Ya vamos comprobando que el espacio “vacío” está lleno, en realidad, de polvo y gas, como podemos ver en multitud de fotografías que contemplamos a diario. Hoy vamos a estudiar una zona especialmente interesante situada en la Nube Molecular de Perseo, una interesante región que se sitúa a una distancia de entre 600 y 1000 años luz. Comparte localización con la asociación Perseus OB2, en la cual quedan englobadas multitud de estrellas de tipo espectral O y B, jóvenes y grandes astros que iluminan el gas que hay a su alrededor. Entre estas nubes hay algunas que no reciben luz alguna y aparecen como nebulosas oscuras parcheando toda la zona, algunas fácilmente visibles si observamos desde un lugar alejado de la contaminación lumínica. Esta región OB cuenta con dos importantes zonas de formación estelar, una de las cuales ya vimos en su momento, la nebulosa de reflexión NGC 1333. En su interior se ha descubierto un gran número de estrellas jóvenes, muchas de las cuales cuentan con un anillo de gas a su alrededor, así como numerosos objetos Herbig-Haro. Hoy nos centraremos en la otra fábrica de estrellas que se sitúa muy cerca, IC 348. Podemos contemplar ambas zonas en la siguiente fotografía, una a cada lado de la imagen, así como la gran cantidad de polvo que reina en la región. IC 348 es la nebulosidad blanquecina que hay bajo la brillante estrella de la izquierda, mientras que NGC 1333 es una pequeña nubecilla de la misma tonalidad que hay en la mitad derecha:

Crédito: Adam Block y Tim Puckett
Pero antes identificaremos la estrella más brillante que preside la asociación OB. Se trata de Zeta Persei (también conocida como Menkib), y su nombre también es usado para referirse a la asociación. Es una estrella de tipo espectral B1, bastante joven, que se sitúa a 750 años luz de distancia. Desde la tierra la vemos con una magnitud de 2.9, si bien posee una luminosidad equivalente a 47.000 veces la del sol. Tiene, por cierto, una compañera de magnitud 9 situada a unos 13 segundos de arco. Menkib, con una masa 19 veces mayor que la del sol, terminará sus días como una brillante supernova, aunque todavía le restan varios millones de años de vida.
Vamos a saltar de Menkib a Atik, también conocida como Omicron Persei, la estrella de magnitud 3.8 que tomaremos de partida para nuestra observación. Es una estrella que comparte el tipo espectral de Menkib, y junto a ella reside IC 348, un pequeño cúmulo abierto, de 15 años luz de diámetro, cuyas estrellas iluminan el gas circundante a modo de vela cósmica. Esta familia de estrellas está compuesta por casi 500 componentes, de los cuales una tercera parte presentan a su alrededor un disco de polvo en cuyo seno se están gestando planetas, como ocurrió en nuestro sistema solar hace 4500 millones de años. Esto es de gran importancia porque nos permite estudiar las primeras etapas de las estrellas, cuya edad ronda los 2 millones de años, si bien se han encontrado algunas extremadamente jóvenes que apenas llegan a los 500.000 años. Su “compañero de nube”, NGC 1333, posee incluso más estrellas recién nacidas, así como cuerpos de Herbig-Haro, de lo cual se deduce que su edad es algo menor. En la siguiente fotografía, hecha por Rafael Rodríguez Morales, podemos apreciar IC 348 con mayor detalle, a la izquierda, además de los impresionantes contrastes cromáticos que se han creado en la región. La nebulosidad más opaca, de forma alargada a la derecha, es Barnard 3; justo bajo IC 348 podemos ver Barnard 4, algo menos evidente:

Imagen obtenida por Rafael Rodríguez Morales
Otra particularidad de este cúmulo es que en él se han descubierto tres enanas marrones de baja masa, un peculiar objeto que podría ocupar el eslabón entre los planetas y las estrellas. Se trata de estrellas extremadamente jóvenes que poseen una masa particularmente pequeña, con lo cual su temperatura apenas alcanza los 600 grados Celsius. Estos astros tienen una masa menor de 10 veces la masa de Júpiter, batiendo así el récord estelar de “estrellas con peso pluma” en el universo conocido. Otra estrella especialmente interesante es LRLL 54361, un sistema doble formado por dos protoestrellas que orbitan una alrededor de otra. Cada 25 días este sistema sufre un repentino aumento de brillo, y parece deberse a que cada 25 días, en el periastro (cuando ambas estrellas están más cerca entre sí), sus atmósferas prácticamente entran en contacto, pasando materia de una a otra y produciendo una gran cantidad de energía.
Si observamos el cúmulo a bajo aumento es posible que la brillante Omicron Persei nos deslumbre, aunque si el cielo está oscuro no tendremos problema en ver una marcada nebulosidad en torno a un grupito de estrellas que hay a apenas 10 minutos. Lo cierto es que el cúmulo parece más bien pobre y la vista se va impresionando rápidamente de la nebulosa, cuya silueta se va recortando contra el fondo oscuro. La brillante Omicron Persei se encuentra en la parte inferior del ocular, y en el centro puedo contar una quincena de pequeñas estrellas, destacando un par de ellas más brillantes, rodeadas por algunas extremadamente débiles. La nebulosidad no es homogénea, destacando en torno a esta pareja de estrellas y a otra que se encuentra inmediatamente superior, partiendo de esos puntos débiles prolongaciones que otorgan al conjunto una forma de letra “C”. Hay otras zonas con nebulosidad débil, incluyendo una hilera de tres estrellas que se encuentran cerca de Omicron Persei. Esta estrella, en concreto, también parecía envuelta en una difusa nube redondeada, pero viendo posteriores fotografías probablemente fue debido al propio brillo de la estrella y una leve humedad que iba imperando en el ambiente. Sea como sea, otra faceta que quedó patente fue la verdadera escasez de estrellas que había al suroeste del cúmulo, no pudiendo ver ninguna de ellas en sus inmediaciones. No es que no haya, sino que en ese lugar se encuentra la nebulosa oscura Barnard 4. Muy cerca se encuentra Barnard 3, un poco más contrastada, en dirección a NGC 1333. De esta manera, si observamos estas variadas nebulosas y sus estrellas asociadas, podremos decir que conocemos relativamente bien a esta inmensa región conocida como Perseus OB2 y, como exploradores, podremos marcar su situación en el mapa de nuestros viajes galácticos.
*Me parece importante tratar el cielo por regiones, de la misma manera que no podemos estudiar el ojo humano y, por otro lado, el área visual del cerebro, sino que para entender el conjunto debemos estudiar cómo llega un fotón a la retina y su camino a través del sistema nervioso. Así, en este caso, tenemos que tomar a NGC 1333 e IC 348 como parte de un todo más grande, un órgano que se manifiesta de distintas maneras en cada uno de sus rincones, contribuyendo a la magia de esta afición y añadiendo aún más incentivos para observar el cielo.
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