La Nebulosa California (NGC 1499)

Hay objetos que nos suenan particularmente lejanos, a menudo porque su brillo es tan bajo que sólo nos atrevemos a soñar con ellos. Sin embargo, en ocasiones los planetas se alinean y somos capaces de disfrutarlos con asombrosa facilidad. Algo parecido me ha ocurrido con la Nebulosa California, un objeto del que había leído desde que comencé con la astronomía pero del que nunca había conseguido ver nada más que las fotos que había en los libros. Nunca llegué a pensar que podría verlo con un pequeño telescopio y sin ningún esfuerzo, desde un cielo relativamente oscuro pero cerca de la campana de luz de Granada. Sin embargo, los astrónomos contamos, hoy en día, con algunas importantes ayudas, como son los filtros visuales. Me había comprado recientemente el filtro H-Beta y estaba deseando probarlo con algunos objetos particulares, pero uno de los que más interés despertaba en mí era éste:

La Nebulosa California, también conocida como NGC 1499 o Sh-220, toma su nombre del evidente parecido con el estado norteamericano. Es una nebulosa de emisión, una enorme nube de hidrógeno que se encuentra relativamente cerca, a unos 1.500 años luz de distancia: forma parte de la rama de Orión, el mismo lugar que ocupamos nosotros en la galaxia. Su diámetro mayor alcanza los 100 años luz, con unos 25 años luz de anchura, lo cual no es nada desdeñable. En el cielo, sus dimensiones aparentes alcanzan los 2.5 grados de arco, por lo que resulta evidente en la inmensa mayoría de fotografías de gran campo en las que aparece Perseo. Es esa brillante mancha rojiza de aspecto alargado que se aprecia al otro lado de las Pléyades:

California nebula and the Pleiades

Cientos de estrellas recién nacidas se encuentra inmersas en los dominios de NGC 1499, pero sólo una es la responsable de ionizar la mayor parte de la nebulosa: xi Persei, la brillante estrella que se ve en la región central. También conocida como Menkib, es una estrella de tipo espectral O7, una de las más calientes que podemos apreciar a simple vista (con unos 35.000ºC en su superficie). Comenzó siendo una estrella con una masa 40 veces mayor que la del Sol, pero en unos pocos millones de años ha consumido todo su hidrógeno y los fuertes vientos la han despojado de una buena parte de sus capas externas. Su origen tuvo lugar en la asociación Perseus OB2, lugar del que salió disparada a gran velocidad y que estudiamos con más detenimiento en esta entrada. A esta estrella le debemos el espectáculo que nos brinda la Nebulosa California.

NGC 1499 no es un objeto que debamos abarcar con prisa: su bajo brillo superficial no nos facilitará la tarea. Sin embargo, un filtro H-Beta será de una ayuda inestimable. En mi caso, tras haber observado sin éxito la zona a bajo aumento, no pude evitar ahogar un grito cuando coloqué el filtro tras el ocular: la nebulosa cobró vida. Una primera región fantasmagórica surgió en torno a la brillante xi Persei que, por cierto, empalideció al usar el filtro. La masa nebulosa fue haciéndose cada vez más patente, con sus bordes más definidos, y pronto quedó enmarcada como dos franjas luminosas más destacadas que discurrían como dos ríos paralelos, con zonas de menor nebulosidad que se prolongaban más allá. La nebulosa era más estrecha de uno de sus extremos, ampliándose después tal cual podía apreciarse en las fotografías. Me quedé atrapado tras el ocular hasta que perdí la noción del tiempo: si en ese cielo podía distinguir tanto detalle, no podía imaginar cómo sería observarla bajo un cielo oscuro. Cuando conseguí despegarme del ocular guardé el filtro en su caja: no podía alegrarme más de tenerlo finalmente conmigo.
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El cúmulo de las parejas (M34)

Hoy le toca el turno a uno de los cúmulos abiertos más conocidos por el aficionado, M34, situado en la constelación de Perseo, muy cerca de Algol, la estrella variable a la que le dedicaremos una entrada exclusiva más adelante. M34, también conocido como NGC 1039, fue descubierto en los albores de la exploración telescópica, descrito por primera vez de la mano de Giovanni Battista Hodierna a mediados del siglo XVII. Cien años más tarde Charles Messier lo añadió a su catálogo con el número 34, sumándose a la lista de objetos que todo astrónomo ha observado en sus comienzos y de la que nunca nos cansamos.

