Navegando por el Escudo de Sobieski

Bajo el cielo oscuro de verano  la Vía Láctea reluce con la fuerza de miles de millones de estrellas brillando al unísono. A lo largo de todo el camino aparecen parches de luz y sombras que se alternan dibujando caprichosas formas. Las nebulosas oscuras forman lo que se conoce como “Great Rift”, un río opaco compuesto por una sucesión de nebulosas que si sitúan a unos 300 años luz de distancia y que se recortan contra la lechosa Vía Láctea. Bajo la constelación del Águila destaca sobremanera una nube blanquecina, más brillante aún que M24: la Nube Estelar de Sagitario. Se trata de la región del Escudo, el nombre abreviado de la constelación del Escudo de Sobieski. Sus estrellas no son especialmente brillantes, siendo la gran condensación de la Vía Láctea su principal atractivo a simple vista. El nombre de la constelación lo acuñó Johannes Hevelius en 1690 en honor al rey polaco Juan III Sobieski.

Hoy dedicaremos la entrada a ver en profundidad esta maravillosa región del cielo, tal y como se puede disfrutar con unos pequeños prismáticos desde un cielo realmente oscuro (para ello usé los pequeños Kite Lynx HD de 8×30 mm, que me daban un campo amplio y una nitidez espectacular). Nos perderemos entre las nebulosas oscuras que no hacen más que resplandecer en esta constelación, y vislumbraremos desde la distancia algunos de sus principales cúmulos abiertos, además de visitar una peculiar y explosiva estrella que ha dado mucho que hablar. Con todos ustedes, la región estelar por la que navegaremos en los siguientes minutos:

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Comenzaremos por la estrella central del campo de visión, e iremos poco a poco abarcando el resto de objetos. Esta estrella, que en apariencia no parece mostrar ninguna característica reseñable, es R Scuti. Sin embargo, esconde varios secretos. Es una supergigante amarilla con un diámetro 80 veces mayor que el del Sol, aunque su tamaño varía conforme la estrella emite pulsos internos. Se encuentra en un estado evolutivo bastante avanzado, y en su núcleo predomina el carbono y el oxígeno. De manera intermitente, R Scuti se expande y parte de sus capas externas se desprenden al exterior. La expansión produce un enfriamiento, con el consiguiente enrojecimiento de la estrella, y vuelve a sufrir una contracción para completar el ciclo, que seguirá de manera irregular hasta que la estrella comience su fase de nebulosa planetaria (en estas variaciones de brillo incluso el tipo espectral cambia de K a M). Estamos asistiendo, por tanto, a los últimos suspiros de una estrella moribunda. R Scuti pertenece a un tipo de estrellas variables conocidas como RV Tauri, siendo la más llamativa de ellas, pues su magnitud oscila de 4.5 a 8.8. Entre los mínimos más profundos la estrella sufre oscilaciones menores, que normalmente la sitúan entre las magnitudes 5 y 6. Otras tres estrellas forman con R Scuti una especie de cuadrilátero: nos servirán para poder estimar el brillo de nuestra estrella protagonista.

Foto Scu R

Al lado de este grupo de estrellas aparece una pequeña mancha brillante que no es sino  M11, un cúmulo abierto extremadamente denso que fue descubierto por Gottfierd Kirch, director del Observatorio de Berlín, en 1681. Es, además, uno de los cúmulos más poblados, con casi 3.000 estrellas cuya edad se ha estimado en unos 220 millones de años. Se encuentra situado a 6.200 años luz de distancia, y su magnitud de 6.3 puede darnos una idea sobre la fuerza de todas esas estrellas en su conjunto. De hecho, es visible a simple vista desde cielos lo suficientemente oscuros. Al telescopio su aspecto es imponente, con centenares de estrellas ocupando un área de unos 15 minutos de diámetro, por lo que es mejor usar poco aumento para disfrutarlo. Sus regiones más densas dibujan varias estructuras, destacando una especie de letra V al este, como si fueran los guías de una bandada de patos. De hecho, Admiral Smyth fue el primero en realizar esa comparación, y de ahí que también se conozca como el Cúmulo de los Patos Salvajes.

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Justo al norte de R Scuti podemos ver la segunda estrella más brillante de la constelación, beta Scuti, si bien tiene una magnitud de 4,22. Es una supergigante amarilla cuya distancia se estima en unos 900 años luz.  En el mismo campo destaca también alfa Scuti, con una magnitud de 3.83 y una distancia de 200 años luz: es una gigante roja de tipo espectral K, algo que podemos intuir al observar su tonalidad anaranjada. Para llegar a ella sólo hay que seguir una hilera de astros que, de norte a sur, llaman sin duda la atención. Justo al lado de esta estrella podemos observar una pequeña y tenue nube: se trata de NGC 6664. Es un cúmulo abierto de estrellas dispersas que se sitúan a unos 3.800 años luz de distancia. Tiene una edad de unos 14 millones de años, con lo cual debería verse más azulado de lo que se ve en fotografías: sin embargo, estamos en zona con gran polvo interestelar que produce un enrojecimiento de los objetos.

