El fantasma extragaláctico (Terzan 7)

En ocasiones hemos hablado de los cúmulos globulares del catálogo Palomar, débiles objetos que ponen nuestros instrumentos, incluidos los ojos, al límite de su capacidad. Sin embargo, hoy vamos a tomar contacto con otro catálogo más oscuro aún, una lista que elaboró el francés Agop Terzan en 1968. Sus once componentes son cúmulos globulares que se encuentran en el disco galáctico, oscurecidos por la ingente cantidad de polvo y gas de la zona, motivo principal por el que han pasado desapercibidos durante tanto tiempo. Tendremos que armarnos de paciencia y buscar los cielos más oscuros posibles para tener alguna oportunidad de observarlos.

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Nos vamos a mover por Sagitario, una constelación bien conocida, aunque necesitaremos buenos mapas para encontrarlo. Terzan 7 es uno de los más brillantes cúmulos de este catálogo, aunque no por ello sencillo de ver. En esta entrada hablábamos sobre M54 y mencionábamos que su origen pertenecía a una galaxia enana en proceso de acreción por parte de la Vía Láctea. Pues bien, Terzan 7 es también un miembro de esta galaxia enana conocida como Galaxia Enana Elíptica de Sagitario (también aparece en la literatura como  Sagittarius Spheroidal Dwarf). Terzan 7 se sitúa a 75.000 años luz de nosotros, justo al otro lado de la galaxia y sus estrellas tienen una edad estimada en unos 8.000 millones de años, muy diferente a los globulares propios de nuestra galaxia.

Es un cúmulo extenso, sobre todo teniendo en cuenta que mide unos 7 minutos de arco de diámetro a una distancia tan lejana. Su magnitud aparente es de 12.0, aunque ya podemos imaginar que no será un objeto de elevado brillo superficial… Para tener la mínima posibilidad de observarlo debemos conocer a la perfección el terreno, teniendo clara su relación con las estrellas más cercanas. Desde los limpios cielos de Postero Alto no me pareció excepcionalmente difícil, aunque estoy seguro de que otro gallo cantaría si no fuera por la oscuridad del lugar. Terzan 7 era, de todas formas, una mancha fantasmagórica y etérea apenas visible con visión lateral ocupando unos 5 minutos de arco en el centro del Cronus 7 mm, a 214 aumentos. Cuando usaba menor aumento su sombra desaparecía conforme aumentaba el brillo de fondo, de manera que a 214 aumentos el ocular mostraba el contraste justo para distinguirlo.

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A las faldas de M22 (NGC 6638)

Como ya sabemos, no son pocos los objetos interesantes que aparecen situados junto a otros más llamativos que captan toda su atención (un ejemplo claro es M13 y la galaxia NGC 6207). Pues bien, justo en la tapadera de Sagitario encontramos otra muestra, un pequeño globular que se encuentra deslumbrado por el imponente M22.

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Estamos hablando de NGC 6638, un cúmulo globular que se sitúa a unos 2 grados de M22, muy cerca de la estrella Lambda Sagittarii. El cúmulo fue descubierto por William Herschel en el prolífico año de 1784, descrito como una nebulosa con sus estrellas resueltas. Para entender esta definición tenemos que pensar que William Herschel tenía la profunda convicción de que todas las nebulosas estaban formadas en realidad por multitud de estrellas, y que con el adecuado telescopio se podría resolver cualquiera de ellas. Fue su hijo, poco después, quien definió el objeto como como un cúmulo globular. NGC 6638 se sitúa a 31.100 años luz de nosotros y a apenas 7.000 años luz del núcleo de nuestra galaxia, Pertenece, por tanto, a la población de cúmulos del bulbo galáctico, generalmente de mayor metalicidad que los del halo. Es un globular de tipo VI en la clasificación de Shapley-Sawyer, lo cual nos habla de una concentración moderada, sin un prominente gradiente de brillo.