M34 es un llamativo cúmulo abierto que se sitúa a unos 1500 años luz de distancia, contando entre sus componentes con unas 400 estrellas relativamente jóvenes, de unos 225 millones de años de edad. Su composición es similar a la de nuestro sol, con una cantidad levemente superior de hierro (un 17%) pero bastante similar en cuanto al resto de elementos. Se han encontrado en M34 una veintena de enanas blancas, de las cuales la mitad pertenecen realmente al cúmulo, estrellas en la última fase de su vida. En concreto, estas enanas blancas, que son relativamente recientes, sirven para definir con mayor exactitud la masa límite que debe poseer una estrella para convertirse en enana blanca. Se estima este límite entre 7 y 9 masas solares, y el mecanismo es sencillo de comprender. Cuando una gigante roja consume el helio que forma su núcleo comienza a colapsar bajo los efectos de la gravedad, haciéndose cada vez más densa. En una estrella extremadamente masiva este aumento de presión conseguiría hacer que los electrones y los protones se fundieran formando una «papilla de neutrones», dando lugar a una estrella de neutrones, e incluso a un agujero negro si su masa fuera mayor. Por el contrario, cuando una estrella de una masa menor a 8 masas solares comienza a condensarse, los electrones de sus átomos son los encargados de evitar el colapso total, gracias a una propiedad denominada «presión de degeneración de electrones». Un electrón no puede ocupar el mismo lugar que otro, de manera que se genera una fuerza de repulsión que, en las enanas blancas, evita que la estrella se condense aún más. De todas formas, estas estrellas tienen temperaturas de varias decenas de miles de grados y una densidad tan elevada que equivale a reducir el tamaño de nuestro sol al volumen que ocupa la Tierra.

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REU program / NOAO / AURA / NSF

M34 forma parte de la «Asociación Local», un conjunto de cúmulos abiertos que se encuentran a nuestro alrededor y que comparten movimiento y dirección a través de la galaxia, incluyendo las Pléyades, el cúmulo de Alpha Persei y nuestro propio sol. Esta dirección compartida se debe a un origen en la misma nube molecular, de manera que podríamos decir que venimos «del mismo sitio», aunque posteriormente nos hayamos separado los unos de los otros. M34 tiene un diámetro de unos 14 años luz, y desde nuestro punto de vista llama la atención la disposición de muchas de sus estrellas en pares relativamente cercanos entre sí. Al menos seis parejas de brillantes estrellas destacan a bajo aumento, pudiendo encontrar más si observamos con mayor detenimiento. Al telescopio, el diámetro aparente es de unos 35 minutos de arco, por lo que haremos bien en observarlo a bajos aumentos. Con una magnitud de 5.5, es visible sin ninguna ayuda óptica si la noche es lo suficientemente oscura. Con prismáticos se aprecia como una pequeña nubecilla nebulosa y brillante, pudiendo distinguir alguna de sus estrellas más brillantes (la más brillante tiene una magnitud de 7.9). Con mi Dobson de 30 cm encontré una buena relación visual a 62.5 aumentos, suficientemente bajo para que sus estrellas no den la sensación de estar demasiado desperdigadas. En el centro destacaban varias estrellas dobles, la mayoría muy brillantes y fácilmente desdobladas, con otras más pequeñas que se entremezclaban aquí y allá, sumando unas 50 componentes, aunque este número es difícil de precisar por la poca definición de sus bordes. Puede que M34 no tenga llamativos contrastes cromáticos ni una concentración pasmosa de estrellas, pero no podemos negar que tiene cierto atractivo, y observar todas esas parejas que el azar ha reunido bajo el mismo techo no deja de ser interesante.

m34

Un arco de luz (NGC 1491)

Perseo, una vez más, va a sorprendernos con una bonita nebulosa que guarda entre su principal estrella y Auriga, una zona poco conocida pero rica en objetos interesantes. De entrada tenemos varios cúmulos abiertos dignos de ver, como son NGC 1528 o NGC 1513, nubecillas de unos 10 minutos de arco apreciables con prismáticos y resueltas en multitud de estrellas cuando observamos a través del telescopio. Pero hoy nos vamos a ocupar de una nebulosa de emisión que se denomina NGC 1491, también conocida como Sh2-206 o la “Nebulosa de la huella fósil”.

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T.A. Rector (Alaska Anchorage), H. Schweiker & S. Pakzad (NOAO)