Algo más al este, M26 se deja ver con más intensidad, aunque no tan brillante como M11. Rondando la octava magnitud, M26 es un cúmulo abierto que se encuentra a 5.000 años luz de distancia y ocupa un área de 22 años luz en el brazo de Sagitario. Con un telescopio puede contarse un centenar de estrellas, aunque con los prismáticos tenemos que conformarnos una pequeña esfera nebulosa. Y oye, no está nada mal, sobre todo cuando uno conoce las respectivas distancias y se imagina todo lo que ve en un plano tridimensional: entonces los objetos cobran vida y uno comienza a comprender las enormes dimensiones del cosmos más cercano.

Escudo

Ya conocemos los principales cúmulos y estrellas de esta zona, pero el Escudo de Sobiestki no sólo destaca por estos objetos: cuenta con todo un repertorio de nebulosas oscuras que crean pintorescas formas que contrastan con el blanco estelar de la Vía Láctea. En primer lugar volvemos a nuestra conocida beta Scu. Justo a su izquierda se hace patente una enorme nube negra como el carbón,  girando por encima de R Scu con una forma arriñonada. Se trata del complejo Barnard 111, compuesto a su vez por dos nubes menos densas conocidas como B110 y B113. A la izquierda de esta peculiar nube podemos ver otra más pequeña y menos opaca, B320. Al Este destacan otras dos formaciones oscuras, B119 y B126. Todas estas  nubes son parte de la misma masa gaseosa que forma el mencionado Great Rift, el Gran Cañón celeste que divide la Vía Láctea veraniega en dos. A unos 300 años luz de distancia, su densidad es tal que son capaces de ocultar las intensas estrellas que hay detrás. Por debajo de M11 podemos ver a B112, pequeña pero visible si la noche es oscura. Nos trasladamos ahora hacia el oeste para contemplar otra zona digna de ver con prismáticos: parece como si la Vía Láctea terminara abruptamente, como profundos acantilados de mármol que son esculpidos por un mar negro embravecido. Esa zona oscura que parece morder la Vía Láctea se llama B103 y también puede apreciarse a simple vista.

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Terminamos aquí esta aventura por el Escudo no sin antes recordar que muy cerca de M26 reside una atractiva y peculiar pareja de objetos: el cúmulo globular NGC 6712 y la esquiva nebulosa planetaria IC 1295, dos alicientes más para perderse en esta poblada zona del cielo.

Un enjambre y un suspiro (NGC 6712 e IC 1295)

El Escudo, también conocido como Scutum o Escudo de Sobieski, es una pequeña constelación que se encuentra entre Sagitario y Águila, conocido más bien por la inmensa condensación de la vía láctea que se llama popularmente “La Nube del Escudo”. En ese espacio encontramos también dos famosos cúmulos abiertos, M11 y M26. Lo que no podía imaginarme era lo que descubrí en él la otra noche, en uno de los mejores cielos que hay cerca de Granada, en el Camino de la Cabra. Me refiero a NGC 6712 e IC 1295, una peculiar pareja que han pasado directamente a formar parte de mi lista de objetos a enseñar.

NGC 6712 es un cúmulo globular peculiar en varios sentidos. Físicamente, por su gran cercanía al núcleo de la galaxia. Es un cúmulo que se localiza a 22.500 años luz de nosotros, pero roza el núcleo a tan sólo 1.000 kilómetros. En el interior de NGC 6712 no se han encontrado estrellas de masa menor a la del sol, probablemente debido a que las enormes fuerzas de marea que se producen en el centro galáctico han “arrastrado” consigo a las estrellas más pequeñas. De hecho, parece que estas corrientes han producido una especie de forma de cometa en el cúmulo, que no es apreciable desde nuestra situación.

NGC 6712 - IC 1295

A bajos aumentos ya se adivina que NGC 6712 no es una “nebulosa”. Algunas estrellas parecen titilar en esa nube redondeada, especialmente en su periferia. A 125 aumentos la visión es espectacular, resolviéndose ya la mayor parte de las estrellas. Es uno de esos cúmulos pequeños que son extremadamente sugerentes y delicados. Con visión periférica se evidencia una banda negra que lo atraviesa por uno de sus lados. Posteriormente lo he corroborado con fotografías y con testimonios de otros observadores, teniendo así otro aliciente para observarlo.

IC 1295 es una bonita nebulosa planetaria que se encuentra a apenas 25 minutos de arco de NGC 6712. Con oculares de bajo-medio aumento se ven ambos objetos en el mismo campo, proporcionando una agradable sensación a la vista. IC 1295 tiene una forma perfectamente redondeada y responde excepcionalmente bien al filtro OIII, quedando mucho más marcada y dejándose ver, con visión periférica, una disposición anular, soportando bien altos aumentos. En su centro brilla tenue una pequeña estrella. En fotografías de larga exposición o con grandes aberturas se aprecia una segunda cubierta externa más tenue que la interna, fruto de las distintas etapas en las que la estrella expulsa sus gases.

Ver al mismo tiempo dos objetos tan distintos entre sí es algo que no se puede olvidar fácilmente. Uno está compuesto por un millón de estrellas ancianas. El otro es una estrella que ha expelido su último aliento de forma silenciosa, como le ocurrirá a nuestro sol cuando nosotros ya no estemos aquí.