Es un globular relativamente pequeño, de unos 66 años luz de diámetro, que a la distancia estimada se manifiesta en un diámetro aparente de 7.3 minutos de arco (si bien al telescopio nos parecerá algo más pequeño). Con una magnitud de 9.2, ya es apreciable al buscador como una diminuta mancha que parece una estrella desenfocada. Con el Dobson de 30 cm pude apreciarlo sin ninguna dificultad, una agradable esfera cuyo núcleo, brillante, parecía relativamente heterogéneo. Al usar mayores aumentos pude notar algunas estrellas que salpicaban su superficie, la mayoría de magnitud 14 en adelante, mientras que el núcleo permanecía irresoluble. Algunas prolongaciones parecían proyectarse desde la zona central, pequeñas, con el típico aspecto granujiento de los cúmulos que están en el limbo de la resolución.

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Al centro de la Vía Láctea (M70)

Hace poco hablábamos de M69, un cúmulo globular que se encontraba a unos 29.600 años luz de distancia, muy cerca del núcleo galáctico. Pues bien, hoy apuntaremos nuestros telescopios a un vecino especialmente cercano, M70, otro cúmulo globular bastante similar al anterior que ya nos deslumbra en la siguiente fotografía:

Foto M70

M70 se encuentra situado a 29.300 años luz de nosotros, estando M69 a apenas 2000 años luz de distancia (son vecinos en toda regla, privilegiados además por las imponentes vistas que deben disfrutar recíprocamente). M70, también conocido como NGC 6681, fue descubierto por Charles Messier en 1780, aunque no sería hasta 4 años después cuando se resolvieran por primera sus estrellas, logro que podemos atribuir, como en tantos otros objetos, a William Herschel. El diámetro de este globular se ha estimado en unos 70 años luz, un tamaño estándar para este tipo de objetos. Como una quinta parte de los cúmulos de nuestra galaxia, ha alcanzado un estado que se denomina colapso del núcleo: ha ido perdiendo gradualmente sus estrellas más ligeras, que se han visto empujadas hacia la periferia, quedando en el núcleo las estrellas más pesadas, de manera que tenemos ante nuestros ojos un núcleo pequeño pero especialmente brillante y denso. Es llamativo también el hecho de que M70 permanezca tan bien «formado» a pesar de su situación: ha estado más de 12.000 millones de años orbitando el núcleo galáctico a una distancia tan cercana que es una suerte que haya soportado tan bien sus vaivenes y tirones gravitacionales.

Este cúmulo globular, a pesar de pertenecer al catálogo Messier, no es precisamente de los más brillantes. Con una magnitud que ronda la novena, se puede apreciar con un par de prismáticos si observamos desde un lugar oscuro. Al telescopio se muestra como una esfera nebulosa de unos 8 minutos de arco de diámetro, destacando su brillante núcleo en el centro, poco mayor de un minuto de arco. Algunas estrellas titilan en su región periférica, apareciendo la zona interior ciertamente grumosa. De vez en cuando, algunos valientes astros se asoman a pesar de la tremenda distancia que nos separa.

M70

El concentrado M75

No todos los objetos del catálogo Messier son cercanos y brillantes, (sin tener en cuenta, por supuesto, las distantes galaxias que lo componen): algunos, como el globular M54, se encuentran a más de 80.000 años luz de distancia. El objeto que nos ocupa hoy es el segundo cúmulo globular más lejano de la lista, así como el más concentrado de todos ellos. Se trata de M75, y usaremos la siguiente imagen del telescopio Hubble como carta de presentación:

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M75, también conocido como NGC 6864, fue descubierto por Pierre Méchain en 1780. William Herschel lo observó en 1799: aunque no consiguió resolver sus estrellas, lo describió como un cúmulo globular por su aspecto característico (unos años después pudo, por fin, confirmar su sospecha). M75 pertenece a la categoría I de la clasificación de Shapley-Sawyer, lo cual le otorga el privilegio de ser el globular de la lista de objetos Messier con una concentración más marcada en el núcleo, de manera que tenemos un importante gradiente del centro a la periferia. Su distancia se estima en unos 65.700 años luz, muy por detrás del núcleo de nuestra galaxia. Por suerte, la zona en que se encuentra no es tan rica en estrellas como ocurre en otras regiones veraniegas, un impedimento menos a la hora de observarlo a través de la distancia. Es un globular grande, con un diámetro de unos 150 años luz, que equivalen a unos 6.8 minutos de diámetro aparente.