Nos situamos en la región más externa del brazo de Perseo, a unos 11.000 años luz de distancia, una zona rica en estrellas y en cuyo seno se ha formado esta región HII que brilla con un color rojo intenso en fotografías de larga exposición. La estrella BD +50 886, un astro de tipo espectral O5, es la encargada de ionizar la nebulosidad que hay a su alrededor, otorgando a la nebulosa su característico brillo. Tenemos en mente que las regiones HII son lugares donde se están gestando estrellas, pero eso no siempre es así, como ocurre en este caso, en el que encontramos una región HII evolucionada. En NGC 1491 no hay signos de actividad proliferativa en el momento actual, sino que las estrellas se formaron hace algunos millones de años. El infrarrojo nos ayuda a conocer este dato, ya que las estrellas “recién nacidas” son muy brillantes en esta longitud de onda. Sin embargo, no se han encontrado fuentes brillantes que puedan asociarse a este proceso, tan sólo algunos puntos en el infrarrojo medio. Estos puntos podrían ser pequeñas estrellas rojizas de corta vida, pero hasta que no se estudien en el infrarrojo cercano no podrá precisarse. Sea como sea, lo que sí sabemos es que NGC 1491 es una brillante nebulosa de emisión con gran cantidad de hidrógeno ionizado, presentando un frente de ionización muy llamativo e intenso que parece abrirse camino a través del medio interestelar a una velocidad de 110 km por hora, similar a un coche por la autovía.

NGC 1491 mide 25×35 minutos de arco si tenemos en cuenta la longitud de onda h-alpha, aunque en luz visible apenas llega a los 5 minutos de arco, que es la zona más brillante que podemos ver en las fotografías. Es una de esas nebulosas en las que el filtro UHC ayuda bastante, aunque es tan brillante que puede disfrutarse sin más ayuda que un telescopio. Descubierta por William Herschel en 1790, a bajo aumento ya se distingue como una pequeña zona de nebulosidad próxima a una pequeña estrella de magnitud 11, que no es sino la ya mencionada BD +50 866, la estrella responsable de ionizar la nube de hidrógeno circundante. Con el Hyperion de 13 mm, a 115 aumentos, la nebulosa adquiría una curiosa forma arqueada, rodeando a la estrella principal, con la zona inmediatamente inferior más brillante. El filtro UHC ayudaba a definir ese arco, aumentando el contraste con el fondo del cielo. La zona más brillante parecía tener dos franjas algo más luminosas, sólo percibidas con visión periférica y en los momentos en los que la atmósfera quedaba más estable. Hacia los bordes la nebulosa pierde brillo rápidamente, con sus bordes difusos, terminando en su extremo occidental de forma apuntada, como el pico de un ave.

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No es lo que parece (NGC 1579)

El título de la entrada hace referencia a la sorpresa que me llevé cuando leí sobre la verdadera naturaleza de NGC 1579. Uno acaba asociando colores a sustancias, de manera que los colores rojizos suelen hacernos pensar en regiones HII, zonas donde el hidrógeno se ioniza con las estrellas que se están formando. NGC 1579, conocida como la Trífida del Norte, es una bella nebulosa que se encuentra en la constelación de Perseo, y llama la atención en las fotografías por su forma y por su color, que recuerdan en gran medida a M20, la Trífida. Sin embargo, como reza el título, no todo es lo que parece, y ese color rojizo de NGC 1579 no se debe al hidrógeno ionizado, sino a la luz reflejada por una estrella muy joven…

Empecemos por el principio, dejando claro que una nebulosa puede ser iluminada por dos motivos, que sirven para incluirla en una de las siguientes categorías: por un lado, las nebulosas de emisión son aquéllas cuyo hidrógeno se encuentra ionizado por una brillante estrella, generalmente estrellas masivas de vida corta, y emiten ese característico color rojizo que conocemos, por ejemplo, de la Nebulosa de la Laguna, M42 o NGC 7000. La luz es emitida, literalmente, por el hidrógeno que forma la nube, un mecanismo totalmente diferente a lo que ocurre en las nebulosas de reflexión. En éstas, simplemente, el gas transmite la luz que le llega de una estrella, es decir, no «produce» luz nueva, sino que la luz se refleja en la nube. Las estrellas que iluminan las nebulosas de reflexión suelen ser gigantes azules que transmiten su color a la nebulosa, y ese es el motivo por el que la mayoría de ellas aparezcan de esa tonalidad. Sin embargo, como en todo, hay excepciones, y NGC 1579 es una de ellas. Su color rojizo me había llevado a pensar que sería una nebulosa de emisión, como también le ocurrió a Sharpless, que la identificó como región HII y la catalogó como Sh2-222, pero resulta que hay una gran cantidad de polvo entre la nebulosa y nosotros que altera nuestra percepción. Cuando observamos en lugares de nuestra galaxia especialmente poblados de estrellas, como sucede en los brazos espirales, suele haber un efecto conocido como extinción o enrojecimiento, ya que la luz azul es atenuada con mayor intensidad por el polvo interestelar y el resultado es que el objeto en cuestión aparece más rojizo. Y de ahí el motivo del color de NGC 1579, una nebulosa de reflexión que se encuentra fuertemente atenuada, como podemos apreciar en la siguiente imagen de Alson Wong:

