nada especial… Además, el simple hecho de ser un objeto “raro” con respecto a sus vecinos es un aliciente más para cazarla con nuestro telescopio en estas frías noches de invierno.

NGC 2110

Dunas de luz en M78

Esta entrada va sobre un objeto que rompe esquemas, distinto a lo que le rodea y subyugado por su eterno antítesis. Al hablar de Orión casi nadie piensa en M78, esa pequeña nebulosa que se esconde en algún lugar sobre el Cinturón, y todas las miradas las acapara M42. Sin embargo, la primera no tiene nada que envidiarle a su compañera, aunque a los ojos de un telescopio no llegue a relucir como ella. Abriremos la entrada con una fotografía, que vale más que mil palabras:

Foto M78.jpg

Inmediatamente nos vemos obligados a reconocer que parece una imagen sacada de un libro de ciencia ficción, el portal a un mundo etéreo que esconde tierras extrañas bañadas por un sol cálido, y quizás… ¿agua? ¿Por qué no? Ese reflejo azul trae a nuestra mente imágenes de un océano escondido tras ese pórtico que envía su reflejo a través del humo. La imaginación puede perderse fácilmente haciendo elucubraciones sobre su naturaleza, y lo cierto es que la realidad es igual de apabullante. Esa masa de gases reside a unos 1.600 años luz de nosotros, en el Complejo Molecular de Orión, que ya nos sonará por anteriores entradas. Sin embargo, no encaja con el paisaje que hay a su alrededor, bañado por un mar de color rojo como estamos acostumbrados a ver en esta constelación. Ese tono rojizo no es más que el hidrógeno en forma de gas que se ha ionizado por la energía de las estrellas jóvenes y calientes que pueblan Orión, una de las guarderías estelares más cercanas a nosotros. M78, sin embargo, contrasta con ese magnífico color azulado que en cualquier fotografía llama poderosamente la atención.

M78 es un complejo de nebulosas en cuyo seno se han formado, y aún lo hacen, jóvenes estrellas azuladas que, con su luz reflejada en el gas, otorgan al conjunto ese agradable color. Es una nebulosa de reflexión, por lo tanto, que no ha llegado a ser ionizada todavía, por lo que simplemente transmite la luz de sus retoños. De hecho, M78 es la nebulosa de reflexión más brillante que podemos observar desde nuestro planeta. Mide unos 4 años luz de diámetro, y se encuentra rodeada por otras islas de luz muy similares, formando en su conjunto un paisaje celeste digno del mejor de los pintores.

Sus estrellas son jóvenes astros con un predominio de tipo espectral B (brillando por tanto con la llama más energética de color azul blanquecino) y soles similares al nuestro de tipo espectral G, amarillentos. Las estrellas más rojizas, y por ende de mayor edad, brillan por su ausencia. La mayoría de sus componentes son, sin embargo, invisibles a nuestros ojos, ya que se hallan escondidas tras la gran masa de gas. La siguiente imagen capta los detalles en infrarrojo, y en ella podemos apreciar las jóvenes estrellas que pueblan M78.

Foto M78 IR

Se han contado casi 200 estrellas en su seno, aunque las principales responsables de su resplandor son HDE 38563A y HDE 38563B, dos estrellas jóvenes de magnitud 10 y tipo espectral B, separadas por tan sólo 2.3 segundos de arco, que podemos ver con cualquier telescopio. Entre sus componentes encontramos también 45 estrellas variables similares a las T Tauri, que varían de brillo periódicamente, probablemente como parte de su proceso de formación. Algo más podemos encontrar también en M78, como prueba de su relativa juventud. Hasta 17 de sus estrellas se han asociado a cuerpos de Herbig-Haro. Como recordamos de otras entradas (NGC 1999 y NGC 1333), son estrellas jóvenes que, debido a la rápida rotación de su material de formación, emiten jets o chorros de materia de forma bipolar que van adentrándose en el espacio con formas contorneadas e irregulares a gran velocidad. De hecho, Herbig-Haro 24 fue publicado como APOD el 18 de Diciembre del pasado año, y es una de las imágenes más espectaculares que podemos observar de este fenómeno. Dediquemos unos momentos a impregnar nuestros ojos con los jirones de gas que rodean a esa pequeña y amarillenta estrella, viendo como salen esas inmensas columnas de luz hacia lados opuestos. Sobran las explicaciones…