A pesar de la distancia, M75 es relativamente brillante, con una magnitud de 8.5, visible incluso con prismáticos como una pequeña estrella levemente desenfocada. Al telescopio la vista es tremendamente sugerente, si bien no contemplaremos una enorme esfera plagada de soles: se encuentra tan lejos que no será tarea fácil resolverlo. A elevados aumentos aparece como una nubecilla redondeada, de unos 5 minutos de arco de diámetro, en la que podemos distinguir tres zonas de distinto brillo. El núcleo, el lugar más destacado de M75, es pequeño y muy brillante, mostrándose con una estructura estrellada. Justo alrededor se dispone un segundo nivel algo más débil que da paso a la periferia, una corona tenue cuyos bordes se pierden en el cielo. Es en estos dos últimos estratos donde se pueden adivinar múltiples estrellas tímidas que luchan desde la lejanía, tratando de hacerse ver. Dos o tres de ellas se muestran sin ninguna vergüenza, pero el resto se agolpan entre sí dejando entrever un delicado aspecto granujiento.

M75

El anciano NGC 6558

Las estrellas del bulbo de nuestra galaxia (la zona más interna) no son las mismas que se formaron al comienzo de los tiempos, sino que provienen de generaciones más jóvenes que se han formado a partir del material que sus predecesoras han esparcido por el espacio interestelar. Este dato podemos corroborarlo estudiando la metalicidad de las estrellas, es decir,  la proporción de elementos pesados que forman parte de su composición. Como ya sabemos, cuando una estrella muere expulsa sus elementos hacia el exterior, elementos que luego son usados para formar nuevas estrellas: por tanto, estas nuevas estrellas tendrán entre su composición elementos más pesados de lo habitual, lo que conocemos como una alta metalicidad. Las más antiguas, sin embargo, se formaron con poco más que hidrógeno y helio, pues el espacio interestelar todavía no estaba “sembrado” de elementos pesados, por lo que su metalicidad será mucho menor.

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La metalicidad nos puede dar nociones, por tanto, de la edad de una estrella y de su procedencia. Los cúmulos globulares que están en el bulbo suelen tener una metalicidad relativamente alta, ya que se han “contaminado” con las estrellas de la zona. Sin embargo, NGC 6558 es uno de los globulares más cercanos al núcleo y uno de los de menor metalicidad, lo cual sólo podemos achacar a una avanzada edad. Además pertenece a los cúmulos que han sufrido un colapso de su núcleo (en esta entrada revisábamos este concepto), lo cual no hace más que confirmar su senectud. De hecho, tuvo que formarse a raíz de las primeras grandes nubes moleculares que poblaban la Vía Láctea primigenia, la época de en la que brillaron sus primeras estrellas. NGC 6558 fue descubierto por William Herschel en 1784 con un telescopio de 45 cm de apertura: este dato no debe desanimarnos, pues resulta bastante sencillo de observar incluso con pequeños instrumentos.

Se encuentra a 24.000 años luz, por debajo de la estrella gamma Sagittarii, muy cerca de NGC 6569, que ya vimos en esta entrada. NGC 6558 es un cúmulo de la onceava magnitud y un diámetro de unos 10 minutos de arco, aunque al telescopio nos parecerá más pequeño porque sus regiones más periféricas se pierden fácilmente en el cielo de fondo. A 214 aumentos aparece como una pequeña esfera con un destacado núcleo más brillante de unos dos minutos de arco de diámetro, claramente diferenciado de la periferia más débil. Tuve la suerte de observarlo bajo cielos de magnitud límite en torno a 6.5, gracias a lo cual pude apreciar una marcada ebullición de estrellas que se dejaban ver por toda su superficie, con un aspecto granujiento de lo más sugerente. En la zona periférica estas estrellas eran más patentes y brillantes, sobre todo tras varios minutos de adaptación y haciendo uso de la visión lateral.