Foto NGC 1579.jpg

Situada a unos 2100 años luz de distancia, NGC 1579 sufre una importante extinción por una nube de polvo denominada Lynds 1482 que pertenece a la nube molecular de Taurus-Auriga, situada a unos 500 años luz. La asociación Perseus OB2, que ya estudiamos en esta entrada, también se encuentra en la misma línea de visión, a medio camino entre la nebulosa y nosotros. NGC 1579 es una zona de formación estelar iluminada por sus jóvenes estrellas, algunas de las cuales excitan levemente el gas que les rodea, de manera que hay pequeñas zonas que son realmente nebulosas de emisión, si bien no es la nota predominante. La estrella más importante se llama LkHα-101, una joven estrella de 15 masas solares y un brillo 8000 veces superior al de nuestro sol que tiene una edad extremadamente joven, cubierta por una pequeña región HII. Se encuentra en un momento muy interesante de su formación estelar, justo cuando se está desprendiendo de la envoltura gaseosa que, a modo de placenta, cubre todas las estrellas que están naciendo. En cualquier momento este gas circundante se desprenderá del todo y la estrella brillará con más fuerza aún. LkHα-101 es la principal responsable de iluminar NGC 1579, y eso es algo que sabemos con precisión gracias a su espectro, que coincide completamente con el de la nebulosa. No es la única estrella de la zona, sino que comparte parcela con un centenar de ellas, todas con una edad estimada en apenas medio millón de años. Poco a poco, a medida que salgan de sus «caparazones» de gas, ionizarán todo el gas de alrededor y lo que veremos será una nebulosa de emisión. La siguiente imagen, obtenida con el Hubble, se centra en la región más interna de NGC 1579, captando una de sus llamativas franjas oscuras. La estrella que destaca en la esquina inferior derecha es la mencionada LkHα-101:

Foto NGC 1579 cerca.jpg

Para disfrutar de NGC 1579 merece la pena hacerlo desde un cielo oscuro y con una atmósfera estable, ya que su brillo superficial es más bien bajo y su tamaño, de apenas 6 minutos de arco, requerirá que usemos aumentos considerables si queremos apreciar más detalles. Se encuentra a medio camino entre Perseo y Auriga, pudiendo encontrarlo a partir de cualquiera de estas constelaciones. A bajo aumento, una vez pongamos el ojo en el ocular, es posible que nos pase desapercibida momentáneamente, aunque en seguida notaremos una débil nubecilla que aparece con visión indirecta. Poco a poco la nube va cobrando mayor intensidad, conforme el ojo se va adaptando, y a 214 aumentos muestra una relación tamaño-brillo adecuada para apreciar algunos de sus detalles. En primer lugar destaca el centro, más brillante y con una forma triangular, que se dispersa a lo largo de unos 3 minutos de arco. Sus bordes decaen rápidamente, pero pueden atisbarse jirones de gas situados más allá, destacando quizás una zona que se encuentra junto a dos estrellas especialmente unidas. El filtro UHC no ayudaba, lo cual me resultó extraño, ya que, por lo general, las regiones HII se realzan bastante: NGC 1579 ya estaba dando a entender su verdadera naturaleza. Tras un largo período de observación pude distinguir la principal veta oscura que separaba ambas zonas, y otra se insinuaba algo más alejada, bastante débil de todas formas. Poco a poco la imagen fue fraguando en mi retina hasta que me vi seguro como para plasmarlo en un dibujo. Si la atmósfera hubiera estado más estable el espectáculo habría sido aún mayor.

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Parte de un todo (IC 348)

Ya vamos comprobando que el espacio “vacío” está lleno, en realidad, de polvo y gas, como podemos ver en multitud de fotografías que contemplamos a diario. Hoy vamos a estudiar una zona especialmente interesante situada en la Nube Molecular de Perseo, una interesante región que se sitúa a una distancia de entre 600 y 1000 años luz. Comparte localización con la asociación Perseus OB2, en la cual quedan englobadas multitud de estrellas de tipo espectral O y B, jóvenes y grandes astros que iluminan el gas que hay a su alrededor. Entre estas nubes hay algunas que no reciben luz alguna y aparecen como nebulosas oscuras parcheando toda la zona, algunas fácilmente visibles si observamos desde un lugar alejado de la contaminación lumínica. Esta región OB cuenta con dos importantes zonas de formación estelar, una de las cuales ya vimos en su momento, la nebulosa de reflexión NGC 1333. En su interior se ha descubierto un gran número de estrellas jóvenes, muchas de las cuales cuentan con un anillo de gas a su alrededor, así como numerosos objetos Herbig-Haro. Hoy nos centraremos en la otra fábrica de estrellas que se sitúa muy cerca, IC 348. Podemos contemplar ambas zonas en la siguiente fotografía, una a cada lado de la imagen, así como la gran cantidad de polvo que reina en la región. IC 348 es la nebulosidad blanquecina que hay bajo la brillante estrella de la izquierda, mientras que NGC 1333 es una pequeña nubecilla de la misma tonalidad que hay en la mitad derecha:

