La mayoría de objetos que tengo en mi lista de observación los encuentro a partir de libros o fotos de astronomía, pero el objeto de hoy lo incluí por culta de una fotografía. No sabía si conseguiría ver la forma de la galaxia, ni siquiera si podría adivinarlas, pero me lancé en su búsqueda.
NGC 2936 es una galaxia apodada “la Galaxia del Pingüino” que se encuentra en la constelación de Hydra, en una posición bastante baja desde el hemisferio norte pero asequible si disponemos de un buen horizonte. NGC 2936 fue antaño una típica galaxia espiral, pero su encuentro con la cercana NGC 2937 la ha transformado en una de las siete maravillas celestes. La interacción gravitatoria ha deformado sus brazos espirales y ha moldeado una peculiar forma que asemeja, para mí, un colibrí con su largo pico y las alas en movimiento hacia abajo. Presenta una asimetría total, con los bordes más cercanos a NGC 2937 plagados de condensaciones azuladas que son el reflejo lejano de millones de estrellas jóvenes que acaban de formarse. Podemos ver, incluso, algunas zonas de gas rojizo que se han salido, literalmente, de la galaxia por el influjo gravitatorio de su compañera. Gran parte del gas y polvo usados para formar estrellas también ha sido removido y podemos verlo en forma de densos filamentos oscuros que se perfilan contra el brillo posterior de la galaxia. La estoica NGC 2937 aparece, sin embargo, firme y sólida, como si el encuentro intergaláctico no fuera con ella. Es una galaxia elíptica con el tono amarillento que le dan las estrellas de avanzada edad. En apenas mil millones de años ambas galaxias se habrán fusionado formando una sola galaxia elíptica, más grande y brillante aún que NGC 2937.
Ambas galaxias fueron descubiertas en 1864 por el astrónomo alemán Albert Marth (descubridor de, entre otros, NGC 6052 o NGC 6956). NGC 2936 tiene una magnitud de 12.9, mientras que su elíptica compañera alcanza las magnitud 13.6, si bien es quizás más fácil de distinguir porque su brillo está recluido en un espacio más reducido. Su bajo brillo se debe a su gran distancia, que se ha estimado en unos 320 millones de años luz. Pero la pareja cuenta, además, con otro importante atractivo, UGC 5130, una galaxia irregular o espiral vista de perfil que parece el trazo azulado que un enorme pincel ha dibujado junto a NGC 2936. Se encuentra, a pesar de ser más tenue, algo más cerca, a 230 millones de años luz de distancia, y, personalmente, fui incapaz de distinguirla con mi Dobson de 30 cm. Quizás necesite cielos más oscuros para ello. NGC 2936 y NGC 2937, catalogadas también como Arp 142, sí resultaron fácilmente detectables desde un primer momento, si bien tuve que hacer un esfuerzo para distinguir algún detalle más. NGC 2937 brillaba con mayor intensidad, con unos marcados bordes redondeados. NGC 2936, por el contrario era mucho más difusa. Su región más brillante era relativamente circular, y desde ahí se abría como un abanico a medio cerrar y torcido, como si NGC 2937 tirase de ella. La vista era, sin duda, un vago reflejo de la espectacular fotografía que me había motivado a su búsqueda, pero superó con creces mis expectativas y me hizo prometer que volvería a verlas dentro de poco, en compañía de algún telescopio de mayor apertura, para poder apreciar a al azulada UGC 5130, completando así el exótico cuadro que la Hidra nos ofrece.