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Falsa identidad (NGC 6540)

Hoy vamos a ver un peculiar objeto que lleva arrastrando tras de sí la historia de una falsa identidad. Fue descubierto por Herschel en 1784, quien pensó que debía ser una nebulosa difusa. Fue conocido como NGC 6540 y poco después Collinder consideró que era más bien un cúmulo abierto, catalogándolo como Cr 364 (lo cierto es que este último, según podemos ver en fotografías, se acercó algo más a su verdadera naturaleza). Sin embargo, en la década de los 80 Djorgovski (nos sonará su nombre por el cúmulo Djorgovski 2) se interesa por este objeto, relacionándolo más bien con un cúmulo globular que con uno abierto. Lo incluye en su lista de globulares como Djorgovski 3 y poco después, en 1994, Bica lo analiza y confirma su naturaleza globular.

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NGC 6540 es un globular clasificado como “core-collapsed” o de núcleo colapsado, una de las fases avanzadas en la evolución de estos objetos. Con el paso de los años, las estrellas menos pesadas tienden a migrar del centro hacia el exterior, y esto, añadido a la pérdida progresiva de las estrellas más superficiales, produce un aumento de la densidad en el núcleo, que queda comprimido en un espacio relativamente pequeño. Curiosamente, posteriormente la gran densidad de estrellas que se produce en la región central lleva a una frecuente interacción entre ellas y una consecuente liberación de energía, motivando una re-expansión del cúmulo y el proceso vuelve a empezar. NGC 65440 está, por tanto, en la fase de post-colapso, con un núcleo pequeño y denso en el que podemos encontrar un buen número de estrellas azules (recordemos que las rezagadas azules, conocidas como blue stragglers, se producen tras la interacción entre dos estrellas cercanas que acaban exponiendo sus regiones más internas y, por tanto, más calientes y de color azulado).

NGC 6540 presenta una peculiar forma alargada de norte a sur, con dos agrupaciones de estrellas más llamativas en la periferia. Su estructura da a entender que ya ha vivido varios encuentros con el centro de nuestra galaxia, sufriendo las consecuencias de los tirones gravitacionales (en el momento actual se encuentra a tan solo 9.000 años luz del núcleo). NGC 6540 dista de nosotros entre 10.000 y 15.000 años luz, bastante poco si lo comparamos con la mayoría de globulares: sin embargo, su pequeño tamaño y un oscurecimiento de 0.7 magnitudes por el polvo galáctico hacen que pase relativamente desapercibido.

Con una magnitud aparente de 9.3, no es especialmente difícil de observar siempre y cuando estemos bajo un cielo oscuro, si bien presenta un brillo superficial bastante disminuido que puede complicarnos las cosas si usamos telescopios de baja apertura. Con mi Dobson de 30 cm me llevé una sorpresa al observar el poblado campo donde se encuentra NGC 6540. Destacaba en el centro un grupo de estrellas que adoptaban una posición arqueada, de unos 3 o 4 minutos de longitud, e instantáneamente pude apreciar que el centro del arco presentaba una cierta neblina a su alrededor. Tuve que confirmar que eso era realmente el cúmulo, y efectivamente pude comprobar que ese arco de estrellas es el mejor referente para encontrarlo. Es de entender que se haya confundido con una nebulosa o con un cúmulo abierto, porque se encuentra rodeado por un buen número de astros. Una decena de minúsculas y esquivas estrellas se dejaban ver en medio de la nube, dando a entender que en su interior había muchas, muchísimas más.