Pero antes identificaremos la estrella más brillante que preside la asociación OB. Se trata de Zeta Persei (también conocida como Menkib), y su nombre también es usado para referirse a la asociación. Es una estrella de tipo espectral B1, bastante joven, que se sitúa a 750 años luz de distancia. Desde la tierra la vemos con una magnitud de 2.9, si bien posee una luminosidad equivalente a 47.000 veces la del sol. Tiene, por cierto, una compañera de magnitud 9 situada a unos 13 segundos de arco. Menkib, con una masa 19 veces mayor que la del sol, terminará sus días como una brillante supernova, aunque todavía le restan varios millones de años de vida.

Vamos a saltar de Menkib a Atik, también conocida como Omicron Persei, la estrella de magnitud 3.8 que tomaremos de partida para nuestra observación. Es una estrella que comparte el tipo espectral de Menkib, y junto a ella reside IC 348, un pequeño cúmulo abierto, de 15 años luz de diámetro, cuyas estrellas iluminan el gas circundante a modo de vela cósmica. Esta familia de estrellas está compuesta por casi 500 componentes, de los cuales una tercera parte presentan a su alrededor un disco de polvo en cuyo seno se están gestando planetas, como ocurrió en nuestro sistema solar hace 4500 millones de años. Esto es de gran importancia porque nos permite estudiar las primeras etapas de las estrellas, cuya edad ronda los 2 millones de años, si bien se han encontrado algunas extremadamente jóvenes que apenas llegan a los 500.000 años. Su “compañero de nube”, NGC 1333, posee incluso más estrellas recién nacidas, así como cuerpos de Herbig-Haro, de lo cual se deduce que su edad es algo menor. En la siguiente fotografía, hecha por Rafael Rodríguez Morales, podemos apreciar IC 348 con mayor detalle, a la izquierda, además de los impresionantes contrastes cromáticos que se han creado en la región. La nebulosidad más opaca, de forma alargada a la derecha, es Barnard 3; justo bajo IC 348 podemos ver Barnard 4, algo menos evidente:

foto-ic-348

Imagen obtenida por Rafael Rodríguez Morales

Otra particularidad de este cúmulo es que en él se han descubierto tres enanas marrones de baja masa, un peculiar objeto que podría ocupar el eslabón entre los planetas y las estrellas. Se trata de estrellas extremadamente jóvenes que poseen una masa particularmente pequeña, con lo cual su temperatura apenas alcanza los 600 grados Celsius. Estos astros tienen una masa menor de 10 veces la masa de Júpiter, batiendo así el récord estelar de “estrellas con peso pluma” en el universo conocido. Otra estrella especialmente interesante es LRLL 54361, un sistema doble formado por dos protoestrellas que orbitan una alrededor de otra. Cada 25 días este sistema sufre un repentino aumento de brillo, y parece deberse a que cada 25 días, en el periastro (cuando ambas estrellas están más cerca entre sí), sus atmósferas prácticamente entran en contacto, pasando materia de una a otra y produciendo una gran cantidad de energía.

Si observamos el cúmulo a bajo aumento es posible que la brillante Omicron Persei nos deslumbre, aunque si el cielo está oscuro no tendremos problema en ver una marcada nebulosidad en torno a un grupito de estrellas que hay a apenas 10 minutos. Lo cierto es que el cúmulo parece más bien pobre y la vista se va impresionando rápidamente de la nebulosa, cuya silueta se va recortando contra el fondo oscuro. La brillante Omicron Persei se encuentra en la parte inferior del ocular, y en el centro puedo contar una quincena de pequeñas estrellas, destacando un par de ellas más brillantes, rodeadas por algunas extremadamente débiles. La nebulosidad no es homogénea, destacando en torno a esta pareja de estrellas y a otra que se encuentra inmediatamente superior, partiendo de esos puntos débiles prolongaciones que otorgan al conjunto una forma de letra “C”. Hay otras zonas con nebulosidad débil, incluyendo una hilera de tres estrellas que se encuentran cerca de Omicron Persei. Esta estrella, en concreto, también parecía envuelta en una difusa nube redondeada, pero viendo posteriores fotografías probablemente fue debido al propio brillo de la estrella y una leve humedad que iba imperando en el ambiente. Sea como sea, otra faceta que quedó patente fue la verdadera escasez de estrellas que había al suroeste del cúmulo, no pudiendo ver ninguna de ellas en sus inmediaciones. No es que no haya, sino que en ese lugar se encuentra la nebulosa oscura Barnard 4. Muy cerca se encuentra Barnard 3, un poco más contrastada, en dirección a NGC 1333. De esta manera, si observamos estas variadas nebulosas y sus estrellas asociadas, podremos decir que conocemos relativamente bien a esta inmensa región conocida como Perseus OB2 y, como exploradores, podremos marcar su situación en el mapa de nuestros viajes galácticos.