Foto M78 HH24.jpg

Aún hay más, y es que M78 guarda otra sorpresa descubierta hace muy poco. En 2004, el astrónomo aficionado Jay McNeil hizo una fotografía de M78 con un modesto telescopio de 8 cm de diámetro. En ella pudo comprobar una zona de gas brillante que no aparecía en anteriores imágenes. Rápidamente dio la voz de alarma y se comprobó que, efectivamente, había surgido de forma inesperada una nueva y pequeña nebulosa. La causa de este fenómeno parece residir en el aumento de brillo brusco de una de las estrellas que iluminan la zona que, a modo de mechero, iluminó el gas que le rodeaba, en una erupción estelar de proporciones considerables. Otra explicación podría ser una envoltura de material que girase sobre la estrella responsable, de forma que al pasar de largo permitiera que iluminara su vecindario. Curiosamente, remontándonos varias décadas atrás, se ha podido comprobar que dicha nebulosa se captó en fotografías de la década de los 60, si bien luego permaneció apagada durante cuarenta años. Un misterio aún sin resolver que resalta la importancia que puede tener el astrónomo amateur a pesar de los grandes equipos profesionales. Estas palabras de McNeil, justo después de su descubrimiento, transmiten totalmente su emoción: “La idea de que algo visto por primera vez con mi telescopio de 3 pulgadas, que uno puede sujetar fácilmente con una mano, sería observado 48 horas después por un instrumento de 342 toneladas era absolutamente asombrosa”.

Foto M78 Mc Neil

Tras esta tarjeta de presentación de M78 y su entorno, ya estamos listos para abordarla con nuestros instrumentos. Es, como decíamos, la nebulosa de reflexión más brillante que podemos ver, y como tal se aprecia fácilmente en el buscador, situada sobre Alnitak. Una manera fácil de encontrarla es abarcar con la mirada el cinturón de Orión, y luego recorrer esa misma distancia a partir de Alnitak, en perpendicular hacia el norte. No nos será difícil distinguir una pequeña mancha difusa que brilla con magnitud aparente de 8.3. Cualquier telescopio nos mostrará, en un cielo oscuro, el cuerpo principal de M78, ese portal del que hablábamos al principio, con una forma semicircular, casi podríamos decir que “en abanico”, con la zona abierta perdiéndose en la negrura del cielo. Dos estrellas destacan en su interior. La más próxima al borde circular no pertenece a M78, sino que se encuentra mucho más cerca de nosotros. La otra, de magnitud 10.4, es la que comentábamos anteriormente, HDE 38563, la principal responsable del iluminar la nebulosa. Es una estrella doble con sus componentes separados 2.3 segundos de arco. La noche que realicé el dibujo las turbulencias de la atmósfera no me permitieron desdoblarla, aunque no es especialmente difícil por encima de 100 aumentos si la estabilidad es buena.

M78

Con mi Dobson de 30 cm la nebulosa se aprecia con un tamaño algo mayor y deja de ser la única mancha que se puede observar en el campo. Al menos otras tres nebulosas se dejan ver sin mayores dificultades. La más evidente de ellas es NGC 2071, englobando a una estrella brillante al norte de M78. Tiene cierta forma alargada, más extensa con visión lateral. Casi rozando a M78 hay un triángulo de estrellas más débiles, una de las cuales también aparece inmersa en una muy débil nebulosidad sin límites definidos. Se trata de NGC 2067, y se encuentra al otro del espacio oscuro que se aprecia en fotografías. La nebulosa más débil que alcancé a ver fue NGC 2064, una pequeña y difusa mancha que puede pasar fácilmente desapercibida. Al principio no conocía su existencia, y cuando la vi por el rabillo del ojo mientras dibujaba el resto pensé que era sugestión o algún efecto óptico. Tras dedicarle un momento más detenido pude comprobar que era real, y no especialmente difícil siempre y cuando la adaptación a la oscuridad sea adecuada. Los filtros no ayudaron a ver la imagen más clara, ya que no son útiles para las nebulosas de reflexión. El ojo es el único filtro que necesitamos aquí.

M78 detalles

Después de ver las magníficas imágenes fotográficas, es fácil sentirse decepcionado, sobre todo si observamos con instrumentos de baja abertura. Sin embargo, tenemos que aprender a ver con la mente, siendo conscientes de cada elemento que vemos por el ocular. Intentemos verlo con la profundidad de lo que realmente es, como un paisaje en el espacio que se deja ver a medias, ofreciendo más a medida que le dediquemos más de nuestro tiempo. Al final cada minuto que pasamos frente al ocular, acumulando frío en el cuerpo, son fotones que nuestro ojo va captando. Nunca llegaremos a verlo con el detalle de una fotografía, pero la sensación de estar viéndolo en directo es algo que ninguna pantalla puede ofrecernos.