NGC 6540

En segundo plano (Djorgovski 2)

Hoy vamos a hablar de unos de esos objetos que podríamos clasificar como oscuros, alternativos o, simplemente, poco conocidos y observados por los aficionados. Se trata de Djorgovski 2, un interesante globular que linda, puerta con puerta, con el increíble par formado por NGC 6520 y Barnard 86. Si hacemos algo de memoria recordaremos que estos dos objetos se encontraban en Sagitario, no muy lejos de M8, y son un cúmulo globular y una densa nebulosa oscura que también se conoce como la Mancha de tinta. Entre ambos, además, destaca una gigante roja que añade una colorida nota al marco. Pues bien, si con tres objetos no había suficiente ahora vamos a añadir un cúmulo globular:

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Crédito:  T. A. Rector/University of Alaska Anchorage and NOAO/AURA/NSF

Djorgovski 2 fue descubierto en 1987 por el astrónomo con el mismo nombre, mientras observaba imágenes tomadas con el telescopio del observatorio de Cerro Tololo. Djor 2, como se abrevia a menudo, es uno de los cúmulos globulares más oscurecidos por el polvo galáctico que podemos encontrar: se estima que su brillo se encuentra disminuido 8 magnitudes más de lo que debería. Teniendo en cuenta que ronda la magnitud 11, si no fuera por todo el gas y polvo que se interpone brillaría con la tercera magnitud, ¡más incluso que Omega Centauri! Por desgracia su situación, hacia el centro galáctico, juega en su contra, aunque también le otorga cierto aire misterioso, eso no se puede negar. Se encuentra a unos 20.000 años luz de distancia, si bien esta estimación es bastante imprecisa por el oscurecimiento que sufre.

Su peculiar nombre no debe hacer que reculemos a la hora de lanzarnos en su búsqueda, pues nos llevaremos una grata sorpresa. Personalmente no tenía muchas esperanzas de verlo, lo había intentado encontrar en alguna otra ocasión sin resultados satisfactorios, así que decidí intentarlo bajo uno de los mejores cielos que he visto en mi vida, con una magnitud límite en torno a 6.5. Encontré el lugar sin dificultad, prolongando una lĺinea imaginaria entre NGC 6520 y Barnard 86: a unos 20 minutos de arco de distancia pude apreciar un cuadrilátero de estrellas que me recordaban enormemente al centro de Hércules, y en su interior, claramente visible, Djor 2 me saludó sin esfuerzo. Al principio lo vislumbré como una débil nubecilla de unos 5 minutos de arco de diámetro, más fácil de ver con visión lateral. Tras dedicarle unos minutos algunas estrellas salpicaron su interior tímidamente, haciéndose más evidentes conforme pasaba el tiempo. Mi mente se preguntaba constantemente cómo era posible que este objeto hubiera pasado desapercibido hasta finales del siglo XX, siendo más brillante que muchos objetos del catálogo NGC. Sea como sea, poder ver Djor 2 me ayudó a cerrar un capítulo que tenía pendiente desde hacía un tiempo, completando un cuadro capaz de saciar al más ávido de los curiosos.

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En una cercana galaxia… (M54)

Nos encanta observar imágenes de galaxias en colisión, y a menudo fantaseamos con el aspecto que tendrá la Vía Láctea cuando “choque” con la Galaxia de Andrómeda… Sin embargo, a menudo nos olvidamos de que ahora mismo nuestra galaxia se encuentra en interacción con, al menos, dos pequeñas galaxias, que se han visto deformadas a su paso por el disco galáctico. Hablamos de la Galaxia Enana del Can Mayor y de la Galaxia Enana Elíptica de Sagitario: hoy vamos a centrarnos en esta última. No debemos confundir la Galaxia Enana Elíptica con la Galaxia Irregular de Sagitario, pues la segunda se encuentra a unos 4 millones de años luz. La elíptica, sin embargo, atraviesa nuestra galaxia como el filo de un sable que se dispusiera a partirla por la mitad. A partir de ahora nos referiremos a este objeto con el nombre de SagDEG (del inglés Sagittarius Dwarf Elliptical Galaxy). Pues bien, SagDEG comenzó sus andaduras como una galaxia elíptica, pero quedó anclada a la Vía Láctea, más masiva, y la potente gravedad de ésta última produjo la deformación de la menor, quedando SagDEG estirada con una elegante forma arqueada. No se descubrió hasta 1994 debido a que sus estrellas se encuentran extremadamente dispersas, además de ocupar un área del cielo difícil de estudiar, justo por detrás del núcleo de la Vía Láctea. Su distancia a la Tierra se ha estimado recientemente en unos 70.000 años luz, y a unos escasos 50.000 años luz del centro galáctico. En unos 100 millones de años volverá a pasar por el núcleo de la Vía Láctea, encuentro que promoverá, probablemente, su definitiva disolución, pasando a formar parte de nuestra galaxia. Pues bien, varios de los cúmulos globulares que podemos observar con nuestro telescopio pertenecen realmente a esta galaxia en vías de extinción: Terzan 7, Terzan 8, Arp 2, y el protagonista de esta entrada: M54. Otros dos cúmulos podrían haber formado parte de la hueste de SagDEG, si bien no está tan claro como con los anteriores: Palomar 12 y Whiting 1.