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*Me parece importante tratar el cielo por regiones, de la misma manera que no podemos estudiar el ojo humano y, por otro lado, el área visual del cerebro, sino que para entender el conjunto debemos estudiar cómo llega un fotón a la retina y su camino a través del sistema nervioso. Así, en este caso, tenemos que tomar a NGC 1333 e IC 348 como parte de un todo más grande, un órgano que se manifiesta de distintas maneras en cada uno de sus rincones, contribuyendo a la magia de esta afición y añadiendo aún más incentivos para observar el cielo.

El Cúmulo Doble de Perseo

Las estrellas de tipo espectral O y B, estrellas jóvenes con una gran temperatura y energía, no se encuentran de manera aislada en nuestra galaxia. Han nacido de grandes nubes de gas y, por ese motivo, aún se encuentran en compañía de otras estrellas recién originadas, dando lugar a lo que se conoce como asociaciones OB. Estas estrellas, a su vez, son el germen de otros muchos astros, ya que son capaces de ionizar gas a grandes distancias, provocando un frente de ionización que estimula la formación de nuevas estrellas. Hoy vamos a viajar a la Asociación Per OB1, situada en pleno brazo galáctico de Perseo, a una media de 7000 años luz de distancia. Es el lado opuesto al centro de la Vía Láctea, y en las constelaciones de Casiopea y Perseo alcanza su mayor esplendor. Con alejarnos un poco de las grandes ciudades podremos intuir que, entre estas dos constelaciones, hay una nubecilla apreciable a simple vista, no sin cierta dificultad. No tenemos más que irnos a un cielo medianamente bueno para que pueda distinguirse sin problemas, incluso con visión directa, apareciendo como una mancha alargada que, conforme la vista se adapta a la oscuridad, se muestra como una pareja de pequeñas nubes difusas, invitándonos a explorarlas en profundidad.

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Hablamos, cómo no, del archiconocido Cúmulo Doble de Perseo, uno de los objetos más asequibles para el observador recién iniciado y uno de los más increíbles para observar con pequeños instrumentos de campo amplio. De hecho, elegí especialmente para observarlo el manejable refractor NexStar 102 SLT de Celestron, sorprendiéndome con el resultado obtenido. Todo el que lleve unos meses dedicado a la astronomía ha disfrutado sin duda de este paisaje celeste que destaca bajo cualquier cielo, de esas dos grandes familias que entrelazan sus estrellas. Ambos cúmulos se denominan NGC 869 y NGC 884 y, aunque parezcan tan unidos, la realidad es algo distinta. Pero vamos a ver primeramente sus orígenes para conocer un poco de su biografía. La primera referencia a este objeto corresponde al astrónomo Hyparccos en el siglo II a.C. Posteriormente fue catalogado por Ptolomeo en su Almagesto y Tycho Brahe lo describió como una estrella nebulosa en el siglo XVI. Posteriormente, Johann Bayer designó a dicha “estrella nebulosa” como Chi Persei, mientras que, al parecer designó como h persei a otra estrella débil. Esto tiene cierta importancia, ya que clásicamente se han conocido a ambos componentes del Doble Cúmulo con estas designaciones, Chi y h, siendo lo correcto, en todo caso, nombrar a ambos cúmulos con la misma letra griega, Chi Persei.

Foto NGC 869 cerca.jpg

Con estos datos en mente vamos a conocer ya un poco de su geografía, de manera que podamos situarlos en nuestra galaxia mental. Aunque nacieron de la misma nube molecular, no comparten el mismo espacio físico. El más cercano de ambos cúmulos es NGC 869, así como el más grande. Se encuentra a unos 6800 años luz de nosotros, mientras que su compañero, NGC 884, está a 7600 años luz, pero será muy difícil pensar en esos números cuando veamos los dos cúmulos en el mismo campo del ocular, abrazando cada uno las estrellas del otro. NGC 869 es el más añoso de los dos, con una edad de 5.6 millones de años, mientras que NGC 884, más joven, cuenta “tan sólo” con 3.2 millones de años. Puede parecer mucho si lo comparamos con nuestra escala del tiempo, pero en términos astronómicos no son ni lactantes, de ahí el alto número de estrellas azuladas que se pueden apreciar. Sin embargo, otro interés de estos objetos radica en que presentan algunas estrellas gigantes rojas que producen un llamativo contraste de color, como se puede apreciar en fotografías o, simplemente, asomándonos a un telescopio. Estas estrellas han evolucionado de manera más rápida, quemando la mayor parte del hidrógeno que contienen, y son enormes astros cuyo diámetro podría llegar a la órbita terrestre si ocuparan el lugar de nuestro sol. La mayoría está quemando helio en el momento actual, un elemento que, con pequeñas variaciones de la presión, sufre grandes cambios en su temperatura, produciendo que la estrella emita pulsos relativamente periódicos. Estas estrellas pertenecen a la familia de estrellas variables conocida como variables semirregulares, y hay varias de estas gigantes rojas en todo el área, destacando tres de ellas que esquematizaremos en la siguiente tabla (el tamaño viene dado en “radios solares”:

