Como ya sabemos, las nebulosas planetarias son la etapa final de las estrellas con una masa relativamente pequeña (entre 1 y 8 masas solares), formadas por la pérdida de la envoltura gaseosa de una estrella que empieza a apagarse poco a poco, convirtiéndose en una enana blanca. Pero hay una fase que podemos observar, intermedia entre la estrella en su plenitud y la nebulosa planetaria, que recibe el nombre de Nebulosa Protoplanetaria. Es el preámbulo de la planetaria, una corta etapa que se caracteriza, entre otras cosas, por ser una nebulosa de reflexión en vez de emisión. ¿Qué significa esto? Que no es una nebulosa con brillo propio, que se encuentre ionizada, sino que se ilumina con el resplandor de la estrella que la ha generado, “refleja” su luz hacia nosotros. A medida que la estrella vaya aumentando su temperatura llegará un momento en el que será capaz de ionizarla y comenzará a emitir radiación ultravioleta, convirtiéndose en una nebulosa planetaria. Mientras tanto, las protoplanetarias son una fuente lejana de rayos X.
La estrella central se va calentando paulatinamente conforme va perdiendo su envoltura, y estos gases adquieren una morfología axial que las hace especialmente interesantes, una estructura bipolar que las diferencia de la mayoría de planetarias. Vamos a ver dos de ellas, ambas en la constelación del Cisne.
La primera, denominada coloquialmente la Nebulosa de la Huella, es Minkowski 1-92. En la región de la cabeza del Cisne, se encuentra a unos 7.500 años luz de nosotros y está formada por dos lóbulos, uno mayor que el otro, con origen en un estrecho centro dominado por la estrella responsable. Se piensa que si fuera una estrella doble se podría explicar más fácilmente esta estructura bipolar, o quizás se deba a un disco de acreción de la estrella central que absorbe materia en el ecuador, no hay nada claro todavía a este respecto. Lo que sí es innegable es su interesante figura, fotografiada en detalle por el Hubble.
Al ocular no veremos gran cosa porque es especialmente pequeña. La observación la realicé desde la terraza de mi casa, en cielos suburbanos, ya que, aunque sea de dimensiones reducidas, es un objeto bastante brillante, al alcance de telescopios modestos. A bajo aumento, una vez orientado en la zona, se ve como una estrella doble, con sus componentes muy unidos. Hace falta aumentar la magnificación para poder verlo como dos pequeñas nebulosas, casi puntuales, que se rozan en la distancia. Una de ellas es algo mayor, de contorno redondeado, y no es difícil compararlo con una huella en miniatura, aunque no podremos ver ningún detalle más.
Con el nombre de PK 80-6.1 o RAFGL 2688 se conoce a la Nebulosa del Huevo, otra protoplanetaria que puede mostrarnos algo más que su compañera. También se encuentra en la constelación del cisne, sobre una de sus alas, y está a la mitad de distancia, a unos 3.000 años luz. Su pequeño diámetro no impide disfrutar de su interesante forma. Una serie de anillos concéntricos parten de su estrella central que, a modo de faro cósmico, emite unos potentes haces de luz que iluminan simétricamente dichos anillos, adquiriendo la forma de arcos luminosos. Esta envoltura de gas se expande a unos 20 km por segundo, y tiene un tamaño aparente ed unos 15 segundos de arco.
Visualmente, a pocos aumentos se parece bastante a Minkowski 1-29. Dos lóbulos, uno mayor que el otro, son visibles sin mayor problema en un campo densamente poblado por la Vía Láctea. Uno de ellos es claramente mayor, lo cual se aprecia con aumentos más elevados, que soporta sin problemas. A 214 aumentos, y tras un rato de visión periférica y respiración relajada, pude apreciar algo con lo que no contaba. Una línea ecuatorial salía de cada lóbulo hacia fuera, corta y débil, pero claramente visible. En el momento en que realicé la observación no sabía cómo era el objeto, así que supuse que serían líneas de difracción por la humedad, pero aun así me decidí a dibujarlas. Luego comprobé que están ahí realmente, correspondiendo a dos potentes haces de luz.
Muchas otras nebulosas protoplanetarias están ahí para que las miremos a través del ocular, siendo objetos interesantes y distintos a los que estamos habituados, ayudándonos además a comprender un poco mejor esa inmensidad que nos rodea.