Parte de un todo (NGC 1788)

A menudo observamos cuerpos celestes de forma aislada y olvidamos que todo es un gran ecosistema dinámico, y eso puede ocurrir si vemos NGC 1788. Es una nebulosa de reflexión que se encuentra en una zona relativamente oscura de la constelación de Orión, alejada de todos los grandes objetos que ya conocemos. Nada nos diría que esa pequeña mancha en el cielo está totalmente influenciada por los fuertes vientos y radiación provenientes de las estrellas de la Nube Molecular de Orión. Una foto vale más que mil palabras, y como muestra la siguiente imagen de la zona.

Foto 1788 de lejos.jpg

En ella podemos ver un complejo entramado de gases, masas de hidrógeno que están siendo esculpidas por las corrientes que discurren por el espacio. Esta región corresponde, desde el hemisferio norte, a la derecha de Orión, a un nivel intermedio entre Rigel y el cinturón. La masa de gas que vemos a la izquierda es el mentón de la Nebulosa de la Bruja o IC 2118, un objeto del que nos ocuparemos más adelante. En el centro de la fotografía, un poco hacia la derecha, destaca una pequeña masa de gas algo más brillante, que parece coronar una columna de aire más claro y brillante que el resto. Ese pequeño punto de luz es NGC 1788, una nebulosa de reflexión que está siendo esculpida por los vientos provenientes de las estrellas situadas mucho más lejos, en la zona del cinturón de Orión. Es un pequeño remanso de paz para una camada de estrellas recién nacidas que están creciendo en su interior, alumbrando con su primigenia luz las moléculas de gas. Estos astros, de apenas un millón de años de edad, permanecen escondidos tras la masa gaseosa, y sólo son visibles a través de Rayos X u otras longitudes de onda. Recibe el sobrenombre de la Nebulosa del Zorro, debido a que sus regiones más brillantes toman la apariencia de la cara de un zorro de largo hocico.

Para disfrutar de ella conviene verla con una abertura moderada, o al menos disfrutar de una noche bien oscura. El día que apunté a ella con mi Dobson 305 mm había cierta humedad en la atmósfera que transmitía, aunque de forma muy poco marcada, algo de la contaminación de Granada, haciendo que el cielo no pareciera lo limpio que suele ser en esa zona cercana a Quéntar. NGC 1788 ya se apreciaba a bajos aumentos como una nebulosidad débil y difusa entorno a una estrella relativamente brillante. A 214 aumentos obtuve la mejor imagen, ya que la nebulosa, aunque más tenue, mostraba mejor su contorno. Tras un poco de adaptación fui capaz de captar su forma de cabeza de zorro, o al menos eso es lo que pude deducir. La estrella más brillante, rodeada por la nebulosidad más intensa, vendría a ser el hocico, mientras que otras dos estrellas algo más débiles serían los ojos del animal. Otras manchas se adivinaban hacia abajo, en la zona que corresponde al cuerpo, bastante más tenues.

NGC 1788

NGC 1788 no es un objeto que resplandezca como otras nebulosas más cercanas, eso está claro, pero no deja de ser interesante contemplarlo como una prolongación de aquéllas que conocemos tan bien. Estamos, podríamos decir, ante un primo de M42, que comparte su sangre, y como tal bien se merece una visita en estas frías noches de invierno.

Al norte del cazador (NGC 2022 y NGC 2175)

Orión esconde una gran variedad de objetos al margen de los más conocidos, y entre ellos destacan, además de las nebulosas, los cúmulos abiertos. Si juntamos estos dos objetos en uno la visión resultará, sin duda, altamente sugerente. Es el caso de NGC 2175, un bonito cúmulo abierto que se halla inmerso en una nebulosa de emisión. Ha habido discrepancia desde hace años, ya que también ha sido referido con el nombre NGC 2174. Ambas identificaciones hacen referencia principalmente a la nebulosa, que forma parte de una región más extensa, una región HII denominada Sharpless 2-252. El cúmulo parece corresponder a Collinder 84, si bien no hay fuentes muy claras al respecto.

FOto 2175.jpg

Este objeto se encuentra entre la mano derecha levantada de Orión y el pie de Géminis, en una zona muy rica de la Vía Láctea invernal. Está formado por estrellas jóvenes, predominando aquéllas de tipo espectral O, que se hallan a algo más de 6.000 años luz. Su tamaño es  de unos 40 minutos de arco y recibe el nombre de Nebulosa de Cabeza de mono, debido a su forma y estructura interna que puede apreciarse en fotografías de larga exposición.