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Una estrella que va camino de convertirse en gigante roja también se aprecia en el campo, brillando con una magnitud de 6. Se trata de 7 Persei, una gigante naranja que está en proceso de expansión y brilla con una tonalidad rojiza, muy similar a las anteriores. Se encuentra más cerca, a unos 820 años luz de distancia, y algunos la designan como Chi Persei, contribuyendo a la confusión que reina en cuanto a la nomenclatura en esta región. Sea como sea, el contraste es maravilloso, de eso no hay duda.

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Para disfrutar de esta espectacular pareja es mejor usar instrumentos que nos proporcionen un gran campo de visión. Unos buenos prismáticos pueden ser, quizás, el mejor candidato, aunque un pequeño refractor puede englobar ambos cúmulos con facilidad. En mi caso usé el NexStar 102 SLT de Alarcón Web, que con el ocular Hyperion de 13 mm dejaba perfectamente enmarcados ambos cúmulos. Me sorprendió desde un principio la nitidez con la que se mostraban las estrellas a pesar de que el seeing no era especialmente adecuado. Una miríada de puntos poblaban el ocular, diferenciándose los dos grupos claramente, con algunas brillantes estrellas de tonalidad ligeramente azulada. Entre ellas se podían ver, como lejanas hogueras, las gigantes rojas de las que hemos hablado, con un contraste cromático digno de recordar. NGC 869 tenía una forma redondeada, con un saliente en dirección a la brillante 7 Persei. Unas 50 estrellas brillantes destacaban en su superficie, aunque otra veintena de ellas se asomaban en el límite de resolución del telescopio, conformando un fondo neblinoso tremendamente sugestivo. NGC 884 se disponía en forma triangular, con una zona más densa en su centro, en el que destacaba la rojiza RS Persei. Su brillo rondaba la décima magnitud, a juzgar por las estrellas vecinas, pero su tonalidad escarlata destacaba a pesar de ello. No recuerdo cuánto tiempo pasé embelesado con la visión de estos cúmulos abiertos, pero he de admitir que fue la primera vez que les dediqué la atención que merecían, de lo cual no puedo alegrarme más; ahora no hay noche que no les haga, al menos, una breve visita con los prismáticos.

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NGC 1342 en Perseo

Hoy le toca el turno a un bonito cúmulo abierto de la constelación de Perseo. Se encuentra a medio camino entre Algol y zeta Persei, también conocida como Menkib. NGC 1342, o Melotte 21, es un cúmulo de estrellas relativamente jóvenes, con una edad cercana a los 450 millones de años, que brillan con un espectro de tipo B y A, de ahí su color blanquecino. Se sitúan a unos 2.000 años luz de distancia, al borde del brazo galáctico de Orion y colindante con la Nube Molecular de Perseo. Según la clasificación de Trumpler es de tipo “III 2 m”, lo cual significa:

-III: concentración de estrellas media (el máximo valor es VI).

-2: brillo intermedio de sus componentes (máximo de 3).

-m: riqueza del núcleo intermedia (r es rico, p es pobre).

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La noche que lo observé no guardaba esperanzas de poder sacar el telescopio, pero al asomarme a la terraza vi un ambienteespecialmente oscuro para los cielos suburbanos del Barrio de la Vega, y sin pensarlo saqué el telescopio. Perseo se encontraba en una posición muy cómoda para apuntar con el telescopio, y buscando en un atlas encontré este cúmulo abierto y decidí probar suerte. Me sorprendí al percibirlo en el buscador de 50 mm como una pequeña mancha cerca de unas estrellas brillantes. Rápidamente me pasé al ocular, y ya a bajo aumento destacaba como una bonita aglomeración de soles relativamente brillantes con un tamaño de unos 20 minutos de arco. Dos o tres estrellas presiden la zona, y entre ellas chisporrotean unas 30 componentes. Se le suele achacar a este cúmulo cierta forma de flecha, aunque personalmente no me parece tan obvia. No sabría describir su forma, pero es agradable a la vista, incluso desde cielos medianamente contaminados.

