Cuando uno piensa en una nebulosa planetaria en Lira automáticamente se nos viene a la cabeza M57, y no podemos culparnos por ello. Sin embargo, hay una planetaria más de brillo considerable y, además, con una estructura mucho más interesante y exótica que su famosa compañera anillada.
También conocida como Pk 62+9.1, NGC 6765 es una nebulosa planetaria que fue descubierta por Albert Marth en 1864 con un telescopio de 48 pulgadas (este astrónomo alemán descubrió, entre otros objetos, Arp 142, NGC 6052 y NGC 6956). Rudolph Minkowski la encontró en unas imágenes a mitad del siglo XX y pensó que era un objeto nuevo, catalogándola como M 1-68 en su lista de nebulosas de emisión. Situada a unos 5.000 años luz de distancia, su forma captó mi atención desde un primer momento, rompiendo con la típica imagen de las planetarias redondeadas o bilobulares. Aparece en la mayoría de las imágenes como una franja nebulosa alargada con una pequeña región redondeada más brillante, aunque detrás de ella hay mucho más cuando se fotografía con mayores instrumentos. En este aspecto he encontrado muy útil un artículo llevado a cabo por el Instituto de Astrofísica de Andalucía (abajo os dejo el enlace), en el que se analiza en profundidad este objeto, desentrañando su verdadera estructura.
Pues bien, resulta que la zona central y alargada es en realidad un anillo ecuatorial de gas que envuelve a la enana blanca: su inclinación hace que la veamos casi de perfil y se expande a una velocidad de 40 km por segundo. Se aprecian dos nódulos brillantes a ambos lados del centro, correspondientes a jets bipolares que se alejan del centro en dirección perpendicular al eje de rotación, alcanzando los 23 km por segundo. Uno de ellos, el más brillante, se dirige hacia nosotros. Por último, la estrella central promueve una expansión del gas de forma esférica, mucho menos visible en las fotografías, que forman capas concéntricas que nos recuerdan a las típicas “alas” de M76 o M27.
La magnitud de NGC 6765 es de 12.9, no precisamente brillante, y su brillo superficial no ayuda a verla con mayor facilidad, aunque bajo un cielo oscuro no tendremos problema, inmersa en un campo estrellado no muy lejos de M56. Una vez en campo notaremos algo “extraño”, incluso a bajo aumento, y al observar con mayor concentración captaremos los fotones que adquieren una forma alargada, algo ensanchada en su parte central. Esta zona corresponde al disco que rodea la enana blanca, y sus dos extremos son más brillantes. Al lado del más destacado brilla tímida una pequeñísima estrella, ajena a lo que está ocurriendo muy cerca de ella. Tras varios minutos de adaptación, con visión periférica, una pequeña y débil mancha aparece a su lado, redondeada, fantasmal e invisible por momentos, pero tan real como todas las estrellas de alrededor. Todo parece envuelto en una bruma alargada que no es sino el halo de la planetaria, visible con mirada lateral.
El resto de capas gaseosas escapan a la detección del ojo humano, pero nada nos impide hacer un esfuerzo e imaginar el conjunto. Cuando uno conoce la estructura del objeto, lo que vemos no resulta tan extraño, pero aún así no deja de ser asombroso.
*Enlace al mencionado trabajo:
Collimated_Fast_Winds_Shaping_the_Planetary_Nebulae_Sh_2-71_and_NGC_6765