NGC 2175 es un objeto llamativo desde el primer momento. En el buscador ya se adivina como una nebulosidad salpimentada con diminutas estrellas. Al ocular la vista es espectacular. A bajo aumento todo el campo se halla repleto de estrellas, ninguna especialmente brillante, pero todas guardando una armonía digna de admirar. En el centro hay una que destaca levemente, que parece ser la causante de ionizar a la nebulosa. Unas 70 estrellas se dispersan por toda la zona sin una estructura aparente. Ya desde el principio pude notar una extensa pero muy débil nebulosidad poblando la zona. Nunca hubiera imaginado que la imagen mejorase tanto al aplicar el filtro UHC. Entonces enormes jirones nebulosos saltaron como por arte de magia, con una forma circular pero con zonas internas parcheadas y alargadas de menor densidad. Con visión periférica se aprecian con mucha mayor claridad y se extienden a todo lo largo del cúmulo, recordando con sus franjas más oscuras a una flor de delicados y tenues pétalos. Sin duda, un recuerdo que merece la pena llevarse.

NGC 2175

Bajando hacia la izquierda de la cabeza del cazador encontramos otro curioso objeto, mucho más pequeño y menos llamativo, pero no falto de interés. Es NGC 2022, una bonita nebulosa planetaria anular fácilmente resoluble con telescopios de aficionado. A pesar de tener una magnitud de 12.8, su pequeño tamaño (de unos 30 segundos de arco de diámetro) hace que sea relativamente sencilla de ver. Se encuentra algo más alejada que el anterior, a unos 7.600 años luz.

La observé desde cielos suburbanos en una noche con la atmósfera muy estable, usando para apreciar mejor su estructura el ocular Konus de 7 mm, que proporcionaba unos cómodos 214 aumentos. El anillo quedaba fácilmente distinguible, pequeño pero muy bien definido. En su interior brillaba una diminuta estrella que parecía a punto de apagarse, como si realmente pudiera apreciar por mi telescopio su última exhalación y desapareciera de la vista. La magnitud de esta estrella es de 15, con lo cual me puedo dar por satisfecho teniendo en cuenta la mediana calidad del cielo. En estos objetos con un alto brillo superficial lo más importante es tener una buena estabilidad atmosférica que permita usar altos aumentos. El filtro OIII, además, me ayudó a resaltar la estructura anular, dejándome un buen sabor de boca y sumando una más a la lista de planetarias observadas.

NGC 2022

El ojo de la cerradura (NGC 1999)

Ya hemos podido comprobar que Orion es mucho más que su Nebulosa y que esas brillantes estrellas que conforman su cinturón. El Cazador posee una gran variedad de objetos, pero sin duda destacan en él las nebulosas, de todo tipo y tamaño, planetarias, de emisión, reflexión… Esta observación es de una noche que no prometía ninguna maravilla, ya que la atmósfera se encontraba demasiado iluminada por la luz de Granada, como si la contaminación lumínica se abriera paso a través de cada partícula del aire. Sin embargo, como compensación, reinaba una gran estabilidad atmosférica y las estrellas se veían bien nítidas, permitiendo hacer uso de altos aumentos. Orion estaba elevándose, y a pesar de estar a unos 20º ó 30º del horizonte decidí echarle un vistazo. Había leído algo sobre NGC 1999 y los cuerpos de Herbig-Haro (de los cuales hablamos más ampliamente en esta entrada sobre NGC 1333) y desde entonces tenía especial curiosidad por saber qué podría alcanzar a ver con mi telescopio. He de decir que no me mostraba especialmente optimista, aunque animé y, buscando en el atlas, encontré rápidamente V380 orionis, una estrella que brilla con una magnitud 10, con la maldición de convivir pared con pared con M42,que llega a eclipsar todo lo que hay a su alrededor.

NGC 1999 es una nebulosa de reflexión, la masa de gases que dio lugar a la estrella central y que hoy se encuentran iluminados por ella, reflejando su luz hacia nosotros. Dicha estrella, V380 orionis, no es una sino cuatro estrellas que forman un sistema muy cerrado. Tres son muy jóvenes, de clase espectral B, con un intenso color blanco. La otra, sin embargo, es una enana marrón de clase espectral M, al otro lado del espectro de emisión. Qué interesante sería poder contemplar el sistema desde una de esas estrellas, y más aún con el marco en el que se engloban. Y es que NGC 1999 tiene una peculiaridad que la convierte en uno de los objetos más interesantes que he observado últimamente. Cualquier fotografía nos muestra una mancha completamente negra en forma de letra «T», rozando a la estrella y saltando a la vista como algo que «no debería estar ahí». Anteriormente se pensaba que era una nebulosa tan densa que no dejar pasar a la luz a su través, pero estudios de 2009 realizados con el radio-telescopio de Atacama y los telescopios Mayall y Magallanes han revelado que, efectivamente, es un verdadero agujero en el cielo. No hay en él gas alguno que oculte lo que hay detrás. Estamos, por tanto, ante una verdadera ventana que se ha hecho hueco en la nebulosa y nos muestra el vacío que hay detrás. Ahora, la pregunta del millón: ¿cómo puede haber un agujero en medio de una nebulosa? ¿Qué mecanismo puede provocar esa curiosa figura? Aunque no hay respuestas definitivas, la hipótesis con mayor fuerza achaca este fenómeno a chorros o jets de radiación que salen despedidos de la estrella principal, alterando la materia que encuentran a su paso. Volvamos a mirar la imagen e intentemos ver a esa estrella disparando contra la nebulosa un chorro de radiación, la imaginación hará el resto.