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Vamos a centrarnos, entonces, en Messier 54, un interesante globular que se encuentra en medio del asa de la tetera de Sagitario. Fue descubierto por Messier en 1778, y posteriormente fue conocido también como NGC 6715. Su magnitud se sitúa alrededor de la octava, si bien su magnitud absoluta es de -10, un verdadero portento dentro de los cúmulos globulares. De hecho, M54 cuenta con la luminosidad de 850.000 soles, dispuestos en un espacio de unos 300 años luz de diámetro. Se sitúa a unos 87.000 años luz de distancia, ocupando la región central de esta galaxia enana. Durante los primeros años tras su descubrimiento se barajó la hipótesis de que M54 era el remanente del núcleo de SagDEG, si bien en años posteriores se ha podido comprobar que es un “simple” cúmulo globular que, en los últimos millones de años, ha venido a ocupar el centro de su galaxia de origen. Entre sus estrellas se encontró el primer agujero negro de masa intermedia que formaba parte de un cúmulo globular, con una masa 9.400 veces superior a la de nuestro Sol.

En una noche oscura, miremos a la constelación de Sagitario. Allí, entre las cuatro estrellas que conforman el asa, no veremos nada especial sin más ayuda. Usemos la imaginación para visualizar un enorme filamento que recorre el cielo de norte a sur, estando en su centro M54, como uno de los vestigios que aún quedan de este cuerpo celeste. Visualmente es más débil que los típicos globulares del catálogo Messier, pero no debemos olvidar la gran distancia a la que se encuentra. Apreciable ya con unos pequeños prismáticos, al telescopio se muestra como una esfera difusa con un núcleo pequeño, casi puntiforme y brillante. A su alrededor se dispone una zona más brillante, rodeada a su vez de un halo débil que se pierde al fundirse con el cielo. Apenas una decena de estrellas, diminutas ellas, se pueden distinguir en las zonas periféricas: en la región central se aprecia un sugerente gorgoteo lejano, como si  M54 nos diera a entender que guarda en su interior millares de estrellas en ebullición.

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Sobre la tetera (M28)

De distantes mundos pasamos a un objeto de nuestra propia galaxia que presenta un brillo considerable. Hablamos de otro cúmulo globular, esta vez descubierto por Messier en 1764: M28.

Foto M28

M28, también conocido como NGC 6626, ocupa una posición de dudoso honor al lado del brillante y archiconocido M22. Sin embargo, a diferencia de otros globulares del catálogo NGC, M28 sí puede defenderse ante la presencia de su compañero. Se encuentra a casi 18.000 años luz de distancia, más cerca de nosotros que el núcleo de la Vía Láctea. Con la masa de más de 500.000 soles, su diámetro mide apenas 60 años luz, con lo cual podemos hacernos una idea de las altas densidades que deben tener lugar en su interior. De hecho, sus regiones centrales presentan una concentración bastante elevada de estrellas, siendo un globular de tipo IV en la clasificación de Shapley-Sawyer. Fue el primer cúmulo en el que se descubrió la presencia de púlsar de milisegundos, una estrella de neutrones que gira sobre sí misma muchas veces por segundo, produciendo intensos campos electromagnéticos y la emisión de una gran cantidad de radiación. Posteriormente se han encontrado otros 10 púlsares en el interior de M28, un lugar que resulta ser ciertamente exótico.