NGC 1342

NGC 1333 y los cuerpos Herbig-Haro

Herbig… ¿qué? Antes de profundizar un poco en este interesante tema vamos a presentar a NGC 1333, ya que ambos se encuentran estrechamente unidos. NGC 1333 es una nebulosa de reflexión, una inmensa masa de gases que ha dado lugar a las estrellas que engloba en su interior, entre las que destaca BD+30 549, y cuya luz ilumina el gas circundante que llega a nosotros 780 años después, que es la distancia, en años luz, a la que se encuentra del Sistema Solar. Las estrellas nacidas en el seno de NGC 1333 tienen una edad ínfima, menor a un millón de años, lo cual quiere decir que estamos ante una verdadera guardería estelar. Dichas estrellas son invisibles a nuestros ojos, ya que se encuentran parapetadas tras enormes nubes de gas, formando todo parte de la Nube Molecular de Perseo, que ocupa una región de 600 años luz de longitud y que engloba multitud de nidos de estrellas en plena efervescencia. Sin embargo, el telescopio Chandra de rayos X y el Spitzer (en infrarrojo) han logrado penetrar en esa nube y mostrar las jóvenes estrellas escondidas, que podemos ver en la siguiente imagen:

A young star cluster about 780 light years from Earth.

Gracias a ella se han podido contar 91 estrellas adicionales que nunca habían dado la cara, y se pueden apreciar también, de color rojo, filamentos de gas que son una muestra de las intensas fuerzas que tienen lugar en la formación de estrellas. En imágenes con una mayor resolución se llegan a apreciar los interesantes objetos que dan título a este capítulo, y a los que nombramos en la entrada dedicada a M8, la Nebulosa de la Laguna.

Los cuerpos de Herbig-Haroreciben ese  nombre en honor a sus descubridores, que en 1945 vieron que estos objetos no eran simples nebulosas de emisión, estudiando tres de ellos en NGC 1999, en Orion. Consisten, básicamente, en regiones de gas asociadas a una estrella recién nacida. Alrededor de dichas estrellas suele haber un disco de acreción, un disco de materia y gases que va girando a su alrededor, adquiriendo grandes velocidades en las regiones más internas de la órbita, por lo que son despedidas en forma de chorros polares en direcciones opuestas, conocidos como jets. Este gas caliente que sale a tal velocidad se encuentra a su paso con la nube molecular que preside toda la región de formación, de forma que ioniza sus gases y estos comienzan a emitir luz propia. Los cuerpos de Herbig-Haro durante tan sólo unos pocos miles de años y, debido a la rapidez de sus componentes, van evolucionando en su forma a una escala que podemos apreciar desde la Tierra. En la siguiente imagen podemos ver cambios ocurridos desde 1994 hasta 2007, avanzando claramente el chorro principal.

Foto herbig

En NGC 1333 se han encontrado, como ya comentamos con anterioridad, un gran número de estos cuerpos, fotografiados el Hubble. En la siguiente imagen se pueden apreciar varios de ellos. En NGC 1999 se pueden ver, al menos, dos cuerpos Herbig-Haro con telescopios de mediana apertura, si la noche es buena y se usan suficientes aumentos. Sin duda tendrán su lugar entre estas entradas en poco tiempo.

Foto h

Entramos ya en la observación de NGC 1333, la protagonista de esta historia. Es fácil de situar, ya que rodea a una brillante estrella cerca de Algol o Beta Persei, inconfundible a los pies de la constelación. En un primer momento, a 65 aumentos, no sabía que buscar y me encontraba algo deslumbrado por la linterna roja, así que esperé unos segundos, hasta que pude comprobar la presencia de una débil nebulosidad rodeando a la estrella principal, que forma una especie de rombo estrecho junto con otros tres astros. Ni el filtro UHC ni el OIII mejoraban la imagen, como ocurre con las nebulosas de reflexión, así que dejé todo en manos de la adaptación visual y las distintas técnicas para ganar magnitudes (visión periférica, relajación del ojo, respiración tranquila o rápida…).

NGC 1333 buena.png

A 125 aumentos, y tras unos pocos minutos, conseguí ver otra región densa a su izquierda, también con forma relativamente circular. Con la visión completamente adaptada (nunca es completamente, siempre se podrá más, o al menos esa es la actitud que, creo, debemos tener) remanentes de nebulosidad aparecían a su alrededor, comunicando las dos zonas principales más brillantes. Continué mirando hasta que mis ojos dijeron basta y di por terminada la observación de NGC 1333, sin saber su verdadera forma hasta que luego pude comprobarla en fotografías. Impresiona conocer la naturaleza de esas débiles nubes casi imperceptibles a la vista, y pensar que guardan en su interior objetos tan exóticos como los cuerpos de Herbig-Haro, como un puñado de palomitas de maíz que, a cámara lenta, se abren en su núcleo y se van expandiendo a grandes velocidades. El cielo no dejará de impresionarnos.