Foto 1999 centro

Pero no es esto lo único interesante de NGC 1999. Como podemos comprobar en la siguiente fotografía, acompañan a esta nebulosa unos filamentos que parecen estar en llamas, de un intenso color rojo que contrasta enormemente con el azul blanquecino de NGC 1999. Son, como ya adelantábamos al principio, cuerpos de Herbig-Haro, estrellas en formación rodeadas por gases que, a merced de fuertes vientos y radiación, adoptan forma de volutas y chorros de llamativos colores. Y lo mejor: están al alcance de los aficionados. Fueron descubiertos en 1946 y 1947, y precisamente tres de estos cuerpos de NGC 1999 fueron los primeros en observarse.

Foto 1999.jpg

Busqué a V380 orionis con el buscador y, a bajos aumentos, ya pude apreciar su envoltura gaseosa, que le daba un aspecto que describiría como «lúgubre», con tonos más oscuros de lo normal. De una forma más o menos redondeada, compartiendo campo con algunas estrellas brillantes, no podía apreciar nada más, aunque por momentos algo cerca de su estrella me llamaba la atención, una especie de punto oscuro que aparecía y desaparecía con visión periférica. Claramente, me estaba pidiendo a gritos mayores aumentos, y no me negué. A 214x se me erizó el vello cuando pude comprobar que la zona oscura era exactamente igual a las fotografías. A 300 aumentos la impresión era aún mayor y la definición, perfecta, con los bordes bien marcados sobre el fondo nebuloso. En cuestión de segundos pasó a ocupar una lista entre mis objetos favoritos y, embelesado, le dediqué varios minutos en exclusiva, recreándome la vista. Entonces decidí ir a la caza de esos cuerpos Herbig-Haro, en concreto de los más brillantes, Herbig-Haro 1 y 2.

NGC 1999

Centré mis esfuerzos, en primer lugar, en enfocar a la perfección una débil estrella que ya rozaba el límite de magnitud de mi telescopio, la que en el dibujo ocupa la parte izquierda superior. Cuando la noté perfectamente puntual (aunque durante algunos segundos desaparecía de la vista), un fotón llegó a mi retina en un punto cercano un poco más abajo, y luego se esfumó. Justo después otra imagen saltó momentáneamente al ocular, más débil que la anterior y más cerca a V380 orionis. Emocionado y soltando una risa nerviosa (las vacas que había cerca debieron de mirarme extrañadas) aparté la mirada del telescopio y respiré varias veces, moviendo la cabeza para relajar la vista. Me asomé de nuevo y no vi nada, pero no desistí, y a los pocos segundos los dos puntos de luz volvieron a aparecer ante mí, esta vez durante un poco más de tiempo. Así pasé los siguientes 15 minutos, cazando por segundos esa imagen que tan rápido se desvanecía sin avisar. De hecho, no eran realmente puntuales, sino que la sensación que me llegaba, por lo menos del más alejado de la nebulosa, era como si fuera un disco extremadamente pequeño, tenue y algo difuso (me recordó a Mayall 1, el cúmulo globular de la galaxia de Andrómeda). Acabé exhausto por el esfuerzo, pero también con una sonrisa de oreja a oreja, sintiéndome por momentos como Guillermo Haro y George Herbig en esas noches de los años 40. NGC 1999 es un objeto infravalorado, quizás por acompañar en el cielo a M42, pero sin duda merece la pena echarle un vistazo, sea con la abertura que sea. Con telescopios más pequeños, si la noche es estable, sin duda podremos ver ese parche negro que rompe el brillo homogéneo de esa masa de gas que, a 1.500 años luz, nos muestra su cerradura. La llave para abrirla es mucha paciencia y un buen cielo, y entonces hará que merezca la pena regalarle nuestro tiempo.

NGC 1999 detalles