Este cúmulo globular puede sorprendernos con cualquiera que sea el telescopio que usemos. Ya es visible con unos simples prismáticos, a menos de un grado de la estrella Kaus Borealis, el extremo septentrional de la tapa de la tetera. Tiene una magnitud de 6.8, por lo que debería incluso ser visible desde los cielos más oscuros de nuestro planeta. Al telescopio presenta un tamaño considerable, llegando a los 10 minutos de arco de diámetro. Lo observé con un Mak 180 mm y debo decir que quedé bastante sorprendido con la imagen que obtuve a 192 aumentos. La esfera nebulosa se convirtió en una inmensa familia de soles, con multitud de puntos que brillaban por todos lados, tanto en la periferia como en las zonas centrales. El núcleo, más brillante y destacado, mediría unos 2 o 3 minutos de arco, desvaneciéndose luego hacia unos bordes más difusos.

M28

Segundo de a bordo (NGC 6642)

1784 fue un año prolífico para William Herschel: los dos anteriores cúmulos que hemos visto en el blog fueron descubiertos en ese año (NGC 6624 y NGC 6569), así como también lo fue el que nos ocupa hoy: NGC 6642.

Foto NGC 6642

Muchos han visto a NGC 6642 en los atlas pero pocos se han acercado a verlo, ya que se encuentra a apenas un grado del famoso M22, permaneciendo bajo su constante sombre. Sin embargo, es un cúmulo muy interesante que, sin duda, merece una visita de vez en cuando. Se encuentra a 26.400 años luz de nosotros, distando del núcleo galáctico unos 5.500 años luz. Su edad es extremadamente avanzada, como se puede inferir de una metalicidad muy baja: cuando se formaron sus estrellas, en el universo apenas se habían formado todavía elementos más pesados que el hidrógeno y el helio. NGC 6642 presenta, además, un número muy bajo de estrellas de baja masa, como si algo las hubiera retirado de entre el resto de estrellas. La causa tiene que ver con un alto movimiento y, probablemente, el “arrancamiento” de las estrellas más pequeñas por parte del núcleo de la Vía Láctea. No es raro que los globulares, al pasar por la región central, vayan anemizándose progresivamente, perdiendo estrellas y disolviéndose poco a poco. No obstante, NGC 6642 tiene todavía vida por delante, ya que su masa se estima en unas 110.000 masas solares. Otra población relativamente frecuente en NGC 6642 son las azules rezagadas, estrellas típicas de lugares de alta densidad. Como ya hemos visto en otras ocasiones, parecen formarse tras la interacción entre dos estrellas: una de ellas pierde sus capas externas y el núcleo, más caliente y brillante, queda a la vista, produciendo una tonalidad azulada por el aumento de la temperatura.

NGC 6642 tiene una magnitud de 8.9 y un diámetro bastante pequeño, de apenas 6 minutos de arco. Pertenece a la categoría IV de Shapley-Sawyer, lo cual ya nos prepara para lo que veremos tras el ocular: un núcleo bien definido con una periferia más débil y extensa. A bajo aumento apenas aparece como una estrella borrosa y desenfocada, con algunas claras irregularidades que pueden captar nuestra atención. Al usar mayores aumentos se define como una pequeña nubecilla grumosa con algunas estrellas brillando en su interior. Cuando uno se fija bien se da cuenta de que, más que estrellas individualizadas, lo que más se distingue son algunas alineaciones de estrellas extremadamente juntas. Es mucho más pequeño que los globulares que hemos visto por la zona, aunque su brillo parece, sin duda, mayor, ya que sus 100.000 estrellas se encuentran congregadas en un espacio mínimo.

NGC 6642